El nacionalismo vasco se cuida en esconder que las tres provincias históricas se anexionaron a Castilla de forma pacífica hace más de siete siglos. Los matrimonios entre nobles y la afinidad cultural fueron las principales armas castellanas
Lejos de la imagen que quieren transmitir los nacionalistas de un pueblo aislado del resto de regiones españolas, la historia de lo que hoy conforman las tres provincias vascas está directamente vinculada a la del Reino de Castilla desde hace más de siete siglos. Y, si bien el Señorío de Vizcaya y el Señorío de Arriaga (aproximadamente el 40% de la actual Álava) conservaron durante un tiempo sus propias instituciones, no tardaron en adoptar la legislación castellana.
No obstante, cada una de las tres regiones históricas, cuyos territorios no corresponden exactamente a los actuales, protagonizó distintos procesos de unión al Reino de Castilla. Así, el único punto en común entre las tres es que la anexión se efectuó en el marco de la competencia entre la Corona de Navarra y la Corona de Castilla. Si finalmente la balanza se inclinó a favor de los reyes castellanos, fue por la capacidad de estos de desarrollar una política de mutua conveniencia para estas regiones, donde cabía el respeto por sus instituciones medievales.
Guipúzcoa: la población eligió Castilla
La primera mención documental sobre Guipúzcoa data del siglo XI y la incluye como una tierra perteneciente al Reino de Pamplona. Sin embargo, los esfuerzos por mantener la zona de Guipúzcoa bajo la influencia navarra naufragaron en 1076, con la muerte de Sancho IV de Pamplona. Ese año, la mitad occidental del territorio guipuzcoano pasó a Castilla, regida por Alfonso VI, mientras el resto se incorporó al dominio del rey navarro-aragonés (monarquía que duró hasta 1134). A partir de entoncesa, serán los señores de Vizcaya quienes gobiernen la mayor parte de Guipúzcoa en nombre de los reyes castellanos.
En el año 1200, Alfonso VIII de Castillaincorporó Guipúzcoa de forma definitiva a su reino. Nada pudo hacer Navarra para evitarlo, frente al potencial militar de los castellanos y la firme decisión de las pueblas guipuzcoanas. Si bien la nobleza local era defensora de la causa navarra, el pueblo, con vocación comercial, sentía mayor vinculación con el Reino de Castilla. Pronto la decisión se demostró sumamente acertada. Durante los siguientes años, frente al inmovilismo navarro que en las últimas décadas del siglo XII solo había fundado San Sebastián (con el objetivo de obtener una salida al mar), Castilla promovió una ambiciosa reestructuración del territorio. La fundación de un total de veinticuatro núcleos, en algunos casos se trataba solo de la concesión de la categoría de villa, asentó el dominio castellano en Guipúzcoa en la primera mitad del siglo XIII.
Además de para fortalecer su posición, los reyes castellanos vieron claro el potencial marítimo de levantar villas en la zona. Entre los años 1203 y 1237, los reyes Alfonso VIII y Fernando III impulsaron la creación de cuatro localidades costeras –Fuenterrabía, Guetaria, Motrico y Zarauz– que en el futuro se revelaron cruciales para la presencia marítima del Reino de Castilla en el Cantábrico.
La nobleza alavesa entregó la región
Hasta el siglo X la región de Álava era tan solo un territorio fronterizo del reino asturiano, donde se repetían las invasiones musulmanes desde el valle del Ebro. Cuando el dominio musulmán menguó en el norte de España, las coronas de Castilla y Navarra pusieron sus ojos en la región de Álava y desplegaron su influencia sobre los condes locales. En 1076, con el asesinato de Sancho IV de Pamplona, el reyAlfonso VI de Castilla incorporó a su reino La Rioja, Vizcaya, Álava y, como ya hemos mencionado, parte de Guipúzcoa. No en vano, esta anexión y otras posteriores fueron solo de carácter temporal y hubo que esperar hasta principios del siglo XIII para que se produjera su unión definitiva a Castilla.
Entre 1199 y 1200, la preeminencia navarra sobre Álava sufrió un vuelco en el contexto de un episodio bélico contra Castilla. El rey Alfonso VIII de Castilla conquistó por la vía militar Vitoria y parte de Álava. Al contrario del caso de Guipúzcoa, donde la población defendió la causa castellana y la nobleza la navarra, el dominio castellano sobre Álava fue previamente negociado con los nobles alaveses, descontentos con la política de los reyes navarros de fundación de villas. Sin embargo, el territorio dominado por el Señorío de Arriaga, cerca del 40% de la actual Álava, fue independiente a Castilla hasta su autodisolución en 1332, fecha en la que se produjo la entrega voluntaria de las tierras de la Cofradía a Alfonso XI. En contrapartida a la autodisolución de esta institución de orden feudal, los hidalgos alaveses obtuvieron de Alfonso XI el reconocimiento de un estatuto jurídico privilegiado.
Así y todo, la adhesión a Castilla se puede considerar plena desde el siglo XIV, salvo por un breve periodo de la guerra civil castellana en el siglo XIV entre Pedro I y Enrique de Trastámara, durante la que Carlos II de Navarra retuvo bajo su corona a las villas más importantes de Álava.
Vizcaya, un baluarte militar para Castilla
En el periodo de los Tercios de Flandes, cuando se hablaba de vizcaínos se hacía referencia a cualquier habitante procedente de las regiones vascas. Una demostración del protagonismo que adquirió el Señorío de Vizcaya en la incipiente Monarquía hispánica. Pero mucho antes de su adhesión, al igual que en Álava y Guipúzcoa, los nobles de Vizcaya se vieron en la tesitura de si acercarse a la esfera de Navarra o a la de Castilla. En su caso, la influencia castellana se impuso casi desde el principio y muchos historiadores afirman que el señorío de Vizcaya ya era vasallo del Reino de Castilla en 1379. Con todo, desde el siglo XII los reyes castellanos habían efectuado continuas alianzas con los señores de Vizcaya para sus empresas en la Reconquista. En agradecimiento a su esfuerzo bélico, los monarcas castellanos dispensaron numerosos cargos, honores y estados a los nobles vizcaínos. Fue, por tanto, una región históricamente beneficiada y cuidada por Castilla.
El Señorío de Vizcaya fue heredado por los sucesivos descendientes de la familia López de Haro, de origen navarro pero afiliación castellana, hasta que en 1370 recayó por herencia materna en el infante Juan de Castilla, permaneciendo desde entonces el señorío vinculado a la Corona, primero a la de Castilla y luego, a la de España. La única condición era que el señor de turno jurase defender y mantener los fueros del señorío (los fueros de Vizcaya), que en su texto afirmaban que los vizcaínos podían desobedecer al señor que así no lo hiciera.
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