Juan J. Molina

Juan J. Molina
Juan J. Molina

martes, 27 de octubre de 2015

La paternidad del “derecho a decidir”, por Josè Marìa Lizundia Zamalloa


No hace mucho un conspicuo intelectual vasco conectaba el “derecho a decidir” con Carl Schmitt, no sin antes recriminarse por haber atribuido su padrinazgo al presidente norteamericano Woodrow Wilson, tras el final de la I Guerra Mundial. En aquello de la autodeterminación como solución a la desmembración de los imperios austrohúngaro, otomano y ruso, también estuvieron Lenin y socialdemócratas austríacos. Pero hay un pensamiento que se ajusta como anillo al dedo al actual “derecho a decidir” que campa por España como si se tratara de un derecho natural o uno de los primeros de las declaraciones de derechos humanos, en donde evidentemente no está consagrado. No es casualidad que los secesionistas catalanes no tengan ninguna instancia internacional (ONU, Comisión Europea, tribunales…) a la que acudir, ni texto legal (declaraciones de derechos, constituciones…) al que acogerse para tratar de validarlo. Simplemente, nunca existió tal derecho. Aunque sí para Carl Schmitt.
¿Quién fue Carl Schmitt? Carl Schmitt fue el jurista por excelencia del entramado legal nazi, de su famosa Ley Habilitante de 1933 y de las que le siguieron, pero sobre todo de la teoría política que legitimaba aquel régimen. En la Alemania de la República de Weimar no eran pocos los intelectuales de pensamiento conservador que aborrecían la democracia liberal, caso de él mismo y de su amigo Ernst Jünger; de ese afán denigratorio también participaba la izquierda.
El pensamiento jurídico político de Carl Schmitt se basa en el orden concreto y las cláusulas generales (el derecho es expresión viva de cada comunidad, por ejemplo, los militares debían de mantener su propio fuero e incluso sus tribunales de honor), que va ligado al decisionismo (es el líder y la decisión política la que crea la norma). El orden político estaba atravesado por la gran divisoria amigo/enemigo que determina las relaciones políticas, y el estado de excepción es el verdadero momento constituyente.
Sobra decir que Schmitt, enfrentado a Kelsen, otro teórico del constitucionalismo, era enemigo del positivismo jurídico y de cualquier orden legal asentado en el contrato social o el consenso intersubjetivo.
Es en Cataluña donde el movimiento secesionista parece empeñado en ser un caso práctico del pensamiento político del gran teórico del derecho público nazi, no porque haya habido una voluntad consciente de hacerlo, sino por las características, empatía, ascendientes y consanguinidad comunes a los nacionalismos.
En Cataluña encontramos todos los ingredientes en estado puro:
1. Prevalencia de la acción política sobre las leyes y el estado, y desacato continuado al poder judicial con los incumplimientos de sentencias.
2. El eje de la política lo conforma la relación primaria y estructurante de amigo/enemigo, matriz que articula el resto de las relaciones políticas. Se rechaza el consenso y la bilateralidad. La aceptación de los fines secesionistas es la condición previa para el diálogo.
3.- La legitimidad se impone a cualquier legalidad previa. No hay nada previo (constitución, principio de legalidad) a las decisiones que emanan de quien encarna el poder político. El derecho, la norma, decaen ante el “derecho vital” del pueblo.
4.- El hombre providencial (Mas) fundido con la “sociedad política”, no con el Estado ni las instituciones, es el agente en principio legitimado para todas las decisiones. La decisión es el derecho.
5.- El momento en verdad constituyente es el estado de excepción, cuando quedan en suspenso, no ya sentencias, sino también leyes, y parlamento e instituciones se subordinan a poderes político populares y asambleas (Asamblea Nacional de Cataluña, Omnium) que marcan la hoja de ruta.
Lo que no se yo, es si la teoría eschmittiana puede salir adelante sin las SA, las SS y la Wehrmacht. Algo falta.

domingo, 25 de octubre de 2015

"El derecho no puede protegernos de nosotros mismos sin convertirse en moralina y engendrar desprecio." Antonio Escohotado"

Ve en la "falta de civismo" un gran problema y como prueba recuerda la reacción social el 11-M: "El país entero se bajó los pantalones".

Antonio Escohotado
Antonio Escohotado 
El viejo sabio lleva 17 años entregado a la disección del comunismo en una (otra) obra descomunal, Los enemigos del comercio (Espasa-Calpe), del que está terminando el tercer tomo. Recibe a EL ESPAÑOL en su casa, gasta ademanes suaves, es amable, hospitalario y proclive a una incorrección libérrima que no deja indiferente a nadie. Pone unas cervezas y un plato de queso y se disculpa antes de zanjar la impertinencia de una avispa.
-No me gusta matar, cuanto más viejo más compasivo, por eso les doy tiempo. (¡Zas!). Lo siento querida, era muy bueno matando moscas, pero mis habilidades tenísticas se han reducido con los años.
¿Cuál es el principal problema de España?
Ser el país más desunido de Europa Occidental. Se nos acercan un poco los belgas, pero no llegan a tanto. Es un país que no quiere ser país prácticamente desde la primera República, el único con cuatro guerras civiles en cien años: las carlistas y la Guerra Civil. Y en las guerras carlistas el contingente catalán fue siempre uno de los destacados. De hecho, el origen de las tres es la llamada Guerra de los Malcontents de 1827, que proclama un Principado de Cataluña por considerar demasiado progresista ¡a Fernando VII! Se le acusa, por ejemplo, de no restablecer la Inquisición.
¿Qué balance hace de estas cuatro décadas de democracia?
