Juan J. Molina

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Juan J. Molina

sábado, 1 de diciembre de 2012

Políticas de salarios, desempleo e inflación, por Ludwig von Mises




Nuestro sistema económico la economía de mercado o capitalismo-- es un sistema basado en la supremacía de los consumidores. El cliente es el soberano; como dice un dicho muy popular: «siempre tiene la razón» Los hombres de empresa tienen la necesidad de darle al consumidor lo que pide y deben vender las mercancías a los precios que los consumidores están en condiciones de pagar y están preparados a pagar. Se considera que una operación comercial ha fracasado completamente cuando los resultados de las ventas no reembolsan al comerciante lo que éste ha gastado para producir un artículo. En esta forma, los consumidores, al comprar a un cierto precio, determinan también el nivel de los salarios que se pagan a todos los que trabajan en las industrias.
La Supremacía del Consumidor

por Ludwig von Mises


Nuestro sistema económico la economía de mercado o capitalismo-- es un sistema basado en la supremacía de los consumidores. El cliente es el soberano; como dice un dicho muy popular: «siempre tiene la razón» Los hombres de empresa tienen la necesidad de darle al consumidor lo que pide y deben vender las mercancías a los precios que los consumidores están en condiciones de pagar y están preparados a pagar. Se considera que una operación comercial ha fracasado completamente cuando los resultados de las ventas no reembolsan al comerciante lo que éste ha gastado para producir un artículo. En esta forma, los consumidores, al comprar a un cierto precio, determinan también el nivel de los salarios que se pagan a todos los que trabajan en las industrias.
La Supremacía del Consumidor
Un patrón no puede pagar a un empleado más que el equivalente del valor de su trabajo que, de acuerdo con el juicio del cliente, se otorga a la mercancía. (Esta es la razón de por qué la artista de cine obtiene mucho más que una jornalera). Si pagara un salario mayor, no recobraría sus gastos; sufriría pérdidas e iría finalmente a la bancarrota. Al pagar salarios, el patrón actúa como si fuera el mandatario de los consumidores. Sobre los consumidores recae el pago de los salarios. Como la mayoría de los bienes producidos los compran y los consumen los que están recibiendo jornales y salarios, es obvio que al gastar su dinero son los jornaleros y empleados los principales factores que determinan el monto de la compensación que obtendrán.
¿Que es lo que ocasiona el aumento de los Salarios?
Los consumidores no pagan ni la fatiga, ni el trabajo que realizó el trabajador, ni pagan el tiempo empleado en el trabajo; pagan los productos. Mientras mejores sean las herramientas que utiliza el trabajador en su trabajo, mientras mayor sea el producto de su trabajo en una hora, mayor será, en consecuencia, la remuneración. El mejoramiento del equipo técnico es lo que ocasiona el aumento de los salarios y hace que las condiciones materiales de los asalariados sean más satisfactorias.
En los Estados Unidos los salarios son más altos que en otros países porque el capital invertido «por cabeza» es mayor y las fábricas pueden por lo tanto, utilizar las herramientas y las máquinas más eficientes. Lo que se ha dado en llamar «sistema de vida norteamericano» es el resultado del hecho de que los Estados Unidos han puesto menos obstáculos al ahorro y a la acumulación de capital que otros países.
El atraso económico de ciertos países como la India, se debe precisamente a las políticas que impiden, tanto la acumulación del capital doméstico como la inversión del capital extranjero. Como el capital que se requiere está escaso, las empresas en la India no pueden utilizar los equipos modernos que son necesarios, y están por lo tanto, produciendo mucho menos en trabajo por hora y por trabajador. El resultado es que están en posición de pagar salarios que, comparados con los salarios americanos resultan sorprendentemente bajos.
Sólo existe un camino que conduce a un mejoramiento del standard de vida para las masas que perciben salarios y éste es el aumento de la cantidad de capital invertido. Todos los otros métodos, por muy populares que sean, no son sólo inútiles sino representan un detrimento del bienestar de aquellos a quienes tratan de beneficiar.
