Juan J. Molina

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martes, 3 de enero de 2012

¿Quién celebrará la Constitución de 1812? Por Jorge Vilches


¿Quién celebrará la Constitución de 1812?

Por Jorge Vilches

Hace cien años, el Gobierno liberal de Canalejas celebró el primer centenario de la Constitución de Cádiz. Por aquel entonces pugnaban dos tipos de nacionalismo español, uno de corto liberal y el otro tradicionalista.
El nacionalismo liberal resaltaba la modernidad de los hombres de Cádiz, su defensa de los derechos individuales, la soberanía nacional, la división de poderes, la economía liberalizadora, la secularización de la vida pública –sin perder el vínculo con el catolicismo–, y tenía una visión de la historia de España anclada no en los reyes sino en el pueblo. Por su parte, el nacionalismo tradicionalista arrinconaba las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812, porque, a su entender, eran la imposición de un régimen bastardo, nacido de conspiraciones oscuras y de la influencia francesa, ajeno a la naturaleza católica y monárquica del país y que olvidaba que España había sido grande con el absolutismo imperial y la intolerancia religiosa.
Mientras el nacionalismo liberal ponía el énfasis en la Constitución de 1812, el tradicionalista prefería el levantamiento de 1808, que interpretaba como la genuina expresión de un pueblo deseoso de que volvieran su rey y su religión. Si los liberales señalaban que la Constitución de 1812 había abierto el país a la modernidad, los tradicionalistas consideraban que había sido el principio de todos los males, por abolir la Inquisición y garantizar las libertades. La consecuencia fue que los liberales sí quisieron celebrar el centenario de la Pepa, pero los segundos veían en la conmemoración oficial un "festejo satánico", según se podía leer en su periódico más influyente, El Siglo Futuro.
Lo cierto es que el catolicismo político estaba movilizado desde 1910 en protesta por la llamada Ley Candado, promovida por el liberal Canalejas para impedir el establecimiento de más órdenes religiosas. De esta manera, la celebración del centenario de la Constitución de 1812 formó parte del enfrentamiento entre el régimen liberal y el integrismo religioso. El obispo de Jaca expresaba en el Senado la opinión de la jerarquía eclesiástica al decir, el 8 de marzo de 1912, que era inoportuno celebrar con "cánticos triunfales el principio de nuestras luchas civiles". Y el prelado de Cádiz apuntaba que no se podía celebrar el trabajo de unas Cortes que habían atentado contra "la doctrina y los derechos" de la Iglesia.
También los nacionalistas y el PSOE despreciaron la conmemoración. El Socialista no celebró nada el 19 de marzo; sí, en cambio, la víspera: concretamente, un nuevo aniversario de la Comuna de París (1871); y alabó, no la resistencia gaditana, sino la de los "trabajadores parisienses" frente a las tropas de la República francesa, lo que debía ser un "acicate" para luchar por la desaparición del "infamante y envilecedor régimen del salario".
En cuanto a los liberales, señalaban que los diputados de Cádiz habían hecho una doble lucha, contra la invasión y contra el absolutismo, para hacer a la nación española protagonista de su destino; de ahí que el artículo 2º de la Constitución dijera que aquélla no era patrimonio de "ninguna familia ni persona". Los monárquicos liberales apostaban por la combinación de libertad y orden en una monarquía sustentada en la voluntad y el consentimiento de la nación. Un planteamiento que evocaba la "Constitución histórica" de la que había hablado Cánovas: el Rey con las Cortes como representación nacional. La izquierda liberal, incluida la republicana, ponía el énfasis en el espíritu democrático de la Constitución, en la traición de Fernando VII y en el protagonismo del pueblo, como señalaba entonces un anciano Benito Pérez Galdós. Frente al tópico que consideraba la Constitución un engendro masónico, y a sus autores oscuros conspiradores, los liberales ensalzaban su virtud cívica, la moralidad y el patriotismo de sus actos, incluso su ingenuidad, muchas veces causa de su caída. Así, Cádiz, los diputados y la Constitución de 1812 se convertían en lugares de la memoria liberal, del esfuerzo por la libertad moderna de la nación.
Además, la conmemoración abordaba la idea de España, debatida por los regeneracionistas y puesta en cuestión por los nacionalismos separatistas. Los liberales, como Rafael María de Labra, quisieron destacar entonces el papel las Cortes de Cádiz como símbolo de la unión libre de los españoles de ambos mundos; una unión basada en el amor a las libertades. Ese camino de la modernidad debía unir a la "raza", a la América española con la "madre patria". La verdad es que esta postura tuvo mucho eco, lo que se reflejó en el éxito político y popular del viaje a la Argentina de la infanta Isabel en 1910 y en la proliferación de sociedades americanistas.
A iniciativa de los diputados liberales, tanto monárquicos como republicanos, el Gobierno Canalejas aprobó la creación de una junta nacional para la conmemoración de la reunión de Cortes de septiembre de 1810 y de la Constitución de 1812. Los propósitos eran convertir aquello en una celebración nacional, no de partido o local, y extender entre la población española el conocimiento de los hechos de Cádiz, para que, como dijo Romanones, no hubiera "un solo español" que, "al oír pronunciar los nombres de (...) Calatrava, Argüelles, Jovellanos [y] Muñoz Torrero", dejase de descubrir su cabeza "en señal de respeto y gratitud".
