Señora
Presidenta, señorías
En ocasiones me da la impresión de que hay mucha prisa y poca coordinación. No podemos, al menos en temas tan básicos y en los que la mayoría estamos de acuerdo, hacer competiciones para ver quién es el primero que mete la moción, porque pasa lo ha ocurrido hoy, que hemos tenido que enmendar, remendar y terminar esta moción en el último minuto, a través de llamadas de teléfono y visitas in extremis de despacho en despacho. Bien está lo que bien acaba, pero les pido a sus Señorías, de aquí en adelante, menos prisa y más coordinación y diálogo.
Abrir los
comedores en verano es una intención
loable en cuanto medida excepcional
destinada a paliar una situación de emergencia, pero sin perder la perspectiva
de que éste no puede ser el objetivo último de los poderes públicos.
Muy al contrario, esas administraciones tienen
que poner en el centro de sus decisiones políticas la prioritaria distribución de la riqueza, la generación de empleo y la lucha contra
el fraude (el millonario y el
minimalista) anteponiendo la salvaguarda de los servicios públicos y
garantizando la igualdad de oportunidades entre las personas.
Esas medidas
harían innecesarias, a medio plazo, estas otras que no dejan de constituir un
remedio del auxilio social de la
posguerra, suponiendo una derrota colectiva para nuestra sociedad en pleno
siglo XXI.
Sin embargo,
una medida no por ser bien intencionada,
ya se convierte en una buena medida. Abrir
los comedores escolares en verano no
es la mejor solución para paliar la pobreza infantil. Acudir al
comedor escolar durante las vacaciones fomenta la estigmatización del niño “porque es señalar a los pobres”.
Pero la
gran pega de este modelo reside en aspectos de «economía elemental»: cada colegio cuenta con un porcentaje
diferente de niños que acuden al comedor, por lo que se tienen que agrupar a
los menores en situación de vulnerabilidad en distintos centros educativos, lo
que puede implicar un gran tiempo de desplazamiento para las familias y un
enorme coste en transporte.
Por otra
parte, tampoco queda muy claro que, desde
un punto de vista psicopedagógico, sea muy adecuado mantener a los niños
vinculados al mismo espacio físico (el colegio) en un periodo vacacional y
veraniego. ¿Qué pensarían sus señorías si en sus vacaciones tuviera que, por
decreto, ir a comer a su puesto de trabajo? Pues algo parecido puede sucederles
a estos niños.
Sería más
coherente poder generar actividades
lúdicas y educativas en las cuales los participantes tuvieran incorporado
el acceso a un servicio de comedor, de forma natural, pero fuera del entorno
escolar. Estoy aludiendo a campamentos, colonias urbanas, etc.
El argumento
de no abrir los comedores para no estigmatizar a los niños y para evitar todos
estos problemas aludidos anteriormente, "puede ser válido" siempre
que se dé una respuesta
"paralela" para paliar este tipo de situaciones en los hogares.
La
respuesta tiene que ser otra: paliar esas necesidades en el hogar familiar,
que la familia pueda acceder al desayuno, comida, merienda y cena sin tener que
derivar a los niños a comedores especiales.
“Quiero creer que en Murcia
probablemente no hay niños que pasen hambre, pero sí los hay que sus familias
tienen carencias estructurales importantes; existen muchas familias que no
necesitan comida, pero sí vivir con un poco de dignidad”.
Todo esto
que les he contado, no son invenciones mías, son reflexiones hechas por dirigentes de organizaciones como Cáritas y
Cruz roja, el llamado tercer sector que ayer mismo estuvo visitándonos en
esta casa. Si ellos, que son los que
más saben de esto, por su dedicación diaria a tratar con las personas que
sufren de pobreza y exclusión social, opinan
que hay alternativas mejores que la de abrir los comedores escolares en
verano, yo creo que debemos fiarnos de
sus consejos y poner en marcha otro tipo de soluciones que no supongan
estigmatización y vayan más directas al verdadero problema, no hay niños pobres, hay familias pobres.
Estoy totalmente de acuerdo. En la infancia penetra todo lo que se vive, los niños son esponjas, que las vivencias les marca de por vida.
ResponderEliminarTengamos sensibilidad y apliquemos el sentido común. Piensen los políticos que harían si fueran sus hijos y sean consecuentes.
Estoy totalmente de acuerdo. En la infancia penetra todo lo que se vive, los niños son esponjas, que las vivencias les marca de por vida.
ResponderEliminarTengamos sensibilidad y apliquemos el sentido común. Piensen los políticos que harían si fueran sus hijos y sean consecuentes.