Una de las controversias constitucionales es saber donde fijar los límites eficaces a la voluntad de la mayoría; es decir, en idear un orden constitucional en el que el poder esté limitado por una constitución que solo puede cambiarse mediante un procedimiento particular. Este problema presenta connotaciones distintas según se trate de una constitución liberal ---o sea garantía de los derechos y de las libertades individuales, de normas relativas al funcionamiento de los poderes y sus relaciones y que se base en la distinción entre ejecutivo y legislativo--- o una constitución de tipo programático, o sea una constitución que, además de normas relativas al funcionamiento de los poderes y sus relaciones, contenga objetivos éticos, políticos, y económicos.
Mientras que en el primer caso los ajustes serán más fáciles o casi espontáneos, en el segundo, no se puede pensar que los objetivos de un modelo de estado-organización puedan mantenerse inmutables durante un largo periodo de tiempo sin acudir al empleo de un creciente aparato coercitivo. Las circunstancias históricas, la dinámica internacional y los cambios de la propia conciencia cívica contribuyen a dejar obsoletas las finalidades de unas constituciones, que los ciudadanos pueden empezar a sentir como no asumibles o directamente como imposición. Aparece así la perenne crítica liberal a la concepción sustantiva del “bien común” y de su creencia en que el “bien común” de una asociación civil consiste, por el contrario, no en una irrealizable “comunidad de fines”, sino en una “comunidad de normas” que se limiten a especificar los comportamientos.
Todo esto permite comprender por qué el liberalismo se opone a una intervención del estado (es decir, de la clase política, sea cual fuere su forma de elección) en el mercado con el fin de especificar sus objetivos, y trate de separar la función legislativa de la de dirección política, y ambas de la actividad de gestión de la esfera económica.
Esto, se quiera o no, guste o no guste, es la esencia de la tradición liberal.
Bibliografía, Atlas del liberalismo, Raimondo Cubeddu, Unión editorial.
CONTINUACIÓN
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