Juan J. Molina

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viernes, 31 de agosto de 2012

La minoría de la minería (1/3) : ELADIO GARCÍA


Para Rand la diferencia entre el fascismo de Mussolini, o el socialismo burgués de Hitler, y los regímenes ulteriores, que vinieron a sustituir a esas dictaduras meridianas, no estriba en su naturaleza tiránica, sino en aquellas cualidades que distinguen dos tipos distintos de tiranía.
Ayn Rand, filósofa estadounidense poco conocida en otros países, cuando no menospreciada, siempre fue muy elocuente a la hora de expresar sus ideas. Además, mostraba una claridad inusual y una insistencia infatigable. Tal vez por eso nunca fue muy popular. El clímax de su carrera, el último devenir de su vida, transcurrió en una época difícil: las décadas de los años 60 y 70 del pasado siglo.
Este periodo está copado por los posestructuralistas, que en ese momento estaban de moda y era muy complicado cuestionarlos. La filosofía contemporánea siempre ha sido artificiosa, sus construcciones teóricas han estado cada vez más alejadas de la vida cotidiana, empeñadas en descifrar conceptos abstrusos, distraídas con problemas fútiles, armadas con un lenguaje enigmático, poco comprensible.
Pero los posestructuralistas llevaron todo esto hasta sus últimas consecuencias. Juan José Sebreli, en un libro que hace un recorrido crítico por la filosofía de este periodo, nos dice:
“el manierismo y el barroquismo estilístico de los posestructuralistas fueron llevados por Derriba hasta sus últimas consecuencias: el cultivo de la oscuridad, la artificiosidad y el malabarismo verbal servían para hacer inefable el contenido y para marcar sus pequeñas diferencias con otros autores”.
La escritura críptica siempre ha servido para camelar a los ignorantes, que son mayoría. Ofrece un aire solemne, y aparenta una seriedad y una profundidad que permiten ocultar cualquier vacío argumental. Cuanto menos se entienda una frase más piensan los ignaros que intenta transmitir algún concepto venerable, propio de eruditos, imposible de captar por las mentes más normales. Sin embargo, lo que ocurre es exactamente lo contrario.
Cuando la razón no puede usarse, porque los legos y los iletrados no la podrían asimilar y no se sumarian a la causa, los filósofos emplean otras facultades más afines a estos, la sinrazón, la oscuridad, el misticismo. Los eruditos se ponen a la altura de los iletrados. No son estos los que asumen resignados las destrezas inabarcables de aquellos. Más bien, son los sabios los que hacen suya la impericia de los indoctos. Esta posición define el movimiento posestructuralista, que a mediados y finales de los años sesenta constituyo la vanguardia del pensamiento europeo y mundial. Como ejemplo baste una única píldora, Bataille:
“He querido hablar un lenguaje igual a cero, un lenguaje que sea el equivalente de nada, un lenguaje que retorne al silencio… lo que enseño es una embriaguez, no una filosofía: no soy filósofo sino un santo, quizá un loco”
Frente a todo esto, los argumentos de Ayn Rand eran directos, francos, transparentes. Seguramente este fue uno de los motivos por los cuales nunca fueron suficientemente apreciados (hay otros motivos que tienen que ver con la ideología): fue una época dura para la lógica y la razón. Sin embargo, a mí me sirven para iniciar muchas explicaciones, como una cuña, y como una especie de espoleta introductoria, detonante de mis propias cavilaciones.
Quiero principiar el enunciado de este artículo con una reflexión suya. En ella, la escritora lleva a cabo una equiparación inconcebible (los legos no la entenderían: a la mayoría le parece absurda). Compara el fascismo que había devastado Europa durante la primera mitad del siglo XX con esos sistemas democráticos que se instauraron posteriormente, supuestamente para enmendar los errores anteriores. Estas democracias constituyentes suponen para Ayn Rand otro tipo de fascismo, un fascismo especioso al que, según nos dice la propia autora, estarían abocadas todas las sociedades hodiernas.
