Juan J. Molina

Juan J. Molina
Juan J. Molina

martes, 29 de mayo de 2012

PARA CUÁNDO UNA DEUDA PÚBLICA EUROPEA, por Juan José Molina




La situación de España con una prima de riesgo en los 500 puntos es a todas luces insostenible, un par de semanas sin bajar de esta cota y será imposible refinanciar la deuda de nuestro país. La banca española es insolvente debido a su exposición al ladrillo y eso significa que no podrá refinanciar la deuda de las comunidades autónomas asfixiadas por sus excesos y su insolvencia. Con este panorama es un milagro que algún inversor se arriesgue a prestarnos un euro y más después de la experiencia griega que ni pagaba ni es seguro que pueda o quiera pagar incluso después del rescate.
Aceptémoslo de una vez, no se fían de nosotros y no vamos a ser capaces de salir solos de este desaguisado. Solo veo una solución posible, que la deuda pública de los países del euro se emita como deuda europea y sea respaldada por Bruselas al mismo precio para todos. Indudablemente eso subiría la prima de riesgo para Alemania y algunos otros países cuyas economías no están tan lastradas como la española, la italiana o la griega, pero ese aumento nunca llegaría más allá de los 200 0 250 puntos en el peor de los casos, una Europa unida debería ser suficiente garantía de solvencia para los mercados. Por supuesto a esta medida se le uniría la creación de una oficina de control presupuestario para todos los estados, o como sostienen algunos, la creación de un verdadero ministerio de economía europeo que planifique y supervise los presupuestos de los países del euro.
Esta medida supondría estabilidad para refinanciar la deuda de los países más tocados por la crisis y si bien en un primer momento sería un sacrificio para las economías más pujantes, con el tiempo y las medidas correctoras de austeridad que se están llevando a cabo, la deuda europea sería un refugio solvente para los inversores y la prima de riesgo volvería a cotas aceptables para una financiación sostenible.
Se trata de salvar el proyecto europeo y la moneda única o sencillamente, tirar la toalla. No puede haber una Europa unida si no hay unidad fiscal y presupuestaria, ahora solo somos una jaula de grillos que se hunde en el agua buscando cada uno sacar la cabeza por los barrotes para coger una bocanada de aire y aguantar un poco más. Es en estos momentos cuando los líderes europeos tienen que hacer gala de su visión de estado y anteponer a sus intereses nacionales los intereses de la mayor pandemocracia del mundo, es el momento de los sacrificios para unos y la generosidad de todos si es que realmente creemos en este proyecto llamado Europa.

