LA DEMOCRACIA AMENAZADA, por Juan José Molina

Aunque algunos no lo sepan, la democracia no solo es un sistema de gobierno minoritario si no que además es frágil. No es ni mucho menos la panacea y tiene en su propio seno graves deficiencias además de enemigos perfectamente camuflados. Me gustaría hablar en concreto de este último aspecto, el enemigo camuflado.

Las democracias liberales, que son las que supuestamente tenemos en el mundo libre, solo tienen una ideología que realmente las defiende, como su propio adjetivo calificativo indica, esta ideología es la liberal. Tan solo desde el más estricto respeto a las leyes, mejores o peores, y desde la libertad individual o de grupos minoritarios se puede entender un sistema político que se basa en la defensa de los derechos humanos y en la libertad.

Tanto los conservadores o grupos de derechas que pugnan por conservar sus privilegios económicos o de poder o desde la izquierda que pone por encima de los derechos y de la libertad individual un “fin” común al que todos deben plegarse por las buenas o por las malas, la democracia es vapuleada sin rubor por ambos bandos. Por eso, vemos cómo todos los días dependiendo del asunto en cuestión, ya sea una sentencia judicial o una nueva ley, partidarios de uno u otro bando claman en contra de los otros pretendiendo tener la razón y atacando sin pudor incluso a las propias instituciones del estado como la Justicia.

Adoptamos la democracia como un sistema de alternarse en el poder sin derramamiento de sangre pero los jugadores de esta partida están alterando irresponsablemente las reglas del juego, si bien admiten su derrota en las urnas, luego no son capaces de esperar pacientemente su turno e intentar ganar la partida en la próxima mano, muy al contrario, boicotean en todo lo posible la acción del gobierno legítimamente elegido y en la cima de de la irresponsabilidad, agitan a sus partidarios en las calles para coaccionar, cuando no derribar, a los que democráticamente tienen la responsabilidad de gobernar.

Este despropósito es un círculo vicioso que nos puede llevar al mayor de los desastres, tanto el que gana como el que pierde dejan de verse como simples adversarios políticos y pasan a ser enemigos, cuando el juego sucio entra de lleno ya no valen las reglas legales, a cada vuelta de tuerca los contendientes se hacen más retorcidos y se radicalizan. No es nuevo, si llegar al poder democráticamente no es suficiente garantía para poder gobernar en paz, el siguiente paso es acabar con el enemigo porque si no será él quien acabe contigo, cada vez los más escrupulosos y con valores humanos más elevados van siendo desechados y apartados por nuevos dirigentes menos escrupulosos y dispuestos a lo que sea por conseguir el objetivo propuesto.

Así se gestan las dictaduras, las revoluciones y generalmente los mayores desastres sociales, al grito de “la calle es nuestra” la libertad y el sentido común y la propia democracia son pateadas sin piedad y los peores se alzan con el poder.