Juan J. Molina

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Juan J. Molina

viernes, 27 de enero de 2012

SOY UN AUSTRÍACO EN ECONOMÍA, Thomas Mayer



Este artículo es basado en un discurso dado por el autor el  12  de septiembre del 2011 en Munich.


El fracaso de los liquidiacionistas.  La Gran Depresión a  comienzo de los años treinta preparó el terreno para una era de políticas económicas intervencionistas. La macroeconomía moderna y  las finanzas se  nutrieron en la creencia de que nosotros podemos planear el futuro con éxito. Pero la crisis presente nos enseña que vivimos en un mundo de incertidumbres dónde lo desconocido  domina y nuestros planes para el futuro se frustran regularmente por eventos imprevistos e imprevisibles.
—En un mundo de incertidumbres, las empresas financieras y los inversionistas necesitan amortiguadores más grandes para cubrir los imprevistos, es decir más equidad y menos intervencionismo.
—En un mundo dónde los mercados no siempre son líquidos pero pueden agarrotarse en un ataque de pánico colectivo, las empresas y los inversores también necesitan mayores reservas de liquidez.
—La regulación puede ayudar lograr ambos objetivos, pero necesita darse cuenta de sus límites. Por encima de todo, las empresas deberían tener los incentivos necesarios para seguir el negocio empresarial. El mejor incentivo es hacer el fracaso posible. Desde ahora,  necesitamos  normas claras  para las empresas.
-          En un mundo dónde las personas hacen la previsiones equivocadas y no siempre se comportan racionalmente y los mercados no siempre son eficaces, nosotros necesitamos aceptar que la política económica no puede afinar al punto el ciclo económico.
—Para nosotros los economistas, la lección de los recientes eventos debe ser confiar menos en el desarrollo de teorías por deducción ( como gusta en las ciencias naturales)  y aplicar más la inducción ( como gusta en las ciencias sociales e históricas).
El Fracaso al estudiar la historia nos hace repetir los errores del pasado.

Introducción

La crisis financiera ha llevado a muchas personas a dudar de los méritos del libre mercado y de un régimen económico liberal. Ellos culpan a los mercados de la crisis financiera y económica y demandan una regulación más firme y, por tanto, una planificación más centralizada por los gobiernos como remedio. Nosotros discutiremos que ambos análisis en los que están basados estos puntos de vista y sus fallidas recomendaciones políticas. Esta crisis se ha causado por una  confianza excesiva en la efectividad de la planificación económica y financiera.  El fracaso del   " liquidationismo " para superar la Gran depresión de los tempranos años 30 abonó la tierra para una era de intervencionismo en las políticas económicas. La macroeconomía moderna y las finanzas nutrieron la creencia que nosotros podemos planear con éxito el futuro. Pero la crisis presente nos enseña que  vivimos en un mundo de incertidumbres donde lo desconocido domina y nuestros planes para el futuro se frustran regularmente por imprevistos y por eventos imprevisibles.  Hemos padecido la ilusión del mando. Necesitamos reconocer los límites de planear el futuro y la superioridad de un orden económico de libre mercado, dónde Estados,  empresas y personas pueden sostener  responsablemente  las decisiones financieras que ellos han tomado.