La errónea Doctrina Sindical
Hay un problema fundamental: ¿es posible elevar las tasas de salarios PARA TODOS LOS QUE DESEAN ANSIOSAMENTE ENCONTRAR TRABAJO, por encima de lo que ellos hubieran obtenido en un mercado de trabajo sin trabas?
La opinión pública cree que el mejoramiento de las condiciones de los asalariados es una conquista de los sindicatos plasmada en ciertas medidas legislativas. Le otorga el crédito del aumento en los salarios al sindicalismo y a la legislación, así como la disminución en las horas de trabajo, la prohibición de trabajar para los niños y otros muchos cambios. La persistencia de esta suposición hizo popular al sindicalismo y es responsable de la tendencia que la legislación laboral ha seguido en las últimas décadas. Como la gente cree que al sindicalismo debe su alto standard de vida, se perdona la violencia, la coerción y la intimidación del sindicalismo y también se ven con indiferencia esas trabas a la libertad personal que ahora subsiste en las cláusulas sindicales como la de exclusión y la de no contratación fuera del sindicato. Mientras estas falacias prevalezcan en las mentes de los votantes, no se puede esperar una completa desaparición de esas políticas que erróneamente se han dado en llamar «progresivas».
¿ Cuál es la causa del desempleo? La tasa de los salarios que permite que todos aquellos que necesitan trabajo puedan obtenerlo, depende de la productividad marginal del trabajo, o en otras palabras, de la contribución del trabajador en la utilidad del producto.
Mientras más capital se invierta estando todas las demás cosas en igual forma se obtendrá mayor aumento en los salarios en un mercado libre, es decir, en un mercado de trabajo que no sea controlado por el gobierno o los sindicatos. Con estas tasas de salarios en dicho mercado, todos los que desean trabajo lo pueden obtener. En un mercado de trabajo libre siempre existe la tendencia hacia la plena ocupación[i] . En realidad, la política de permitir que el mercado libre determine el nivel de los salarios es la única política razonable y exitosa de pleno empleo. Si las tasas de salarios sobrepasan dicho nivel, ya sea por medio de la presión y compulsión sindicales o por decretos gubernamentales, se desarrollará entonces el desempleo indefinido de una porción de la fuerza de trabajo potencial.
Estas opiniones son rechazadas apasionadamente por los dirigentes sindicales y por los partidarios que tienen entre los políticos y los llamados «intelectuales». La panacea que ellos recomiendan para combatir el desempleo es la expansión del crédito y la inflación eufemísticamente llamada «política de dinero fácil».
La expansión del crédito no substituye al capital
Como anteriormente se ha señalado, un aumento a la provisión de capital disponible y previamente acumulado ocasiona una mejora mayor en el equipo técnico de las industrias, y en esa forma se aumenta la producción Marginal del trabajo y consecuentemente los niveles de los salarios. Pero la expansión del crédito, ya sea que se efectúe por medio de la emisión de billetes adicionales del Banco Central o por medio del crédito adicional en cuentas corrientes bancarias, no mejora en nada la riqueza de la nación en bienes de capital Solamente crea la ilusión de un aumento en la cantidad de fondos disponibles para la expansión de la producción. Al obtenerse un crédito más barato, la gente cree erróneamente que la riqueza de la nación ha aumentado y que, por lo tanto, algunos proyectos que antes no podían efectuarse pueden ahora ser factibles. La realización de estos proyectos aumenta la demanda del trabajo y de las materias primas y hace que se eleven las tasas de salarios y los precios de los artículos. Se fomenta una prosperidad artificial.
Inflación y desempleo
