En uno de sus últimos textos pregunta Villoro, nos pregunta
a todos: »¿debemos conformarnos con la realidad recuperada y renunciar para
siempre a nuestros sueños o podemos aún acariciarlos sin sucumbir a sus
engaños?«. Visión utópica y actitud crítica, en fin, compromiso
ético irrenunciable, se anudan en la propuesta que el pensador mexicano nos
ofrece. ¿Es posible todavía una sociedad humana adecuada? ¿Una sociedad que
permita y promueva la convivencia libre y pacífica entre los seres humanos, se
funde en principios de justicia e igualdad y en actitudes de cooperación
solidaria? Villoro piensa que tal cosa es todavía posible con la condición de
que recuperemos, más allá de los devaneos cientificistas e ideológicos de la
modernidad, más allá de las promesas incumplidas del liberalismo y del
estrepitoso fracaso del socialismo, las exigencias de una concepción ética de
la praxis social. Que la organización política y la acción política se realicen
conforme al "valor" y ya no sólo conforme al "poder", esto
es, que podamos restablecer los fundamentos éticos de la vida política: una
idea del "bien común" y de los valores objetivos (que expresan lo
deseable por todos y no lo deseado por algunos), una asunción clara de nuestra
responsabilidad y compromiso práctico, y una conciencia racional, crítica y
vigilante frente a toda desviación autoritaria y dogmática de la vida social.
No se trata,
ciertamente, de volver a una visión moral, moralista, de la sociedad, al
espacio de las buenas conciencias y las buenas intenciones. Se trata, para
Villoro, de formular una ética política, que consiste en la sabiduría para
mediar entre "el poder y el valor"; entre los ideales y valores sin
los cuales la praxis social pierde sentido, y el conocimiento y entendimiento
de las situaciones reales en las que vivimos los seres humanos, sin el cual
toda acción transformadora y emancipadora se condena al fracaso. En fin, son
tres las posturas que debemos evitar y combatir: a) el instrumentalismo, que
quiere realizar una política ayuna de valores; b) el moralismo, que da la
espalda a la realización práctica de los valores que dice profesar; c) las ideologías
autoritarias y totalitarias, que quieren hacernos creer que la brecha entre lo
"ideal" y lo "real" se ha cerrado, que vivimos en la
"sociedad perfecta" y no cabe ya ningún cuestionamiento crítico.
»El modelo que llamé 'igualitario' intenta ya acceder a una
asociación, basada en la igualdad y la cooperación, afirmando la diversidad de
todos ... En la comunidad cada sujeto adquiere sus sentido al realizarse en el
seno de una totalidad. Sólo entonces descubre su ser verdadero. Porque el ser
real de cada persona está en la liberación del apego a sí mismo y en su unión
liberada con lo otro, como en la relación afectiva interpersonal, cuando cada
quien llega a ser realmente al hacer suyo el destino del otro ...«
Luis Villoro (1997, 380-381)
Las anteriores son
algunas de las preocupaciones que se hilan en el libro El poder y el valor.
Fundamentos de una ética política, obra mayor de la filosofía política de
nuestro tiempo. El texto incluye también un discurso sobre la mejor forma de
sociedad o asociación política (de Estado). Frente a la alternativa clásica
entre una "asociación para el orden" – esto es, el Estado autoritario
que asegura la supervivencia, seguridad y pertenencia de los individuos, aunque
lo haga a través de medios coactivos – o una "asociación para la
libertad" – es decir, el Estado liberal y neoliberal moderno que garantiza
la capacidad de cada individuo para elegir sus modos de vida y otros derechos
básicos, pero produce el atomismo individualista, niega valores colectivos y apunta
a la descomposición del cuerpo social –, Villoro señala, a través de un
"modelo igualitario" de Estado liberal – donde se busca hacer
compatible la libertad con la justicia social –, a la idea, al ideal, de
"comunidad": a la idea de una libre armonía entre el interés
individual y el interés colectivo; a una generalización de los intereses no
egoístas, no excluyentes, de los individuos; en fin, a la recuperación del
ideal ético de la fraternidad: todo eso que la modernidad ha querido olvidar o
eliminar, y que sólo la ha conducido al callejón sin salida de la desesperación
y la desesperanza, del nihilismo, la injusticia y la miseria espiritual y
material. La modernidad debe rectificar. Debe permitir, sin renunciar a sus
logros, un retorno a lo olvidado y lo negado por ella. Se trata de restablecer,
mediante el ejercicio de una razón crítica prudente, curada de egolatría y
soberbia, los valores arcanos de la tradición, de la relación con la
naturaleza, de la cultura y del sentido ético y comunitario de la vida humana.
Fuente: http://lit.polylog.org/3/erm-es.htm
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