Juan J. Molina

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sábado, 31 de enero de 2015

Por “liderazgo humanista” en el mundo empresarial, por AMALIO REY

He escrito ya cinco posts en mi blog dedicados a la formación humanista de los gestores empresariales. En ellos me refería a los déficits y sesgos formativos que se dan en las escuelas de negocios y en otros eslabones del sistema educativo que en principio se encargan de preparar a los futuros líderes empresariales. Con esta entrada en Sintetia cierro mi seriado sobre este tema, así que si quieres ver los posts anteriores, los tienes al final de este artículo: “Seis premisas de diseño para formar líderes humanistas”.
Liderzgo_Humanista_Sintetia_Amalio_Rey
Antes me gustaría recordar algo que he repetido mucho en mi blog, y es que no me siento identificado con el concepto de “formación de líderes” porque creo que éstos no se forman de un modo deliberado, ni se fabrican desde el aprendizaje formal, sino que afloran o emergen como resultado de unos hechos y una actuación, que hacen que sean reconocidos como tales por los demás. Pero en fin, por hacerme entender y crear un puente que permita comunicarme con el mundo que se dedica a estas cosas, vengo utilizando el término de “liderazgo humanista” para condensar el modelo formativo que a mi juicio deberían seguir las personas que ocupan cargos de responsabilidad en organizaciones.
Como explicaba en un post anterior, algunas de las Escuelas de Negocios más prestigiosas están introduciendo de modo puntual contenidos humanistas en los currículos pero sin atreverse a revisar a fondo su modelo educativo. El enfoque sigue siendo esencialmente conservador porque son instituciones que mueven mucho dinero, y mientras así sea es difícil que se atrevan a cambiar variables esenciales. También está el factor de los rankings, con sus incentivos perversos, que hacen casi imposible que la formación empresarial se salga del molde o ideal que usa el “mercado oficial” para asignar reputación.
Voy a comentar ahora algunos de los contenidos temáticos o disciplinas que podrían añadirse al currículo formativo de los gestores humanistas, y que con toda probabilidad no vas a ver en casi ningún programa de educación empresarial de esos que nos atiborran con publicidad:
1.- Filosofía (de la acción directiva): Lecciones de Filosofía Aplicada con enfoques que permitan al alumnado conectar esos aprendizajes con situaciones reales que se puedan dar en las empresas. La gracia aquí está en tensar los dilemas, para ver hasta dónde aguantan los principios.
2.- Historia crítica del Management: Conocer fallos del pasado para prevenirlos en el futuro, sobre todo si se hace con el adecuado rigor crítico. El Management se ha equivocado bastante, y hay muchísimo que aprender de esos errores. Éste es un tema relevante porque creo que hay que revalorizar el papel de la Historia, y lo que nos puede enseñar sobre el presente y el futuro. Estudiar historia añade hondura a la reflexión, y pensadores como Hiroshi Tasaka o Peter Watson demuestran el valor detejer conexiones temporales y extraer patrones entre fenómenos separados por siglos. La tesis del propio Tasaka que, según su Ley del Proceso Espiral Ascendente”, sugiere que “el futuro está en el pasado pero revivido con un nuevo valor”.
3.- Antropología (de la innovación): Aprender herramientas y fundamentos antropológicos de las organizaciones, y de los procesos de innovación. A mí me parece esencial que las personas que van a tomar decisiones relevantes den, como mínimo, la misma importancia a la antropología que a la hoja de cálculo.
4.- Literatura y Poesía aplicada: Ya va siendo hora de que el Management abandone ese lenguaje cansino y acartonado que replica en las empresas. Sé que esa falta de frescura y de sensibilidad no es sólo un problema de comunicación, sino de contenido, de fondo, de cómo están concebidas las salas de máquinas de las organizaciones. Pero también es verdad que el lenguaje endogámico, y cerrado en sí mismo, que se practica en el mundo de la gestión contribuye a agravar el problema. La capa directiva lee poco, desdeña las artes, prima lo tecnocrático y parece ciega a hibridar entre disciplinas. A l*s directiv*s les vendría muy bien estudiar, practicar y disfrutar de la Poesía, por ejemplo, para estimular su sensibilidad y profundizar en sí mismos como experiencia de autoconocimiento. Necesitan “culturalizarse”, leer más poesía y novelas que les acerquen a la complejidad de la vida y a sus dilemas reales. Eso nos ahorraría, tal vez, muchos de esos latiguillos y automatismos que usan los jefes, y que vacían de contenidos y calidez a cualquier mensaje.
5.- Etnografía digital: Aquí incluimos lo que llamamos las “humanidades digitales” en todas su facetas, y tiene bastante que ver con lo que he llamado antes “Antropología de la Innovación”, pero aplicada al mundo digital.
6.- Integrative Thinking: Pensamiento holístico y sistémico. En lugar de examinar la realidad desde una lente fragmentada; aprender a abrir el zoom, conectar los puntos y entender los contextos desde la complejidad.
7.- Marketing de conversaciones: Yo convertiría al Manifiesto Cluetrain en materia de estudio y lectura obligada de todas las escuelas de formación empresarial, con el fin de promover nuevos estilos de comunicación y el fomento de lo que me gusta llamar “organizaciones conversadoras”.
8.- Visualización de datos: Ésta es una disciplina con un presente y un futuro fabuloso, y que merece más atención en la formación empresarial. Se trata de hacerpedagogía de los datos para superar el formato limitado (y limitador) de las presentaciones en PPT. Buscamos con esto desarrollar nuevas habilidades para expresar gráficamente datos cuantitativos (por ejemplo, lo que se hace en Infografía).
9.- Cultura de prototipado: Técnicas del Design Thinking que ayudan a superar tendencias perfeccionistas y a mejorar la tolerancia al error. También como herramienta para generar la reflexión y la búsqueda colectiva de soluciones.
Educación_Sintetia_Amalio_Rey
10.- Contexto cultural de los negocios: Much*s directiv*s carecen de una “mirada socio-cultural” y tienden a uniformar comportamientos a la hora de analizar los mercados en los que operan sus empresas. Hace falta una educación que ayude a comprender la riqueza de la diversidad y la complejidad cultural de las identidades.
11.- La artesanía como modelo alternativo: Las “prácticas artesanas” tienen una larga historia, pero en el mundo de la gestión sólo parece tener cabida un solo modelo: el industrial, con su obsesión “eficientista”. Vale, también se habla de diferenciación, pero me sigue pareciendo que lo más importante es crecer, la escala y los grandes números. Aquí, desde luego, barro para casa a partir de mi experiencia personal con#redca, pero es evidente que el mapa de opciones está incompleto. Necesitamos acercarnos a modelos con una dimensión más humana, y la artesanía en ese sentido es una gran metáfora en sí misma. No es la única, ni mucho menos, pero existe y se puede aprender mucho de ella.
12.- Negocios en red y Empresa Abierta: Están emergiendo nuevos modelos organizativos que priman la flexibilidad y se basan sobre todo en la gestión de redes. Esto plantea un desafío para el viejo Management demasiado ocupado en las economías de escala, los lazos fuertes de dependencia y los costes de transacción. Internet, y la economía de redes, están obligando a una revisión de los llamados “desafíos de escalado”. Esto conecta con conceptos tan interesantes como los de “Empresa Abierta” (“abrir organizaciones”) que deberían ocupar buena parte de la atención de los itinerarios de gestión del cambio.
13.- Marketing ético: Hay que darle una vuelta a los estudios de Marketing para que se encuentre un mejor balance entre: los intereses de las empresas y el de la sociedad y los consumidores. Aquí hay mucho trabajo por hacer, y no se resuelve dando una asignatura llamada “Ética”, sino integrando esos conceptos en todas las disciplinas, de forma transversal, siendo el Marketing una de las más necesitadas porque según mi experiencia, va sobrado de cinismo.
14.- Cultura estadística: En la era de los datos, resulta imprescindible que l*s directiv*s sepan interpretarlos y usarlos con rigor. Conozco muy pocos “jefes” o “jefas” que tengan una adecuada formación estadística, y lo peor es que las escuelas de negocio siguen prestando poca atención a esto, más allá de pulirse las hojas de cálculo con el único fin de que el alumnado entienda los conceptos económico-financieros. Sobre esto voy a escribir pronto un post.
15.- Co-Skills e Inteligencia Colectiva: Tal vez sea porque me dedico a ello, y es mi tema favorito, pero echo en falta que la “Inteligencia Colectiva” se integre como una disciplina de pleno derecho en los currículos de formación empresarial. Es un campo casi desconocido, y pierde por goleada en importancia frente a las materias de naturaleza competitiva, que colonizan la mayor parte de la agenda. El desarrollo de Co-Skills me parece de una importancia vital dentro de las habilidades que se esperan en los gestores del futuro.