El nuestro, el que rige estas supuestas democracias (que Ayn Rand llama economías mixtas, a medio camino entre la tiranía y la autentica libertad) salidas de los rescoldos de esas guerras mundiales, no es, en palabras de Rand, un tipo militante de fascismo, ni un movimiento organizado de demagogos chillones, matones sangrientos, histéricos intelectuales de tercera y delincuentes juveniles; el nuestro es “un fascismo fatigado, cansado, cínico, fascismo por defecto… un desastre flameante… el colapso pasivo de un cuerpo letárgico lentamente carcomido por la corrupción interna.”
Para Rand la diferencia entre el fascismo de Mussolini, o el socialismo burgués de Hitler, y los regímenes ulteriores, que vinieron a sustituir a esas dictaduras meridianas, no estriba en su naturaleza tiránica, sino en aquellas cualidades que distinguen dos tipos distintos de tiranía.
Las democracias actuales se erigen sobre supuestos ideales muy parecidos a los que jalonaban aquellas otras dictaduras: el estado del bienestar, el gobierno asistencial, la economía subvencionada, y las ayudas universales. También Hitler propagaba la necesidad de un Estado de este tipo. Ayn Rand nos convida a que revisemos los libros de historia. El padre y creador del estado del bienestar, el hombre que puso en práctica la noción de comprar la lealtad de algunos grupos con dinero, extorsionando a otros, fue Bismark, el predecesor político de Hitler.
El programa político del partido nazi exigía al gobierno, por encima de todo, la obligación de proveer a los ciudadanos con una oportunidad adecuada de empleo y de ganarse la vida. Un extracto de ese programa dice lo siguiente:
“No debe permitirse que las actividades del individuo choquen con los intereses de la comunidad, deben acontecer dentro de sus límites y deben ser para el bien de todos. Por consiguiente exigimos… poner fin al poder de los intereses financieros, participar de los beneficios de las grandes empresas, coberturas amplias…
Les suenan estos eslóganes. Son los mismos que cantan hoy en día todos los manifestantes que protestan en la calle. Son también los que afloran cada vez que preguntamos a los políticos cuáles son sus ideales. Sin embargo, para Ayn Rand elbien común es un concepto peligroso, que sirve para asentar todas esas actitudes que avalarían la preponderancia de un Estado fuerte, con visos totalitarios, y siempre será la constatación de una falacia absolutista:
“siempre que un concepto como el bien común, o el interés social, nacional o internacional, sea considerado como un principio básico para encauzar la legislación, las organizaciones de lobistas y los grupos de presión necesariamente seguirán existiendo. Dado que no hay tal entidad como el publico ya que el público es meramente un numero de individuos, la idea de que el bien común reemplaza los interés o los derechos privados de algunos individuos, no puede tener sino un único significado: que los interés y los derechos de algunos individuos tiene prioridad sobre los derechos y los intereses de otros. Si es así, entonces todos los hombres y todos los grupos privados tienen que luchar a muerte por el privilegio de ser considerados como el público. La política del gobierno tiene que oscilar como un péndulo errático de grupo a grupo, castigando a una cierta cantidad y favoreciendo a otros, al antojo de algún momento dado, y una profesión tan grotesca como ser lobista (vendiendo influencias) se convierte en un trabajo de tiempo completo. Si el parasitismo, el favoritismo, la corrupción y la codicia de los no merecedores no existieran, una economía mixta los haría aparecer… Toda legislación en pro del interés público (y cualquier distribución de dinero que quite por la fuerza a algunos hombres para el beneficio inmerecido de otros) desciende finalmente a la concesión de un poder indefinido, indefinible, no objetivo, arbitrario de algunos personeros del Estado”
Eladio García

