Juan J. Molina

Juan J. Molina
Juan J. Molina

miércoles, 28 de abril de 2010

EL HORIZONTE DE LOS CARACOLES


EL HORIZONTE DE LOS CARACOLES


Explicar el mundo desde la perspectiva de un caracol supone una concepción del mismo realmente limitada. El horizonte de un caracol no llega más allá de la largura de sus cuernecillos con los que exploran un mundo que para ellos tiene el tamaño de una pelota de tenis. Con esos datos sus posibilidades de supervivencia se limitan prácticamente al puro azar de no dirigirse al lugar equivocado en el momento apropiado. Así podemos decir que en la mayoría de los casos la ignorancia fue la que mató al caracol.
Este comportamiento tan propio de un caracol al que no se le puede reprochar nada puesto que carece posibilidades para remediarlo, se da también en otras especies y en diferentes medidas.
La ignorancia no solo es peligrosa si no que además tiene otra característica muy peculiar, la osadía. El desconocimiento unido a la osadía produce la insolencia, el atrevimiento e incluso el descaro. Por supuesto no podemos atribuir a un caracol nada más allá de su intrínseca ignorancia, no podemos decir que un caracol es osado y mucho menos insolente, pero si que lo podemos decir de ciertos individuos de otras especies que sobrepasando la frontera de la ignorancia alcanzan las más altas cotas de la osadía y el descaro. Ya lo dijo alguien hace mucho tiempo, no hay nada más osado que la ignorancia.
Este comportamiento insolente se da de manera notoria en nuestra especie, se ha dado siempre aunque si en un principio era disculpable, ya que nuestro conocimiento del mundo era prácticamente el de un caracol, en la actualidad dicha conducta entra más dentro del campo de las patologías sociales. Son todos aquellos que se mueven dentro de la ignorancia en una sociedad desarrollada y además tienen la osadía de afirmar cosas erróneas, cuando no mentiras; de adherirse a causas injustas, de dejarse manipular sin el menor atisbo de reflexión; aquellos que apoyan movimientos sociales con peticiones absurdas, que sostienen gobiernos sectarios y colaboran en el desarrollo de toda esa inmensa parafernalia de barbaridades que vemos pulular cada día por nuestras calles, que leemos en los periódicos, escuchamos en las radios o vemos en la televisión.
Estos individuos no solo no están diagnosticados sino que además desconocen estar enfermos, al contacto los unos con los otros este tipo de patología se agudiza, un ejemplo claro son las aglomeraciones humanas. Una masa de individuos produce una simbiosis entre ellos de tal manera que en un momento dado actúan como uno solo, siguiendo siempre las consignas de algún guía o guías que hacen las veces de cerebro en ese cuerpo. Llegados a ese punto pueden realizar cualquier tipo acción, defender cualquier consigna, atacar lo que sea incluidos sus propios intereses y llevar a término salvajadas impensables.
Tenemos infinidad de ejemplos de este comportamiento todos los días en nuestro país, España sin ir más lejos, pero me voy a ceñir solo en uno como muestra ya que me parece preocupante.
En estos días grupos más o menos numerosos de personas guiados por cabecillas de la izquierda, están saliendo a la calle para apoyar a un juez de la Audiencia Nacional llamado Baltasar Garzón. Dicho juez es conocido internacionalmente por encausar a dictadores extranjeros, por su lucha contra el terrorismo (incluido el de estado), contra los narcotraficantes y ahora por su intento de juzgar los crímenes del franquismo. La gente que le apoya argumenta que se le juzga por querer investigar el franquismo y además tachan de fascistas a los jueces del Tribunal Supremo que tienen que juzgarlo.
Estas personas ignoran como funcionan las instituciones democráticas, es cierto que los partidos políticos han politizado la justicia, pero no es menos cierto que los jueces de ese tribunal han sido elegidos por esos mismos partidos políticos y que se deben por encima de todo a la imparcialidad propia de su profesión. Su ignorancia del funcionamiento del sistema les lleva al siguiente paso, la osadía llamando fascistas y franquistas a unos jueces elegidos según las normas democráticas que rigen en nuestro país. En un atrevimiento sin precedentes se atreven a pedir la impunidad para un ciudadano, quieren colocar a este juez por encima de la ley cosa de la que no disfruta ningún ciudadano en un país libre y ordenado.
Su ignorancia les hace osados y manipulables por sectores de poder incluidos gobiernos que los utilizan para su beneficio, ocurre en las seudo democracias, en las teocracias, en las dictaduras socialistas, en las repúblicas bananeras y en las democracias avanzadas occidentales. Cuanto mayor es su ignorancia más manipulables y peligrosos se vuelven.
Contra este mal solo existe un antídoto, la cultura, si queremos salvar nuestras democracias de estas infecciones populistas, tenemos que reforzar nuestros sistemas educativos convirtiéndolos en los pilares de nuestra sociedad y de los valores de libertad y democracia de calidad en los que creemos.
La casta política que nos dirige lo hace desde la perspectiva de los caracoles, un horizonte que no va más allá de su tremenda ignorancia y sus enormes déficits de casi todo, el próximo día que lluevan votos deberíamos de salir al campo a recoger caracoles, ponerlos en una bolsa con harina y una vez limpios hacer una buena caracolada de politiquillos a la salud de todos nosotros.

miércoles, 21 de abril de 2010

MD REVOLUTION


“Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento.”