En estas condiciones de prosperidad, las tasas de salarios nominales que antes de la expansión de crédito resultaban muy altas para la situación real del mercado de trabajo y que originaban el desempleo de una parte de la fuerza potencial del trabajo resultan ahora no tan altas y los desocupados pueden otra vez obtener trabajo. De todas maneras, esto sucede solamente porque ante las nuevas condiciones de crédito y de moneda, los precios están aumentando, o en otras palabras, baja el poder de compra de la unidad monetaria. Entonces, la misma cantidad de salarios nominales tasas de salarios expresadas en términos de dinero significa menos en salarios reales, y en términos de productos que pueden ser comprados por la unidad monetaria. La inflación puede subsanar el desempleo, solamente acortando los salarios reales de los trabajadores. Pero entonces los sindicatos piden un nuevo aumento de salarios para estar en relación con el costo de la vida en aumento, y volvemos a donde estábamos antes; a una situación en la cual el desempleo en grande escala sólo puede impedirse por otra ulterior expansión del crédito.
Esto es lo que ha sucedido en los Estados Unidos y en otros muchos países en los últimos años. Los sindicatos, apoyados por el gobierno, forzaron a las empresas a admitir tasas de salarios que eran superiores a las tasas del mercado potencial de trabajo, es decir, las tasas que el público estaba en condiciones de reembolsar a los patrones en la compra de sus productos. Esto hubiera ocasionado inevitablemente un aumento en el desempleo. Pero la política oficial trató de prevenir la aparición de un completo desempleo mediante la expansión del crédito, la inflación. Los resultados fueron: un aumento en los precios, la renovación de las demandas para más altos salarios y una reiterada expansión del crédito, en síntesis, una prolongada inflación.
La inflación no puede continuar indefinidamente
Pero finalmente las autoridades se asustaron. Sabían que la inflación no puede continuar indefinidamente. Si no se detiene a tiempo la política perniciosa de aumentar la cantidad de dinero y los medios fiduciarios, el sistema monetario de la nación sufre un colapso general. El poder de compra de la unidad monetaria baja a tal punto que resulta nulo para cualquier propósito. Esto sucedió frecuentemente: en los Estados Unidos en 1781 con la «moneda continental», en Francia en 1796, en Alemania en 1923. Nunca es demasiado tarde para que una nación reconozca que la inflación no puede ser considerada como un medio de vida y que es imperativo un cambio hacia las sanas políticas monetarias. Al reconocer estos hechos, la Administración y las autoridades de la Reserva Federal de los Estados Unidos hace algún tiempo descontinuaron la política de expansión progresiva del crédito.
¿Qué es lo que ocasiona la depresión?
No es el objeto de este trabajo señalar todas las consecuencias que ocasiona la desaparición de las medidas inflacionarias. Debemos establecer el hecho de que el retorno a la estabilidad monetaria no «origina» una crisis. Sólo pone de manifiesto las inversiones equivocadas y otras fallas originadas por la alucinación de la ilusoria prosperidad creada por un dinero fácil de obtener. La gente reconoce los errores cometidos y sin estar ya cegados por el fantasma del bajo crédito, empieza a reajustar sus actividades a la verdadera situación de un abastecimiento de los factores materiales de la producción. Seguramente es doloroso, pero inevitable, el reajuste que constituye la depresión.
Una de las características más desagradables de este proceso de descartar quimeras y volver a una sobria estimación de la realidad, se relaciona con el nivel de las tasas de los salarios. Bajo el impacto de la progresiva política inflacionaria la burocracia sindical adquirió, el hábito de pedir periódicamente aumento de salarios y las empresas se rindieron después de una resistencia disimulada. El resultado fue que estas tasas eran muy altas para el estado del mercado en esos momentos y hubieran ocasionado un considerable desempleo. Pero la incesante inflación progresiva muy pronto llegó al nivel de dichas tasas. Entonces los sindicatos pidieron otra vez nuevos aumentos y así sucesivamente.
El argumento del poder de compra
La justificación que los sindicatos y sus afiliados dan en favor de sus demandas no importa. El efecto inevitable de forzar a los patrones a una remuneración del trabajo mayor a la que los consumidores están de acuerdo en reembolsarles al comprar los productores siempre el mismo: aumento en el desempleo.