jueves, 29 de enero de 2015

El milagro de Wörgl

Una de las consecuencias más graves de la crisis de finales del XIX y primeros del XX  fue el crecimiento acelerado del desempleo masivo y la pobreza, que también dejaba indefensa a la pequeña comunidad de Wörgl (el desempleo en Austria de entonces se ha calculado en 24.7 %). Muchos de los habitantes de Wörgl habían perdido sus fuentes de ingreso. Wörgl, como muchas otras ciudades, se encontraba al borde de la insolvencia.


El alcalde de Wörgl, Michael Unterguggenberger (1884-1936), quiso buscar una solución y decidió poner a prueba un experimento monetario. Las bases en las que este experimento estaría basado, y particularmente el concepto de “freigeld” (dinero de economía libre, o dinero de circulación garantizada, al que nos referiremos aquí como “dinero libre”) ya habían sido proporcionadas por la teoría de la economía libre, desarrollada por Silvio Gesell. Unterguggenberger se dió cuenta que la gente no podía cubrir sus necesidades solo por la ausencia de dinero. Unterguggenberger pretendía cambiar esta situación con la introducción de dinero local (llamado “billete de aseguramiento del empleo”, o “billete-AB”, por sus siglas en alemán) cuya característica consistía en que éste perdería regularmente en valor con el paso del tiempo, tal como lo hace un bien real: una manzana se pudre, un neumático se desgasta, el metal se oxida, una canción pasa de moda. Es decir se pone al dinero al mismo nivel de la riqueza creada con las manos y con la mente de la gente. La pérdida en valor de estos billetes (1% mensual) estimularía a los habitantes a hacerlos circular, a fluir. Se estipulaba que cada mes transcurrido desde la emisión del billete los habitantes debían adherir un nuevo sello, indicando un valor del 1%, para que estos siguieran siendo válidos (ver fotografía).

