Juan J. Molina

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lunes, 27 de febrero de 2012

Sobre democracia consensual, En torno a ideas de Kwasi Wiredu, por Luis Villoro


This article follows up parallels between Kwasi Wiredu's suggestion of a democracy based on consensus in Africa and similar movements in indigenous America. In view of the processes of transition from traditional communities in pluralist societies and the resulting problems for a form of government based on consensus, some programmatic ideas are sketched out to counter the latter. Thereby, a recognition of all differences proves crucial, as a basis for supplementing representational democracy with participatory elements of direct democracy.
Alternativas de la democracia



Kwasi Wiredu:
"Democracia y consenso en la política tradicional africana. Defensa de una institucionalidad política sin partidos".
En este número.
Artículo
  El modelo occidental de democracia representativa parece imponerse actualmente en el mundo. En muchos países ha servido para liberarse de un sistema totalitario, pero también, en otros, ha llevado a la destrucción de formas colectivas de vida de comunidades tradicionales. Ha sido el caso en muchas regiones de Africa. Kwasi Wiredu, en un sugerente artículo,  1  propuso una alternativa. La tradición africana anterior a la colonización desarrolló, en varios pueblos, formas de democracia diferentes a la occidental. En lugar de la imposición de las mayorías, el diálogo entre todos, que conduce a un consenso; en el acuerdo final nadie queda excluido; en vez de la lucha entre varios partidos o la predominancia de uno solo, el diálogo razonado entre todos los miembros de la comunidad.
  Es notable que esas formas de democracia consensual presentan una analogía con prácticas semejantes en muchos pueblos indígenas de América, que se remontan a un pasado anterior a la conquista europea. En muchas comunidades indígenas persiste el ideal del consenso, al que se llega por la participación de todo el pueblo en asambleas. La asamblea designa también, para cargos dirigentes, a personas que destaquen por su edad avanzada y su sabiduría. Los gobernantes están sujetos al control de los miembros de la comunidad, como proclama un lema común: deben "servir obedeciendo". Estos procedimientos intentan preservar las relaciones de comunidad; por ello chocan a menudo con el régimen de partidos políticos que la dividen.
»En la asamblea todos toman la palabra y discuten; al final de la discusión un anciano interpreta y resume la decisión a que se ha llegado. Anuncia: 'nosotros pensamos y decimos ...'.«

Carlos Lenkersdorf
(Nota 2)
  Un etnolingüista, Carlos Lenkersdorf, describe así la práctica de una asamblea en una comunidad tojolabal (pueblo de ascendencia maya) en México: »En la asamblea todos toman la palabra y discuten; al final de la discusión un anciano interpreta y resume la decisión a que se ha llegado. Anuncia: 'nosotros pensamos y decimos ...' Es decir – escribeLenkersdorf – gracias al hecho de tener corazón ya, intuye nuestro pensar comunitario y lo anuncia. Se ha logrado un consenso expresado por la palabra 'nosotros'. Esta clase de asambleas nos demuestran la intersubjetividad en acto. Es la comunidad que vive gracias a la participación de todos y de cada uno.«  2 
  Este espíritu tradicional anima un movimiento renovado en favor de los derechos de los pueblos indígenas, en varios países de América Latina: México, Guatemala, Ecuador, Bolivia. Mediante la defensa de su autonomía, intentan preservar y renovar las formas de vida comunitaria amenazadas por la sociedad individualista moderna.
  Es notable comprobar cómo el retorno a las fuentes africanas de la democracia es paralelo a un renuevo de ciertas tradiciones indias similares en América. ¿No indica este hecho que se trata de un proyecto de alcance universal – como el mismo Wiredu no deja de sugerir – que rebasa con mucho las fronteras de un pueblo?
  La democracia representativa restringe la participación del elector a ciertos actos puntuales; terminando éstos, el ciudadano se ausenta, pierde el control de sus representantes quienes deciden por él. La democracia representativa es un procedimiento para substituir el poder de los ciudadanos; crea un estamento social ligado a los partidos y a las funciones públicas, el cual es el verdadero detentador del poder; está constituido por una burocracia política y sostenido por el poder económico. La democracia representativa se funda en el principio de la competencia; igual que la burocracia del partido triunfante ha descartado a sus electores; una vez llegado al poder hace un lado también a las minorías perdedoras. Un rasgo necesario del procedimiento democrático es la exclusión.
»Frente al individualismo competitivo de la democracia liberal, esta alternativa de democracia consolidaría los lazos que constituyen una comunidad.«
  La democracia consensual, ideal de muchas comunidades no occidentales, se puede presentar como un correctivo a esas fallas inherentes a la democracia representativa. Tendría el mismo sentido que las propuestas de una democracia "radical" o "participativa" de otros autores. Pondría énfasis en procedimientos que aseguraran la participación en las decisiones que les conciernen de todas las personas situadas en una sociedad y su control sobre quienes las representen. No se basaría en la competencia partidista sino en el principio del acuerdo. Su idea regulativa sería evitar la exclusión. Frente al individualismo competitivo de la democracia liberal, esta alternativa de democracia consolidaría los lazos que constituyen una comunidad.