Nelson Mandela: (Ushuaia, 1998)

Esta frase lapidaria resume el mal que aqueja a las democracias de todo el mundo, se están convirtiendo en cáscaras vacías. Donde hay hambre la gente solo quiere comer y poco importa lo que roben o les engañen sus gobiernos, y es comprensible, tampoco se les puede pedir más. En Occidente donde por suerte no pasamos hambre de momento, la gente solo quiere su dinero en forma de sueldo o de subsidio y mientras le llegue tampoco está preocupada especialmente por cuanto les roben o mientan sus políticos. La corrupción en las encuestas apenas si hace variar el porcentaje de los votos, parece que nuestra sociedad ha asumido esa característica como algo inherente a la política. Vivimos en una realidad paralela, algo parecido al argumento de Matrix donde a cambio de nuestra complicidad el programa nos ofrece una vida acomodada, sin sobresaltos. Aquellos que parecen despertar y son capaces de ver los entresijos de este decorado falso son considerados anomalías, grietas del sistema y por supuesto deben ser combatidos y erradicados.
En esta simulación democrática en la que vivimos MD es Zion, la ciudad donde vivimos aquellos que estamos liberados, aquellos que intuimos que algo no va bien en el ilusorio mundo democrático en el que nos quieren hacer creer que vivimos. Desde aquí tenemos que luchar por conseguir liberar a todos los ciudadanos que seamos capaces, despertarlos de la morfina que a base de limosnas y amenazas nos inyecta el sistema y sus agentes en forma de partidos políticos, sindicatos e ideólogos.
Aun no sabemos si existe un elegido entre nosotros que nos pueda guiar hasta la victoria, pero tenemos nuestra base y tenemos un ejército, todavía pequeño pero fuerte en sus convicciones y fundamentos y que no deja de crecer.
Mas allá de este teatro debemos crear un mundo libre e inteligente, donde los ciudadanos sean dueños de las instituciones con las que se gobiernan y las reglas sean consensuadas y respetadas. Un mundo en el que vivirán nuestros hijos sin tener que tomar partido los unos contra los otros y el último fin de nuestras decisiones sea la consecución del hoy olvidado Bien Común.
En nosotros ha recaído la noble tarea de liderar esta guerra y estoy seguro de que, perdamos o ganemos, nos batiremos con nobleza y gallardía con la certeza de que solo hay una batalla que se pierde de antemano, aquella que no se libra por desgana o miedo.

jueves, 15 de abril de 2010

ESPAÑOLES, FRANCO HA MUERTO



Es difícil en estos tiempos defender la democracia sin que los sectarios de uno y otro bando te tilden de fascista o de rojo, de nuevo el fantasma de las dos Españas antagónicas y enemigas camina peligrosamente entre nosotros. Zapatero es un sectario y con él ha subido al poder una izquierda reaccionaria que campa descaradamente a sus anchas sin importarle el daño que pueda hacer a nuestra imperfecta democracia. Mientras la ultraderecha guerra civilista ha quedado reducida a corpúsculos mínimos que se desahogan gritando en los campos de futbol, la ultra izquierda guerra civilista se desenvuelve en ámbitos políticos, amparada por partidos con representación parlamentaria que no ven con malos ojos sus reivindicaciones revanchistas. Desengañémonos si en la transición los mayores peligros para nuestra democracia eran los militares franquistas, la iglesia más rancia y una alta burguesía acomodada que no quería perder sus privilegios, hoy las mayores amenazas a nuestra libertad provienen de una izquierda radical y marxista, que sigue asesinando (ETA) y que está intentando amedrentar a las instituciones con la excusa de una memoria histórica parcial y ansiosa de venganza.
Vivimos en una monarquía parlamentaria que nos ha dado los años más tranquilos, prósperos y libres de las últimas décadas, las dos repúblicas fueron un fracaso estrepitoso que acabaron en pronunciamiento militar la primera y en guerra civil y dictadura la segunda. Yo no soy súbdito de ningún rey, pero mientras este rey vino con una democracia debajo del brazo, las repúblicas en este país solo han traído muerte y dictadores; más vale malo conocido que bueno por conocer.
Los ciudadanos de hoy no necesitamos ganar ninguna guerra que se libró hace 70 años, hay que enterrar a los muertos en los cementerios y enarbolar la bandera constitucional, la que ampara nuestros derechos y libertades. No queremos que nuestros hijos hereden esas dos Españas que se odian hasta las entrañas, todos estos revisionistas deberían coger la jubilación ya y dejarnos a las nuevas generaciones construir un país moderno que mire hacia el futuro y deje de contar batallitas del 36. Estamos cansados de vuestras lamentaciones, de vuestro victimismo, de vuestras películas de la guerra cicil, de los silencios de los partidos de derechas sobre las atrocidades de la dictadura, de los silencios de los partidos de izquierda sobre las atrocidades del bando republicano, y de la banderita republicana anticonstitucional. Sois muy cansinos, pero que mucho.
Dejadnos en paz de una vez, pasad página y empezad a arrimar el hombro para que nuestros hijos tengan la mejor educación posible y salgan como mínimo trilingües de los colegios. Para que tengamos la mejor sanidad del mundo sin listas de espera. Para que los españoles tengan viviendas dignas como dice la constitución, para que un puesto de trabajo no sea un privilegio sino un derecho. Para que nuestros mayores al final de sus días estén atendidos como dios, porque se lo merecen.

Y por si alguno no lo sabe: Españoles, Franco ha muerto.

LA IZQUIERDA RADICAL CONTRA LA DEMOCRACIA


Me pregunto con bastante preocupación qué es lo que entienden por Estado de Derecho, orden constitucional, y finalmente qué es lo que creen algunos que es una democracia. Esos algunos son nada menos que ex-fiscales anticorrupción, rectores de universidades públicas, magistrados, políticos autonómicos y locales, miembros del gobierno de la nación, líderes sindicalistas, intelectuales de renombre, directores de periódicos e informativos de televisión y radio, artistas populares y personales diversos.
Les voy a poner a continuación una serie de citas hechas por distintos individuos en diferentes medios de comunicación y actos realizados en defensa del Juez Baltasar Garzón:

Martes 13 Marzo 2010
Lleno absoluto en el anfiteatro Ramón y Cajal de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid para respaldar al juez Baltasar Garzón.
El público asistente aprobaba los discursos al grito de "no pasarán". Las banderas republicanas cubrieron de color los asientos del recinto.
Horas antes de que comenzara el acto, el rector de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Berzosa, aseguró en una entrevista en la cadena Ser que es necesario "movilizarse" frente al "deterioro de las instituciones" y ante "el declive de la democracia". A su juicio, "los ciudadanos están muy preocupados con lo que está pasando en el país".