En la situación presente, los sindicatos se inclinan a favor de la cien veces refutada falacia del «poder de compra». Ellos afirman que el conceder una mayor cantidad de dinero a los asalariados aumentando las tasas de salarios, aumentando las ayudas a los desocupados y embarcándose en una política de nuevas obras públicas permitirá a los trabajadores gastar más; a su vez estimularán los negocios y conducirán a la economía fuera de la recesión y hacia una completa prosperidad. Este es el espurio argumento en favor de la inflación para hacer feliz a todo el mundo mediante la impresión de papel moneda.
Por supuesto, si la cantidad de medio circulante aumenta en los bolsillos de aquellos a donde llega la riqueza ya sean trabajadores, rancheros, o cualquier clase de personas éstos aumentarán sus gastos. Pero es precisamente este aumento de los gastos lo que inevitablemente ocasiona una tendencia general al aumento de los precios. Así, la ayuda que una acción inflacionaria podría dar a los asalariados es únicamente de muy corta duración. Para perpetuarla, tendrían que acudir continuamente a nuevas medidas inflacionarias. Es evidente que eso lleva al desastre.
Sobre esto se afirman muchas tonterías. Algunas personas dicen que el aumento en los salarios es «inflacionario». Pero esto no es en sí mismo inflacionario. Nada es inflacionario excepto la inflación, por ejemplo, un aumento en la cantidad de dinero en circulación y del crédito en cuenta corriente de cheques. Y en la presente situación, nadie sino el gobierno puede originar la inflación. Lo que los sindicatos pueden originar al forzar a los patrones a aceptar tasas de salarios más altas en relación con las tasas del mercado potencial de trabajo, no es propiamente inflación, así como tam­poco los altos precios de los productos, sino que originan el desempleo de una parte de las personas que desean obtener un trabajo. La inflación es una política a la cual el gobierno recurre para prevenir el desempleo en gran escala, que de otra manera originará la política sindical de elevación continua de salarios.
El dilema de las políticas actuales
El dilema al que se enfrentan este y otros muchos países, es muy serio. El popular método de aumentar las tasas de salarios por encima del nivel que hubiera establecido un mercado del trabajo sin traba alguna, produciría un desempleo catastrófico en masa si la expansión del crédito inflacionario no lo compensara. Pero la inflación no sólo tiene efectos sociales perniciosos. No puede continuar indefinidamente sin ocasionar un completo desajuste de todo el sistema monetario. La opinión pública, completamente bajo el embrujo de las falaces doctrinas de los sindicatos, simpatiza en mayor o menor grado con las demandas de los líderes sindicales para obtener un considerable aumento en los salarios. Como está la situación actualmente, los sindicatos tienen poder para someter a los patrones a sus caprichos. Dichos líderes pueden emplear huelgas sin ser impedidos por las autoridades y pueden acudir impunemente a la violencia en contra de aquellos que no respalden la huelga y desean trabajar. Saben que el aumento en los salarios originará un aumento en el número de los desocupados. El único remedio que sugieren consiste en la ampliación de fondos para los desocupados y una expansión mayor del crédito, es decir: la inflación. El gobierno, escuchando sumisamente a la opinión pública descarnada y preocupado por el resultado de las campañas electorales, desafortunadamente ha empezado a cambiar de opinión respecto a la adopción de una política de moneda sana. Así, de nuevo estamos sujetos a los perniciosos métodos de intervenir en el stock monetario. Continuamos con una inflación que con acelerada rapidez baja el poder de compra del dólar. ¿Dónde terminará esto? Esta es la pregunta que el señor Reuther y socios nunca se ha hecho.
Posición de los asalariados ante una moneda sana
Solamente si se posee una ignorancia enorme se pueden llamar políticas «en favor del trabajador» o las políticas adoptadas por los que se autodenominan «progresistas». El asalariado, como cualquier otro ciudadano, está muy interesado en la preservación del poder de compra de la moneda. Si, gracias a su sindicato, su salario es más alto que en el mercado libre de trabajo, descubrirá muy pronto que el movimiento ascendente en los precios no sólo lo priva de las ventajas que esperaba obtener, sino además hace que el valor de sus ahorros, de sus pólizas de seguro y de sus derechos de pensión se mermen, y aún peor, puede perder su trabajo y no encontrar otro.