Los antecedentes de la crisis de hoy

Para desarrollar nuestro argumento  echaremos primero una mirada histórica a los antecedentes de la crisis financiera de hoy, la depresión de los años treinta. Durante los años 20 las fáciles condiciones monetarias  y un exagerado   apetito por el riesgo, resaltado por la influencia extrema en una popular  confianza en la equidad, alimentó el aumento de una burbuja en los precios de las mercancías . Cuando eventualmente se endurecieron las condiciones monetarias , el sistema se vino abajó y la bolsa de valores se derrumbó en octubre de 1929. Al momento, las autoridades tomaron el hundimiento como algo bueno. Muchos políticos sintieron  que la caída y un posible retroceso eran  necesarios para eliminar los excesos y desequilibrios  que se habían construido durante los alegres años veinte . Andrew Mellon, entonces la Secretario de la Tesorería de los EEUU, destacó este punto de vista cuando dijo:
" …eliminemos mano de obra, eliminemos stock, eliminemos granjeros, eliminemos propiedades… purgará toda la podredumbre fuera del sistema. Los costos altos de vida y los altos standing bajarán. Las personas trabajarán más duro, la vida será una vida más moral. Se ajustarán los valores y las personas emprendedoras prosperaran sobre las menos competentes. (Hoover, Herbert (1952).
Inspirados por la actitud de Mellon, aquéllos que alimentaron  la idea de que el retroceso fué un evento limpiador  fueron después llamados liquidadores. Los liquidadores podían reclamar el apoyo teórico para su punto de vista de la escuela austríaca de economía alrededor de Joseph Schumpeter y  de Friedrich Von Hayek quienes construyeron sus teorías del ciclo comercial alrededor del trabajo del economista sueco Knut Wicksell.
 Wicksell distingue entre una tasa natural de interés que refleja el retorno de la inversión  y una tasa del mercado que refleja el costo de los prestamos provenientes de los bancos . Cuando la tasa del mercado está por debajo de la tasa natural, las compañías piden prestado para invertir y la economía se expande. En el caso opuesto, la inversión se reduce y
la economía se contrae. La escuela austríaca usó esta idea para desarrollar una teoría del ciclo comercial que pone el ciclo del crédito en el centro.  Las tasas de interés Bajas estimulan los prestamos desde el sistema bancario. La expansión de crédito induce a una expansión del suministro de dinero a través del sistema bancario. Esto lleva a su vez a un insostenible boom de creditos estimulados artificialmente que conducen a una disminución de las oportunidades de inversión.  Los resultados de este boom producen una extensa sobreinversión,  causando que los recursos del capital  sean equivocadamente localizados en áreas que no atraerían la inversión si el suministro del crédito permaneciese estable.
La expansión se convierte en un fracaso cuando el crédito no puede ser sostenido –quizás debido a un aumento en la tasa del mercado o a una caída en la tasa natural– y a una  quiebra del crédito. El suministro de dinero de repente se contrae y los mercados se readaptan, haciendo que los recursos ser reasignen hacia usos más eficaces.
Los liquidacionistas entendieron la política económica como consecuencia de la  caída de la bolsa de valores en 1929 –para quienes Mellon se volvió un símbolo –aceptando el crash de 1930 como inevitable. Lo que ellos no veían claro era si la aversión extrema al riesgo  podía mantener la tasa del mercado sobre la tasa natural incluso después que la pobredumbre haya sido purgada fuera del sistema. Franklin D. Roosevelt  que ganó a  Hoover en 1932 las elecciones presidenciales, pareció haber entendido intuitivamente este problema. Quizás la acción más importante que Roosevelt tomó poco después su toma de posesión en 1933 fué garantizar los depósitos bancarios. Como resultado, el dinero en efectivo que las personas habían acumulado bajo sus  colchones volvió a los bancos y éstos mejoraron su liquidez.
Cuando la administración de Roosevelt un año más tarde recapitalizó los bancos, la extensión del crédito mejoró de nuevo y la economía se recuperó. Es interesante destacar que  no había un gran estímulo fiscal en  la política de 1933– El famoso New Deal solo se sentiría más tarde.
Entonces, contrariamente a la sabiduría convencional, la chispa que encendió la recuperación de 1934 fue la vuelta al ciclo del crédito. La experiencia de la depresión y la recuperación de Roosevelt indujo a John Maynard Keynes a lanzar un duro ataque a La escuela austríaca. En su Teoría General, escrita en 1935, él hizo una fuerte defensa de la intervención gubernamental. La política fiscal debería venir al rescate cuando la gente temió la caída de la economía y guardó su dinero. Muchos estudiantes de economía todavía creen hoy que fué la aplicación de la teoría de  Keynes la que acabó con la crisis de 1930-33.
Nosotros no estamos de acuerdo. En nuestra lectura de eventos estaba la política que indujo la vuelta del ciclo del crédito que propició el truco. Por tanto,  la recuperación de 1934 fue más Austríaca que Keynesiana. Permítanos ser claros: Los liquidacionistas estaban equivocados al permitir que la depresión ocurriera y fallaron al no reconocer que el miedo puede engendrar más miedo. Roosevelt reconoció esto cuando en su discurso inaugural él dijo: la única cosa a la que tenemos que tener miedo es al propio miedo. He hizo bien al intervenir y estabilizar los bancos. Pero lo que él hizo–abriendo los mercados al crédito–es lo que se desprende de una lectura austríaca del ciclo comercial.
Los austríacos habían advertido que una extensión política de inducción al crédito antes de ser eliminados todos los excesos en la economía solo retrasaría el día de pasar cuentas. Pero también ellos habrían tenido que concluir que después de la depresión de 1930-33 apenas nadie podía todavía ver los excesos en las economías del mundo occidental. No obstante, se paró de nuevo  en 1937 cuando el apoyo de la política fiscal monetaria fue retirada. La mayoría los historiadores económicos defienden que el periodo de inestabilidad económica en EE.UU. sólo acabó hacia el final de los años treinta cuando el país se preparó para la guerra. El historiador británico Niall Ferguson incluso ha defendido, que Alemania salió de la depresión antes que EE.UU. debido a su preparación más temprana y más agresiva para la guerra.
Hyman Minsky,  que es generalmente asociado a la escuela de economía Poste-keynesiana, describió el ciclo del crédito de una manera similar. Parece que  la anticipación por el miedo a la guerra o el miedo en sí mismo dejaron  de ser un factor de desestabilización en los desarrollos económicos. La revisión histórica de la Gran Depresión nos deja  una conclusión perturbadora: La teoría de ciclo de crédito austríaca parece tener un mejor encaje  los eventos que  la teoría de  Keynes de la trampa de liquidez y el poder de política fiscal. Lo  que los austríacos parecen haber desatendido es que una economía paralizada por la aversión extrema al riesgo pueda necesitar un empujón de confianza con algunas medidas de  política económica. Pero esto no fué lo que la mayoría de los economistas y teóricos de la política concluyó.