Avanzamos a través de crisis, dialécticamente, y soy optimista por temperamento. Pero el Estado autonómico -en origen una concesión al racismo de Sabino Arana a través de Arzalluz- no funciona. Debería asegurar una descentralización, y asegura Reinos de Taifas al estilo siglo XI. Al menos tres Autonomías gastan docenas de miles de millones de dinero público en metas particulares como la inmersión lingüística forzosa, tras recargar vehículos de comunicación doméstica con sintaxis y ortografías tan alambicadas como arbitrarias.
¿Y cómo cree que van a acabar los contenciosos territoriales? 
Se pretende que terminen en secesión, mediante fanáticos tan recalcitrantes como los de cualquier otra confesión.
¿Se refiere en exclusiva a Cataluña?
No estoy seguro. En Bélgica, Europa central y las ex repúblicas soviéticas asistimos a un fenómeno de disgregación, que en realidad es concentración nacional. Es difícil pensar en Cataluña o Vascongadas como países independientes, porque la movilidad geográfica ha sido enorme, y las razones esgrimidas para independizarse son pretextos para un complejo de inferioridad lingüística. El regalo primario del país a Cataluña o Euskadi es una lengua hablada por 500 millones de personas; pero sus demagogos se aúpan al mando con un sofrito de victimismo y maquillaje del ayer.
¿Se refiere a la clase política en Cataluña?
Tanto esa casta como la del País Vasco y Galicia copian el modelo mexicano, que todos los años sufraga en el DF una pantomima donde Moctezuma vence a Cortés. Los murales de Siqueiros y Rivera presentan al Imperio azteca como epítome de la armonía social, cuando de hecho exigía y obtenía tributos anuales de 15.000 niños de ambos sexos, para arrancarles el corazón. Cortes ganó ayudado por las tribus disconformes con pagar ese impuesto a dioses-vampiro, ¡y ahora resulta que el bueno se dedicaba por sistema al sacrificio de seres humanos! No menos salvajes fueron los mercenarios almogávares de la llamada Compañía Catalana, especialistas en desventrar primero a los caballos, que devastaron Bizancio y el ducado de Atenas en el siglo XIV. Roger de Flor, su jefe, parece tan heroico como Cortés abyecto, aunque basta informarse para descubrir que Cortés fue un humanista, sencillamente impecable comparado con ellos. Por cierto, todavía no le hemos dedicado una película a esa gloria ibérica, que Prescott -el principal historiador de la Conquista- equipara a Alejandro y Julio César.
¿Qué reformas propondría para solucionar los problemas territoriales de España?
Una agenda guiada por metas de eficacia y ahorro, que en vez de alimentar profusión y rencores evite cualquier doble administración. Ni un céntimo de dinero público para alimentar rencores localistas.
¿Reformaría la Constitución?
Pusilanimidad y sesgo ideológico movieron a evitar el modelo de Estado federal. El autonómico es una especie de churro con reminiscencias de una estructura confederal de tipo helvético, pero no tenemos su grado de civismo. En Suiza hay cuatro lenguas oficiales, una de ellas hablada por el 1% de la población, y cualquier cantón puede independizarse con una mayoría simple en tal sentido. Pero el Juramento de 1291 les vincula a un respeto por la libertad como responsabilidad, y esa madurez no puede fingirse ni darse por supuesta. Singularmente torvo en nuestra Constitución es montar zancadillas a la convocatoria de referendos, y a su carácter vinculante o informativo, cuando estamos ya en la era de internet. Un Estado Federal parece factible.
Antonio Escohotado
Antonio Escohotado 
Esa es la propuesta del PSOE, pero en la práctica no parece que existan muchas diferencias entre un Estado Federal y un Estado autonómico.
Por eso lo digo. Ambos dependen de la buena fe. Si el dato fuese correcto, es curioso que tanto en Cataluña como Vascongadas los recién aclimatados estén entre los principales partidarios de la independencia. Esto merece un estudio profundo.
¿A qué lo achaca?
Quizá al conformismo. Pero todo lo relacionado con esto se ha vuelto tan visceral que da risa, aunque también vergüenza
¿Y entre Monarquía y República?
Desde Benjamin Constant, el teórico de las Monarquías constitucionales, es evidente que una República puede contar entre sus altos cargos con un rey, como Inglaterra, Dinamarca, Suecia y Holanda. Un monarca solo contraviene el Estado de Derecho si ignora la división de Poderes, y mientras la respete será un elemento más del aparato político. Sólo energúmenos confunden al monarca constitucional con un déspota. Es cosa de analfabetos excitados por demagogos.
¿Echa en falta liderazgos políticos sólidos capaces de emprender las reformas que necesita España?
Bueno, un pueblo va teniendo lo que merece. Votaré a Rivera, confiando en alguien todavía no chamuscado por la parrilla, pues en el concierto mundial a España le irá mejor entera que desmembrada, y él añade al enorme voto de castigo que se avecina un factor distinto del odio a esto o lo otro.
¿Merecemos la corrupción?
¡Claro! ¿No ves cuántos piden aquí al vecino que opere en A mientras sigue moviéndose en B? Del grado de arraigo alcanzado por el principio de reciprocidad depende el de educación, prosperidad y dignidad de un país.
Quizá es que ni hay suficientes garantías de transparencia, las leyes son demasiado permisivas y el Código Penal demasiado laxo.
No creas. Derecho y moral deben mantener sus fronteras, so pena de pervertirse ambos. Lo que viene pasando con las drogas es exactamente eso. El derecho no puede protegernos de nosotros mismos sin convertirse en moralina y engendrar desprecio. Como decía ya Tito Livio, el sostén último de cualquier República es la conciencia cívica, la certeza de que la virtud es necesaria. Está en la higuera quien cree que puede preservarse sin su personal colaboración.
