Dejar de endeudarnos
Imaginemos que yo me endeudo con el banco o con un amigo y cuando éste me reclama un vencimiento de la deuda yo le contesto: “Soy soberano”. O más divertido aún, le hago moralina y le digo: “es que sólo te importa el dinero”. Pero el que se lo ha gastado, efectivamente, soy yo. ¿Algún voluntario a prestarme dinero? ¿De verdad puedo decir que soy soberano? Todo esto lo estamos oyendo estos días en boca de los que han gastado a manos llenas que a través de sus voceros intentan difundir este absurdo mensaje. Hemos perdido soberanía, porque la hemos transferido casi toda, porque lo hemos hecho muy mal, horriblemente mal, y seguimos sin hacerlo mucho mejor. A duras penas hemos corregido con pequeños retoques cuestiones de matiz. Es hora de decir verdades antipáticas en estos tiempos de chota. Verdad tan antigua como la tos es que las deudas se pagan.
¿Hemos aprendido algo de todo esto? Me temo que la mayoría nada de nada. En lugar de exigir a los políticos que dejen de endeudar-se, es decir de endeudar-nos, que dejen de gastar en vacuidades… qué va! Todo lo contrario, son miles, centenares de miles los que salen a la calle a pedir más gasto, más subvención, menos recortes, sin tener en cuenta que eso hace necesario más políticos y más funcionarios. A los que se supone que tienen como objetivo principal de sus críticas. Y es que no tiene la misma ética y nada qué ver, cargar contra la clase política por lo que nos quita, que cargar por lo que ya no da. Los “indignados” están en lo segundo.
http://www.lavanguardia.com/participacion/cartas/20110627/54177604116/dejar-de-endeudarnos.html
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