El rector de dicha universidad presta su apoyo y el recinto público (de todos los ciudadanos) para un acto político sectario donde se exhiben símbolos no constitucionales (vivimos en una monarquía parlamentaria incompatible con una república).
Don Carlos Berzosa se moviliza para frenar el deterioro de las instituciones y el declive de la democracia, permitiendo que en un recinto público ataquen al Tribunal Supremo tildando a sus jueces de torturadores, es decir, que él cree que socavando las instituciones democráticas está salvándola, éste es de los que si te estás ahogando es mejor que no venga a salvarte.
Según afirmó Berzosa, hay "que reaccionar" y el evento de este martes es un acto "de reafirmación democrática y defensa de un juez que ha intentado luchar contra todas las lacras de la sociedad que padecemos". "Es importante movilizarse, expresar la opinión y decir que estas cosas son políticas y no simplemente jurídicas", añadió.
Dicho de otro modo, el Tribunal Supremo es un tribunal político donde se juzga a disidentes políticos por parte de la ultra derecha judicial. Habría que preguntarle al rector si cree realmente que vive en una democracia o considera a nuestro sistema político una farsa.
Los sindicatos CCOO y UGT han convocado este acto para mostrar su apoyo al magistrado de la Audiencia Nacional que va a ser juzgado por un presunto delito de prevaricación por su instrucción de la causa sobre las desapariciones del franquismo.
Por su parte, el secretario general de UGT, Cándido Méndez, ha asegurado en su discurso que el magistrado de la Audiencia Nacional es "víctima de los franquistas pasados y actuales". "Estamos ante una vergüenza histórica. Ante una farsa de juicio que todos los demócratas debemos denunciar", añadió el líder sindical.
El secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, ha asegurado en su intervención que "Garzón nos quitó la venda de los ojos" y ha considerado una "vergüenza que organizaciones que en otros países estarían ilegalizadas, en España ven atendidas sus exigencias".
"Ha llegado el momento de una gran iniciativa ciudadana, de una transición ética y moral. Viva la memoria y mucho ánimo para el juez Garzón", ha sentenciado Fernández Toxo, que durante sus palabras ha subrayado que la Ley de Amnistía "no puede amparar el genocidio".
El juez no es víctima más que de sus propios actos que le han llevado al banquillo.
Según se desprende de las palabras de estos líderes una organización de ultraderecha, franquista o fascista no debería de estar legalizada, de acuerdo si no fuera porque en una democracia la libertad de expresión o de asociación es legal aunque el mensaje nos pueda parecer repugnante y los miembros de esa asociación tan repugnates como su mensaje. Por ese motivo el señor Toxo no hace mucho salió a la calle a conmemorar los cincuenta años de gloriosa revolución cubana, para los demócratas dictadura cubana que asesina, tortura y encarcela a los disidentes, lo mismito que hacía Franco pero todavía en activo. Después este mismo señor habla de una transición ética y moral, claro que se refiere a una transición acorde con su ética pro dictadura del proletariado y su moral que distingue entre muertos, torturados y prisioneros producidos por una ideología en este caso de izquierdas que se lo merecen y los otros asesinados por la derecha que son las únicas víctimas verdaderas. La ley de amnistía no puede amparar el genocidio pero si los crímenes de la república, recuerden sino la actuación del mismo juez en una querella por los crímenes de Paracuellos.
El ex fiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo ha sido el encargado de abrir el acto y lo ha hecho cargando contra el Tribunal Supremo: "La admisión de las querellas es una falta de respeto a las víctimas del franquismo y un instrumento para favorecer la actual expresión del fascismo español".
Según este señor admitir una querella es una falta de respeto, ósea que un juez admita una denuncia porque ve indicios de delito es una falta de respeto y lo dice alguien que ha sido fiscal anticorrupción. Esto me lleva a pensar que seguramente mientras desempeñó su cargo solo fiscalizó aquellos casos que según él no fueran una falta de respeto hacia vete tu a saber qué o quién, sin importar que hubiera indicios de delito o no.
Además, Jiménez Villarejo ha acusado a los jueces que procesarán a Garzón de haber estado "en el TOP -Tribunal de Orden Público- del franquismo" y de haber sido "cómplices de torturas" hasta el último día.
No contento con eso, no se le ocurre otra cosa que tildar a los jueces de torturadores, desde luego si yo fuera uno de esos jueces tendría muy claro que este señor iba a responder delante de un tribunal de tan graves acusaciones.
Ha coincidido con los líderes sindicales en que es "absolutamente incompatible" con los tribunales democráticos "ponerse en manos" de la Falange y de "los corruptos", que han denunciado a Garzón por investigar el "caso Gürtel". Asimismo, el ex fiscal ha denunciado que estamos viendo "las sombras de la dictadura" sobre los tribunales y ha pedido al Supremo que archive las querellas contra Garzón atendiendo así la demanda de "todo el pueblo español", que está "indignado, soliviantado y perplejo" ante la persecución de un "juez justo".
No contento con todo lo dicho anteriormente añade la barbaridad de que admitir una denuncia es ponerse en manos del denunciante, vamos que si te denuncia tu vecino es también tu vecino el que te juzga y sentencia, los jueces están de adorno en todo el proceso. Por último pide que no se juzgue al denunciado, no que se le juzgue para que pueda demostrar su inocencia sino que directamente se le exculpe por que es un clamor de todo pueblo español. Yo me pido lo mismo para mi, cuando alguien me denuncie se considere una falta de respeto hacia mi y no se admita la denuncia porque lo pide toda mi familia y amigos. Y por cierto señor Villarejo hay un montón de pueblo español que queremos que se juzgue a Garzón y a todo aquel que esté imputado por un juez como debe ser en un estado de derecho.
Entre los asistentes, un grupo de madres y abuelas de la Plaza de Mayo, representantes de las asociaciones de Memoria Histórica, políticos como el socialista Pedro Zerolo o el coordinador general de IU, Cayo Lara, y profesores universitarios.
Si de algo están sirviendo estos aquelarres antidemocráticos es como punto de anillamiento de falsos demócratas, al menos ahora los vamos identificando con cierta facilidad.
Almodóvar dijo que las causas abiertas contra Garzón en el Tribunal Supremo le producen "perplejidad y miedo", mientras que Bardem aseguró que "es lo más grave que le ha pasado a la democracia española desde el 23-F".
Lo más grave es el desconocimiento que tu y otros de tu gremio tenéis del funcionamiento de la justicia en un sistema democrático, creéis que la justicia está al servicio de una ideología en concreto la vuestra, Garzón no está imputado por querer investigar a Franco y sus tropelías sino por saltarse la ley vigente que se lo impide y lo hizo después de advertirle varias veces que lo que hacía era ilegal. Las leyes se pueden cambiar pero entre tanto hay que cumplirlas.
Por su parte, el actor José Sacristán, calificó de "intolerable moralmente" la persecución que a su entender está sufriendo Garzón y aseguró que se enmarca dentro del proceso de "deslegitimación de todo aquello que sea un ataque a la derecha".
La escritora Almudena Grandes afirmó además que la transición española "no fue un éxito desde el punto de vista moral" y lamentó que tras las primeras elecciones el Gobierno "no cortara los vínculos que le unían a la dictadura". Todas estas carencias son las que permiten, a su entender, que un partido como Falange pueda sentar en el banquillo a Garzón.
Aquí los únicos que sientan a alguien en un banquillo son los jueces y no los demandantes, si lo que subyace detrás de toda esta polémica además de la ignorancia de algunos sobre las instituciones democráticas, es la necesidad de revocar la ley de amnistía de la transición, hagámoslo y juzguemos todos los crímenes y a todos los criminales. Lo que no puede ser es que el mismo juez archive una querella contra Carrillo por los crímenes de Paracuellos amparándose en la misma ley de amnistía y en supuestas razones de revanchismo y admita a trámite otra saltándose la ley a la torera.
"Hay 113.000 huesos pudriéndose en las cunetas de España". Así comenzó su alocución el actor Juan Diego Botto, quien añadió que "ninguna ley en el mundo puede amnistiar a los genocidas". "¿Con qué legitimidad confiamos en una justicia que persigue a un asesino pero no a un genocida, que investiga la desaparición de una niña pero no la de 113.000 personas?", se preguntó el actor. Entre los asistentes también estuvieron el actor Pepe Viyuela, el cantante Ismael Serrano o la dirigente de IU Inés Sabanés.
En esta última cita encontramos parte de la respuesta a este aquelarre antidemocrático, esta gente no confía en la justicia que tenemos, confunden sentimientos y deseos con legalidad vigente. Quieren justicia si, pero su justicia, la que a ellos les satisfaga y colme sus expectativas y eso señores simplemente no es justicia, es sectarismo judicial. Sacar los muertos de las cunetas es un derecho y un acto ético y moral que debemos hacer pero sin saltarnos las leyes y menos aún atacando a las instituciones o correremos el riesgo de volver a llenar las cunetas de muertos.