martes, 28 de agosto de 2012

El Fascismo ¡es de Izquierda!, Gerardo E. Martínez-Solanas

En la ciencia política probablemente no haya términos más confusos para identificar una tendencia, corriente o ideología que clasificarla como de “izquierda”, “centro”, “derecha” o cualquiera de sus denominaciones intermedias. Como en estas mismas páginas hay un enfoque muy claro (Definiciones Importantes) sobre este tema, no es necesario un análisis más profundo de ese deficiente sistema de clasificación política, pero conviene aclarar algunas de las falacias que provoca.

La confusión llega a extremos como el de que los “liberales” de Estados Unidos sean calificados “de izquierda” y en Europa pongan a sus “liberales” la etiqueta “de derecha”. Los liberales europeos proclaman que los de Estados Unidos se equivocan en el término, porque en realidad deberían llamarse “socialistas”, pero el problema es que para los estadounidenses, incluso los que se identifican como “liberales”, perciben el vocablo “socialista” casi como una mala palabra. Perciben a los socialistas como la “extrema izquierda” de tendencia totalitaria, lo cual seria una apreciación casi insultante o tal vez disparatada para los socialistas europeos que respetan los mecanismos democráticos y participan en ellos.

Una prueba de la inexactitud de estos términos la encontramos constantemente cuando los que se autoproclaman “de izquierda”, tanto en Europa como en Estados Unidos, califican a la “extrema derecha” de fascistas. No se dan cuenta de que esta lamentable tergiversación de los términos tiene su origen en el estalinismo. Mientras Stalin fue amigo de Hitler, estaba muy dispuesto a dividirse Europa con sus socios nacional socialistas. Aunque las versiones socialistas de Hitler y Mussolini eran una variante antagónica del comunismo soviético y los nazis habían aplastado sin miramientos a los comunistas alemanes, Stalin no apreció las diferencias como irreconciliables para los fines de repartirse el mundo sino que pactó en contra del enemigo común: el imperialismo capitalista.

El dictador soviético se equivocó porque Hitler tenía otra carta bajo la manga. Pero su error se basó en hechos respaldados en las doctrinas nazifascistas. Fue a partir de la invasión alemana que empezó a calificar al nazifascismo como una corriente de “extrema derecha” para poder coquetear a sus anchas con el imperialismo capitalista mientras la aberrante alianza le resultó conveniente. Como en muchas otras cosas, tuvo éxito también en esta tergiversación de la semántica política.

El dictador alemán había expresado en Mi Lucha y en otros escritos su plan para cuando ejerciera el poder en Alemania. Un plan que contenía notables similitudes con los que ya aplicaba su contrapartida soviético. Luciano Pellicani, lo desglosa en su obra Lenin y Hitler, los dos rostros del totalitarismo, donde presenta estas citas del pensamiento de Hitler:
“La lucha más fuerte no debe hacerse contra los pueblos enemigos, sino contra el capital internacional. La lucha contra el capital financiero internacional era el punto programático mas importante en la lucha de la Nación alemana para su independencia económica y su libertad (…)
El capital debe permanecer al servicio del Estado y no tratar de convertirse en el amo de la nación (…)
Yo no soy solo el vencedor del marxismo, sino también su realizador. O sea, de aquella parte de él que es esencial y está justificada, despojada del dogma hebraico-talmúdico. El nacionalsocialismo es lo que el marxismo habría podido ser si hubiera conseguido romper sus lazos absurdos y superficiales con un orden democrático”.

En cuanto al plan de exterminio de los judíos, Himmler aprende directamente de Stalin y escribe en “Reflexiones sobre el tratamiento de los pueblos de raza no germánica” (1940) que:
“tras estudiar atentamente y copiar en muchos aspectos las instituciones concentracionarias soviéticas, adoptando los métodos ensayados con éxito por Stalin, se podía exterminar a millones de seres humanos.”
Por su parte, otro nazi tristemente celebre, Joseph Goebbels, proclamo con absoluta firmeza sus raíces socialistas:
“Nosotros somos socialistas (…) somos enemigos mortales del actual sistema económico capitalista con su explotación de quien es económicamente débil, con su injusticia en la predistribución, con su desigualdad en los sueldos (…) Nosotros estamos decididos a destruir ese sistema a toda costa (…) El Estado burgués ha llegado a su fin. Debemos formar una nueva Alemania (…) El futuro es la dictadura de la idea socialista del Estado (…) socialismo significa sacrificar la personalidad individual al Todo”.¡No en balde Stalin confió inicialmente en las “buenas intenciones” de su flamante aliado durante su invasión a la Polonia oriental, Letonia, Lituania, Estonia y Finlandia!

Los hechos históricos demuestran que el totalitarismo alemán no alcanzó el nivel absolutista del totalitarismo soviético en la esfera económica. Muchos empresarios pudieron continuar con sus negocios bajo el nazismo alemán y el fascismo italiano. Pero no había libre empresa, puesto que el régimen no ocultó nunca que la economía, las empresas, las finanzas, podían seguir funcionando mientras se mantuvieran estrictamente al servicio de los intereses del Estado dirigido por un partido único totalitario. De hecho, el programa político nazifascista incluía la “limitación de las utilidades”, la “estatización de las empresas estratégicas”, el control estricto de la “esclavitud del interés”, y la “expropiación” forzosa y sin indemnización de los bienes de los enemigos del Estado (empezando por los judíos) y de las empresas que de algún modo entorpecieran los fines y propósitos del partido único gobernante.

El último canciller de la Republica de Weimar, Kurt von Schleicher, vio venir el tornado nazi cuando advirtió públicamente, antes del triunfo parcial del nazismo en las urnas, que su programa “apenas es distinto del puro comunismo”. Pero pocos lo creyeron. ¡Los nazis aspiraban al poder por la vía democrática! En consecuencia, su progresiva transformación en una oclocracia y eventualmente en una dictadura totalitaria se realizó sin mayores obstáculos. Si la oclocracia es el gobierno de la plebe, la democracia puede ser el del ataúd de los necios.