SINGAPUR Una dictadura singular Por Francisco Moreno

El análisis de la historia y el progreso de Singapur en las últimas décadas es sorprendente: ha pasado de ser, en los años 50, una isla atrasada y sin apenas recursos a un importante centro industrial, comercial y financiero.
Por ironías del destino, en el mismo año, 1959, dos jóvenes abogados se hicieron con el Gobierno de dos islas bien distantes entre sí. En febrero Fidel Castro tomó las riendas de la próspera y extensa Cuba, y en junio Lee Kwan Yew las de la subdesarrollada y pequeña Singapur. Ambos ejercieron el poder dictatorialmente, pero con resultados dispares.
Tras independizarse del imperio británico (1963), Singapur se sumó a la federación malaya; pero fue pronto expulsada de la misma, tras negarse Lee Kwan Yew a otorgar privilegios especiales a los malayos. Al adquirir su independencia definitiva, en agosto de 1965, Singapur tuvo que dotarse de unas fuerzas armadas propias y separarse de la unión monetaria malaya. A diferencia de lo que pasó en Cuba, que apostó por la autarquía y por una relación privilegiada con un solo proveedor (la URSS), la pequeña ciudad-estado asiática desechó el proteccionismo y derribó unilateralmente todo tipo de barreras comerciales.
Desde entonces, su economía ha logrado grandes avances, reconocidos por todos los analistas. Esta punta de la península malaya tiene sólo una superficie de 700 kilómetros cuadrados, en los que se apiñan cinco millones de personas, lo que da una gran densidad demográfica. En 1960 su ingreso per cápita era de 428 dólares; en 2011 superó los 50.000, cifra muy por encima de la que exhibe su antigua metrópoli, el Reino Unido. Sin apenas agricultura ni agua potable, una feliz combinación de factores –seguridad jurídica, apertura comercial, impuestos livianos, flexibilidad laboral, regulación gubernamental cautelosa, estabilidad macroeconómica, políticas monetarias sólidas,   infraestructuras avanzadas– le llevó a una eclosión de productividad y competitividad. El gasto público ronda el 15% del PIB, menos de la mitad de la media de los países de la OCDE. En 2010 la inflación fue del 3%, y el desempleo del 2%.
La legislación de Singapur está volcada en el fomento de la actividad económica y la atracción de empresas extranjeras. La isla es un polo de atracción para multinacionales e inversores. Existe una intensa competencia entre empresas nacionales y extranjeras. Los puestos gerenciales, altamente remunerados, son muy codiciados. Los funcionarios son generalmente profesionales cualificados, y a muchos de ellos se les obliga a trabajar temporalmente en el sector privado. La corrupción es perseguida con cárcel, castigos corporales y confiscaciones. Los delitos de asesinato y tráfico de drogas son castigados con la pena de muerte.
El Gobierno se ha volcado en la promoción de inversiones –en un primer momento en sectores intensivos en mano de obra, y posteriormente en sectores más especializados y de mayor valor añadido– mediante la Economic Development Board. Singapur tiene el aeropuerto más transitado y moderno de Asia, uno de los puertos más activos del mundo y una de las tres mayores refinerías (buena parte del crudo proviene de Arabia Saudí). Singapur es igualmente el centro financiero y bancario offshore más destacado de Asia (junto a Hong Kong). En 1985 adoptó un sistema monetario basado en el régimen de cambio de divisas, pero el dólar singapurense es una moneda fluctuante: la Autoridad Monetaria no manipula la tasa de interés, pero sí maneja el control cambiario.