Cuando todo estaba listo para la introducción de esta revolucionaria forma de dinero, el 5 de Julio de 1932, Unterguggenberger se expresó de la siguiente manera:

“La lenta circulación del dinero es la razón principal de la parálisis económica que estamos viviendo. La riqueza se escapa cada vez más rápido de las manos de quienes la producen, para escabullirse en los canales generadores de interés y acumularse en las manos de aquellas pocas personas que ya no lo devuelven a los mercados reales, sino que lo acaparan como medio de especulación” 
  
Se debe aclarar que Unterguggenberger introdujo el “dinero libre” de forma paralela al Schilling, la moneda austriaca, y la adopción de éste por los ciudadanos fue estrictamente voluntaria. Únicamente los empleados de la comunidad cobrarían primeramente 50% de su sueldo en forma de billetes AB, cantidad que después se incrementaría al 75%. Además de esta medida, el alcalde de Wörgl creó un programa de promoción del empleo en donde se contrataría a los numerosos desempleados y se les pagaría en su totalidad con los billetes AB. La iniciativa de Unterguggenberger encontró gran aceptación entre los trabajadores, artesanos y comerciantes de la comunidad, quienes aceptaron con gran expectación los billetes AB. Después de poco tiempo se empezaron a sentir en Wörgl las consecuencias positivas de esta acción. La velocidad con la que el dinero “fluía”, es decir, la velocidad con la que cambiaba de manos, se incrementó significativamente, así con los primeros billetes AB que emite el alcalde, les paga a los obreros que construyen los canales de saneamiento, para ahorrarse la tarifa del 1%, éstos pronto entregan los billetes al panadero, comprando pan. Éste a su vez se apura entregándolos al carpintero que le arreglará las ventanas. El carpintero se los lleva al carnicero por embutidos, y éste al herrero para un nuevo portón. De tanto afán de ahorrar, los ciudadanos pagan el impuesto municipal por adelantado. Con esto el alcalde hace arreglar la calle. Así el círculo comienza de nuevo.  Como consecuencia, se pudo invertir en la infraestructura de la comunidad y el desempleo retrocedió 14%, mientras que en Austria aumentaba alarmantemente en un 19% más. Debido a ello, el experimento de “dinero libre” de Wörgl adquirió resonancia en la prensa internacional. Unterguggenberger fue llamado a participar en ponencias en el extranjero y hasta el presidente del gobierno francés Daladier visitó en 1933 Wörgl. Más y más comunidades se percataron las ventajas inherentes a la adopción del nuevo medio de cambio y varias de ellas empezaron a preparar el terreno para introducir el “dinero libre” de circulación garantizada.


Sin embargo, el Milagro de Wörgl encontró abruptamente su fin. Ya en enero de 1933 las autoridades austriacas habían respondido a la iniciativa de Unterguggenberger con una prohibición al uso del “dinero libre”, calificaron al experimento como unfug! (locura) y bajo la justificación de que su producción lastimaba el derecho exclusivo del Banco Nacional Austriaco de generar un medio monetario válido. La comunidad de Wörgl apeló legalmente en contra de esta prohibición, pero no tuvo éxito, y hasta mediados de 1933 siguió usando de manera ilegal los billetes AB. El estado austriaco amenazó entonces con ejercer la violencia si el experimento no era interrumpido definitivamente, y el 15 de septiembre de 1933 el Milagro de Wörgl encontró su tumba. Incluso Suiza prohibió a Unterguggenberger la entrada al país; aparentemente el estado Suizo tuvo miedo de que el ejemplo de Wörgl pudiera amenazar el monopolio del Banco Nacional Emisor Suizo. 
Poco después de la prohibición del “dinero libre” Unterguggenberger recapituló su experiencia de la manera siguiente: 
“…que aquí se me haya querido excluir de la historia, esto ya lo había previsto! Sin embargo, he logrado mandar una señal al mundo de que es posible. ¡El mundo y yo lo hemos corroborado! Esta nueva conciencia tiene ahora que madurar lentamente en el entendimiento colectivo de los hombres. En un principio, la introducción del ferrocarril también quiso evitarse.”

El Milagro de Wörgl inspira hoy todavía a quienes se interesan por sistemas alternativos de moneda. En la misma comunidad de Wörgl se fundó en 2003 el Unterguggenberger-Institut, cuyo objetivo consiste en documentar el experimento de Wörgl y reunir información sobre alternativas monetarias. El experimento de “dinero libre” de Wörgl ha sido la fuente de inspiración de muchas iniciativas que ya están funcionando con exito en la actualidad, entre esos tenemos el WIR en Suiza, el Chiemgauer en Alemania este en asociación con 27 monedas más en Regiogeldinitiativen, el Xarxa Eco en España, y se puede seguir enumerando muchos más. 

La fuente principal de este artículo es „Der Welt ein Zeichen geben -
Das Freigeldexperiment von Wörgl 1932/33“ de Gebhard Ottacher.

Obtenido de: OTRO DINERO ES POSIBLE 

martes, 27 de enero de 2015

Syriza: no todo es demanda agregada

No hay que olvidar que el progreso humano en los últimos 300 años se debe al capitalismo