Las lecciones de la Gran depresión: “Por encima de los gobiernos”…

Al final de la 2ª Guerra Mundial numerosos intelectuales y economistas occidentales coquetearon con el estilo Soviético de planificación central. Después de todo, la Unión Soviética había prosperado durante los años treinta mientras los países capitalistas habían estado en crisis. ¿No demostraba este hecho que su modelo económico era superior? Habiendo perdido la batalla intelectual con Keynes y sus seguidores en los años treinta, los austríacos hicieron un último intento de ir contra la economía centralizada y planeada con el estupendo libro  de Hayek  Camino de  Servidumbre publicado en 1946. Ellos ganaron la guerra de los principios y el mundo occidental no subscribió el sistema Soviético de planificación central, a pesar de la seducción que este modelo estaba ejerciendo en muchos intelectuales después de la gran guerra. Incluso Keynes se puso lado de los austríacos hasta donde le fué posible involucrarse y escribió a Hayek: “en mi opinión es un gran libro...Moral y filosóficamente estoy de acuerdo virtualmente con todo lo expuesto: y no sólo de acuerdo con él, sino profundamente inclinado a asumirlo.”
No obstante, los austríacos perdieron la batalla  de la política económica en la posguerra en los países occidentales. La idea de Keynes de exigir una dirección a través de la política fiscal se convirtió en un mantra después la guerra. Algo tardíamente, en 1971 cuando  acabó la conexión entre el Dólar americano y el Oro, incluso Richard Nixon llega a decir: yo soy
ahora un Keynesiano en economía.
Desde los años cincuenta al final de 1970 la política económica occidental se caracterizó por el  uso y abuso de la política fiscal como una herramienta para dirigir la economía. Los gobiernos estaban bastante contentos de elevar los préstamos durante las crisis, pero generalmente renuentes para bajárlos en las alzas. Hacia el final de los años sesenta, el uso y abuso de política fiscal creó unas tensiones en las finanzas  gubernamentales  que sólo podían aliviarse con la monetización de la deuda gubernamental. Como consecuencia, Richard Nixon el 15 de agosto de 1971 suspendió la sujección del dólar al oro. Ello lanzó el sistema de posguerra a una economía de moneda "fiable" pero sin garantías reales.
Durante  el periodo posterior a la 2ª GM  la norma del oro implícita bajo el Sistema de los Bretton-woods (donde el USD era supuestamente tan bueno como el oro),  apenas daba un resquicio para una política monetaria  pro activa (lo cual, sin embargo, no previno al gobierno americano para usar la fabricación de dinero como una herramienta del fondo auxiliar). Esto cambió drásticamente después de la decisión de Nixon de 1971. El resultado fue un aumento de la inflación ya que la deuda gubernamental y los déficit se financiaron en parte mediante la fabricación de dinero. Como ambas, crecimiento e inflación estaban enfrentadas, la palabra deflación fue acuñada para describir la situación económica de los años setenta.