¿Entonces el problema de España es que falta virtud ciudadana?
Sí, y por ejemplo se vio cuando estallaron las bombas de Atocha, pues en vez de reaccionar como los anglosajones –uniéndonos para dar su merecido al culpable- buena parte se bajó los calzones. Emitido días antes, el voto en embajadas auguraba una victoria arrasadora del PP, y bastó la ignominia de mentir para que el miedo diese un vuelco a la tortilla. La señora del lavar y marcar, el caballero jubilado, los jóvenes y menos jóvenes, todos diciendo: que a mí y a los míos no nos pase nada.
¿Esta falta de virtud es porque España padece una crisis de valores o porque nunca ha sido un pueblo virtuoso?
Pregunta difícil. No hemos hecho históricamente cosas parecidas a la del pueblo alemán, el inglés o el holandés, y fíjate que omito al francés, porque Robespierre y Napoleón podrían haber prosperado aquí. A efectos de generar amor propio es preciso empezar recobrando nuestro pasado sin sesgos patrioteros ni guerracivilistas. El De Monarquia de Bartolomé de las Casas fue el fundamento alegado por los Países Bajos para reclamar de Felipe II su derecho a existir autónomamente, aunque debieron luchar casi 90 años para confirmarlo. Pero Las Casas no es para nuestras escuelas el gran precursor de los derechos civiles y la democracia, sino un canalla que exageró los abusos cometidos en América.
A los españoles nos gusta felicitarnos por la Transición.
Tuvo muy buena prensa en el mundo porque teníamos muy mala fama, y tranquilizó verla hecha pacíficamente. Bakunin dijo que sólo eslavos y latinos insisten en reconstruir desde cero, y ningún país tuvo un voto anarquista remotamente comparable al ibérico. Cuando se demostró que había algo de civismo, que se legalizaba el PCE y de paso obtenía un margen pequeño de votos, el mundo quedó contento y nosotros asimilamos esa benevolencia como si hubiéramos ido y vuelto de Marte; bueno, es normal. Pero la autocomplacencia es peligrosa.
¿Cree que hay que modificar las reglas del libre mercado para tratar de evitar que vuelvan producirse crisis tan dolorosas como la que estamos atravesando?
El primer gran estadístico, Juglar, adelantó lo comprobado luego por Schumpeter: el origen recurrente de todas las crisis son brotes de prosperidad. Con ellos se dispara una confianza que al desencantarse termina secando la liquidez. Europa sufre pánicos financieros de mayor o menor entidad desde finales del XVII, cuando surge como continente rico por excelencia. Puesto que los beneficios son siempre proporcionales al riesgo asumido, no hay todavía otro desarrollo que el verificado por fluctuaciones. Asfixiar la iniciativa individual nos devuelve a la miseria más rigurosa, aunque en otro caso haya cada cierto tiempo una combinación de estafadores y timados como el de la estampita –un aspirante a estafar por su cuenta-, que volatiliza entre el 25% y el 35% del dinero circulante. La crisis de 2008 no es diferente en substancia de las previas, y estudiar los ciclos económicos nacionales e internacionales resulta vital para rehuir memeces simplistas. Parece mentira seguir yendo de ingenuos, con la masa de datos aportada por nuestra propia Historia.
Quizá no es sólo ingenuidad, sino miedo.
También, también. El amor a la seguridad es uno de los orígenes del comunismo.
¿Qué es lo mejor y lo peor que ha hecho el Gobierno en la gestión de la crisis?
Lo mejor ha sido no hacer, lo peor que nadie asuma lo impopular. El gran Robert Peel era un tory y como tal un defensor de los aranceles agrícolas, pero comprendió que derogarlos permitiría bajar hasta el 30% la cesta de la compra. Como sus electores eran los beneficiarios del proteccionismo, dimitió acto seguido de firmar su derogación. Esto lo han hecho otros políticos, como el holandés Jan de Witt, pero en España no lo hemos visto apenas.
¿Qué valoración el merecen el 15-M y su instrumento político?
Me parece que hay poco estudio, y su nervio es una especie de conjura de lo que llamábamos penenes, profesores no numerarios. El marxismo ha sido siempre mucho más abundante entre docentes que en cualquier otro sector profesional.
¿Y por qué ocurre esto?
Debido a su colosal prestigio en el pasado. Cuando Raymond Aron publicó El opio de los intelectuales, en 1955, fue considerado enemigo del género humano, y diez años antes, cuando Koestler publicó El cero y el infinito, el PC francés organizó una quema de ejemplares en la Sorbona. El marxismo es una religión política, mientras el liberalismo y el conservadurismo constituyen criterios laicos. Una de las ilusiones más infundadas y persistentes es contraponer bolcheviques y nazis cuando son gemelos univitelinos, tanto por su estructura de secta como por depender de rectores mesiánicos.
¿Así ve a Podemos?
Reitero lo de la revuelta de penenes, donde lo novedoso es antediluviano. Llevo tiempo publicitando que me encantaría hablar con Pablo Iglesias de lo que quiera cuando quiera, y sería maravilloso hacerlo con un reloj de ajedrez por medio, pero me sorprende que personas como Azúa o Savater tampoco hablen con él. Podemos ha revocado su fachada con socialistas cristianos como Chávez, Maduro, Correa, Morales y Kirchner, pero no debemos olvidar que los christian socialists fueron decisivos para crear la primera Internacional, y siguen teniendo representantes más allá de Iberoamérica, como J.K. Rowling, autora de la saga Harry Potter, o Toni Blair.
¿Tiene solución el problema de la educación en España?