La educación es una verdadera obsesión nacional. El sistema educativo se basa en el mérito. Los alumnos pasan rigurosos exámenes en los diferentes niveles, y son juzgados en función de sus resultados y capacidades. Hay universidades y politécnicas de reconocido prestigio. Los profesores están bien pagados y disfrutan de elevada consideración social; también ellos son examinados periódicamente, y si no rinden son despedidos. La abigarrada diversidad cultural, étnica y lingüística del país no ha sido óbice para que los poderes públicos desterrasen de la educación lenguas vernáculas e implantaran coactivamente el inglés como lengua oficial (junto al malayo, el tamil y la dominante, el chino mandarín). El reverso de la escolarización compulsiva, es decir, el servicio militar obligatorio, es de dos años (lo mismo que en Cuba). Quien trate de eludirlo deberá pagar una multa y pasar tres años entre rejas.
Cada año más, de siete millones de turistas acuden de visita a la isla; casi un millón lo hace por razones de salud. La primera impresión del visitante puede ser de encontrarse en una jungla urbana, pero lo cierto es que se trata de una ciudad bastante ordenada, con eficientes autobuses y trenes públicos (Mass Rapid Transit). Hay libertad comercial y de horarios. Los índices de criminalidad son envidiabladamente bajos. El comportamiento extravagante o inapropiado no es tolerado: si uno cruza imprudentemente la calle, muestra signos de ebriedad o mera inclinación homosexual en público, la policía lo arresta sin dudarlo.
Hay una férrea censura de prensa. Los partidos políticos deben pasar unos severos filtros gubernamentales y judiciales para poder presentarse a unas elecciones. No existe libertad de expresión. Hay acceso gratuito a internet en toda la isla, pero el Estado vigila la Red e impide acceder a determinados contenidos políticos, violentos o sexuales. Cualquiera que critique al Gobierno habrá de soportar denuncias por difamación, con sanciones pecuniarias muy gravosas; si carece de los recursos suficientes para hacer frente a las mismas, irá a la cárcel. En 1966 se declararon ilegales las huelgas, y desde 1968 se aprobó una ley de empleo que prohibió a los trabajadores asociarse. A éstos se les obliga a invertir un cuarto del salario en un rígido plan de ahorro nacional gestionado por la estatal Central Provident Fund Board. Por otro lado, la población ha sido sometida a varias campañas de planificación familiar.
Hay muy poca transparencia en el ejercicio del poder. Aunque existe pluralidad de partidos, el People's Action Party (PAP) ha ocupado siempre el poder. Las elecciones de 2004 auparon a Lee Hsien Loong, hijo del célebre Lee Kwan Yew, como primer ministro. Sus parientes y allegados están en los puestos clave. El régimen es un eficiente nepotismo que controla una sociedad bastante rígida (estructurada, Steve Wozniak dixit).
Desde hace años, numerosos informes de libertad económica y empresarial sitúan a Singapur en los primeros puestos. Pero eso no lo es todo. Las autoridades han logrado sacar a la población de la penuria de manera sobresaliente, pero no entienden que la libertad no puede ser divisible.