…. en cuanto a los bancos centrales”
El fracaso del  nuevo régimen de dinero  fiable fue que le faltó un ancla monetaria. Como resultado, la política monetaria terminó acomodándose a la política fiscal  y desarrolló una política de expansión monetaria . Esto fue eventualmente reconocido  por los políticos a principio de los 80. En los años setenta, Milton Friedman había propuesto  límites a la expansión de suministro de dinero y puso la primera piedra para la introducción de bancos centrales independientes. Cuando la Inflación mató la idea de que había un intercambio entre la inflación y desempleo, el tiempo del monetarismo había llegado. El Presidente de la Reserva Federal Chairman Volcker usó la demanda monetaria para controlar el suministro de dinero como la justificación para diseñar un retroceso profundo que acabaría con  la inflación.  Los comienzos de los  80 fueron  un periodo de arrepentimiento por los pecados de Keynesianismo cometidos en los 60 y 70. Con el desarrollo de la teoría de expectativas racionales y eficaces para los mercados financieros, el péndulo parecía girar atrás del  constructivismo de la política económica anterior  hacia un  régimen de mercado más liberal.
Pero la camisa de fuerza pensada por Friedman para la política monetaria no se sostuvo mucho tiempo. En el curso de los años 80 la política monetaria se libró de la camisa de fuerza de Friedman y volvió a ser  pro activa. El gran campeón de este acercamiento a la política monetaria fue Alan Greenspan.
La  caída de la bolsa de valores en 1987 fue la primera aplicación del uso pro activo de la política monetaria. Para Defenderse de los riesgos de la recesión, Greenspan, bajó los intereses. La terapia funcionó y en lugar de desacelerar la velocidad de la economía ésta se aceleró durante el final de los años 80. La siguiente ocasión para aplicar el método de Greenspan vino en el despertar de la crisis de ahorro y préstamos al final de los años ochenta, qué contribuyó al retroceso de 1990-91. De nuevo,   la rebaja de intereses para apoyar la economía  tuvo éxito mitigando la recesión. En los años siguientes, el método de  Greenspan era de nuevo  aplicado para luchar contra el mercado emergente asiático y La crisis de LTCM de 1998 y de nuevo cuando la burbuja de las dot.com estallaron en 2000-2002. Hasta la gran crisis financiera que empezó en 2007, parecía que el método de Greenspan, el uso pro activo de la política monetaria para  afinar los desarrollos económicos, había tenido éxito aboliendo el ciclo comercial tal como nosotros lo conocíamos. Gracias al arte de los banqueros centrales, la edad de la Gran Moderación había llegado. La gran crisis financiera que estalló en 2007 puso al descubierto la Gran moderación como una gran ilusión. No obstante, ya se había llevado a cabo un despliegue combinado de política monetaria y fiscal a una, hasta ahora, escala inudita. Cuando el excesivo endeudamiento cocinado  en la edad ilusoria de la Gran Moderación fue desenmascarada, la  crisis se movió del sector de la hipoteca subprime americana a los mercados de dinero, el sector banca y más recientemente al sector público.
El principio ha sido cambiar la carga insufrible de deuda del más débil a los hombros más fuertes y bajar los costos de servicio de deuda a través de la política monetaria de bajadas de intereses. Pero en este proceso también se han debilitado los previsibles hombros fuertes. De algún modo los viejos trucos  parecen haber perdido su magia, y la crisis disparada por un masivo de-sapalancamiento parece estar fuera de control.

La teoría del “Greenspanismo”

¿Cuál fue el  mayor error que nos llevó a esta crisis? La creencia en que incluso en un mundo de incertidumbres los resultados económicos y financieros podrían planearse, fue según nuestro entender, una de las cosas que más contribuyó. La asunciones de expectativas racionales y los mercados financieros eficaces supuso la semilla de un exceso de confianza en la habilidad de los políticos, las empresas e individuos para planear con éxito para el futuro a pesar de las incertidumbres que nos rodean. A niveles macro, las expectativas racionales y la teoría de los mercados eficaces colocaron el manejo de la inflación en manos de bancos centrales mayores que remplazaron el flujo monetario de los tempranos 80. La economía esperaba  crecer en un estado firme,  sólo si el banco central aseguraba la estabilidad y mantenía una inflación baja en los precios al consumo. La sobre confianza en el poder del banco central llevó a Paul Krugman a proclamara finales de los 90:
“Si usted quiere a un modelo simple para predecir la proporción de desempleo en los Estados Unidos durante los próximos años, aquí está: Será lo que Greenspan quiera que sea, cualquier error hacia arriba o hacia abajo solo supondrá el hecho de que él realmente no es Dios.”