José Blanco, Vicepresidente del gobierno, dice que como ciudadano no entiende que la Falange pueda sentar a un juez en el banquillo.

Sin embargo no le hemos oído decir que no entienda que los terroristas sienten a las fuerzas de seguridad en el mismo banquillo, o metan a un general de la guardia civil en la cárcel. Se lo vamos a explicar para que lo entienda, eso es lo que se conoce como Estado de derecho y amparo legal que no distingue de ideologías, ni razas o religión.

martes, 13 de abril de 2010

Internacionalización y responsabilidad política (accountability)



Voy a plantear una cuestión para la que no tengo respuestas satisfactorias. A saber, hasta qué punto se pueden aplicar las ideas y la práctica de un gobierno democrático a las organizaciones, procesos e instituciones internacionales. Tenemos dos tipos de respuestas diametralmente opuestas, y estoy seguro que hay muchas otras, más matizadas.

Existe un punto de vista optimista, adoptado por algunos académicos serios, de que hay un futuro democrático para las organizaciones internacionales, de que se democratizarán y se dará así una expansión histórica de la democracia. Ampliamos la democracia desde el terreno acotado de la ciudad-estado al país o al Estado nación. Y habrá una expansión complementaria a nivel de las organizaciones internacionales. Luego están los escépticos, entre los que me encuentro, que creen que eso no ocurrirá y que, por tanto, (estas organizaciones) plantean un problema: ¿qué pasa si no se democratizan?

Mi escepticismo se extiende incluso a la institución política más avanzada: la Unión Europea, aunque mi conocimiento de ella es probablemente menor que la de los participantes en este debate.
Mi argumentación es simplemente que, incluso en los países democráticos (en los que las instituciones democráticas están bien establecidas desde hace tiempo y en las que existe una cultura política democrática fuerte), a los ciudadanos les resulta claramente difícil ejercer un control decisivo sobre las decisiones clave en política exterior. Y si la perspectiva democrática es "sólo una manera de examinar estas cosas", entonces no podemos esperar ser más democráticos, o probablemente no tan democráticos, en las asociaciones y organizaciones internacionales. La Universidad de Michigan tiene una página en Internet con una lista de organizaciones internacionales de unas 80 entradas, que sirve para captar la amplitud de estas organizaciones que afectan a nuestras vidas.

Durante generaciones, los estudiosos de la ciencia política y otros han llamado la atención sobre las dificultades que los ciudadanos tienen para ejercer control sobre los asuntos exteriores. Un ejemplo ejemplar, o por lo menos un ejemplo, pues no estoy seguro de que sea ejemplar, sería la reciente decisión sobre la guerra de Kosovo. Fue una decisión no tomada en ningún sentido importante de forma democrática, aunque fue tomada por dirigentes democráticos. Fue una decisión tomada por un grupo muy reducido de gente y que, sin embargo, implicaba grandes consecuencias.

Hay lo que creo que se podría llamar una versión estándar y una versión estándar revisada de esta cuestión. En la primera he sugerido que las decisiones sobre asuntos exteriores las toman esencialmente élites bastante pequeñas. La versión estándar revisada dice que hay ocasiones en que estas decisiones se toman contra la opinión pública, que se subleva. El ejemplo bien podría ser la guerra de Vietnam. La opinión pública hace las funciones de cierto tipo de veto. Es una barrera contra la cual las élites no pueden proseguir su política e incluso tienen que dar marcha atrás. Pienso que el miedo o la preocupación por la opinión pública explica, de forma decisiva, el hecho de que, al entrar en guerra en Kosovo, no entramos con tropas de tierra, lo que pudo acabar siendo un grave error estratégico. Pero creo que la explicación está no en que la opinión pública tuviera una influencia directa importante, sino en el temor a cómo respondería la opinión pública. Así se ejerce este tipo de veto pasivo y potencialmente activo.