Está especialmente jodido. El mazazo al prestigio individual en la esfera académica lo asestó la LRU, precisamente de 1982, creando la institución bolchevique del Departamento: un foro donde el mérito investigador y docente lo dilucidan aparatchikis apoyados sobre el voto otorgado a la señora de la limpieza, el delegado de alumnos y la secretaria administrativa. En 37 años de carrera apenas he conocido un profesor que no perdiese la vocación de estudiar nada más obtener la plaza a perpetuidad.
¿Qué podemos hacer frente al terrorismo del Estado Islámico?
Defendernos como propone el primer ministro japonés Abe. Crear dos brigadas internacionales de comandos que se planten en las zonas críticas, y den 24 o 48 horas para que se rindan. En otro caso no habrá cuartel para los varones adultos, aunque quedarán a salvo siempre las mujeres, los ancianos y los niños. De poco sirve demorar la el imperativo kantiano, que aquí es Ley del Talión: diente por diente.
¿Qué le parece el fenómeno internet?
Un cosmos nuevo. Continúa la desmaterialización iniciada con la propiedad intelectual y el papel moneda. Por fin vivimos recibiendo y emitiendo noticias, por más que pasar el día ante la pantalla puede suscitar una sociedad de obesos. Pero paso a paso nos convertimos en reflectores de información, y donde antes había centímetros o kilos la unidad pasa a ser el bit, una medida de conocimiento en definitiva, operándose así una transformación comparable o superior a la derivada de descubrir el fuego y la rueda. Robustece los cauces de Logos y Eros, creando una autonomía que no se deja reprimir, porque sus señales reverberan a la velocidad de la luz, desde incontables nudos, como empezó demostrando la Ruta de la Seda, primero de los imparables supermercados de drogas. 
Antonio Escohotado
Antonio Escohotado 

Por qué el nazismo era socialismo y por qué el socialismo es totalitario, por George Reisman

Interesante artículo sobre la naturaleza ideológica del nazismo, el análisis final sobre la situación actual de EEUU puede ser discutible, pero lo interesante es, sin duda, el análisis inicial.

Mi propósito hoy son dos cosas principales: (1) Demostrar por qué la Alemania nazi era un estado socialista y no capitalista. Y (2) demostrar por qué el socialismo, entendido como un sistema económico basado en la propiedad pública de los medios de producción, requiere inevitablemente una dictadura totalitaria.
La identificación de la Alemania nazi como estado socialista fue una de las muchas grandes contribuciones de Ludwig von Mises.
Cuando uno recuerda que la palabra “nazi” era una abreviatura para “der Nationalsozialistische Deutsche Arbeiters Partei” (en traducción española Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes), la identificación de Mises no podría parecer tan notable. Pues ¿qué debería uno esperar como sistema económico de un país gobernado por un partido con “socialista” en su nombre salvo socialismo?
Sin embargo, aparte de Mises y sus lectores, prácticamente nadie piensa en la Alemania nazi como un estado socialista. Es mucho más común creer que representaba una forma de capitalismo, que es lo que han afirmado los comunistas y otros marxistas.
La base de la afirmación de que la Alemania nazi era capitalista era el hecho de que la mayoría de las industrias en la Alemania nazi aparentemente quedaban en manos privadas.
Lo que identificó Mises fue que la propiedad privada de los medios de producción existía solo nominalmente bajo los nazis y que la sustancia real de la propiedad de los medios de producción residía en el gobierno alemán. Pues era el gobierno alemán, y no los propietarios privados nominales, el que ejercía todos los poderes sustantivos de propiedad: él, no los propietarios privados, decidía que se iba a producir, en qué cantidad, por qué métodos y a quién se iba a distribuir, así como los precios que se cobrarían y los salarios que se pagarían y qué dividendos u otras rentas se permitiría percibir a los propietarios privados nominales. La posición de los supuestos propietarios privados, como demostró Mises. se reducía esencialmente a la de pensionistas del gobierno.
La propiedad de hecho del gobierno de los medios de producción, como la llamaba Mises, estaba implícita lógicamente en principios colectivistas fundamentales adoptados por los nazis como que el bien común  está por encima del bien privado y que el individuo existe como medio para los fines del Estado. Si el individuo existe como medio para los fines del Estado, por supuesto, lo mismo pasa con la propiedad. Igual que lo posee el Estado, su propiedad también la posee el Estado.
Pero los que estableció concretamente el socialismo  de hecho en la Alemania nazi fue la introducción de los controles de precios y salarios en 1936. Se impusieron como respuesta a la inflación de la oferta monetaria llevada a cabo por el régimen desde el momento de su llegada al poder a principios de 1933. El régimen nazi infló la oferta monetaria como medio de financiar el enorme aumento en el gasto público que requerían sus programas de obras públicas, subvenciones y rearme. Los controles de precios y salarios se impusieron en respuesta al aumento de los precios que empezó a producir la inflación.
El efecto combinado de la inflación y los controles de precios y salarios es la escasez, es decir, una situación, en la que las cantidades de los bines que intenta comprar la gente exceden de las cantidades disponibles para comprar.
A su vez, las escaseces se convierten en caos económico. No es solo que los consumidores que aparecen en las tiendas antes están en disposición de comprar todas las existencias y dejar sin nada a los clientes que lleguen más tarde (una situación a la que los gobiernos normalmente responden con racionamiento). Las escaseces generan caos en todo el sistema económico. Introducen arbitrariedad en la distribución de suministros entre áreas geográficas, en la asignación de un factor de producción entre sus diferentes productos, en la asignación de trabajo y capital entre las distintas ramas del sistema económico.
