Dicen que no hay mejor defensa que un buen ataque. Y seguramente eso deben haber pensado algunos partidos políticos, sobre todo aquellos que están en la oposición en la Asamblea Regional de Murcia. Da igual de lo que se hable o de la importancia que tenga el asunto para los ciudadanos de nuestra Región.
La crispación y una visión poco menos que apocalíptica de la realidad es la única versión que se va a poder ‘disfrutar’ de las declaraciones de algunas de sus señorías. Se puede entender que aquellos que quieren ocupar el sitio de los que mandan intenten dibujar un escenario ruinoso de la situación, pero si te pasas de frenada, empiezas a ser poco creíble. La sobreactuación de algunos diputados en ocasiones más bien parece un intento de hacer méritos ante sus jefes –llegando más lejos que nadie, aunque sea rozando el ridículo– que un análisis serio sobre un asunto concreto.
Yo he escuchado cosas que vosotros no creeríais. Atacara los consejeros con lanzallamas más allá de Orión. He visto ojos rojos brillando en la oscuridad cerca de la Puerta del Hemiciclo. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia… Creo que más que perderse en el tiempo, son sobre todo una pérdida del mismo. Ataques gratuitos, en la mayoría de las ocasiones, que no conducen a nada productivo para la sociedad a la que servimos. Puro circo de palabrería, dirigido a un público muy restringido, sus propios compañeros de bancada, que además, de forma mecánica, jalean a su gladiador.
Lo preocupante es que esto va a peor: el nivel del discurso en la Asamblea Regional durante esta legislatura, en comparación con la anterior, es decepcionante. Se ha instalado un vacío discursivo peligroso. En muy raras ocasiones se puede escuchar a alguien razonando con sentido, dando las correspondientes estocadas, pero al tiempo sabiendo reconocer las virtudes del adversario, que no enemigo. Lo que se viene a llamar elegancia e inteligencia oratoria. Se puede destripar al contrincante político, pero con bisturí y precisión, o a lo bestia, con un palo y a patadas.
Y si cuento estas sensaciones, no es por dármelas yo de nada, Dios me libre, sino por dejar constancia de un problema grave en la política de nuestro país. En los tiempos que corren y en algunos partidos es más beneficioso ser un ‘hooligan’ que un catedrático. Se consigue mucho más crédito para escalar puestos con una buena retahíla de insultos y sandeces que con sentido común.
Una pena, al menos nos queda mucho circo que ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
LOS COMENTARIOS OFENSIVOS O CON INSULTOS NO SON BIENVENIDOS Y PUEDEN SER BORRADOS. GRACIAS POR VUESTRA MODERACIÓN.