© Instituto Juan de Mariana

domingo, 27 de mayo de 2012

Adiós, Manolo, ARTURO PÉREZ-REVERTE



De compras. Me atiende una señora con acento eslavo, de un metro ochenta de estatura a ojo de buen cubero, con el pelo rubio y los ojos claros. De ésas que dan miedo. O casi. Hechos los trámites, llama a dos empleados, y éstos se ocupan del resto de la operación. Uno es un rumano eficiente que se ocupa de mí con diligencia, y hablando un español casi perfecto, me advierte: «Cuidado con esta pieza, que es muy jodida y se suelta». Lo de muy jodida lo ha dicho con el desparpajo y la naturalidad de quien le tiene tomado el punto a la pieza que se suelta y al habla de Cervantes. Integrado total. El otro empleado es un joven azteca, o maya, o lo que sea. Uno de allí, con un magnífico pelo negro, la piel cobriza y unos ojos oscuros e inteligentes. También son ojos orgullosos. Hace un momento, mientras brujuleaba por la tienda, tuve ocasión de presenciar una escena de ese mismo joven con un cliente ligeramente estúpido, y de advertir la mirada que le dirigió el indio cuando al otro se le fue un poco la mano en el trato. Si te llego a pillar en Tenochtitlán aquella noche -decía elocuente esa mirada- me hago un llavero con tus pelotas. Incluso si te encuentro un sábado por la noche, de copas, igual me lo hago. Huevón. 
El caso es que salgo de la tienda satisfecho, porque además de eficientes son gente amable, que sabe lo que importa un cliente en estos tiempos. En la puerta me paro a dejar pasar a tres niños que vienen del cole con mochilas a la espalda, hablando de sus cosas. Deben de andar por los ocho o diez años. Dos son chinos totales, y uno de ellos lleva una felpa -detesto discúlpenme, la sucia palabra sudadera- del Real Madrid y les está diciendo a los otros algo que acaba con la frase «os lo juro, tíos». Me lo quedo mirando con media sonrisa en la boca y la otra media en la tienda de la que acabo de salir, y me digo: ahí los tienes, chaval. En los últimos veinte minutos has visto a seis personas, y sólo los padres de dos nacieron aquí. Y acaba de pasar un chino de Lavapiés, hincha del Madrid, con un acento castizo que te vas de vareta. Ésta es la España que hay, concluyo. Y la que viene. La que va siendo. Y a lo mejor por ahí nos salvamos, al final. O se salvan nuestros descendientes. Cuando pasen los tiempos de la purga, de la penitencia por lo que fuimos y aún somos, y nuestra mala simiente ancestral se diluya por fin en la genética, y otra generación de españoles diferentes nos borre del mapa.
Camino detrás de los tres críos, observándolos mientras pienso en todo eso. En que dentro de unos años, sus nietos se mezclarán con los de la bolchevique rubia de la tienda, del americano de ojos orgullosos e inteligentes, del rumano que sabe que las piezas son jodidas y se sueltan. Y de esos fascinantes cruces de caminos del azar y la vida, saldrán españoles nuevos: jóvenes gloriosamente mestizos, con la mirada orgullosa del indio en unos ojos rasgados y asiáticos que tengan el color claro de la ucraniana de la tienda y la inteligencia del rumano de eficaz parla cervantina, aliñados tal vez con el valor desesperado del africano que se jugó la vida a bordo de una patera. Españoles felizmente distintos, nuevos, mezclados entre sí, que rompan nuestra estúpida inercia para generar, como ocurre en los buenos mestizajes, hombres y mujeres más atractivos, imaginativos e inteligentes. Sobre todo, cada vez más lejos de los fantasmas y odios viscerales que emponzoñan este lóbrego patio de vecinos llamado España. Gente distinta, a cuya sangre mezclada y renovada importen un carajo las secuelas no resueltas de las guerras carlistas, la guerra del Segador, los mártires de la Cruzada, los fusilados del franquismo, el fuero de los Monegros, el Estatut de Úbeda y toda nuestra larga enfermedad histórica. Nuestra puerca estirpe de insolidaridad, vileza y mala leche. Nacerán así españoles nuevos, prácticos, que se rían en la cara de los sinvergüenzas que ofrecen euros a cincuenta céntimos, esqueletos de armario, errehaches y endogamias catetas. Que se vayan a la cama juntos, se preñen unos a otros y nos preñen a todos tantas veces como haga falta, hasta que lo importante, lo necesario, se dibujen con nitidez en la retina de nuestra estirpe. Hasta que nazca, al fin, un español que busque el futuro en vez de la manera de hacerle la puñeta al vecino, o vengar a su abuelo. Puestos a ser analfabetos -eso ya parece irremediable-, seamos al menos analfabetos guapos, con ojos verdes, ritmo africano y latino en las venas, andares de mulata hermosa, aplomo de eslavos tenaces, coraje de sangre moruna. Y al tradicional Manolo moreno, bajito, limitado, fanático de las fiestas de su pueblo, de la efigie del santo patrón y de la última y puta guerra civil, que le vayan dando.