 Problemas de una democracia consensual

»En una democracia participativa actual, el consenso buscaría su legitimidad en el acuerdo entre libertades personales. Sería producto de la decisión autónoma de todos los ciudadanos.«
  La democracia consensual forma parte de una concepción anterior al pensamiento moderno. Es propia de sociedades fundadas en la necesidad del trabajo colectivo; se trata, por lo general, de sociedades agrarias o ganaderas, donde permanecen formas comunitarias de vida. El trabajo colectivo en el campo exige cooperación, ayuda mutua, decisiones compartidas. Por otra parte, esos procedimientos de consenso no se ponen nunca en cuestión; remiten a una tradición comúnmente aceptada; forman parte de costumbres establecidas.
  Pero las comunidades tradicionales se rompen al pasar a formas de vida "modernas". La democracia pretende ser ahora el resultado de la voluntad concertada de individuos autónomos; ya no se funda en las costumbres transmitidas por la tradición sino en el ordenamiento legal decidido por los ciudadanos individuales. Debemos entonces preguntar: ¿acaso podrían las concepciones de comunidades premodernas transpasarse a las sociedades individualistas modernas? No es posible regresar al pasado; no podemos resucitar en una sociedad diferente formas de vida propias de sociedades agrarias menos complejas. Sin embargo éstas podrían ofrecernos una vía para superar el individualismo y la falta de participación política de las personas situadas, propios de las democracias liberales actuales. Para ello sería menester levantar (en el sentido del Aufheben hegeliano: conservar y superar) los principios de la democracia liberal a la altura de una democracia comunitaria renovada.
  Esta propuesta suscita problemas teóricos. Señalaré los dos que me parecen más importantes.
  1. Los procedimientos para llegar a consensos en las comunidades mencionadas fundan su legitimidad en una sabiduría colectiva heredada, que a menudo se expresa en mitos seculares; forman parte de las convenciones de la moralidad social vigente. Su aceptación expresa una actitud reiterativa de formas de vida y concepciones tradicionales. El disenso de un grupo o de un individuo cae fuera de esa moralidad social; es disruptivo de la vida comunitaria; no puede considerarse legítimo. En una democracia participativa actual, en cambio, el consenso buscaría su legitimidad en el acuerdo entre libertades personales. Sería producto de la decisión autónoma de todos los ciudadanos. Tendría que aceptar como legítimo, por lo tanto, el disenso frente a cualquier forma de tradición o de costumbre consensuada anteriormente. Supone una norma previa a la aceptación de la tradición colectiva: el respeto a la autonomía de todo miembro de la colectividad y, por ende, de su derecho a disentir.
»Los seres humanos tienen la capacidad de abrirse paso entre sus diferencias hasta tocar fondo en la identidad de intereses.«

