Juan J. Molina

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Juan J. Molina

sábado, 17 de julio de 2010

El papel del nacionalismo (IIX)


En la dinámica de la violencia inspirada por la religión, el nacionalismo juega un papel importante, ya que proporciona la inspiración psicológica y la justificación nacional para la discriminación. El mismo Locke, que había defendido la tolerancia de los distintos puntos de vista en aras de la paz, el orden público y la seguridad, apoyó la intolerancia frente a católicos y ateos, ya que dudaba de su lealtad para con la nación. Son famosos sus argumentos de que no podía confiarse en católicos y ateos: en los primeros porque guardaban lealtad a un príncipe extranjero (el Papa), y los segundos porque solo aquellos que creen en la recompensa y el castigo divinos tienen suficientes motivos para la fidelidad. La razón de la intolerancia de Locke frente a católicos y ateos era que mezclaba la religión con asuntos de estado y era incapaz de extender su tolerancia hacia aquellos que consideraba dudosos de guardar lealtad al país. La actitud discriminatoria del liberal Locke demuestra como el nacionalismo puede servir de inspiración y justificación de discriminación contra las minorías religiosas.
La misma mezcla explosiva de estado y religión es la que vuelve intolerante y violento al Islam. Tradicionalmente, el Islam predica la tolerancia frente a otras religiones; permite a otros creyentes que practiquen su fe. Islam significa »abandono de sí mismo« y el Corán establece que no puede haber obligación en el Islam (2:256). En este aspecto concuerda con Locke, Aquino y Calvino acerca de la necesidad de libertad interior, aunque, por razones similares a las de Aquino y Calvino, no la admite para los apóstatas. Pero esta visión de »no obligación«, que respetaba la diversidad religiosa y la libertad de conciencia, coexistía con muchas formas de discriminación. Porque, aunque la fe (imam) no puede imponerse, los musulmanes pueden emplear la coerción e incluso la guerra santa (jihad) para someter a los infieles a una política en particular (cf. Langerak 1997, 516). No es necesario enfatizar que la causa de discriminación es la preocupación por la unidad política y la incorrecta identificación de lealtad política con afiliación religiosa.
Lo dicho sobre el Islam también puede aplicarse al hinduismo. En ausencia de un fundador, de una autoridad central de enseñanza y de escrituras y credos reconocidos universalmente, se define al hinduismo como una forma de vida antes que como una religión. Como señala correctamente B.R. Sharma, la más grande cualidad de los hindúes »es su poder de liberalismo, su tolerancia, la adaptación y asimilación de todas las culturas que entran en contacto con su fe y su vida social« (Chitkara 1997, vii). El hinduismo acogió a todas las filosofías sociales y creencias, que »prosperaron en este país sin ningún prejuicio malicioso ni discriminación« (ibid.). De hecho, »la vasta mayoría de los hindúes se sienten satisfechos con sus rituales y costumbres, y con la gran tierra que los nutre« (Spaeth 2002, 15). La ausencia de centralización, estandarización y expansionismo, así como el espíritu de adaptación, asimilación y sincretismo, hacen del hinduismo una de las religiones más tolerantes.
Sin embargo, en el pasado reciente hemos presenciado como fundamentalistas hindúes desataban el odio y la violencia contra las minorías musulmana y cristiana. La justificación de esta violencia puede ser rastreada hasta los discursos de Golwalker, que identificaba nacionalismo con hinduismo. De acuerdo con él, sólo los hindúes pueden sentir y sienten que India es su patria:
¿En qué corazón encontramos un sentimiento de reverencia, respeto y afecto por la patria? ¿Qué corazón tiembla con angustia cuando se causa daño a la patria? Si la respuesta a esta pregunta debiera darse en forma corporal, sería muy sencilla: los hindúes. Es la sociedad hindú la que abriga en su pecho un sentimiento de profunda devoción filial a esta tierra. Es esta sociedad la que considera sagrada cada partícula de esta patria, la que considera que adorar cada cosa asociada con esta tierra es una religión. (Chitkara 1997, 204-205)

De acuerdo con Golwalker, los parsis son »parte y parcela de esta nación«. Pero se niega a extender dicha caracterización a cristianos y musulmanes porque, en su opinión, estos no pueden integrase adecuadamente en la vida nacional. Para construir una nación integrada, Golwalker introduce la idea de Rastra hindú. No pide que las minorías acepten al hinduismo, pero insiste en que, para que las minorías »vivan en esta tierra con felicidad, dignidad y amor propio«, deben reconocer la »verdad del Rashtra hindú« (ibid., 210).
Este sentimiento de Golwalker parece haberse hecho eco en un panfleto de amplia circulación en la ciudad de Ahamadabad, antes de la reciente matanza, pidiendo el boicot económico y la destrucción de los musulmanes en India (Pamphlet 2002, 6). Lo firmaba »un verdadero patriota hindú«, e implicaba que la destrucción de los musulmanes es un acto de patriotismo. Una vez más, el punto que debe remarcarse es el siguiente: uno de los factores cruciales que vuelve a las religiones intolerantes y violentas frente a otras creencias, es la incorrecta identificación de lealtad política con afiliación religiosa, la mezcla de los asuntos del estado con la religión.

Augustine Perumalil

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