Cuando los individuos tenían expectativas racionales y los mercados eran eficaces no había ninguna necesidad de preocuparse por los recursos comerciales o regular los mercados financieros. Después de todo,¿ cómo podían los bancos centrales o reguladores saber más que el mercado cuando los precios del mercado reflejaban toda la información disponible sobre el futuro? Cualquiera que cuestionara la sabiduría del paradigma gobernante se consideraba como anticuado por los cardenales académicos de la Iglesia de la economía anglosajona queostentan el reino supremo. En una mirada retrospectiva, parece un poco curioso que dichos académicos  pasaran por alto  la obsesión de los mercados financieros con los bancos centrales y el culto con que ellos recompensaron a los banqueros centrales. ¿ Cómo podían los participantes de los mercados financieros colgarse de los labios de los banqueros centrales, cuando ellos procesaban toda la información  disponible y de forma tan eficaz en tiempo real? Pero los economistas estaban demasiado enamorados de sus teorías como para percatarse de tales rarezas.
Al nivel microscópico, las expectativas racionales y la teoría de los mercados eficaces abonó la tierra favorablemente para correr altos riesgos con determinados productos financieros.  Los participantes de los mercados solo vieron - sabiendo que lo imprevisible solo puede cuantificarse mediante la teoría de la probabilidad. En una palabra -  En un mundo imprevisible ellos creyeron que no hacía falta preparase  para las contingencias de lo verdaderamente imprevisto, Los desconocidos imprevistos . Por eso, parecía totalmente apropiado llevar los riegos al extremo. Después de todo, los gerentes de riesgo podrían calcular continuamente y en tiempo real el valor que podría perderse cuando los imprevistos llegaran. El sentimiento de tener el control–de ser capaz para planear con ventaja, si no a la perfección, si con bastante precisión–abonó la tierra para el sumamente alto endeudamiento que se produjo en los  productos financieros y en el balance financiero de las empresas .

Después del estallido de “la ilusión de control”

El derrumbamiento de estas teorías da fuerza a la reducción radical de el intervencionismo. Si no podemos anticiparnos el alcance de los resultados futuros con un grado relativamente alto de certeza, necesitamos más calma y amortiguadores en el sistema para los eventos imprevistos, y por tanto no podemos permitirnos estos enormes niveles de intervencionismo y endeudamiento. La impotencia de la profesión económica ante la actual crisis  se manifiesta por las recomendaciones de prominentes economistas de incentivos aun más fuertes para un aumento renovado del intervencionismo. Ellos anuncian que la política fiscal volverá de nuevo a ser expansionista,  nosotros debemos  esta concepción de los imprevistos a Donald Rumsfeld, el anterior Secretario americano de Defensa, que también aprendió sobre los imprevistos desconocidos de una forma bastante dolorosa, la política de tasas de los bancos centrales continuaron durante mucho tiempo en el cero y los bancos centrales acapararon los recursos financieros. En la actualidad los bancos centrales luchan para reducir el apalancamiento mediante la emisión de dinero desde los propios Bancos. Por ahora, el objetivo para reducir el apalancamiento deprime los recursos y produce un aumento en el precio del dinero.
Pero el mayor éxito de los bancos centrales  para remplazar la reducción del capital externo a través del desapalancamiento se produce por una expansión de sus propios fondos, lo más probable es que se termine monetizando la deuda pendiente.
El esfuerzo desesperado por evitar una crisis económica causado por el necesario desapalancamiento de la economía podría llevar en el futuro a una crisis del sistema financiero. El 15 de agosto este año, el sistema financiero celebró su 40 cumpleaños. Desde que Nixon cortó el eslabón entre el dólar y el oro el 15 de agosto de 1971, el dólar ha perdido un 98% de su valor respecto al oro.  La Depreciación se produjo en dos fases: Primero durante los años setenta, cuando el exceso de oferta de Dólares americanos creado hacia el final del BW-sistema y el principio del nuevo sistema financiero empujó la inflación de los precios al consumo , y en segundo lugar después de la implosión de la gran moderación en los créditos a partir de 2007, cuando los recursos malos empezaron a moverse del sector privado vía el sector público hacia los balances de los Bancos Centrales.
Cuando el sistema financiero falla  puede remplazarse bien por dinero respaldado por recursos reales  que no pueden ser aumentados con el golpe de la pluma de los banqueros centrales. ¿Cómo podría pasar esto? Una posibilidad–qué ahora  puede parecer  ciencia ficción–sería que China y otros países de EM grandes vincularan el valor de sus divisas a un conjunto de materias. Ello empujaría a los países industrializados a intentar estabilizar sus dineros contra el Yuan, o a aceptar la inflación que viene con la depreciación secular.