RAFAEL RICOY
Wolfgang Munchau, columnista del periódico británico Financial Times, causó un gran revuelo recientemente cuando escribió que la extrema izquierda presentaba la mejor opción para la política económica de la periferia de la Eurozona. Argumentaba que la única forma de evitar el estancamiento de las economías sobreendeudadas de la periferia europea era una política económica que combinara dos elementos: inversión pública y restructuración de la deuda. Y que dado que tanto las opciones de izquierda moderada como las de derecha moderada eran demasiado “razonables” como para hacer la política económica necesaria, la mejor opción de los votantes era el inclinarse por la extrema izquierda —Syriza y Podemos.
El experimento que propone el señor Munchau se va quizás a llevar a cabo antes de lo que él imaginaba. Las encuestas apuntan a que Syriza tiene bastantes posibilidades de ser el primer partido de izquierda radical que llegue al poder en Europa como resultado de la profunda crisis que nuestros países han sufrido.
Ante la posible llegada hoy de Syriza al poder, la mayoría de los observadores externos discuten y se preocupan principalmente con las consecuencias macroeconómicas. ¿Qué le sucederá a un país que decida restructurar la deuda en la eurozona? ¿Será Grecia expulsada del Euro? ¿Podrá renegociar la deuda con la eurozona? Se ha escrito mucho al respecto, y en este momento voy a dejar este tema (crucial por otra parte) de lado, después de notar simplemente que, si bien es cierto que el nivel de deuda en Grecia es excesivamente alto, los bajísimos intereses negociados con los Gobiernos europeos la hacen sostenible.
Pero Syriza no es solo un partido interesado en hacer una política de gestión de demanda diferente; no es un partido socialdemócrata que aspire a conjuntar la gestión de la demanda agregada con el sistema de mercado, la economía social de mercado de la Europa occidental de la posguerra. Syriza, como otros partidos de extrema izquierda, desconfía instintivamente del mercado, y es un partido netamente estatista.
No hay que olvidar que el progreso humano en los últimos 300 años se debe al capitalismo
Estas aspiraciones “microeconómicas” de Syriza nos retrotraen a una controversia histórica que dominó la economía en los años 30 y 40 del pasado siglo. La gran depresión creó una verdadera crisis del capitalismo y de la democracia. Los errores de política económica que se produjeron durante este período llevaron, en la arena política, a respuestas como el fascismo y el comunismo. Pero en la arena de la Economía teórica también se produjo una enorme controversia que ponía en cuestión el papel del capitalismo y su capacidad para llevar al pleno empleo a las economías occidentales.
La alternativa al capitalismo que se planteaba abiertamente era la planificación central. El economista de la Universidad de Chicago Oscar Lange defendió en dos famosos artículos un sistema centralizado que usaría los precios de forma análoga al mercado, pero sin propiedad privada. La respuesta clave a estas propuestas la dió Friedrich Hayek en un famoso artículo de 1945, que introdujo la economía de la información y le sirvió para ganar el premio Nobel de Economía y que tiene tanta relevancia hoy como entonces.
El argumento de Hayek es el siguiente: el sistema de precios cumple dos funciones clave. La primera es conocida desde Adam Smith: da a los individuos los incentivos correctos para actuar por el “bien de los demás”. Usando el famoso ejemplo de Adam Smith, “no confiamos en cenar por la bondad del carnicero, el cervecero o el panadero, sino por su deseo de avanzar su propio interés” El panadero se levanta a las cinco porque quiere él tener el pan listo por la mañana, cuando lleguen los compradores.
La segunda función la describe por primera vez Hayek. Un sistema de planificación central nunca podrá tener la información local que tienen los distintos individuos. El sistema descentralizado de precios es la mejor forma de transmitir y coordinar el conocimiento local de cada individuo.
Supongamos que hay una helada en Brasil y la cosecha de café global se reduce a la mitad. En un sistema centralizado, tenemos que decidir qué personas no van a consumir café y deberán beber té, qué camiones, barcos y trenes no se usarán para llevar café, y para que se usarán en su lugar, qué fábricas de café deberán cerrar, etc. Podríamos ir a preguntar a los individuos (¿le gusta el té?) , pero todos nos dirán que ellos quieren café.
Por el contrario, en un sistema de mercado, nadie tiene que saber nada de Brasil. Cada ciudadano va al supermercado, ve que el café está caro, y decide si le merece o no la pena comprar. Cada camionero (o empresa de transporte) decide qué hacer con su camión —algunos seguirán transportando café, otros no.
Es como cuando nuestros hijos nos dan toda la guerra del mundo con un juego que quieren comprar, hasta que les damos un dinero y les decimos: si quieres gástalo en el juego, si no ahórralo para otro. En muchos casos, de repente, el juego ya no les gusta lo suficiente para gastarse ese dinero. Solo cuando hay precios se revela esta información sobre lo que valoran de verdad y lo que no.
El ejemplo parece remoto, pero existen en nuestras sociedades infinidad de áreas donde el sistema de precios no existe, ni la iniciativa privada. En la universidad española, por ejemplo, todos los profesores, los que trabajan mucho y los que no hacen nada, ganan prácticamente lo mismo. En este caso, contrariamente al panadero de Smith, sí que debemos esperar de la bondad de un profesor que dé una buena clase, porque no hay ningún incentivo económico para que así lo haga. Y tampoco hay mecanismos que transmitan las preferencias, o el conocimiento local de los alumnos al sistema. Si una carrera no tiene demanda porque los estudiantes no la ven útil o interesante, en el mercado los precios caerían, y los profesores se reciclarían hacia otras áreas con mayor demanda. En esta economía centralizada, con precios y salarios fijados desde arriba, todo sigue igual.
Pues bien, es cierto que las economías del sur de Europa tienen un problema “macro” de exceso de endeudamiento, y que tratar de reducir este problema requiere reducir deudas públicas y privadas. Europa debe tener interés en facilitar soluciones a este problema. Pero nuestras economías también tienen enormes rigideces, enormes segmentos protegidos de la competencia donde los que proveen un servicio viven fuera del mundo real, sin información sobre lo que este desea, ni incentivos para responder a ella.
Cuando el mercado funciona, nuestras economías y nuestros trabajadores son tan buenos como los mejores del mundo. Por ejemplo, los restaurantes españoles tienen una productividad y una calidad excelente: los camareros trabajan bien y deprisa, los cocineros son fantásticos, y el resultado es inmejorable. Pero en otros sectores, como el educativo, no se adaptan al mundo en que vivimos más que a ritmo de real decreto y de huelgas y contra huelgas.
Syriza, y otros partidos similares que quieren abandonar las reformas, imaginan un maravilloso pasado estatista al que desean volver. En vez de tratar, como en los países del norte de Europa, de combinar la flexibilidad necesaria para que nuestras economías se puedan adaptar al cambio tecnológico con un sistema de protección social que dé seguridad a los ciudadanos, buscan anquilosar, proteger y regular. Más allá del impacto de Syriza a corto plazo sobre la deuda y el euro, que puede ser dramático o no, dependiendo de cuánto adapten sus expectativas, su impacto mayor vendrá del olvido de una lección crucial: que el progreso que hemos conseguido en los últimos 300 años se debe a nuestra capacidad para inventar un mecanismo que canaliza toda la competitividad, toda la agresividad, todo el deseo humano de mejorar para uno mismo y su familia, en la dirección que beneficia a todos.
Luis Garicano es Catedrático de Economía y Estrategia en la London School of Economics.
Fuente:http://economia.elpais.com/economia/2015/01/22/actualidad/1421947584_823500.html