Si el control popular sobre las decisiones de política exterior resulta formidablemente difícil en los países democráticos, el problema va a resultar aún más difícil de resolver en el seno de las organizaciones internacionales. El ejemplo más próximo es, naturalmente, la Unión Europea, pero otras organizaciones internacionales no tienen siquiera las instituciones primitivas de la Unión Europea para implicar a más gente en la toma de decisiones de las élites en materia de política exterior. Incluso les gusta esta estructura. Y pienso que resulta imposible lograr que surja nada que se parezca a un control popular sobre la mayor parte de estas decisiones y en las organizaciones internacionales, en el futuro previsible, en cualquier mundo que podamos prever.

Ahora bien, si es así, entonces estamos frente a un grave problema, uno que es intelectual, político y, en cierto sentido, incluso moral. ¿Cómo respondemos a este hecho si esta predicción resulta correcta? No podemos decir que haya que abandonar las organizaciones internacionales simplemente porque no sean democráticas, como tampoco podemos decir que haya que abolir o abandonar otros tipos de organizaciones porque tampoco lo sean. Pueden no ser democráticas, pero a la vez resultan sumamente importantes. ¿Quién negaría la enorme importancia, para el futuro del bienestar humano, de esas organizaciones en la larga lista de 80?

Me parece que debemos empezar a buscar una respuesta a la cuestión de hacerlas rendir cuentas, aunque no necesariamente a través del tipo de técnicas democráticas que hemos llegado a comprender para hacer que las élites políticas en nuestros países, incluso dentro de ciertas limitaciones, rindan cuentas. ¿Cómo podemos lograrlo? ¿Cómo podemos proporcionar un marco que asegure un cierto grado de correspondencia entre sus acciones y los intereses informados de sus poblaciones, si tuvieran la oportunidad de estar mejor informados? Reconozco que no tengo una respuesta. Simplemente voy a sugerir lo que podrían ser algunos elementos de la respuesta a este problema.

Lo primero que diría es que debemos tener mucho cuidado a la hora de ceder la legitimidad de la democracia a sistemas no democráticos. Algunos de mis colegas se precipitan al aplicar el término democracia a organizaciones internacionales y querer describirlas como posibilidades para la democracia, cuando desde mi punto de vista no serán democráticas. Serán otra cosa. Abusamos del término. Y estar demasiado dispuestos a trasladar el término a organizaciones no democráticas es una traición intelectual y moral a la tradición democrática.

En segundo lugar, si no son democráticas, ¿cómo podemos describirlas? No tenemos términos apropiados para ese tipo de organizaciones. Propondría que las llamáramos sistemas de negociación burocrática. Son sistemas en los que se llega a decisiones a través de negociaciones entre élites políticas y burocráticas, aunque las élites tengan un componente de elección.

Ahora bien, y éste es mi tercer punto: al calibrar la deseabilidd de la negociación en las organizaciones internacionales deberíamos tomar en cuenta de forma más clara el costo de la democracia; reconocer que hay costos. Es lo que estamos intentando hacer ahora. Esto no significa que no haya acciones importantes a tomar en este mundo, ya sea en política o en otros aspectos, que no incurran en costos, pero si queremos actuar de forma inteligente, debemos querer saber cuáles son estos costos a la hora de tomar decisiones de entrar en, preservar o modificar organizaciones internacionales. El costo para el proceso democrático debe ser parte de la ecuación, y puede haber casos en los que concluyamos que los beneficios superan a los costos, en los que se justificará la decisión. Puede haber casos en los que ocurra lo contrario, en los que los beneficios no superen a los costos. Al menos debemos pensarlo y ser conscientes de que se imponen esos costos. Asimismo, si reconocemos esos costos, e incluso dentro de los límites pesimistas que he esbozado, debemos buscar modos de aportar algunos aspectos de los valores democráticos al sistema de negociación burocrática, aunque, salvo de modo superficial, no tenga respuesta a esta cuestión.

Los sistemas internacionales son sumamente importantes y deseables, aunque no sean democráticos. Debemos desarrollar otros criterios para otros tipos de acciones que no podemos juzgar por criterios democráticos. ¿Pero qué criterios de responsabilidad o de rendición de cuentas (accountability) debemos usar, o en cuáles insistir de un modo razonable? Termino con una advertencia: no creo que podamos eludir estos problemas simplemente describiendo a las organizaciones internacionales como democráticas.

Robert Dahl

Democracia y sociedad de la información


Se me ha indicado que aborde la cuestión de "la democracia y la sociedad de la información". Hemos empezado a manejar este concepto de otra sociedad con Daniel Bell. Comenzamos con la sociedad postindustrial, ¿recuerdan? El gran descubrimiento en los 50, al menos en EU, fue que la mitad del proceso económico ya no era un proceso de manufactura, y así se había creado la sociedad postindustrial. Ahora bien, si algo ha quedado superado, si algo se convierte en pasado, ¿qué lo reemplaza? ¿Qué toma su lugar? En Bell era la sociedad del conocimiento pero eso es, por supuesto, un sesgo de profesores. Les gusta ampliar su propia profesión. Pero, además, era una predilección llena de esperanza: la sociedad del futuro reposa sobre el conocimiento, la comprensión, la inteligencia, gentes capaces, bien formadas. De hecho, es el tipo de predicciones que apoyo porque se pueden autocumplir. Esa era en parte la intención de Bell, que creía en la sociedad del conocimiento.

Básicamente, lo que sustituye a una sociedad de manufactura es, en realidad, una sociedad burocrática. La gente no trabaja para producir bienes; se sientan a sus mesas, en oficinas. Por tanto, el acontecimiento importante es el advenimiento de la sociedad burocrática. Está por verse que sea una sociedad de conocimiento u otra cosa. El hecho es que tenemos muchas oficinas, más de 50%. La sociedad de la información en los 60 cobró un tinte elitista. Eso, ya se sabe, es un pecado grave, y como de hecho la tecnología se ha desarrollado en la forma que sabemos, hemos encontrado la fórmula, el concepto último, la sociedad de la información.