jueves, 24 de mayo de 2012

Cave, Cave, Statu Videt Omnes: ROMÁN TEROL



Creamos el Estado, el Estalo liberal, para proteger la propiedad privada y mantener el orden público y otorgamos la soberanía al pueblo, considerándolo capaz de ordenar su futuro y darse sus propios gobiernos, sin necesidad de imposiciones regias, nobiliarias, militares o eclesiásticas. Así es, la libertad de pensamiento creó el Estado, no el Estado a nosotros.
En la Inglaterra del Siglo XVIII, oprimidos por el yugo del conservadurismo extremo, los liberales del momento hasta entonces agrupados en gremios artesanales, decidieron alzarse contra la injusticia de la inmovilidad del capital y, mediante la Revolución Industrial, hacer que Europa entrara en el carro de la modernidad. Poco tiempo más tarde, en Francia, siguiendo la estela británica y con el pensamiento ilustrado como fin último, otra Revolución, esta vez, a todos los niveles, dio el vuelco definitivo a la Historia del viejo continente. Desde entonces, pasamos de ser súbditos a ser ciudadanos y, con ello, a ser libres y dueños de nuestro destino, a tomar decisiones en base al razonamiento y no un dogma impuesto.
Creamos el Estado, el Estalo liberal, para proteger la propiedad privada y mantener el orden público y otorgamos la soberanía al pueblo, considerándolo capaz de ordenar su futuro y darse sus propios gobiernos, sin necesidad de imposiciones regias, nobiliarias, militares o eclesiásticas. Así es, la libertad de pensamiento creó el Estado, no el Estado a nosotros.
Sin embargo, cual hienas a la espera de que el león deje algo de la presa que se ha molestado en cazar, los paternalistas del momento, que han ido cambiando de nombre hasta acuñar el actual de socialdemócratas, se apropiaron del invento liberal a finales del Siglo XIX, para transformarlo y desvirtuarlo, para convertirlo en el padre severo e instructor de sus vidas que la cobardía y la ignorancia les permitía ejercer con libertad. Despreciaron la luz de la razón como el que muerde la mano que te da de comer y convirtieron el instrumento al servicio del pueblo soberano en un castillo de Drácula al que todos, como en la fila del matadero, somos llevados irremediablemente para ser sangrados en forma de impuestos. Han convertido al protector de la propiedad privada en el inquisidor general de la expropiación al servicio de sus propios fines y, al ciudadano, en simple masa al servicio de su causa. Es, por ello, el mal llamado progresismo político, ese paternalismo vampírico disfrazado de cordero, el cáncer de la libertad y la razón de todos los individuos.
Y es que, este Estado gigantomórfico cuyos tentáculos se meten hasta las alcobas, ora progresista, ora conservador, nos es más que un ladrón que vacía nuestros bolsillos como el vampiro las venas yugulares, que sacia su apetito a base de nuestro trabajo y nuestras ideas, fruto de nuestra razón, para seguir manteniendo el inmenso chiringuito político que entre meapilas y progres trasnochados se han montado, usando la radiotelevisión pública como el ojo que todo lo ve dentro de cada casa.
Pongo como ejemplo la aceptación de una herencia; algo que, por lo que todo el mundo pasa antes o después. Es legítimo, al menos así lo consideramos los que creemos en la propiedad privada, que cuando tus antecesores fallecen te leguen lo que su trabajo y esfuerzo les ha proporcionado. Aunque sea el hecho de haber conservado lo que a ellos también les legaron. Y, esto, ha sido así desde tiempos de Roma, hace más de dos mil años. Mucho antes de que algunos consideraran que imponer un castigo financiero al consumo es una solución.
Pues bien, que no piense nadie que ese legítimo patrimonio le pertenece en su totalidad porque, no se nos olvide, que de por medio entra el vampiro público. Así, debemos satisfacer el importe del impuesto sobre sucesiones; también, las tasas del notario, que tiene que dar fe por si alguien no se ha enterado aún; y, como se entiende que somos imbéciles, las del Registro, para dar fe pública de nuevo, por tercera vez. Eso sí, pagas las tres veces. Todo, más lo que te quite Hacienda en la próxima declaración. Concluyendo, perdemos casi la mitad de lo que nuestros padres nos dejan sin hacer nada, simplemente porque el Estado, ese joven cachorro que los liberales educaban para ser su protector, ha sido transformado por todos los que aún vitorean a Lenin y Stalin en un ser cruel y carroñero que nos postra a sus pies y nos humilla haciéndonos creer libres mientras cada día somos más presos.
Román Terol

miércoles, 9 de mayo de 2012

NEOPOPULISMO Y LIBRE EMPRESA Expropia, que nada queda Por Carlos Alberto Montaner

