Juan J. Molina

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domingo, 17 de julio de 2011

4. LA “INETABILIDAD” DE LA PLANIFICACIÓN (Resumen V)

FRIEDERICH HAYEK (Austria 1899-1992) Premio nobel de Economía en 1974

La tesis central del libro es que los avances de la planificación económica van necesariamente unidos a la pérdida de libertades y al progreso del totalitarismo.

Fuimos los primeros en afirmar que
Conforme la civilización asume formas
Más complejas, más tiene que restringirse
La libertad del individuo.
                                    B. Mussolini

Es un hecho revelador lo escasos que son los planificadores que se contentan con decir que la planificación centralizada es deseable. La mayor parte afirma que ya no podemos elegir y que las circunstancias nos llevan, fuera de nuestra voluntad, a sustituir la competencia por la planificación. Se cultiva deliberadamente el mito de que nos vemos embarcados en la nueva dirección, no por nuestra propia voluntad, sino porque los cambios tecnológicos, a los que no podemos dar vuelta ni querríamos evitar, han eliminado espontáneamente la competencia y que la única elección que nos queda es. O que los monopolios privados dominen la producción, o que la dirija el estado. Esta creencia deriva principalmente de la doctrina marxista sobre la “concentración de la industria” aunque, como muchas ideas marxistas, se usan sin conocer su procedencia.
El hecho histórico del progresivo crecimiento del monopolio durante los últimos cincuenta años es un hecho indiscutible pero lo importante es saber si este proceso es una consecuencia necesaria del progreso de la tecnología, o si se trata simplemente del resultado de la política seguida en casi todos los países.
La causa tecnológica alegada para el crecimiento del monopolio es la superioridad de la gran empresa sobre la pequeña debido a la mayor eficiencia de los métodos modernos de producción en masa.
Sin embargo si bien esta causa tecnológica tiene influencia en la creación de los monopolios, éstos son con frecuencia el producto de factores que no son el menor coste de una mayor dimensión. Se llega  a él mediante confabulaciones, y lo fomenta la política oficial. Confirman enérgicamente esta conclusión el orden histórico en que se ha manifestado en diferentes países el ocaso de la competencia y el crecimiento del monopolio. Si hubieran sido el resultado del desarrollo tecnológico o un necesario producto de la evolución del “capitalismo”, podríamos esperar que apareciesen, primero, en los países de sistema económico más avanzado. De hecho, aparecieron en primer lugar durante el último tercio del siglo XIX en los que eran entonces países industriales comparativamente jóvenes: Estados Unidos y Alemania. En esta última, especialmente, que llegó a considerarse como el país modelo de la evolución necesaria del capitalismo, el crecimiento de los cárteles y sindicatos ha sido sistemáticamente muy alimentado desde 1878 por una deliberada política. No solo el instrumento de la protección, sino incitaciones directas y, al final, la coacción, emplearon los gobiernos para favorecer la creación de monopolios, con miras a la regulación de los precios y las ventas. Fue allí donde, con la ayuda del estado, el primer gran experimento de “planificación científica” y “organización explícita de la industria” condujo a la creación de monopolios gigantescos que se tuvieron por desarrollos inevitables cincuenta años antes de hacerse lo mismo en Gran Bretaña. Se debe, en gran parte, a la influencia de los teóricos alemanes del socialismo, especialmente Sombart, generalizando la experiencia de su país, la extensión con que se aceptó el inevitable desembocar del sistema de competencia en el “capitalismo monopolista”. Que en los Estados unidos una política altamente proteccionista haya permitido un proceso en cierto modo semejante, pareció confirmar esta generalización.
Cuanto más complicado es el con junto, más dependientes nos hacemos de la división del conocimiento entre individuos, cuyos esfuerzos separados se coordinan por este mecanismo impersonal de transmisión de las informaciones importantes que conocemos por el nombre de sistema de precios. Comparado con esta solución del problema económico mediante la descentralización y la coordinación automática, el método más convincente de dirección centralizada es increíblemente tosco, primitivo y corto en su alcance. La extensión lograda por la división del trabajo, a la que se debe la civilización moderna, resultó del hecho de no haber sido necesario crearla de manera consciente, sino que el hombre vino a dar con un método por el cual la división del trabajo pudo extenderse mucho más allá de los límites a los que la hubiera reducido la planificación.
El movimiento a favor de la planificación debe, en gran parte, su fuerza presente al hecho de no ser aquella, todavía, en lo fundamental, más que una aspiración, por lo cual une a casi todos los idealistas de un solo objetivo, a todos los hombres y mujeres que han entregado su vida a una sola preocupación. Las esperanzas que en la planificación ponen, no son, sin embargo, el resultado de una visión amplia de la sociedad, sino más bien de una visión muy limitada, y a menudo el resultado de una gran exageración de la importancia de los fines que ellos colocan en primer lugar. Del virtuoso defensor de un solo ideal al fanático, con frecuencia no hay más que un paso.

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