domingo, 25 de enero de 2015

MÁS ALLÁ DE LOS DIOSES, por Juan J. Molina



Desconfío por principios de aquellos que me prometen el Paraíso en la tierra, de los viajes planificados con pulserita en la mano y barra libre, de todos aquellos que me venden el plan perfecto donde nada se tuerce y todo está calculado. ¿Saben por qué? Porque me están mintiendo. Me pregunto a cuántos de ustedes les ha salido una hora exactamente igual a como la pensaron y no digamos ya un día entero. Para que un plan salga perfecto requiere de algo indispensable, impedir que algo o alguien se desvíe lo más mínimo, o lo que es lo mismo, aniquilar el libre albedrío, evitar cualquier posibilidad de que alguien se desvíe del monorraíl del tren con destino prefijado e invariable donde algunos pretenden que nos subamos.
Quitarnos la capacidad de decidir por nosotros mismos qué hacer de nuestra vida, ser buenos o malos, compasivos o despóticos, aventureros o sedentarios, trabajadores o gandules, activos o pasivos, fieles o infieles, etc. Algo que ni los Dioses de ninguna religión se han atrevido a hacer, a lo sumo nos amenazan si nos salimos de la senda correcta, pero al final, ningún Dios puede impedir que lo hagamos, ni tampoco puede castigarnos (al menos en este mundo) si lo hacemos. Es el conjuro que rige este universo, el del libre albedrío del que todos echamos mano una y otra vez todos los días. Sim embargo, hay quienes constantemente intentan corromper ese principio de libertad, eso sí, las formas han cambiado. Antaño se hacía solo por las bravas, o pasabas por el aro o pasabas por la hoguera, aún se hace; pero el método moderno es mucho más sofisticado: te venden una pulsera de barra libre, un plan perfecto donde todo va a salir bien. Una planificación no ya de horas o días, sino de años y lustros en los que nada ni nadie se desviarán de la autopista al paraíso terrenal y, ojo con quien ose hacerlo.
La parte de la letra pequeña del contrato, esa que no leemos casi nunca, lo deja muy claro: yo te doy barra libre y tú me das tu libertad, yo hago el plan y pienso por ti, pero tú ya no piensas porque si lo haces, me jodes mi bonito plan perfecto. Está claro que todavía hay mucha gente que no lee la letra pequeña de los contratos o, peor aún, que les gustan los paquetes de vida prefabricados, insulsos, rutinarios, con comida barata y películas de serie B, pero vida al fin y al cabo. Este año de elecciones los vendedores de planes andan como locos repartiendo pulseritas de barra libre: rentas básicas para todo el mundo, jubilaciones a los 60 años, jornadas laborales más cortas, no pagar deudas (eso es de capitalistas), expropiaciones y nacionalizaciones, controles de precios para que todo se venda a un precio “justo”, fronteras abiertas y papeles para todos, etc.

Me pregunto en qué momento empezará a torcerse el plan, ya veo a la gente pidiéndose el segundo cubata en la barra y empezando a ver como les dan garrafón para empezar y peinetas de postre. ¿Y dónde se meterán los planificadores? a mí que me registren, yo no he sido dirán, la culpa de que todo se haya ido al traste  ha sido del imperialismo capitalista que nos ha boicoteado, de los mercados, de la Merkel, del Pato Donald, de…yo no compro viajes prefabricados, ni paquetes low cost de vida ¿ustedes sí? 

martes, 20 de enero de 2015

Las raíces de nuestro lobbysmo castizo

El pasado año publicamos en Sintetia una serie de entradas sobre los lobbies en USA que tuvieron muy buena acogida y generaron no poco debate e intercambio de ideas (primera partesegunda parte yconclusión). Explicábamos entonces  que el hacer lobby se basa en el derecho de todo individuo a ser escuchado, destacando que el lobbysmo está íntimamente ligado al desarrollo de las veteranas democracias anglosajonas y constituye un elemento fundamental de éstas.
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Añadíamos también que para el ciudadano medio europeo el término “lobby” posee la mayoría de las veces una connotación negativa, ligada a poderosos grupos de presión que maquinan de forma semioculta tras las bambalinas políticas, sirviendo intereses espurios y hurtando al ciudadano su legítima participación en los asuntos públicos. Esta visión negativa resulta todavía más acusada en España, y gran parte de la culpa la tiene el lobbysmo castizo y casposo que tanto nos hemos acostumbrado a ver y sufrir por estas tierras.
Nos estamos refiriendo, por ejemplo, a ese cabildeo político-empresarial de palco futbolero; de cacerías, partidas de póquer y juergas en chalets; de puertas giratorias poco transparentes;  de contubernios entre responsables políticos y financieros en cajas de ahorro difuntas o rescatadas;  de amiguismo audiovisual o de vergonzantes tejemanejes de zascandil entre pasillos y despachos de villas y cortes.
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Viejos conocidos
Lo más chocante de esta realidad es que comportamientos como los descritos nos parecen cercanos y nada ajenos, impresos como están en el ADN de la vida pública española desde hace siglos. Basta con recordar a nuestro magistral Lazarillo de Tormes.
Lazarillo