La sociedad de la información no suena a algo tan pomposo como la sociedad del conocimiento; pero es importante. La sociedad de la información contiene una parte de verdad en su propio nombre, en el sentido de que la tecnología permite una cada vez mayor transmisión de la información. La cuestión es si esto hace que la sociedad, después de todo, piense algo al respecto y con qué propósito.

Llegamos así inmediatamente a comprender la noción de información. ¿Qué significa? Para la sociedad de la información, la información es cualquier cosa que esté en la red. De esta forma, si uno produce mucho ruido y lo pone en la red, para algunos eso es información. Así se ve lo fácilmente que la sociedad de la información se saca a sí misma de su propio apuro. A veces me gustaría que fuese sólo ruido, pues siempre que entro en una de estas redes, oigo muchas estupideces que se multiplican. Es una multiplicación de estupideces. Si se pone una estupidez en la red, se multiplica por mil, y por ello desearía que fuese sólo ruido. Por desgracia, no lo es, y contiene mucha estupidez. Así pues, en mi opinión, la información es la transmisión de un contenido con noticias. News (noticias) es una palabra inglesa retorcida porque noticias es "lo que es nuevo". En español, en italiano, la palabra da una mejor sensación de qué tipo de información se va a transmitir.

Entremos ya en la relación que existe entre este concepto de sociedad de la información y la democracia. Tenemos una tecnología que nos puede mantener despiertos 28 horas al día recibiendo o emitiendo noticias. ¿Qué tipo de noticias y qué resulta interesante para la democracia? Evidentemente, lo que interesa al sistema político, al ciudadano en su verdadero sentido, es la información sobre asuntos públicos de interés público. Si recibo información sobre bailarines o futbol, puede resultar estupendo para entretenerme, pero no sirve a ningún propósito para una sociedad democrática. Información pues, sobre asuntos públicos, res publica, de interés público, y que afecta al interés general o, en cualquier caso, debería interesar a casi todo el mundo. Mi queja se centra en que, cada vez más, el medio que transmite las noticias es la televisión, y menos los periódicos. Crecientemente, sacamos de la televisión lo que llamo subinformación y desinformación. Exactamente lo que no deberíamos desear y que no ayuda en modo alguno a la democracia. Subinformación significa información insuficiente; y desinformación, información distorsionada. En términos analíticos, la diferencia es clara; en la práctica se solapa.

Quiero recalcar también la relación muy próxima entre el tipo de subinformación que recibimos de la televisión y, por implicación, también de los periódicos que siguen el modelo de la televisión, con un desinterés en la política, que es de nuevo una tendencia en todos los países occidentales y quizá también en otras partes.

La argumentación, in vitro, es la siguiente: si recibo información sobre algo que no comprendo, no me interesa. Si recibo información, o veo un partido de futbol y no lo comprendo, inmediatamente apago el televisor, porque mi comprensión de esta entidad es nula. Cualquier información recibida y escuchada resulta interesante para la persona presente sólo si tiene la suficiente información para comprenderla. No tiene ningún sentido emplear 30 segundos para decir: "El señor tal ha ganado las elecciones en Lituania con 40%". ¿Qué más da? ¿Por qué debería escuchar eso? O se explica el problema diciendo por qué es importante lo que ocurre y qué significa, o se convierte en información sin interés. Y lo que produce en la actualidad la llamada "sociedad de la información", al menos en asuntos públicos, es un cierto tipo de información de las noticias que sólo puede provocar rechazo y desinterés. Sólo veo la televisión porque profesionalmente tengo que hacerlo para decir lo horrorosa que es, pero no encuentro en ella ni interés ni claridad. No comprendo nada de las noticias políticas que se dan en la televisión italiana o en las grandes cadenas estadounidenses.
Estamos en un círculo vicioso. Tenemos una sociedad de la información que nos inunda con información absolutamente trivial e insuficiente, que no despierta interés porque no se entiende. Es un círculo vicioso que debemos afrontar. Las últimas estadísticas de que dispongo sobre la sociedad política italiana indican que 60% de la gente nunca lee una sola línea sobre política en un periódico ni atiende a lo que se dice en televisión sobre cuestiones políticas. Por lo que el destino de la democracia, en esta simple consideración, descansa sobre 40%.

(...) Ahora quisiera diferenciar claramente información y conocimiento. Tendemos con demasiada facilidad a confundirlos porque nos resulta fácil, aunque son diferentes. La información es la acumulación de conceptos. El conocimiento, en su sentido adecuado, es el control cognitivo de las cosas. En la época final de la Segunda Guerra Mundial, un amigo mío tuvo que esconderse durante dos años en una habitación. ¿Qué hizo? Leer, sin saltarse una línea, los primeros dos volúmenes de la Enciclopedia Italiana. Al final tenía más información que antes, al menos sobre las letras A y B, pero era el mismo imbécil que antes. Eso es la acumulación de conceptos, que creo importante. En la escuela, se dice, hay que dar conceptos a los alumnos. No es un gran conocimiento, pero es información importante. Sin embargo, el conocimiento como lo defino consiste en la capacidad no sólo de comprender un problema, sino también de buscar maneras de resolverlo. Eso es el control cognitivo. Son dos cosas diferentes. Yo no diría que demasiada información produce menor conocimiento. Una información excesiva simplemente nos inunda de información estúpida y trivial. Resulta dañina, pero no en el sentido de que reduzca el conocimiento. Si una persona está interesada en la cognición, el conocimiento cognitivo, el control cognitivo, entonces lo primero que hará será evitar un exceso de información. Es evidente, pero ése es asunto distinto.