A la vista de la combinación de controles de precios y escasez, el efecto de una disminución en la oferta de una cosa no es, como pasaría en un mercado libre, aumentar su precio e incrementar su rentabilidad, operando así para detener la disminución de la oferta o invertirla si ha ido demasiado lejos. Los controles de precios impiden el aumento en la oferta al reducir el precio y la rentabilidad. Cuando hay una escasez, el efecto de un aumento en la oferta es simplemente una reducción en la severidad de la escasez. Solo cuando se elimina totalmente la escasez, un aumento en la oferta necesita una disminución en el precio y genera una disminución en la rentabilidad.
Como consecuencia, la combinación de controles de precios y escasez hace posible movimientos aleatorios de la oferta sin ningún efecto en los precios y la rentabilidad. En esta situación, la producción de los bienes más triviales y poco importantes, incluso las mascotas de piedra, puede expandirse a costa de la producción de los bines más urgentemente necesitados e importantes, como medicinas que salven vidas, sin efecto en el precio o la rentabilidad e cada bien. Los controles de precios impedirían que la producción de medicinas se hiciera más rentable al disminuir su oferta, mientras que una escasez incluso de mascotas de piedra impediría que su producción se hiciera menos rentable al aumentar su oferta.
Como demostró Mises, para ocuparse de los efectos no pretendidos de sus controles de precios, el gobierno debe o bien abolir los controles de precios o añadir más medidas, como precisamente el control sobre lo que se está produciendo, en qué cantidad, por qué métodos y a quién se distribuye, a lo que me referí antes. la combinación de controles de precios con su mayor serie de controles constituye la socialización de hecho del sistema económico. Pues significa que el gobierno ejercita entonces todos los poderes sustantivos de propiedad.
Éste fue el socialismo instituido por los nazis. Y Mises lo llama el socialismo de patrón alemán o nazi, frente al socialismo más evidente de los soviético, al que llama socialismo de patrón ruso o bolchevique.
Por supuesto, el socialismo no acaba con el caos causado por la destrucción del sistema de precios. Y si se introduce sin la existencia previa de controles de precios, su efecto es iniciar el propio caos. Porque el socialismo no es realmente un sistema económico positivo. Es meramente la negación del capitalismo y su sistema de precios. Como tal, la naturaleza esencial del socialismo es una y la misma que el caos económico que resulta de la destrucción del sistema de precios por controles de salarios y precios. (Quiero apuntar que la imposición del socialismo del estilo bolchevique de un sistema de cuotas de producción, que incentiva siempre exceder la cuotas, es una fórmula segura para una escasez universal, igualo que la que existe bajo todos los controles de precios y salarios).
Como mucho, el socialismo simplemente cambia la dirección del caos. El control público sobre la producción puede hacer posible una mayor producción de algunos bienes de especial importancia para él, pero lo hace solo a costa de crear el caos en el resto del sistema económico. Esto pasa porque el gobierno no tiene forma de conocer los efectos en el resto del sistema económico de su aseguramiento de la producción de bienes a los que atribuye una importancia especial.
Los requisitos de aplicar un sistema de control de precios y salarios dan mucha luz sobre la naturaleza totalitaria del socialismo (por supuesto, más evidentemente en la variante alemana o nazi, pero también en la del socialismo al estilo soviético).
Podemos empezar por el hecho de que el interés propio de los vendedores que operan bajo controles de precios es evadir los controles de precios  y aumentar sus precios. Los compradores, incapaces de otra forma de obtener bienes, están dispuestos a pagar estos precios más altos como medio de de conseguir los bienes que quieren. En estas circunstancias, ¿qué va a impedir que aumenten los precios y se desarrolle un mercado negro masivo?
La respuesta es una combinación  de sanciones severas combinadas con una gran probabilidad de ser atrapado y luego sufrir realmente esas sanciones. Unas simples multas no es probable que supongan una gran disuasión. Se considerarían solo como un gasto de negocio adicional. Si el gobierno es serio respecto de los controles de precios, es necesario que imponga sanciones comparables a las de un delito grave.
Pero la mera existencia de dichas sanciones no basta. El gobierno tiene hacer realmente peligroso realizar transacciones en el mercado negro. Tiene que hacer que la gente tema realizar tales transacciones que pudieran ser descubiertas de algún modo por la policía y acaben realmente en prisión. Para crear ese miedo, el gobierno debe desarrollar un ejército de espías e informadores secretos. Por ejemplo, el gobierno debe hacer temer al vendedor y a los clientes que si realizan una transacción de mercado negro, algún otro cliente en la tienda pueda denunciarles.
A causa de la privacidad y secreto con que deben realizarse muchas transacciones del mercado negro, el gobierno debe asimismo hacer que todo el que vea una operación del mercado negro temeroso de que la otra parte resulte ser un agente policial tratando de encarcelarle. En gobierno debe hacer que la gente tema incluso a sus socios más veteranos, incluso a sus amigos y parientes, no sea que resulten ser informadores.
Y finalmente, para obtener condenas, el gobierno debe poner la decisión acerca de la inocencia o culpabilidad en el caso de las transacciones de mercado negro en manos de un tribunal administrativo o sus agentes de policía en el momento. No puede confiar en juicios con tribunales, porque es improbable que puedan encontrarse muchos jurados dispuestos a dar veredictos de culpabilidad en casos en el un hombre tenga que ir a la cárcel por muchos años por el delito de vender unas pocas libras de carne o un par de zapatos por el encima del precio máximo.
Por tanto, en resumen, los requisitos simplemente para aplicar las regulaciones de control de precios son la adopción de las características esenciales de un estado totalitario, es decir, el establecimiento de la categoría de “delitos económicos”, en la que la búsqueda pacífica del interés propio se considera un delito criminal, y el establecimiento de un aparato policial totalitario lleno de espías e informadores y el poder de un arresto y prisión arbitrarios.
