Juan J. Molina

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Juan J. Molina

viernes, 5 de octubre de 2012

Un contendiente serio para Chávez, por Mary Anastasia O'Grady




De los 92 sistemas electorales que ha observado, Jimmy Carter sostiene que el de Venezuela es "el mejor del mundo". EE.UU., dijo el mes pasado el expresidente frente a una audiencia en el Centro Carter, en Atlanta, tiene "uno de los peores del mundo y es casi en su totalidad debido al excesivo flujo de dinero".
Los comentarios de Carter fueron publicadas la semana pasada en un sitio web del gobierno venezolano, como parte de la producción propagandística de Hugo Chávez de cara a las elecciones presidenciales del 7 de octubre. Allí es donde pertenecen.
De hecho, el sistema venezolano favorece tanto el oficialismo, que si el candidato retadorHenrique Capriles Radonski prevalece, sería algo así como un milagro. Incluso si eso sucede, es difícil imaginar que la dictadura militar cubana —que ya tiene sus servicios de inteligencia entrelazados en el estado venezolano— se mantenga al margen cuando un nuevo liderazgo se haga cargo del país. Irán y China, con importantes inversiones políticas y económicas en Venezuela, una nación rica en petróleo, también tienen intereses en la preservación del chavismo.
Chávez ha estado durante 14 años al frente de Venezuela. La economía está en ruinas, la inflación es la más alta de América Latina y Caracas se ha convertido en una de las ciudades más peligrosas del mundo. Con la oposición a Chávez unida por primera vez en torno de un solo candidato presidencial, no sería extraño que el número de venezolanos que están a favor de un cambio en el gobierno sea ahora más alto que el número de los que apoyan el estatus quo.
Pero no importa. Desde la compra de votos con recursos del Estado para intimidar a los votantes hasta la influencia en los tarjetones que el tribunal electoral controlado por Chávez contará, la máquina de Chávez tiene muchas maneras de frustrar al electorado. Incluso si el gobierno se ve obligado a reconocer una derrota porque el margen de victoria de Capriles es demasiado amplio como para negarla, e incluso si los militares respaldan un triunfo de la oposición, el nuevo mandatario tendrá una tarea monumental en la reparación de la situación económica e institucional que Chávez dejará atrás.
La denuncia de Carter acerca del sistema electoral estadounidense se centra en su desaprobación de la financiación privada de las campañas publicitarias. Pero al parecer, la agricultor de maní más famosos de Georgia no tiene problema con que un gobernante suspenda las licencias de las cadenas de televisión que lo critican y luego use el control que tiene sobre el espectro televisivo para acribillar a los votantes con mensajes de autopromoción. La campaña de Chávez utiliza también recursos del Estado en muchas otras formas, como su promesa de vivienda "gratuita" y el repentino inicio de construcción de apartamentos, financiados en gran parte por el Banco de Desarrollo de China.
Carter está impresionado por las máquinas de votación automatizadas de Venezuela, que leen las huellas dactilares. Sin embargo, las encuestas muestran que más de un tercio del electorado cree que esta tecnología elimina el secreto del voto.
En el pasado, el Estado ha hecho listas de adversarios políticos, la más famosa es la que contiene los nombres de los que firmaron una petición de referendo para una revocación presidencial en 2004. Se afirma que esos nombres fueron colocados en una lista de personas no gratas para trabajar en el sector público. Dado que el gobierno es la mayor fuente de empleo individual, el sistema de huellas dactilares tiene un potencial real de enfriar el entusiasmo a favor de Capriles.
La oposición enfrenta otras dificultades. Nunca ha habido una auditoría independiente de las listas de votantes y nadie sabe cuántos muertos están registrados. La votación ilegítima podría ser mitigada con la presencia de observadores de la oposición en las urnas, pero igual estos se enfrentarán a los funcionarios electorales respaldados por Chávez. Lo más que pueden hacer si ven irregularidades es expresarlas en voz alta, pero nadie acudirá en su ayuda.
Las encuestas son muy variadas, con algunas que muestran un empate y otras que proyectan 10 puntos a favor de Chávez y 15% de indecisos. En todo caso, Capriles ha ido cerrando la brecha.
La oposición sostiene que aunque los pobres, que son los que más han sufrido de la tasa de criminalidad y la inflación, están cansados de Chávez, no están dispuestos a expresar su descontento. Con Capriles prometiendo preservar —pero despolitizar— el gasto social de Chávez, podrían haber muchos que se han convertido a la oposición pero que no quieren revelar su preferencia en las encuestas.
Los chavistas saben esto y hay cierta preocupación de que vaya a haber personas armadas rondando algunos barrios el día de las elecciones para desalentar la participación de los votantes.
Con el acceso a los canales de televisión denegado, Capriles ha estado viajando por el país en una campaña de estilo puerta a puerta. Sus discursos atraen multitudes numerosas y entusiastas. Chávez, que se dice estaría terminalmente enfermo, no ha sido capaz de generar algo comparable. Los trabajadores estatales en sus eventos aparecen menos emocionados, tal vez porque muchos asisten a las manifestaciones para no perder sus empleos. Así son las cosas en el "mejor" sistema electoral del mundo de Carter.
Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal el 30 de septiembre de 2012.

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