En cuanto a la democracia electrónica, mi argumentación es precisamente que cuanta más responsabilidad en la toma de decisiones y más poder de decisión se le da al ciudadano, más hay que mejorar al ciudadano porque, de otro modo, perderemos la carrera. Y precisamente esto es lo que está ocurriendo: estamos dando más poder a ciudadanos menos informados, menos competentes y, en realidad, menos ciudadanos. Los llamo "hipnociudadanos" o "subciudadanos". Estamos creando un subciudadano, incluso peor de lo que lo era en el pasado, entre el final del siglo pasado y la primera parte de éste; un ciudadano totalmente desinformado, no interesado e increíblemente ignorante. En la última edición de mi libro Homo videns he recogido, a modo ilustrativo, respuestas a algunas preguntas. Antes, al menos, la gente contestaba: "No lo sé". Ahora, una persona, ante la pregunta sobre qué es el Plan Marshall contesta: "Es un plan para introducir opio en Francia". Ahora no sólo no saben nada, sino que incluso son imprudentes, y esto puede ser una regresión a lo peor. Tal como la veo, la ecuación es la siguiente: si se quiere más demo-poder, hay que tener más demo-competencia; y sin embargo, hay menos demo-poder y más demo-incompetencia. No podemos resolver este problema con la televisión, con Internet. Podemos tratar de resolverlo en términos de democracia deliberativa y en términos de minipopulus de Dahl.



Giovanni Sartori

EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA


Problemas, reglas y medios de la nueva convivencia política
Fernando Vallespín, Giovanni Sartori y Robert Dahl
Fernando Vallespín.
Elementos para un debate


Tiene interés releer en nuestros días el libro de Bobbio sobre el futuro de la democracia, escrito hace apenas 15 años. Lo que llama la atención es, de un lado, la vigencia de muchos de los problemas allí esbozados y, de otro, la ausencia de otros que están entre los más citados hoy por los especialistas. Hoy día perviven los problemas de hace unas décadas, a la vez que hacen acto de presencia otros nuevos. Entre estos últimos destacan, cómo no, la mundialización de la economía y sus consecuencias sobre los sistemas políticos estatales, los procesos de integración supranacional y los problemas políticos derivados de la diversidad y el pluralismo étnico y cultural. Por no mencionar otros que sí atisbara el filósofo italiano, como el creciente protagonismo en la vida pública de los medios de comunicación de masas y su gran influencia sobre todo el proceso político. Estos problemas no se hubieran escapado a la agudeza de Bobbio de haber estado claramente presentes en dicho momento, a comienzos de los años 80.

Poco más de una década después, nuestra visión se ha ampliado considerablemente. No porque hayamos accedido a nuevos y mejores instrumentos de análisis que potencien nuestra mirada sobre la realidad, sino porque, lenta e implacablemente, se han producido una serie de transformaciones sociales de fondo que han tenido una inmediata repercusión sobre la política. Todas ellas son bien conocidas. El fin del mundo bipolar tras los acontecimientos de 1989, con la consabida proliferación de nuevas democracias, pero también de nuevos conflictos étnicos, es la primera gran transformación. Pero no le van a la zaga la consiguiente apertura e internacionalización de los mercados financieros y el crecimiento exponencial de la sociedad de la información. Estos fenómenos han obligado a replantearse la cuestión de la democracia y su futuro, rompiendo con los análisis tradicionales, excesivamente dependientes del funcionamiento de la democracia dentro de cada sistema político estatal. Hoy carece de sentido trazar esta nítida frontera entre una dimensión "interna", identificable con el ámbito estatal y su correspondiente organización de instancias democráticas de decisión, y otra "externa", exclusivamente limitada a las relaciones interestatales. La razón hay que buscarla en el hecho de que la economía y la sociedad como un todo se han escapado al control directo de la política centrada en el Estado y, en consecuencia, de cada uno de sus demos respectivos. Los tres pilares básicos sobre los que se sustentaba el Estado tradicional -el poder militar y la economía y cultura "nacionales"- no se dejan disciplinar ya bajo el manto de la unidad territorial soberana.

Desde la perspectiva de la teoría democrática, el problema no reside sólo en constatar que, efectivamente, cada vez nos vemos más afectados por decisiones y procesos que eluden nuestro control político directo; la cuestión que se suscita es si disponemos de los medios adecuados para compensar los déficit democráticos derivados de esta nueva "desterritorialización" de los espacios políticos, que va acompañada de un nuevo desplazamiento de las fronteras de la acción política. ¿Puede vislumbrarse el futuro de la democracia a partir de las categorías tradicionales o hemos de iniciar el esfuerzo por pensarlo desde los presupuestos de una democracia de nuevo género, una "democracia cosmopolita" (Giddens)? Y, en este último caso, ¿qué aspectos de nuestra vida e instituciones democráticas hemos de ir alterando; cómo se realiza esta democracia cosmopolita? La Unión Europea ofrece un ejemplo extraordinario de las limitaciones democráticas a las que está sujeto el gobierno de los espacios de cooperación y dependencia interestatales. Sobre todo porque muestra bien a las claras las insuficiencias de un sistema democrático apoyado fundamentalmente sobre arreglos jurídico-institucionales, que suele ignorar otros aspectos sociales y estructurales más profundos. Como, por ejemplo, la ausencia de un intenso y compartido sentimiento de identidad europea capaz de establecer un "horizonte de sentido" generalizado que facilite, entre otras cosas, el desarrollo de la solidaridad entre Estados o una auténtica esfera pública paneuropea. Las carencias derivadas de la falta de medios de comunicación no mediados por el filtro nacional, así como el escaso rendimiento representativo de los partidos y asociaciones en el ámbito europeo, constituyen obstáculos evidentes. ¿Nos depara aquí el futuro, como teme Robert Dahl, una acentuación del poder de las élites burocráticas, crecientemente liberadas de la obligación de rendir cuentas ante la ciudadanía; o es posible, por el contrario -como propugnan autores como Habermas o Beck-, la creación de ese espacio público europeo -o incluso mundial- necesario para una democracia más cosmopolita?

Sea como fuere, los Estados seguirán siendo los protagonistas fundamentales de todos estos procesos de cambio, aunque lo que hasta ahora se consideraba como "política exterior" caiga cada vez más dentro del ámbito "interno". El Estado seguirá siendo necesario como fuerza estabilizadora frente a la fragmentación que impone la mundialización, pero sobre todo para negociar y dotar de eficacia en su interior a las nuevas regulaciones y acuerdos transnacionales en los que participe. Serán Estados demarcados por "límites" más permeables que las "fronteras" tradicionales (Giddens) y obligados a una mayor capacidad negociadora, tanto hacia dentro como hacia afuera de los mismos. La multiplicación de ámbitos de decisión política precisará del mantenimiento de instancias de decisión más centralizadas, por mucho que, como augura Beck, sea posible que acojan en su seno a "partidos cosmopolitas" encargados de transmitir a los públicos nacionales la agenda de las "cuestiones globales" y de movilizarlos en esta dirección. Uno de los polos de la contenciosidad política del futuro bien puede ser este enfrentamiento entre partidos y grupos "nacionales" y partidos "cosmopolitas" en el interior de los distintos sistemas políticos.