Está claro que la aplicación de controles de precios requiere un gobierno similar al de la Alemania de Hitler o la Rusia de Stalin, en los que prácticamente cualquiera podía resultar ser un espía policial y en los que existe una policía secreta que tiene el poder de arrestar y encarcelar a la gente. Si el gobierno no está dispuesto a llegar tan lejos, entonces, hasta ese punto, sus controles de precios resultarán inaplicables y sencillamente no funcionarán. Entonces el mercado negro asume proporciones enormes. (Por cierto, que nada de esto sugiere que los controles de precios fueran la causa del reino de terror institutito por los nazis. Los nazis empezaron su reino de terror mucho antes de la aprobación de los controles de precios. Por consiguiente, aprobaron controles de precios en un entorno listo para su aplicación por la fuerza).
La actividad del mercado negro conlleva la comisión de más delitos. Bajo el socialismo de hecho, la producción y venta de bienes en el mercado negro conlleva el desafío de las regulaciones públicas respecto de la producción y distribución, así como el desafío a sus controles de precios. Por ejemplo, los propios bienes que se venden en el mercado negro pretendía el gobierno que se distribuyeran de acuerdo con su plan y no en el mercado negro. Los factores de producción utilizados para producir esos bienes igualmente pretendía el gobierno que se utilizaran de acuerdo con su plan y no para el fin de aprovisionar el mercado negro.
Bajo un sistema de socialismo de derecho, como el que existía en la Rusia soviética, en el que el código legal del país hace abierta y explícitamente al gobierno del país el propietario de todos los medios de producción, toda actividad de mercado negro conlleva necesariamente el uso indebido o el robo de la propiedad del estado. Por ejemplo, se consideraba que los trabajadores o directores de fábricas de la Rusia soviética que se llevaban productos que vendían en el mercado negro estaban robando las materias primas proporcionadas por el estado.
Además, en cualquier tipo de estado socialista, nazi o comunista, el plan económico del gobierno es parte de la ley suprema del territorio. Todos tenemos una buena idea de lo caótico que es el llamado proceso planificador del socialismo. Su mayor distorsión por trabajadores y directores drenando materiales y suministros para producir para le mercado negro, es algo a lo que un estado socialista está lógicamente autorizado a considerar como un acto de sabotaje de su plan económico nacional. Y como sabotaje es como lo considera cualquier código legal de un estado socialista. Coherentemente con este hecho, la actividad del mercado negro en un país socialista a menudo conlleva la pena capital.
Creo que un hecho fundamental que explica el reino absoluto de terror que se encuentra en el socialismo es el increíble dilema en el que se sitúa un estado socialista en relación con las masas de sus ciudadanos. Por un lado, asume una responsabilidad completa del bienestar económico individual. El socialismo al estilo ruso o bolchevique reconoce abiertamente esta responsabilidad: es la fuente principal de su atractivo popular. Por otro lado, de todas las formas que puedan imaginarse, un estado socialista resulta una chapuza increíble en esta tarea. Hace de la vida del individuo una pesadilla.
Todos los días de su vida, el ciudadano de un estado socialista debe gastar tiempo en colas de espera inacabables. Para él, los problemas que experimentaron los estadounidenses en relación con las escaseces de gasolina en la década de 1970 son normales, solo que no los experimenta en relación con la gasolina (pues no posee un coche y no tiene esperanza de tener nunca ninguno), sino en relación con las cosas sencillas de la vestimenta, de las verduras e incluso del pan. Aún peor es que se le obliga frecuentemente a trabajar en un empleo que no ha elegido y que por tanto debe indudablemente odiar. (Pues bajo la escasez, el gobierno decide la asignación del trabajo igual que hace con la asignación de los factores de producción). Y vive en una condición de increíble hacinamiento, que apenas deja posibilidades de privacidad. (A la vista de la escasez de vivienda, se asignan huéspedes a las casas; se obliga a las familias compartir pisos. Y se adopta un sistema de pasaportes y visados internos para limitar la severidad de la escasez de vivienda en las zonas más deseables del país). Por decirlo suavemente, una persona obligada a vivir en esas condiciones debe bullir de resentimiento y hostilidad.
Entonces, ¿contra quién sería más lógico que los ciudadanos de un estado socialista dirijan su resentimiento y hostilidad que contra el mismo estado socialista? El mismo estado socialista que ha proclamado su responsabilidad por su vida, le ha prometido una vida de felicidad y es de hecho responsable de una vida infernal. De hecho, los líderes de un estado socialista viven un dilema mayor, ya que cada día animan al pueblo a creer que el socialismo es un sistema perfecto, cuyos malos resultados solo pueden ser obra de gente malvada. Si eso fuera verdad, ¿quiénes podrían ser razonablemente esos hombres malvados, salvo los propios gobernantes, que no solo han hecho infernales sus vidas, sino que han pervertido un sistema supuestamente perfecto para hacerlo?
De esto se deduce que los gobernantes de un estado socialista deben vivir aterrorizando a la gente. Por la lógica de sus acciones y sus enseñanzas, el bullente resentimiento del pueblo puede hacerle levantarse y tragárselo en una orgía de sangrienta venganza. Los gobernantes sienten esto, incluso aunque no lo admitan abiertamente, y por tanto su mayor preocupación es siempre mantener a raya a la ciudadanía.
Consecuentemente, es verdad por muy inadecuado decir simplemente cosas como que al socialismo le falta la libertad de prensa y de expresión. Por supuesto, le faltan estas libertades. Si el gobierno posee todos los periódicos y editoriales, si decide para qué fines va a estar disponibles el papel, entonces evidentemente nada puede imprimirse que el gobierno no quiera que se imprima. Si posee todas las salas de reuniones, no puede realizarse ninguna conferencia o discurso público que el gobierno no quiera que se realice. Pero el socialismo va mucho más allá de la mera falta de libertad de prensa y expresión.
