Desconfío por principios de aquellos que me prometen el
Paraíso en la tierra, de los viajes planificados con pulserita en la mano y
barra libre, de todos aquellos que me venden el plan perfecto donde nada se tuerce
y todo está calculado. ¿Saben por qué? Porque me están mintiendo. Me pregunto a
cuántos de ustedes les ha salido una hora exactamente igual a como la pensaron
y no digamos ya un día entero. Para que un plan salga perfecto requiere de algo
indispensable, impedir que algo o alguien se desvíe lo más mínimo, o lo que es
lo mismo, aniquilar el libre albedrío, evitar cualquier posibilidad de que
alguien se desvíe del monorraíl del tren con destino prefijado e invariable
donde algunos pretenden que nos subamos.
Quitarnos la capacidad de decidir por nosotros mismos qué
hacer de nuestra vida, ser buenos o malos, compasivos o despóticos, aventureros
o sedentarios, trabajadores o gandules, activos o pasivos, fieles o infieles, etc.
Algo que ni los Dioses de ninguna religión se han atrevido a hacer, a lo sumo
nos amenazan si nos salimos de la senda correcta, pero al final, ningún Dios puede
impedir que lo hagamos, ni tampoco puede castigarnos (al menos en este mundo)
si lo hacemos. Es el conjuro que rige este universo, el del libre albedrío del
que todos echamos mano una y otra vez todos los días. Sim embargo, hay quienes
constantemente intentan corromper ese principio de libertad, eso sí, las formas
han cambiado. Antaño se hacía solo por las bravas, o pasabas por el aro o
pasabas por la hoguera, aún se hace; pero el método moderno es mucho más
sofisticado: te venden una pulsera de barra libre, un plan perfecto donde todo
va a salir bien. Una planificación no ya de horas o días, sino de años y
lustros en los que nada ni nadie se desviarán de la autopista al paraíso
terrenal y, ojo con quien ose hacerlo.
La parte de la letra pequeña del contrato, esa que no leemos
casi nunca, lo deja muy claro: yo te doy barra libre y tú me das tu libertad,
yo hago el plan y pienso por ti, pero tú ya no piensas porque si lo haces, me
jodes mi bonito plan perfecto. Está claro que todavía hay mucha gente que no
lee la letra pequeña de los contratos o, peor aún, que les gustan los paquetes
de vida prefabricados, insulsos, rutinarios, con comida barata y películas de
serie B, pero vida al fin y al cabo. Este año de elecciones los vendedores de
planes andan como locos repartiendo pulseritas de barra libre: rentas básicas
para todo el mundo, jubilaciones a los 60 años, jornadas laborales más cortas,
no pagar deudas (eso es de capitalistas), expropiaciones y nacionalizaciones,
controles de precios para que todo se venda a un precio “justo”, fronteras
abiertas y papeles para todos, etc.
Me pregunto en qué momento empezará a torcerse el plan, ya
veo a la gente pidiéndose el segundo cubata en la barra y empezando a ver como
les dan garrafón para empezar y peinetas de postre. ¿Y dónde se meterán los planificadores?
a mí que me registren, yo no he sido dirán, la culpa de que todo se haya ido al
traste ha sido del imperialismo capitalista
que nos ha boicoteado, de los mercados, de la Merkel, del Pato Donald, de…yo no
compro viajes prefabricados, ni paquetes low cost de vida ¿ustedes sí?
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