Las expropiaciones vuelven a estar de moda en América Latina. El presidente Chávez las llegó a convertir en un frecuente espectáculo televisivo. "Exprópiese", decía ante cualquier compañía que le parecía conveniente pasara al sector público, apuntando con el índice como si fuera un Harry Potter socialista con una varita mágica, mientras sus acólitos aplaudían con entusiasmo.
Hace pocas fechas la furia expropiatoria le llegó a la presidente Cristina Fernández. La víctima fue la multinacional española Repsol. Tras un simple trámite perdió su filial YPF y ahora discuten el monto de la indemnización. Probablemente será muy bajo. En esas transacciones, especialmente después de cierto tiempo, el monto que se alcanza suele ser un tercio de lo que originalmente se solicita.
A los Gobiernos que se apoderan de lo ajeno les resulta muy fácil hacer las cuentas del Gran Capitán, entre otras razones porque en los países neopopulistas cualquier relación entre la ley y la justicia es pura coincidencia, y el Código Civil algo es así como una tira cómica dominical. En esos ambientes, apelar a los tribunales suele ser una manera heroica de practicar la coprofagia.
El último gobernante en incurrir en ese disparate ha sido Evo Morales. El primero de mayo tuvo la cortesía de regalar a los obreros de Bolivia una empresa, también española, que distribuía energía eléctrica. Ignoro por qué no regaló a los hijos de los obreros unos cuantos McDonalds o una cadena de pizzerías.
A los muchachos les encanta la comida chatarra y Evo hubiera podido acompañar los platos con infusiones de esa coca maravillosamente nutritiva que sirve para no quedarse calvo o para mantener vigoroso y peleón el extremo de la uretra, dos de las preocupaciones recurrentes del pintoresco personaje.
Expropiar, no obstante lo popular que resulta, es un camino generalmente corto hacia el desastre económico. El capital se esconde, huye o se inhibe de llegar a los sitios donde corre peligro. Por otra parte, la empresa expropiada no tarda en convertirse en un saco sin fondo, en una mole ineficiente y tecnológicamente atrasada, permanentemente necesitada de inyecciones de capital para que no se hunda bajo el peso de la corrupción y el clientelismo.
¿Por qué el Estado es un empresario tan rematadamente malo? Sencillo: porque lo dirigen los políticos. Los fines que éstos persiguen son diferentes y opuestos a los de los propietarios de los negocios que operan en un mercado regido por la competencia.
A los políticos, salvo a los más responsables y mejor formados, no les interesa la competitividad empresarial, la rentabilidad de la inversión y la obtención de utilidades para invertir y continuar creciendo, sino controlar los presupuestos para beneficiarse y beneficiar a sus partidarios. Tampoco les conviene enemistarse con los sindicatos, pidan lo que pidan o trabajen lo que trabajen. Es mejor complacerlos. Total: el dinero con que se remunera a los empleados públicos no proviene del bolsillo propio sino del nebuloso producto de los impuestos. Es lo que los españoles llaman "disparar con pólvora del rey". Le cuesta a otro.
El negocio de los políticos es ganar elecciones. Es una especie voraz que se alimenta de votos, de aplausos y, cuando son deshonestos (algo que, afortunadamente, no ocurre siempre), del dinero ajeno. Por eso es un error poner un Gobierno a operar una fábrica de pan. Al cabo de cierto tiempo el pan no alcanzará, resultará carísimo y, encima, saldrá duro como una piedra.
Donde las sociedades son sensatas y las gentes quieren progresar y prosperar, en lugar de expropiar negocios y constituir ruinosos Estados-empresarios, lo que hacen los políticos más sagaces, impulsados por sus electores, es propiciar la incesante creación de un denso tejido empresarial privado que pague impuestos para beneficio de todos.
En esas naciones desarrolladas del Primer Mundo, las personas entienden que es mucho más inteligente y rentable convertirse en socios pasivos de esos miles de empresas que entregan una parte sustancial de sus beneficios sin propiciar la corrupción, sin fomentar el clientelismo y sin que el conjunto de la sociedad corra riesgos. Los fracasos los pagan los capitalistas. Los beneficios los recibimos todos.
Eso sí: en esas sociedades los políticos tienen mucho menos poder relativo que en el siempre crispado mundillo neopopulista. Por eso les va mucho mejor.