Un gobierno socialista aniquila totalmente estas libertades. Convierte a la prensa y a cualquier foro público en un vehículo de propaganda histérica en su favor y se dedica a la incansable persecución de todo el que se atreve a desviarse un centímetro de su línea oficial del partido.
La razón de estos hechos es el terror del pueblo de los gobernantes socialistas. Para protegerse, deben ordenar que el ministro de propaganda y la policía secreta trabajen constantemente. Uno, para desviar continuamente la atención del pueblo de la responsabilidad del socialismo, y de los gobernantes del socialismo, por la miseria del pueblo. La otra, para secuestrar y silenciar a cualquiera que pueda sugerir siquiera sea remotamente la responsabilidad del socialismo o de sus gobernantes (secuestrar a cualquiera que empiece a mostrar señales de pensar por sí mismo). Es a causa del terror de los gobernantes y su desesperada necesidad de encontrar cabezas de turco para los fracasos del socialismo, por lo que la prensa de un país socialista está siempre llena de historias acerca de conspiraciones y sabotajes extranjeros y acerca de la corrupción y mala dirección por parte de los oficiales subordinados y por lo que es necesario destapar periódicamente conspiraciones nacionales a gran escala y sacrificar a altos funcionarios y facciones completas en purgas gigantescas.
A causa de su terror y su desesperada necesidad de aplastar cualquier respiro incluso de una potencial oposición, los gobernantes del socialismo no se atreven a permitir ni siquiera actividades puramente culturales que no estén bajo el control del estado. Pues si la gente va a reunirse para un espectáculo artístico o un recital de poesía que no esté controlado por el estado, los gobernantes deben temer la diseminación de ideas peligrosas. Cualquier idea no autorizada es una idea peligrosa, porque puede llevar al pueblo a empezar a pensar por sí mismo y por tanto empezar a pensar acerca de la naturaleza del socialismo y sus gobernantes. Los gobernante debe temer la reunión espontánea de un puñado de personas en una sala y utilizar la policía secreta y su aparato de espías, informadores y terror o para detener esas reuniones o para asegurarse de que su contenido es completamente inocuo desde el punto de vista del estado.
El socialismo no puede prevalecer mucho tiempo excepto bajo el terror. Tan pronto como se relaja el terror, el resentimiento y la hostilidad empiezan lógicamente a brotar contra los gobernantes. Así que la situación esta lista para la revolución o la guerra civil. De hecho, en ausencia de terror o, más correctamente, de un suficiente grado de terror, el socialismo se caracterizaría por una serie inacabable de revoluciones y guerras civiles, ya que cada nuevo grupo de gobernantes resultarían tan incapaces de hacer que el socialismo funcionara con éxito como sus antecesores. La consecuencia inevitable a realizar es que el terror realmente experimentado en los países socialistas no era simplemente obra de hombres malvados, como Stalin, sino que deriva de la naturaleza del sistema socialista. Stalin podría pasar a primer plano porque su inusual voluntad y astucia en uso del terror eran las características concretas más necesarias para un gobernante socialista para mantenerse en el poder. Subió al poder por un proceso de selección natural socialista: la selección de los peores.
Tengo que advertir acerca de una posible mala comprensión respecto de mi tesis de que el socialismo es totalitario por su naturaleza. Esto afecta a los países supuestamente socialistas gobernados por socialdemócratas, como Suecia y los demás países escandinavos, que está claro que no son dictaduras totalitarias.
En esos casos, es necesario apreciar que al tiempo que estos países no son totalitarios, tampoco son socialistas. Sus partidos gobernantes pueden propugnar el socialismo como su filosofía o su objetivo último, pero no es el socialismo lo que han implantado en su sistema económico. Su sistema económico real es el de una economía intervenida de mercado, como la llamaba Mises. Aunque más intervenida que la nuestra en aspectos importantes, su sistema económico es esencialmente similar al nuestro, en que la fuerza motriz característica de la producción y la actividad económica no es el decreto del gobierno, sino la iniciativa de los propietarios privados motivada por la perspectiva de un beneficio privado.
La razón por la que los socialdemócratas no establecen el socialismo cuando llegan al poder es que no están dispuestos a hacer lo que hace falta. El establecimiento del socialismo como sistema económico requiere un acto masivo de robo (deben apropiarse los medios de producción de sus propietarios y entregarse al estado). Dicha apropiación es prácticamente seguro que provocaría una resistencia importante por parte de los propietarios, resistencia que solo puede superarse por el uso de fuerza masiva.
Los comunistas estaban y están dispuestos a aplicar dicha fuerza, como evidenciaba la Rusia soviética. Su carácter es el de los ladrones armados dispuestos a matar si es necesario para realizar el robo. Por el contrario, el carácter de los socialistas se parece más al de los rateros, que pueden hablar de dar un gran golpe algún día, pero en realidad no están dispuestos al homicidio necesario, así que renuncian ante la más mínima señal de resistencia seria.
Respecto de los nazis, generalmente no tenían que matar para incautarse de la propiedad de otros alemanes que no fueran judíos. Esto pasó porque, como hemos visto, establecieron el socialismo furtivamente, a través de controles de precios, que servían para mantener el disfraz externo y apariencia de propiedad privada. Los propietarios privados se veían así desprovistos de su propiedad sin saberlo y por tanto no sentían la necesidad de defenderla por la fuerza.
Creo haber demostrado que el socialismo (el socialismo real) es totalitario por su propia naturaleza.

En el momento actual en Estados Unidos no tenemos socialismo en ninguna forma. Y no tenemos una dictadura, no digamos una dictadura totalitaria.