Por tanto, podemos concluir que los “liberales” estadounidenses son “socialistas”, por mucho que les moleste la etiqueta a los intelectualoides “de izquierda”, mientras que los nazifascistas y comunistas son ambos, por igual, de la “extrema izquierda” dogmática y totalitaria que ahora intenta disfrazarse con un “Socialismo del Siglo XXI”.

¿Pero no sería preferible olvidarnos de izquierdistas o derechistas para identificar las ideas por su nombre?
http://democraciaparticipativa.net/forum/3-otras-regiones-y-temas--other-regions-a-topics/5772-el-fascismo-ies-de-izquierda.html

lunes, 27 de agosto de 2012

UPyD y la tercera posición, Antonio Maestre

¿Cual es la ideología de UPyD? Muchos nos hacemos esa pregunta al ver posicionarse al partido de Rosa Díez un día de parte de los ciudadanos, otro de parte del sistema, un día obrero, otro burgués, en un baile ideológico que descoloca a todo aquel que quiere saber de que base ideológica parte para conocer cuales serán sus actuaciones el día que deje de ser un partido minoritario para convertirse en alternativa de gobierno.
La tercera posición es una doctrina política que busca marcar distancias con el comunismo y el capitalismo, surgido en la primera mitad del siglo XX es una doctrina que se declara al margen del espectro político, con marcadas ideologías nacionalistas y populistas. El tercerposicionismo históricamente ha estado relacionado con el Fascismo italiano, la Falange de Primo de Rivera, y el Peronismo.
La ridiculización del espectro político tradicional de izquierdas y derechas, calificándolo de clichés,  o su intento por evitar el debate ideológico y mantenerse al margen de dicho Espectro es la estrategia electoral habitual en UPyD.
Así respondió Rosa Díez a una pregunta de una periodista sobre cual era la ideología de UPyD.

Los intentos por conseguir una respuesta clara al respecto de cualquier miembro de su formación serán vacuos porque basan su programa en el tercerposicionismo, evitar bajo cualquier circunstancia actuaciones o declaraciones que los sitúen en cualquier lado del espectro político tradicional para evitar la perdida de posibles adhesiones desencantadas de uno u otro lado.
Antecedentes de la Tercera Posición.
El 29 de octubre de 1933 en el teatro de la comedia José Antonio Primo de Rivera realizó el discurso fundacional de Falange. Así se definía ideológicamente:
“El movimiento de hoy, que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un antipartido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas. Porque en el fondo, la derecha es la aspiración a mantener una organización económica, aunque sea injusta, y la izquierda es, en el fondo, el deseo de subvertir una organización económica, aunque al subvertiría se arrastren muchas cosas buenas. Luego, esto se decora en unos y otros con una serie de consideraciones espirituales. Sepan todos los que nos escuchan de buena fe que estas consideraciones espirituales caben todas en nuestro movimiento; pero que nuestro movimiento por nada atará sus destinos al interés de grupo o al interés de clase que anida bajo la división superficial de derechas e izquierdas.
Los Clichés de Rosa Díez o política de Barrio Sésamo como llama Carlos Martínez Gorriarán al espectro político tradicional fueron considerado en 1933 por José Antonio primo de Rivera una división superficial de derechas e izquierdas.
Otro de los movimientos políticos tercerposicionistas  que se dieron en el siglo XX fue el Peronismo, Juan Domingo Perón así definía su movimiento.
“Para nosotros los justicialistas el mundo se divide hoy en capitalistas y comunistas en pugna: nosotros no somos ni lo uno, ni lo otro. Pretendemos ideológicamente estar fuera de ese conflicto de intereses mundiales. Ello no implica de manera alguna que seamos en el campo internacional, prescindentes del problema.”
UPyD dedica su manifiesto fundacional precisamente a alejarse de las ideas tradicionales de la izquierda y la derecha situándose en la tercera posición.
“Ser considerados de izquierdas o derechas no nos parece el centro del problema, aunque nos apiadamos cordialmente de quien carece de mejores argumentos para descalificar al adversario” 
Las similitudes en los manifiestos fundacionales de UPyD y Falange en cuanto al posicionamiento ideológico son evidentes. Cada uno calificará la ideología de UPyD como considere debido, la realidad es que ellos se han declarado abierta y públicamente en la tercera posición que ya defendieron otros a lo largo de la historia.
http://antoniomaestre.wordpress.com/2012/08/08/upyd-y-la-tercera-posicion/

lunes, 20 de agosto de 2012

Centenario de Milton Friedman 2012-08-19 ¿Qué es el friedmanismo? Carlos Alberto Montaner




