Una de las preguntas más intrigantes en las ciencias sociales y en la historia del hombre es ¿por qué son tan atractivas las ideologías colectivistas a pesar de su rotundo fracaso? ¿Cómo alguien con algún sentido de humanidad puede querer ser marxista luego de las experiencias de la Unión Soviética, China, Vietnam, Cuba? El filósofo Bertrand Russell en su Historia de la Filosofía Occidental (cap. IV) ofrece la siguiente explicación:
El patrón de la historia judía, pasado y futuro, tiene un poderoso atractivo para los oprimidos y desafortunados de todos los tiempos. San Agustín adaptó este patrón al cristianismo, Marx al socialismo. Para entender a Marx sicológicamente, uno debe usar el siguiente diccionario
:
Yavé = Materialismo dialéctico
El Mesías = Marx
Los elegidos = El proletariado
La Iglesia = El partido comunista
La segunda venida = La revolución
Infierno = Castigo a los capitalistas
El milenio = La comunidad comunista
Los términos de la izquierda dan el contenido emotivo a los términos de la derecha, y es este contenido emotivo, familiar para quienes han tenido una crianza cristiana o judía, que hace la escatología de Marx creíble.
Tal vez el marxismo y el cristianismo comparten ciertas características místicas que apelan a los sentimientos y aspiraciones humanas y que dejan de lado a la razón. Por supuesto, hay una diferencia fundamental, la doctrina cristiana (o al menos la católica) reconoce la existencia de dogmas de fe; es decir, de postulados que son considerados ciertos de manera axiomática, por la pura fe, sin apelar a la razón. En cambio el marxismo se postulaba a sí mismo científico, es decir, como algo que no requiere de la fe, y cuyo conocimiento se puede adquirir a través de la razón y la experiencia; Marx consideraba sus teorías tan ciertas y verificables como la aritmética. Sin embargo sus teorías y predicciones fueron probándose falsas casi en su totalidad y si el marxismo dependiera del elemento racional y científico al cual Marx supuestamente apelaba, hoy nadie sería marxista. Hoy el marxismo se sustenta en dogmas de fe, y es por ello que tener una discusión racional con un marxista es tan improbable como tenerla con un fundamentalista de cualquier religión.
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