A este respecto, Eduardo Torres Corominas, en un magnífico ensayo sobre el personaje («Un oficio real»: el Lazarillo de Tormes en la escena de la Corte) apunta muy bien los elementos que han ido conformando la idiosincrasia de nuestra peculiar manera de ejercer influencia y prosperar en los asuntos públicos. El profesor Torres reflexiona sobre la figura del Lazarillo, que ya en la Segunda Parte de su biografía aparece ya como hombre “de fortuna” plenamente integrado en la vida cortesana de su época. Un Lázaro de Tormes que al final de su carrera, desposado con la manceba del arcipreste de San Salvador y en posesión de un oficio real:
“… no sólo ha completado su progresión personal y “profesional”, sino que ha logrado dar un salto cualitativo de primer orden al penetrar, gracias a la ayuda de «amigos y señores», en la sociedad política del momento, esto es, en la sociedad cortesana, cuyos valores y forma de vida asume —y esto es lo que, precisamente, le permite integrarse en su seno— al final de un arduo proceso de aprendizaje, de una cuidada institutio dirigida por ciegos crueles, clérigos mezquinos e hidalgos presuntuosos, cuyo resultado la configuración del discreto cortesano…”
Prosigue brillantemente Corominas:
“Establecido, pues, en España, el sistema político de Corte, comúnmente llamado Estado moderno, aquellos virreyes, embajadores, capitanes, capellanes, corregidores (y también pregoneros) que representaban la autoridad real y conformaban, por tanto, el cuerpo político de la Monarquía, lograron, por esta vía, ocupar una distinguida posición social y acceder a las altas esferas del honor, mientras obtenían por sus servicios unos provechosos emolumentos. Aquella compleja organización se regía internamente por medio del sistema de la gracia, esto es, a través del patronazgo real y señorial, que se canalizaba, de arriba abajo, a través de poderosas redes clientelares dominadas por los grandes patronos de la Corte. En torno a ellas se cohesionaron, a partir de relaciones personales, aquellos oficiales y servidores que compartían un mismo origen, interés, ideología o sensibilidad religiosa, de manera que los más importantes debates y controversias del período pueden comprenderse bien a la luz del enfrentamiento protagonizado por las distintas facciones en litigio”.
¿Acaso no les resulta familiar esta descripción?
De aquellos barros, estos lodos
Visto lo visto, no es de extrañar que en el excelente estudio sobre la situación los lobbies en España, publicado el año pasado por Transparencia Internacional, la visión general del sector sea francamente negativa, tanto en funcionamiento como en regulación legal y transparencia. Nuestro país suspende clamorosamente en los tres aspectos clave necesarios para un lobbysmo bien configurado. En una escala que va de 0 a 100, obtenemos un 10% en transparencia, 35% de  integridad y 17% en igualdad de acceso, con una puntuación global del 21%. A su vez, dichas valoraciones se desglosan de la siguiente manera:
Resultado lobbies España

El informe apunta de forma muy acertada:
“La situación del lobby en España, así como los sucesivos escándalos de corrupción, producen una incómoda sensación de que el campo de juego no está equilibrado y que la toma de decisiones está sesgada en diversos ámbitos de políticas a favor de los más poderosos económicamente. La persistencia percibida y real de ejemplos de malas prácticas contribuye a la mala imagen del lobby. Aunque se trata de una actividad ineludible en una democracia y que puede aportar elementos muy positivos a la toma de decisiones, el lobby tiene hoy una connotación muy negativa en el imaginario público”.
España y su ADN social
En nuestro país parece existir un amplio consenso sobre la necesidad de transformar estas burocracias Weberianas que continúan siendo nuestras Administraciones Públicas, reduciendo su grado de despilfarro y promoviendo una profunda regeneración estructural y política, pero ¿se corresponde tal consenso con una verdadera convicción para asumir nuestra propia cuota de responsabilidad como individuos en la deriva que estamos padeciendo? ¿Existe una auténtica autocrítica sobre ese tercer pilar esencial para el funcionamiento de toda nación desarrollada? No referimos, claro está, a la “sociedad civil”, concepto que no deja de ser un llamativo eufemismo para referirse a los ciudadanos y que difumina en un todo colectivo e indeterminado las individualidades que lo conforman, así como sus responsabilidades.
A nuestro entender, tres máximas prevalecen en el comportamiento colectivo y conforman el ADN de la sociedad española:
1.- La concepción del estado paternalista y la inherente asunción de que somos como niños que necesitan ser tutelados. El aparato estatal se concibe como un gran solucionador de todos nuestros problemas, lo que deriva en una enorme tolerancia (o indiferencia o desidia) al exceso de regulación, a la imposición y la intervención. Un estado, además, vertebrador de casi todas nuestras actuaciones, donde resulta muy difícil el desarrollo de iniciativas ciudadanas al margen de la tutela pública directa o indirecta. Consideremos, por ejemplo, el modelo “charity” de numerosos países anglosajones, que autofinancia cuestiones que en España nos parecen tan “estatales” como el patrimonio histórico-artístico. O los exitosos modelos “universidad+empresa+I+D+i” implantados en las naciones más avanzadas. O el mismo lobbysmo de EEUU, protagonizado por unos ciudadanos muy sensibles al destino de los impuestos que pagan, pero a su vez altamente desprendidos con su propio dinero cuando se emplea en causas que les importan. A los españoles nos queda todavía un largo camino que recorrer en este sentido. Largo no, larguísimo.
2.- La cultura del “dinero público no es de nadie”, que aunque nos resistamos a admitir racionalmente, prevalece de forma irracional en nuestros comportamientos. Una cultura que nos empuja avivir de la subvención o a confiar en que siempre dispondremos de ella (convirtiéndola en derecho), y que también explica el alto grado de tolerancia social con el fraude fiscal, con las corruptelas cotidianas o la poca disciplina de gasto de tantos organismos públicos.
3.- La demanda del “gratis total”, por la que los ciudadanos no estamos dispuestos a pagar nada, asumiendo que es el Estado quien debe proveer una amplia cartera de bienes y servicios públicos sin coste, que además deben satisfacer sobradamente nuestras principales necesidades. Como tales servicios no se pagan directamente, mantenemos la ilusión de que son “gratis”. Por supuesto, los impuestos, el déficit y la deuda nos recuerdan cada día lo contrario, pero ojo: mejor que paguen otros, a ser posible “los ricos”.
Sociedad