Falta de sinceridad en la lucha en contra de la inflación
Todos los partidos políticos y los grupos de presión protestan y dicen que están en contra de la inflación. Pero lo que ellos quieren decir en realidad es que no les agradan las consecuencias inevitables de la inflación, principalmente el aumento en el costo de la vida. Actualmente, están a favor de todas esas políticas que necesariamente ocasionan un aumento en la cantidad del medio circulante. Ellos no sólo piden una política de moneda fácil para hacer posible la constante petición sindical de elevación de salarios, sino también para los gastos del gobierno y al mismo tiempo para disminución, de impuestos por medio de mayores exenciones de impuestos.
Intoxicados por el espurio concepto marxista de conflictos irreconciliables entre los intereses de las diversas clases sociales, la gente asume que únicamente los intereses de las clases propietarias se oponen a las demandas sindicales de mayores salarios. De hecho, los asalariados no están menos interesados que cualquiera otro grupo o clase en el retorno a una moneda sana. Mucho se ha dicho en los últimos meses acerca del daño fraudulento que los líderes han inflingido a miembros del sindicato. Pero el daño ocasionado a los trabajadores por la excesiva alza de los salarios de los trabajadores sindicalizados es todavía más perjudicial.
Sería una exageración decir que las tácticas sindicales constituyen la única amenaza a la estabilidad monetaria y a una política económica razonable. Los asalariados organizados no son el único grupo de presión cuyas demandas amenazan en estos días la estabilidad de los sistemas monetarios, pero si son los más poderosos y los más influyentes y en ellos descansa la responsabilidad principal.
El capitalismo y el hombre común
El capitalismo ha mejorado el standard de vida de los asalariados en una forma increíble. La familia norteamericana común y corriente disfruta actualmente de comodidades con las cuales ni siquiera los más ricos soñaron apenas hace un siglo. Todo este bienestar proviene del aumento en los ahorros y del capital acumulado; sin estos fondos que permiten a las empresas utilizar prácticamente el progreso científico y tecnológico moderno, el trabajador norteamericano no produciría más y mejores cosas por hora de trabajo que los peones chinos o hindús; no ganaría más que ellos, y viviría miserablemente como ellos en los límites de la inanición. Todas las medidas que como nuestro sistema de impuestos a los ingresos y a las corporaciones aspiran a impedir una mayor acumulación de capital o aspiran aún a la desacumulación del capital están por lo tanto, virtualmente contra el trabajo, y son antisociales.
Debe hacerse aún una observación más sobre el ahorro y la formación del capital. El aumento de bienestar originado por el capitalismo hizo posible el ahorro para el hombre común y al mismo tiempo le permitió ser un modesto capitalista. Una parte considerable de capital invertido en los negocios norteamericanos proviene de los ahorros de las masas. Millones de asalariados tienen sus depósitos de ahorro, bonos y pólizas de seguro. Todo esto se pagará en dinero efectivo y su valor depende de la solidez de la moneda de la nación. Así pues conservar el poder de compra de la moneda es también de vital interés para las masas desde este punto de vista. No basta imprimir sobre las notas bancarias la noble máxima. Confiamos en Dios para conservar ese poder de compra. Debemos adoptar una política apropiada.

[i] Aumento salarios 1948 a 1956 a casi 250, aumento costo de vida 1948 a 1956, de 168 a 178, retenidos a 1936 = 100. Fuente: Wohlsfand FѼr Alle oir Dr. Ludwing Erhard

Ludwig von Mises (1881-1973) está catalogado como uno de los más grandes economistas de este siglo y el principal exponente de la escuela austriaca. Fue además un profundo filósofo de la libertad.
Este ensayo fue adaptado originalmente al castellano por el Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES), y publicado en Tópicos de Actualidad No. 4, Guatemala, enero de 1960.

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