Milton Friedman nació en 1912, hace cien años, y los vivió casi todos. Murió en el 2006, a los 94, lúcido y combativo. Su centenario ha revivido la polémica en torno a su legado. En 1976 recibió el Premio Nobel de Economía. Lo suelen presentar como "el padre del neoliberalismo" o la cabeza de la Escuela de Chicago, pero fue mucho más que todo eso. De su obra se deduce la más sencilla y formidable definición de la libertad: ser libre es poder elegir sin interferencias ni coacciones externas.
En 1980 Friedman y su mujer, Rosa, filmaron una magnífica serie de televisión titulada Free to Choose. Fueron 10 memorables capítulos en los que el matrimonio examinó algunos casos exitosos, como el de Hong Kong, próspero debido a la libertad que tenían ahí los individuos para producir y vender, frente al fracaso de la India, entonces estancada por la planificación centralizada y en manos de los burócratas, aberración que los hindúes comenzaron a abandonar poco tiempo después.
De alguna manera, la mayor parte de los males económicos tenían el mismo origen: el Estado, un "ogro filantrópico" que, cuando pretendía ayudar, generaba ciudadanos indefensos incapaces de ganarse la vida, mientras los funcionarios dilapidaban enormes cantidades de recursos que se esfumaban en medio de la corrupción y la forja de estructuras clientelistas que lastraban y a veces imposibilitaban la creación de riquezas.
La historia de la lucha por la libertad es la historia de la conquista del derecho individual a decidir. Las personas fueron más dichosas y más ricas cuando pudieron elegir el dios al cual adoraban –o no adorar a ninguno–. Cuando pudieron trabajar, vestir, leer, escribir, casarse, divorciarse o militar libremente. Alcanzaron cierta felicidad cívica cuando dejaron de ser súbditos obedientes, se convirtieron en ciudadanos altivos y transformaron a los mandamases en temerosos servidores públicos.
Si existe el friedmanismo, éste consiste en tres ideas-fuerza fundamentales: la ardiente convicción de que nadie sabe mejor que nosotros mismos lo que deseamos y lo que nos conviene, la firme creencia en la libre competencia para perfeccionar gradualmente los bienes y servicios que adquirimos o producimos y la necesidad de que los individuos asuman responsablemente el control de sus vidas.
El friedmanismo, claro, tiene importantes consecuencias en el debate actual. De alguna manera está vinculado al creciente derecho del consumidor. El consumidor vota con su dinero y el Estado no debe imponerle productos que no desea, ni debe tener la prerrogativa de fijar los precios ni, mucho menos, como sucede en Argentina y en tantos países, criminalizar la tenencia de moneda extranjera.
Tampoco el Estado debe arrogarse el derecho a decidir qué sustancias puede utilizar la persona. Si un adulto, libremente, decide fumar marihuana, esnifar cocaína o inyectarse heroína, a sabiendas de que puede convertirse en un pobre adicto, ese estúpido comportamiento, nada recomendable, absolutamente pernicioso, forma parte del derecho sobre el propio cuerpo, y el Estado, humildemente, debe respetarlo, como debe admitir que cualquier persona en la plenitud de sus facultades mentales decida que ya no quiere seguir viviendo porque sufre demasiado. "Vivir –decía un famoso suicida español– es un derecho, no un deber".
El friedmanismo consiste, también, en creer que los vouchers son un método eficiente de estimular la competencia, pues sirven para que los padres seleccionen las mejores escuelas públicas para sus hijos, o la mejor institución sanitaria para el cuidado de la familia, lo que obliga a las éstas a mejorar la calidad de sus ofertas.
Hay mucho de sentido común en las propuestas de Friedman, pero también hay una enorme dosis de confirmación empírica. Los países más ricos y dichosos son aquellos en los que se combinan la libertad económica y la libertad política, y en los que el Estado no dirige la economía ni ejerce las tareas de los empresarios, limitándose a auxiliar la creatividad de los individuos aportando instituciones de derecho e infraestructuras materiales.
Milton Friedman lo dejó dicho es una frase clarísima: "Uno de los más grandes errores es juzgar los programas y políticas por sus intenciones, en vez de por sus resultados". Fue el más práctico de todos los teóricos. Y tuvo razón.
 http://www.libremercado.com/2012-08-19/carlos-alberto-montaner-que-es-el-friedmanismo-65253/