Juan J. Molina

Juan J. Molina
Juan J. Molina

viernes, 26 de marzo de 2021

Los extremos se hermanan

 

Los extremos se hermanan

Manuel Suárez-Mier indica que tanto la extrema derecha como la extrema izquierda rechazan al liberalismo surgido de la Ilustración.

La extrema derecha y la extrema izquierda tienen más en común de lo que se suele pensar: ambas rechazan el liberalismo surgido de la Ilustración que sustenta que el respeto a la ley es crítico para crear instituciones que permiten crear entidades de “suma positiva” que generan confianza y futuros predecibles.

Los extremos se encierran en cofradías de “suma cero” en las que, por fuerza, lo que alguien gana es lo que pierde otro, a diferencia de la cooperación y la competencia simultáneas que florecen en sociedades liberales, que engendran la economía de mercado que crea riqueza y aprovecha las ventajas comparativas.

Por ello, las sociedades liberales profesan el libre comercio entre individuos y naciones en donde todos pueden prosperar sin arruinar a nadie, frente al dogma de los extremos ideológicos que niega el potencial de la libertad de los mercados y supone un orden social en permanente conflicto, en el que prevalece la desconfianza, constreñida sólo por el autoritarismo del grupo en el poder.

Dado que la relación de suma cero ve la moral como un engaño o como el disfraz para ocultar el egoísmo inherente al liberalismo, no reconoce el vital vínculo entre educación, probidad e integridad del líder, o su aptitud para desempeñar sus funciones –gobernar no tiene ciencia–, y sólo le importa conservar el poder y priorizar sus intereses personales y de grupo.

Cuando se ve con detenimiento a los extremos de derecha e izquierda, se percibe la gran degradación del propósito liberal de institucionalizar las relaciones de suma positiva que le dan dignidad a la acción política y cimentan los enormes beneficios de una economía de mercado y un orden espontáneo y consensual de individuos libres cooperando y compitiendo entre sí.

En el pensamiento de suma cero el consentimiento de los gobernados es una ficción para hacer demagogia –el pueblo bueno manda– porque la legitimidad se la apropia el grupo que establece su dominio, y como lo revela la práctica política actual, no hay diálogo posible pues prevalece un entorno exterminador.

En el pensamiento de suma cero la política es un refrito de marxismo superficial –sólo el conflicto es real y ubicuo–, de cripto-teología, incluyendo secularizar el pecado original –la ultimación de los pueblos originarios–, y el martirologio cristiano reciclado en reclamos de victimización de grupo y clase.

Cada vez más los mensajes políticos recurren a personajes de caricatura con vocabularios infantiloides porque los relatos deben ser simples para las mentes primarias, con historias de “nosotros contra ellos”, mucho más fáciles de digerir que la complejas relaciones que caracterizan el mundo de suma positiva.

Esta polarización se exacerba por las redes sociales que sin filtro alguno ventilan exabruptos, lo mismo de líderes ignorantes que de sus incultos adeptos, repetidos exponencialmente por robots electrónicos que remachan los mensajes de la sociedad de suma cero hasta el hartazgo. 

¿Suena parecido a lo que pasa hoy en muchos países?

Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 8 de febrero de 2021.

viernes, 5 de marzo de 2021

PASEN Y VEAN...LA FUNCIÓN HA COMENZADO

 


Dicen que no hay mejor defensa que un buen ataque. Y seguramente eso deben haber pensado algunos partidos políticos, sobre todo aquellos que están en la oposición en la Asamblea Regional de Murcia. Da igual de lo que se hable o de la importancia que tenga el asunto para los ciudadanos de nuestra Región.

La crispación y una visión poco menos que apocalíptica de la realidad es la única versión que se va a poder ‘disfrutar’ de las declaraciones de algunas de sus señorías. Se puede entender que aquellos que quieren ocupar el sitio de los que mandan intenten dibujar un escenario ruinoso de la situación, pero si te pasas de frenada, empiezas a ser poco creíble. La sobreactuación de algunos diputados en ocasiones más bien parece un intento de hacer méritos ante sus jefes –llegando más lejos que nadie, aunque sea rozando el ridículo– que un análisis serio sobre un asunto concreto.

Yo he escuchado cosas que vosotros no creeríais. Atacara los consejeros con lanzallamas más allá de Orión. He visto ojos rojos brillando en la oscuridad cerca de la Puerta del Hemiciclo. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia… Creo que más que perderse en el tiempo, son sobre todo una pérdida del mismo. Ataques gratuitos, en la mayoría de las ocasiones, que no conducen a nada productivo para la sociedad a la que servimos. Puro circo de palabrería, dirigido a un público muy restringido, sus propios compañeros de bancada, que además, de forma mecánica, jalean a su gladiador.

Lo preocupante es que esto va a peor: el nivel del discurso en la Asamblea Regional durante esta legislatura, en comparación con la anterior, es decepcionante. Se ha instalado un vacío discursivo peligroso. En muy raras ocasiones se puede escuchar a alguien razonando con sentido, dando las correspondientes estocadas, pero al tiempo sabiendo reconocer las virtudes del adversario, que no enemigo. Lo que se viene a llamar elegancia e inteligencia oratoria. Se puede destripar al contrincante político, pero con bisturí y precisión, o a lo bestia, con un palo y a patadas.

Y si cuento estas sensaciones, no es por dármelas yo de nada, Dios me libre, sino por dejar constancia de un problema grave en la política de nuestro país. En los tiempos que corren y en algunos partidos es más beneficioso ser un ‘hooligan’ que un catedrático. Se consigue mucho más crédito para escalar puestos con una buena retahíla de insultos y sandeces que con sentido común.


Una pena, al menos nos queda mucho circo que ver.