Tampoco tenemos aún fascismo, aunque nos vayamos acercando a él. Entre los elementos esenciales que aún faltan están el gobierno del partido único y la censura. Seguimos teniendo libertad de expresión y prensa y elecciones libres, aunque ambas hayan sido socavadas y no puede garantizarse su pervivencia continua.
Lo que tenemos es una economía intervenida de mercado que está creciendo en su intervención  y que se caracteriza por una creciente pérdida de la libertad individual. El crecimiento de la intervención económica del gobierno es sinónimo de una pérdida de libertad individual porque significa iniciar cada vez más el uso de fuerza física para que la gente haga lo que no elige hacer voluntariamente o impedirle que haga lo que voluntariamente elige hacer.
Como el individuo es el mejor juez de sus propios intereses y al menos por lo general busca hacer lo que le interesa hacer y evitar lo que dañe sus intereses, de esto se deduce que cuando mayor sea el grado de intervención pública, mayor seré le grado en que se impide a los individuos hacer los que les beneficia y en su lugar se les obliga a hacer lo que les causa pérdidas.
Hoy en Estados Unidos, el gasto público federal, estatal y local suma casi la mitad de los ingresos monetarios de la porción de la ciudadanía que no trabaja para la administración. Quinces departamentos del gabinete federal y un número mucho mayor de agencias regulatorias federales, juntos, en la mayor parte con equivalente a nivel estatal y local, se entrometen regularmente en prácticamente todas las áreas de la vida del ciudadano individual. Se le grava, obliga y prohíbe de incontables maneras.
Los efectos de tal interferencia pública masiva son el desempleo, los precios al alza, la caída de los salarios reales, la necesidad de trabajar más y más duro y el crecimiento de la inseguridad económica. Otro efecto es el crecimiento de la ira y el resentimiento.
Aunque la política de intervencionismo del gobierno sea su objetivo lógico, la ira y el resentimiento que siente la gente normalmente se dirigen por el contrario contra los empresarios y los ricos. Es un error alimentado en su mayor parte por un establishment intelectual y medios de comunicación ignorantes y envidiosos.
Y de acuerdo con esta actitud, desde el colapso de la burbuja del mercado bursátil, que fue en realidad creado por la política de expansión del crédito de la Reserva Federal y luego pinchada por su abandono temporal de esa política, los fiscales públicos han adoptado lo que parece una política particularmente vengativa hacia ejecutivos culpables de falta de honradez financiera, como si sus acciones fueran responsables de las pérdidas extendidas que resultaron del colapso de la burbuja. Así, al antiguo jefe de una gran compañía de telecomunicaciones se le ha sentenciado recientemente a veinticinco años de prisión. Otros altos ejecutivos han sufrido sentencias similares.
Más inquietante es que el poder del gobierno para obtener simples acusaciones criminales se ha convertido en equivalente al poder de destruir una empresa, como ocurrió en el caso de Arthur Andersen, la principal empresa auditora. El uso amenazador de su poder fue entonces suficiente para obligar a las grandes empresas de correduría de seguros en Estados Unidos cambiaran sus directivas para satisfacer al Fiscal General del Estado de Nueva York. No hay forma de describir esas evoluciones que no sea que la condena y castigo sin juicio y la extorsión del gobierno. Son grandes pasos a lo largo de un camino muy peligroso.
Por suerte, sigue habiendo suficiente libertad en Estados Unidos como para reparar todo el daño que se ha hecho. En primer lugar está la libertad nombrarlo y denunciarlo.
Mas esencialmente, está la libertad de analizar y refutar la ideas que subyacen a las políticas destructivas que han sido adoptadas o pueden serlo. Y eso es lo que es crítico. Pues el factor fundamental que subyace en el intervencionismo y, por supuesto, también en el socialismo, ya sea nazi o comunista, no es sino las ideas erróneas, sobre todo, las ideas erróneas respecto de la economía y la filosofía.
Hay ahora un cuerpo extenso y creciente de literatura que presenta ideas sensatas en estos dos campos vitales. A mi juicio, los dos autores más importantes de esta literatura son Ludwig von Mises y Ayn Rand. Un conocimiento extenso de sus escritos es un requisito previo indispensable para tener éxito en la defensa de la libertad individual y el libre mercado.
Este instituto, el Instituto Ludwig von Mies, es el principal centro mundial para la divulgación de las ideas de Mises. Presente un flujo constante de análisis basados en sus ideas, análisis que aparecen en sus revistas académicas, sus libros y publicaciones y en sus artículos diarios de la web que se ocupan de los asuntos del momento. Enseña sus ideas y las ideas relacionadas de otros miembros de la Escuela Austriaca de economía a alumnos universitarios y a jóvenes profesores. Lo hace a través de Universidad de Verano de Mises, las Conferencias de Investigadores Austriacos y los distintos seminarios.
Dos formas muy importantes de luchar por la libertad son educarse hasta el punto de ser capaz de hablar tan elocuentemente en su defensa como lo hacen los investigadores asociados a este instituto o, si uno tiene el tiempo o la inclinación para hacerlo, apoyar financieramente al Instituto en su tarea vital en la medida en que se pueda.
Es posible invertir la corriente. No puede hacerlo una sola persona. Pero un número grande y creciente de gente, formada en la causa de la libertad económica y defendiendo y argumentando en su defensa siempre que sea posible, es capaz de formar gradualmente las actitudes de la cultura y por tanto de la naturaleza de su sistema político y económico.
Los que formáis esta audiencia ya estáis implicados en este gran trabajo. Espero que continuéis e intensifiquéis vuestro compromiso.
Publicado el 11 de noviembre de 2005. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.