Inmadurez cívica
Tales características denotan una base social todavía inmadura en cuestiones cívicas esenciales, en la que prevalece un sustrato de cómodo “buenismo”. En demasiadas ocasiones, a todos los niveles, no estamos dispuestos a enfrentar la dureza y las renuncias que impone la compleja y cambiante realidad actual, prefiriendo habitar en una ilusión de Arcadia FelizSi un problema no se debate ni se afronta, no existe: así no debemos enfrentarnos a nuestras propias inconsistencias éticas como sociedad y como individuos. Así podemos seguir presumiendo que el hombre es bueno por naturaleza y que por supuesto nosotros también lo somos, como el niño salvaje de Rousseau.
Y esto es precisamente lo que ocurre con el lobbysmo patrio. Queremos creer que nuestras instituciones son puras y bienintencionadas per se, y que velarán siempre por el mejor interés de todos. Por consiguiente, no asumimos la necesidad de establecer mecanismos transparentes, efectivos y directos de influencia continuada sobre ellas (algo que exige esfuerzo y dinero), complementarios a los canales políticos normales de representación. No “va con nosotros”, no reconocemos ni ejercemos nuestra cuota de responsabilidad personal más allá de la rutina del voto o de la protesta airada cuando las cosas no salen como nos gustan o como “nos prometieron”.
Lobbysmo_España_Sintetia
Al final, acabamos percibiendo los defectos y malos resultados sociales del sistema como algo ajeno y no como consecuencia de nuestras propias acciones u omisiones. Es este marco el que permite y que fomenta la existencia de los Lazarillos modernos y de quienes les sustentan, caldo de cultivo para la demagogia y los populismos de todo pelaje.
Mientras no cambiemos esta concepción añeja estaremos condenados a repetir una Tangentópolisperpetua (¡ah Italia, esa gran maestra!), en la que todo cambia para que todo pueda seguir igual.  Porque la política y las instituciones, no nos cansaremos de repetirlo, son el producto, bueno o malo, de una buena o mala sociedad,  compuesta por personas mejores y peores. Personas como ustedes y nosotros.
Por consiguiente, no cabe sino batirnos y lidiar con el resultadoNever surrender, queridos lectores.

Fuente: http://www.sintetia.com/

sábado, 17 de enero de 2015

El Islamismo: ¿Una nueva versión del comunismo?, por HANA FISCHER


Más que extremismo religioso, el islamismo es una conveniente interpretación política del Corán; su parecido con los fundamentos comunistas resulta revelador