elblogdemontaner.com

miércoles, 2 de mayo de 2012

Mao Yushi, el economista chino, por Alberto Benegas Lynch





No es infrecuente que en lugares donde se imponen tiranías de diverso corte algunos gobernados se quejen e incluso los hay quienes de vez en cuando se animan a protestar públicamente en grupos, pero hay pocos que tienen el coraje de hablar fuerte y claro de modo sistemático y en medio de la soledad. Este último es el caso sobresaliente de Mao Yushi, hoy de ochenta y tres años de edad y que viene dejando testimonio permanente de su disconformidad, primero bajo las garras de Mao Tse-Tung hasta 1976 y hoy bajo las actuales autoridades. En el primer caso, denunciaba torturas, matanzas y hambrunas por lo que fue enviado a campos de concentración y, en el segundo, recibe amenazas y censuras por vocear la hipocresía de una casta gobernante que genera reformas de liberalización parcial en islotes que prosperan, al efecto de enriquecer a los miembros del aparato estatal pero que mantiene un férreo control político y una asfixia a las libertades individuales.
Recordemos que respecto al futuro de China continental hay dos versiones contrapuestas. En primer lugar, la del politólogo francés Guy Sorman en China, el imperio de las mentiras, obra en la que el autor, después de vivir un año en ese país, pronostica un fracaso del sistema debido, precisamente, a los referidos atropellos a las libertades y a mantener en climas subcivilizados a la gran mayoría del pueblo chino. Por otro lado, está la versión del diplomático español Eugenio Bregolat que en su libro La segunda revolución china, después de haber sido tres veces embajador en ese país, conjetura que aquellos islotes de liberalización producirán como una consecuencia no querida un efecto en cadena que empujará a más libertades hasta la eventual extinción de las estructuras de poder hoy en vigencia. Nunca se conocen los desenlaces del futuro debido a los muchos imponderables; Francisco Valsechi, el entonces decano de mi facultad de economía, solía citar una carta de 1938 escrita por Keynes a Kinglesy Marti, pensamiento que el economista inglés tomó prestado de Sir John Pentland Mahaffy sin hacer referencia a la fuente (textual, incluyendo la cursiva) y que reza así: “lo inevitable nunca ocurre, es lo imprevisto siempre”.
Yushi fue profesor visitante en la Universidad de Harvard y otras casas de estudio en diferentes lugares, ha escrito numerosos libros y ensayos, fundador de la primera entidad privada china de ayuda a los más necesitados desde que se inauguró la era comunista y, con todas las dificultades del caso, de instituciones de estudio y difusión de las bases del mercado libre. En 1999 obtuvo el “Fisher Award” por su libro The Future of Chinese Ethics y, este año 2012, fue galardonado por la muy afamada y reconocida Cato Institute con elPremio Milton Friedman por la Libertad.
Este incansable economista chino, primero egresado como ingeniero de la Universidad de Jiautong, amigo del célebre premio Nobel de la Paz en 2010 Liu Xiabo y nominado por China Newsweek como uno de los intelectuales más influyentes de la década, reitera que las actuales autoridades mienten sobre muchas cosas pero, especialmente, sobre lo ocurrido durante la época del tristemente célebre tirano comunista y, después, respecto a las horrendas matanzas ocurridas en la Plaza Tiananmen en 1989 y las implacables persecuciones ocurridas a raíz de esa heroica rebelión.
No solo hay problemas con los políticos en China, con mayor o menor gravedad el asunto está generalizado por lo que deben reverse y afirmarse los diques de contención para que el poder no haga estragos. Ilustra este problema la encuesta de Latinobarómetro de lo que ocurre en América latina: revela que de todas las instituciones existentes la más confiable según las respectivas muestras son los bomberos y la menos confiable es la política.
Cierro esta breve noticia periodística con abundantes citas de lo escrito por Yushi en su artículo titulado “La caída del Sol Rojo” que reflejan bien su opinión sobre el origen del sistema totalitario chino: “Algunas personas aun tratan a Mao Tse-Tung como un dios y con ello no se da lugar a que se lo juzgue ya que no se puede comentar sobre una divinidad […] Afortunadamente, la difusión de nuevo material muestra otra perspectiva […] Es responsable de las hambrunas que liquidaron a trecientos millones de seres humanos […] El llamado Gran Salto hacia Adelante y la Revolución Cultural están completamente divorciados de la realidad […] Mao quería destrozar toda oposición política y expandir infinitamente su poder […] Incluso extendió la lucha de clases en sus propias filas para que dentro del partido todos se sintieran inseguros, estableciendo así relaciones extremadamente anormales […] Mao no solo provocó el máximo de dolor en su país sino que se embarcó en extender su revolución a Malasia, India, Tailandia, Filipinas, Indonesia, Nepal, Sri Lanka y otras partes el mundo […] Pol Pot fue un buen discípulo de Mao en Camboya […] Mao murió sin el menor atisbo de arrepentimiento”.
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de América (EE.UU.) el 26 de abril de 2012.