Para concluir:

La  macro economía moderna  está basada en la creencia de que los agentes económicos siempre poseen expectativas racionales y que los mercados son siempre eficientes, en otros términos, que la tierra es plana. Nosotros sabemos ahora que esto no es verdad. Hay elementos de irracionalidad e ineficiencias en la conducta de las personas y mercados. Por consiguiente nosotros necesitamos descartar las teorías de que la tierra es plana que prometen que la economía y los resultados financieros pueden planearse  con un  alto  grado de certeza y necesitamos mirar otras teorías de que aceptan los límites de nuestro conocimiento sobre el futuro. Un reavivamiento de la teoría económica de la escuela austríaca podría ser una salida buena para  un programa de investigación.
Desgraciadamente, sin embargo, el lamento de la batalla de lo público y los políticos es para más regulación: regular los bancos, regular los mercados, regular los productos financieros! Pero aquéllos que empujan para la regulación  sufren de la misma la ilusión de control que nos llevó a  esta crisis. A nuestro parecer, en lugar de más regulación nosotros necesitamos una regulación más inteligente. En el corazón de tal regulación debemos adoptar el reconocimiento simple de que nosotros  podemos intentar forjar tentativamente el mejor plan para el futuro y debemos enfocar nuestra actuación en un proceso de ensayo y error.
En un mundo dónde nosotros necesitamos contar con los imprevistos –en un mundo dónde la incertidumbre de reina–las empresas financieras y los inversionistas necesitan amortiguadores más grandes para cubrir los imprevistos, es decir más equidad y menos endeudamiento.
En un mundo dónde los mercados no siempre son líquidos pero pueden paralizarse en un ataque colectivo de pánico, empresas financieras e inversionistas también necesitan una reserva mayor de liquidez. La regulación puede ayudar lograr ambos objetivos, pero necesita comprender sus límites. La regulación creará un sentido falso de seguridad, a menos que las empresas e inversionistas tengan los incentivos necesarios para seguir las prácticas comerciales. El incentivo mejor  es hacer que el fracaso sea posible. De ahí, que necesitamos sitemas y resoluciones eficaces para la  financiación de las empresas.
En un mundo dónde las personas tienen  previsiones imperfectas y no siempre se comportan racionalmente, y los mercados no siempre son eficaces, nosotros necesitamos aceptar que la política económica no puede prever afinadamente los ciclos. Todo lo que la política puede hacer es presionar contra los excesos y las depresiones durante el ciclo económico y  ayudar evitando el excesivo apetito de riesgo que  hemos visto durante los últimos 10 años. Es inútil  manipular el mercado  para lograr ciertos objetivos de crecimiento económicos. En cambio nosotros deberíamos intentar crear las condiciones para un desarrollo firme del crédito permitiendo que el ritmo de los mercados siga un desarrollo natural. Cuando se producen los accidentes, nosotros necesitamos estar prevenidos de que --  el miedo en sí mismo perpetúa las crisis económicas haciendo creer que el sistema bancario es capaz a satisfacer la demanda de crédito.
Finalmente, los economistas deberían ser más humildes. Desde hace demasiado tiempo nosotros hemos intentado ser como los científicos de las ciencias naturales. Como ellos, nos gusta desarrollar nuestro teorías con el método de la deducción– empezamos desde unos pocos axiomas y a partir de ahí describimos el mundo en términos matemáticos. Esto fue un poco presuntuoso, como poco. Nosotros necesitamos comprender que somos una magnitud significante de la sociología. Los científicos sociales, como los historiadores, usan el método de la inducción. Ellos observan, y entonces desarrollan descripciones provisionales del mundo desde estas observaciones. Debido a que nosotros no prestamos bastante atención a la historia económica y confiamos excesivamente en los modelos formales de la economía  nosotros repetimos un buen número de errores que causaron la Gran Depresión.
Thomas Mayer (tom.mayer@db.com, +49 69 910-30800)

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