(Outside the belt way)
Al igual que los comunistas, el Estado Islámico personaliza la utopía de expandir el poderío político a todo el mundo. (Outside the belt way)
EnglishConsidero que el problema internacional que más preocupa actualmente, es el islamismo. Frecuentemente los medios de comunicación traen aterradoras noticias e imágenes de lo que está ocurriendo en Siria e Irak. Vastas zonas de esos países han sido controladas por el autodenominado Estado Islámico, con la manifiesta intención de imponer el Califato. Y, más recientemente, con las terribles masacres perpetuadas por ellos en Francia.
Esta situación que era impensable hace unas décadas atrás, exige un análisis a fondo de ese fenómeno. Un primer punto de reflexión ineludible, debe darse en torno a la teoría expuesta por Samuel Huntington en su influyente obra El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial (1996). Según este autor, el fin de la Guerra Fría significaría el ocaso de las guerras por motivos ideológicos. Además, declinaría el dominio de Occidente sobre el resto del mundo. Su tesis central es:
El carácter tanto de las grandes divisiones de la humanidad como de la fuente dominante de conflicto será cultural. Las naciones-estado seguirán siendo los agentes más poderosos en los asuntos mundiales, pero en los principales conflictos políticos internacionales se enfrentarán naciones o grupos de civilizaciones distintas; el choque de civilizaciones dominará la política mundial.
Huntington expresa que el rasgo más relevante de una civilización, es su religión. En un mundo cambiante y globalizado, los estados-nación van perdiendo su carácter de fuente de identidad colectiva.
Es por esa razón que la religión parecería estar llenando esos vacíos, especialmente con los movimientos llamados “fundamentalistas” (que los hay de todas las religiones importantes), porque es un elemento de unión. De ese hecho concluye, que las religiones volverán a ser el elemento de fricción entre las civilizaciones. Incluso llevando a cruentas guerras, dado que “la religión estimula el resurgimiento de las identidades étnicas” que se sienten amenazadas por la secularización de las sociedades y la globalización.
Esta última tiende a igualar a las culturas disolviéndolas en la occidental (especialmente en la estadounidense). Y, en el caso del Islam, se agrega la creación del Estado de Israel en 1948. Esto ha provocado en el mundo musulmán una crisis, dado que se sienten expuestos a amenazas exteriores.
Luis de la Corte Ibáñez y Javier Jordán expresan en La yihad terrorista, que “los yihadistas creen o procuran difundir la idea de que Occidente e Israel son los principales culpables de todos los problemas de los países musulmanes”.
Tan influyente fue la obra de Huntington, que actualmente se tiende a observar al fenómeno del islamismo como un tema religioso. Pero, ¿realmente será así?
A nuestro entender, la religión es el camuflaje que utilizan los yihadistas actuales. Es por esa razón que aquellos que se quedan en la superficie de los asuntos humanos, pueden fácilmente ser llevados al error. A eso hay que agregarle que los propios líderes islámicos se encargan de enfatizar los aspectos religiosos de su movimiento. Nombran de forma continua a Mahoma y expresan que el único soberano es Alá.Afirman que para vivir en un mundo justo y pacífico hay que regirse por lashar’ia, que según sus creencias son las leyes creadas por Alá y enviadas a Mahoma por medio del arcángel Gabriel. Todas esas disposiciones están contenidas en el Corán, el libro sagrado del Islam.
Hay varios indicios que sugieren que el islamismo es en realidad un movimiento político y no religioso. Entre ellos podemos mencionar que sus padres intelectuales – Ibn Taymiyya [1] ,Hassan al-Banna , Abul A’la Maududi [2] y Sayyid Qutb— no eran clérigos [3] . Es más, consideraban a los sacerdotes como funcionales a la dominación occidental y por ende, despreciables. Por otra parte, sus propuestas son de índole política dado que versaban sobre soberanía, poder, autoridad, ley y comunidad. Su fin último es la instauración de un Estado Islámico. Además, no existe ninguna interpretación “correcta” del Corán. Por medio de laiytihad (libre interpretación), cualquier líder político lo suficientemente carismático puede afirmar que el gobernante de turno está actuando en contra del Corán y declarar contra él una yihad. En consecuencia, el iytihad entraña “un potencial revolucionario enorme”.
El islamismo podría ser considerado como un fenómeno contemporáneo, construido por intelectuales que reinterpretan el Islam. Y, dado que es un movimiento revolucionario, debemos discernir si podría ser considerado una versión del fascismo o del comunismo.
El comunismo, el fascismo y el islamismo se vitalizaron por la guerra. La Primera Guerra Mundial provocó la desaparición del califato otomano de Estambul [4]. La Segunda debilitó a las potencias imperialistas europeas, dando origen al proceso de descolonización. Ambos factores son claves para el surgimiento del islamismo.
Sin embargo, lo que separa al islamismo del fascismo, es que mientras el primero pretende ser un movimiento internacional —al igual que el comunismo— el fascismo es nacionalista.
Otro elemento que asemeja al islamismo con el comunismo, es que Lenin sostenía que el capitalismo conducía inexorablemente al imperialismo, y este a las continuas guerras. En forma análoga, los islamistas caracterizan al universo no musulmán como un mundo que tiende a guerrear sin cesar. En consecuencia, “la única forma de paz estable será la que derive de una sustitución del pluralismo religioso por la universalización del Islam”, como lo establecen de la Corte y Jordán.
Por otra parte, al igual que la “deskulakización” llevada a cabo en la URSS, los islamitas “eliminan” a los musulmanes que no quieran ajustarse a su visión del Islam.
En adición a todo lo anteriormente dicho, ni el comunismo ni el islamismo dejan lugar para la vida privada, ni siquiera la conciencia. El fascismo nunca pretendió llegar a esos extremos.
La utopía islamista pinta un futuro venturoso para toda la humanidad, una vez que los musulmanes gobiernen. Aseguran que un Estado fundado en los valores y principios del Islam, es la única vía para crear una sociedad perfecta. Pero la cruda realidad es que bajo su conducción, el supuesto “paraíso” se transforma en un infierno. También en eso se asemeja al comunismo.
En conclusión, más allá de las aparentes diferencias, el islamismo radical de nuestros tiempos podría ser considerado una nueva versión del comunismo.

Notas

[1] Taymiyya fue una de las primeras fuentes de autoridad del pensamiento islámico elaborado desde la Edad Media. Según De la Corte Ibáñez et al. fue la inspiración básica para muchos ideólogos del yihadismo del siglo XX.
[2] Fundador de la organización Yamaat-i-Islami concebida como un partido político de corte autoritario.
[3] Esta característica del islamismo lo acerca al comunismo y lo aleja del fascismo. Carlos Marx, Federico Engels y Lenin pueden ser considerados los padres intelectuales de comunismo, mientras que el fascismo no fue una teoría sino una acción.
[4] Además la desmembración del Imperio Turco que constituía un factor de unidad entre los musulmanes, y el reparto de sus territorios entre las potencias occidentales, especialmente Gran Bretaña y Francia.