Si, a pesar de todas estas transformaciones, el sistema político estatal va a seguir acompañándonos, al menos durante el próximo futuro, es necesario que volvamos la vista a las posibles amenazas o cambios que se ciernen sobre el funcionamiento de su sistema democrático. Ya dijimos al comienzo que muchos de estos problemas nos vienen acompañando desde hace décadas y es previsible que se mantengan o se acentúen en el futuro, en parte como consecuencia de muchas de las tendencias antes esbozadas. Por obvios límites de espacio, se nos permitirá que, sin aspirar a la exhaustividad, englobemos esquemáticamente algunos de ellos dentro de los siguientes bloques generales:

a) El problema de la mediación
Política (partidocracia y corporativización)

Bajo este rótulo se condensan las distorsiones en el funcionamiento de los canales de mediación entre sociedad y sistema político, que afectan sobre todo al concepto de la representación y están marcados por la oligarquización y "estatalización" de los partidos políticos, así como por la corporativización de los intereses. ¿Vamos hacia partidos más permeables a la sociedad, receptivos a las nuevas demandas sociales y abiertos al propio debate y disidencia interna? ¿Seguirá la democracia liberal del futuro centrada sobre la institución del Parlamento? ¿Debemos mantener el sistema representativo tradicional, como sostiene Sartori, o podemos combinarlo y acaso suplirlo con otros medios que nos ofrecen las nuevas tecnologías de la comunicación? ¿Hasta cuándo será posible mantener la ficción de una democracia apoyada sobre la igualdad política de todos los ciudadanos frente a la efectiva y creciente organización corporativa de los intereses?

b) El problema de la especialización y complejidad de la vida política (la tecnocracia)

Un número creciente de decisiones políticas se apoyan en el "conocimiento experto", en las directrices elaboradas por técnicos detodo tipo adscritos a instituciones de lo más diversas. Esta "inteligencia especializada" nos somete, como afirma Dahl, auna nueva forma de tutela a pesar de que, como sostiene este mismo autor, no puede defenderse la idea de que las élites técnicas gocen de un conocimiento moral superior o un conocimiento más elevado respecto de lo que constituya el interés público. ¿De qué medios podemos valernos, si no para eliminar del todo este poder creciente de la tecnocracia, sí al menos para limitarlo? ¿Es el desarrollo de la "competencia cívica" un recurso suficiente, o hemos de idear nuevos instrumentos?

c) El problema de la publicidad
Y transparencia política (la manipulación política)

Aquí -aunque podría haberse ubicado también bajo a)- deseamos referirnos al creciente poder de los medios de comunicación en las sociedades políticas desarrolladas. Este es uno de los temas centrales de cara al futuro. No en vano la democracia de nuestros días ha sido definida ya como una "democracia mediática" (A. Minc) o "de audiencia" (B. Manin). Nadie duda ya que la relación representativa se ha visto profundamente afectada por los nuevos canales de comunicación política, pero ello incide también sobre la naturaleza misma de la vida política. Aunque no hay una alternativa viable a la vista, sobre todo frente al imparable poder de la "video-política" (Sartori), ¿es posible eliminar algunas de sus consecuencias más negativas? Y, si es así, ¿por qué medios? ¿Cuál es el papel efectivo de los sondeos de opinión y su instrumentalización a través de los medios de comunicación?

d) El problema de la colonización
De la política por la economía

Mediante esta expresión habermasiana deseamos dar a entender la debilidad de los instrumentos de dirección política frente a los imperativos del sistema económico. Aquí opera sobre todo la antes aludida globalización de la economía, donde -como señala Beck- existen "capitalistas globales", pero sólo "ciudadanos nacionales". Y su efecto más visible es la relativa impotencia de los sistemas políticos para promover políticas de solidaridad y de promoción del Estado de bienestar. Su efecto más inmediato es la reducción de la capacidad redistributiva del Estado y, consiguientemente, el debilitamiento de la cohesión social. Ello repercute a su vez, como Dahl se ha esforzado siempre por resaltar, sobre el principio de la igualdad política de los ciudadanos, auténtico pilar normativo de la democracia. ¿Cómo se conjugará en el futuro esta tensión entre principio de igualdad formal y desigualdad real? ¿Cuál es el umbral mínimo de desigualdad para una realización consecuente del principio democrático?

e) El problema de las políticas
De la identidad y sus desafíos

En las actuales circunstancias, sobra resaltar la importancia de eso que Dahl califica como la "acomodación política en países divididos cultural y étnicamente". Sobre todo en un país como España, que parece no haber acabado de resolverlos. Puede que éste sea el ámbito donde se plantean de forma más dramática los problemas de la democracia del futuro. Sobre todo porque no hay una clara solución de ingeniería constitucional y se precisan grandes dosis de audacia y capacidad de compromiso político para encontrar una solución satisfactoria.
f) El problema de la "calidad" de la democracia (¿democraciasavanzadas o democracias"defectuosas"?)
La cuestión sobre la que desemboca esta reflexión general es si el futuro nos depara una profundización de la democracia, gracias al desarrollo y potenciación de todas las condiciones que contribuyen a su mejoramiento -mejor distribución de los recursos políticos, promoción de la educación y la competencia ciudadana, mayor transparencia de la vida pública, etcétera- o si, por el contrario, caeremos en una más deficiente gestión de sus problemas y desafíos. El crecimiento exponencial del número de democracias y su consideración como la única forma de gobierno legítimo no se ha visto acompañado por el correspondiente desarrollo y mejora de su funcionamiento, y ello ha puesto en el centro de la discusión la cuestión de la "calidad de la democracia". ¿Hay razones para confiar en el avance de los logros democratizadores dentro de las democracias consolidadas, o los desafíos son lo suficientemente serios como para eludir un pronunciamiento optimista?

Publicado por Mark, D. Mark