Kwasi Wiredu
(Nota 3)
  2. Como señala acertadamente Wiredu, la democracia consensual supone que todos los miembros de la comunidad pueden llegar, por el diálogo, a descubrir un bien común sustantivo. »Los seres humanos tienen la capacidad de abrirse paso entre sus diferencias hasta tocar fondo en la identidad de intereses.«  3  En efecto, en las comunidades premodernas, el pueblo puede coincidir en los fines y valores superiores, aceptados por la tradición, que presentan unidad a la comunidad. En cambio, las sociedades democráticas modernas y complejas no comparten necesariamente ese supuesto. La concepción liberal de la democracia se levanta sobre el supuesto contrario; es una manera de responder a la multiplicidad de concepciones del bien común que responden a intereses divergentes. Si el Estado aceptara una concepción sustantiva del bien común, sería por la imposición de un sector de la sociedad sobre los demás. De hecho, eso es lo que puede suceder, en la realidad, si se sigue con rigidez el principio del gobierno de la mayoría.
  ¿Podría modificarse esa práctica para promover el principio del consenso? Me parece que la respuesta sería diferente según el ámbito de decisiones de que se trate. En los espacios locales, comunidades, municipios y aún pueblos autónomos, donde los ciudadanos pueden mantener un contacto personal y donde, bajo las discrepancias, puede haber conciencia de necesidades comunes es posible preservar o recrear procedimientos para llegar a consensos. Estos versarían sobre la solución de problemas locales, los que afectan a todos los miembros de esa comunidad particular.
»Sólo cabe un consenso básico que reflejara unaidentidad de intereses: el respeto a la pluralidad de puntos de vista sobre el bien común, el reconocimiento de las diferencias.«
  En el espacio amplio de un país complejo, en cambio, la comunicación interpersonal, así como el conocimiento recíproco de los problemas comunes, son escasos. En ese nivel subsiste de hecho una pluralidad de grupos con puntos de vista e intereses que no se comunican. Sólo cabe, por lo tanto, un consenso básico que reflejara una identidad de intereses: el respeto a la pluralidad de puntos de vista sobre el bien común, el reconocimiento de las diferencias. Esto es un valor de segundo nivel, por así decirlo; consiste en la igual consideración de los valores sustantivos que elijan los distintos grupos de la sociedad. No es inocuo. El reconocimiento de las diferencias implica dar a cada quien lo suyo, vieja definición de la justicia. La justicia es equidad en el trato de todas las diferencias.
  Dada la ausencia de una sola concepción del bien común, previamente consensuada por la tradición, en la democracia moderna sólo puede establecerse un consenso sobre los puntos en que coincidieran parcialmente concepciones y programas diferentes, al modo deloverlapping consensus del que habla John Rawls. Para lograrlo sería necesario que el diálogo racional se acompañara de la voluntad de cooperación. El principio de igualdad en el reconocimiento de las diferencias guiaría la obtención de ese consenso racional parcial.
  La democracia consensual, creo, tendría que dar soluciones institucionales a esos dos problemas.


 El Estado plural

»En los espacios en que la gente puede intercomunicar para llegar a decisiones consensuadas, fomentaría la renovación de la comunidad.«
  Propondría las siguientes ideas programáticas para hacer frente a los problemas anteriores; coincidirían tal vez con las que imaginaría Wiredu.
  La propuesta de una democracia radical o participativa sólo podría realizarse cabalmente si pasáramos de un Estado nacional homogéneo a un Estado plural, basado en el reconocimiento de todas las diferencias. Tendrían que armonizarse en él los procedimientos de una democracia representativa con formas institucionales que aseguraran el desarrollo de una democracia participativa. En los espacios en que la gente puede intercomunicar para llegar a decisiones consensuadas, fomentaría la renovación de la comunidad. Se constituiría sobre pactos de autonomía del Estado con los distintos pueblos (nacionalidades, etnias, tribus) que constituyen el Estado plural. Cada región autónoma delegaría, a su vez, gran parte del poder administrativo y político a los ámbitos locales, donde el pueblo real vive y trabaja: comunidades, municipios y delegaciones, pero también lugares de trabajo: cooperativas, universidades, industrias. En esos espacios podrían desarrolarse decisiones consensuadas.
Luis Villoro
ha sido durante casi 50 años profesor de materias filosóficas en la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Universidad Autónoma Metropolitana (México). Vive y trabaja en la Ciudad de México.
  Tendrían que establecerse, en un segundo nivel, relaciones intercomunitarias. Estarían dirigidas por la idea regulativa del igual reconocimiento de todas las regiones autónomas y, en ellas, de las comunidades que las integran. En ese nivel, tendría que mantenerse un poder federal, a partir de los procedimientos de una democracia representativa. Sin embargo, en asuntos de particular importancia y de competencia del común de los ciudadanos, podría asegurarse una participación de todos mediante las figuras establecidas de la consulta, el referendum y el plebiscito.
  Todo ello no implica la disolución de la democracia representativa sino su complementariedad con formas de democracia directa que permitan acercarse a consensos. Tampoco implica la eliminación de los partidos políticos sino la restricción de sus facultades. En los ámbitos regionales y locales no serían útiles para propiciar consensos; estarían ausentes. En el ámbito nacional, en cambio, serían necesarios; pero su función estaría limitada a las cuestiones intercomunitarias.
  Me parece que el renuevo de formas de democracia consensuada, común a un movimiento importante de Africa y de la América india, puede abrir una alternativa para superar las limitaciones de una democracia liberal de tipo occidental. Sobre todo, puede ser el inicio de una forma aún inédita de comunidad renovada.

Notas
 1   
Kwasi WireduDemocracia y consenso en la política tradicional africana. Defensa de una institucionalidad política sin partidos. En este número
 2   
Carlos LenkersdorfLos hombres verdaderos. Voces y testimonios tojolabales. México: Siglo XXI, 1997, 80. 
 3   
Kwasi Wiredu12

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