Se implicaron en el proyecto intelectuales como Gumersindo de Azcárate, Rafael Altamira, Bartolomé Cossío o Pío Zabala. El desdén de Canalejas, afectado por problemas más graves, hizo que el liberal Segismundo Moret, de amplia trayectoria política desde 1868, tuviera un protagonismo decisivo.
Las biografías de grandes personajes, la libertad como fórmula del progreso y el nacionalismo liberal, cívico y laico fueron los ejes de numerosos libros, artículos, tesis doctorales, conferencias, actos conmemorativos y discursos políticos. El protagonismo era para el pueblo, cuyas virtudes se personificaban en personajes a los que se tenía como padres de la patria. Así se hizo entre 1910 y marzo de 1912, cuando la celebración adquirió un tinte exclusivamente gaditano bajo la dirección de Moret, que se dio un auténtico baño de multitudes en la ciudad. Se prepararon tres días de festejos, con la presencia del Rey y de las más altas autoridades.
La celebración constó de una parada militarm una fiesta escolar y tres procesiones: la de los políticos, la popular y la americanista. Esto se hizo coincidir con el primer congreso de la prensa para homenajear a los que establecieron la libertad de impresión en España. Sin embargo, Alfonso XIII no acudió porque murió su hermana la infanta María Teresa; estuvo representado por el marqués de Estella. En cuanto al Gobierno, quedó paralizado por una huelga de trenes. Hubo, por tanto, cierta frustración, que no impidió un gran éxito en las calles de Cádiz. De hecho, cerró los actos un discurso de Moret en el abarrotado Gran Teatro de la ciudad, donde enlazó las glorias imperiales del pasado y el Siglo de Oro con la lucha contra Napoleón y con la Constitución de 1812. No faltó la referencia regeneracionista: con el mismo espíritu de entonces, España resurgiría.
Los problemas económicos hicieron que la creación de lugares de memoria fuera barata. Se cambió el nombre a ciertas calles y se colocaron placas conmemorativas; en el Congreso de los Diputados se pusieron los nombres de los miembros de la comisión constituyente de 1812, y se trasladaron al Panteón de Hombres Ilustres los restos de doceañistas como Argüelles y Muñoz Torrero. Hubo otros actos más caros y lucidos, como la restauración del Oratorio de San Felipe Neri y el arreglo de su entorno, o la construcción del Museo Iconográfico e Histórico de las Cortes y Sitio de Cádiz; y, por supuesto, el Monumento a las Cortes de 1812, aprobado en 1912 y terminado, tras muchos avatares, en 1929.
La celebración del primer centenario de la Constitución de 1812 no pudo ser finalmente un acto nacional, a pesar del esfuerzo de los liberales. Los tradicionalistas y el catolicismo político criticaron la mera referencia a tal acontecimiento. En el periódico tradicionalista El Siglo Futuro podía leerse el 18 de marzo de 1912:
Mañana, 19 de marzo, se cumple el primer centenario de la (...) ridícula y, a pesar del disfraz con que se quiere disimular su verdadero carácter, antiespañola Constitución de Cádiz.
Los socialistas prefirieron organizar el día 18 una reunión para conmemorar el aniversario de la Commune, y según se podía leer en El Socialista el día 22, aprovecharon para dedicar "un recuerdo de admiración y gratitud" a su "maestro" Carlos Marx, en el XXIV aniversario de su fallecimiento.
La celebración hace cien años tuvo un aire tan confuso como frustrante. El Gobierno no supo tomar el protagonismo, y se echó de menos una política fuerte de propaganda y educación; de nacionalización, en último término. Los republicanos tuvieron una contradicción que no supieron llevar bien, pues pretendían resaltar el carácter popular del levantamiento y su conclusión en la Constitución democrática de 1812, pero sentían que al hacerlo estaban apuntalando la Monarquía que querían derribar. Al tiempo, los partidos dinásticos exaltaban la libertad abierta por la Constitución, pero en plena crisis interna eran incapaces de hacer un discurso político común sobre el legado de las Cortes de Cádiz, algo similar a lo que los franceses habían hecho en 1889 con el centenario de su revolución.
Lo único que funcionó fue la confluencia de liberales, tanto monárquicos como republicanos, en un nacionalismo basado en el patriotismo liberal, la virtud cívica y la unidad nacional. Fue la última vez que los liberales conmemoraron juntos un acontecimiento, y todo apunta a que la conmemoración del bicentenario de la Constitución de 1812 será una cosa sólo de liberales. A partir de 1912, y hasta que ganó el PP las elecciones en 1996, la política conmemorativa quedó en manos de la derecha antiliberal o de la izquierda. Las celebraciones por el bicentenario del levantamiento de 1808 cayeron en los mismos errores que hace cien años: localismo y falta de interés del Gobierno central, esta vez socialista. De hecho, los que están haciendo el esfuerzo presupuestario más importante son Madrid y Cádiz. Veremos qué pasa en el bicentenario de la Constitución de 1812, ahora que el PP está otra vez en el Gobierno de la nación. 

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