Un conocido catedrático y escritor político israelí clasificó, en su
introducción a un curso sobre Fascismo, las ideologías del siglo XX en
dos categorías, a las que se refirió como “constructivas” y “no
constructivas”, respectivamente. En la categoría de ideologías
“constructivas” incluyó aquellas que como el Marxismo, el Fascismo y el
Nazismo se caracterizan por su propósito de construir un nuevo modelo
de sociedad, mientras que en la segunda categoría, colocó únicamente al
Liberalismo, el que, en su opinión, carece de un modelo innovador de
sociedad.
Nada puede estar más lejos de la verdad. El Liberalismo moderno, surgió
en el siglo XVIII, en una sociedad dividida en clases: nobleza, burguesía,
campesinos, judíos, siervos y esclavos, regida por monarcas absolutos, y
caracterizada por la intolerancia religiosa. Su propósito fue crear una
sociedad totalmente diferente, basada en la libertad e igualdad de todos
los seres humanos. Sociedad compuesta de individuos responsables por
si mismos y sus familias, que además comparten la responsabilidad
colectiva por los asuntos públicos y las obligaciones emanentes de la
fraternidad humana. Una sociedad regida, no por los hombres sino por
las leyes, y caracterizada por la libertad de pensamiento y la tolerancia
religiosa.
El error del mencionado catedrático puede explicarse por el
hecho de que, en contraste con los frustrados intentos totalitarios de
cambiar la sociedad, el éxito de la revolución liberal se obtuvo más por la
abstención que por la intervención activa de las autoridades. Fue el
resultado de la fe liberal en la capacidad de la sociedad de auto
transformarse, junto con la resistencia a intentar transformar la sociedad
por medio de decretos.
Históricamente, la connotación política de los términos “derecha ” e
“izquierda” tuvo su origen en la Revolución Francesa, donde los
moderados y liberales Girondinos se sentaban en la Asamblea Nacional
del lado derecho, y los extremistas Jacobinos a la izquierda. Los
derechistas Girondinos fuero n quienes llevaron adelante la revolución
liberal, aboliendo los privilegios de la nobleza, y estableciendo la igualdad
ante la ley . Mientras que fue el ascenso al poder de los izquierdistas
Jacobinos lo que terminó con el “período liberal” de la Revolución
Francesa (1791-1793) dando comienzo al “Reino del Terror”.
Todas las modernas ideologías totalitarias comparten con los
izquierdistas Jacobinos sus características esenciales: El extremismo
, el Maniqueismo, y el totalitarismo, así como el hecho de que
todas ellas condujeron al terror y a la tiranía. Además, los líderes
principales, del Fascismo y Nazismo, Mussolini y Hitler, fueron ambos
originariamente Marxistas, que llegando a la conclusión de que algo
estaba equivocado en la ideología Marxista-Leninista, construyeron
sus respectivas nueva s ideologías introduciendo cambios a su común
base Marxista .
Por lo tanto, toda clasificación de las ideologías del siglo
XX, debe poner las totalitarias, como el Marxismo y sus derivadas,
Fascismo y Nazismo en la izquierda junto a sus precursores Jacobinos, y
al Liberalismo, legítimo heredero de los Girondinos, a la derecha.
Benito Mussolini (Amilcare Andrea) (1883-1945) fue antes de la Primera
Guerra Mundial un eminente ideólogo Marxista, cuya ascendencia le ganó
el sobrenombre de “Duce”, es decir, líder o Fuhrer. En 1915 fue expulsado
del Partido Socialista Italiano por apoyar la participación de Italia en la
guerra. Es entonces cuando Mussolini hace un vuelco ideológico,
pasando del axioma Marxista de “guerra de clases” a sostener la
“armonía social”, es decir, de la eliminación total de la burguesía a la
legitimación de todos los sectores sociales. De acuerdo con su nueva
ideología, estos debían organizarse en corporaciones o uniones, fasci en
italiano, representadas en el gobierno: Los zapateros representados por
zapateros y los ingenieros por ingenieros. En opinión de Mussolini, ello
sería una autentica democracia basada en “la autentica representación
del pueblo”, y por lo tanto mucho mejor que la falsa democracia
liberal. En esta última, según los sostenedores del Corporativismo, todos
los representantes del pueblo pertenecen a una elite de políticos de
origen burgués. La justicia social en el régimen corporativo sería lograda
mediante negociaciones entre representantes de los empleados y los
empleadores, bajo la supervisión del estado.
También el Nazismo surgió del Marxismo reemplazando la guerra
universal contra la burguesía con la guerra nacional contra los Judíos. De
acuerdo con la nueva concepción de Hitler, no todos los capitalistas eran
responsables por los sufrimientos del pueblo alemán, sólo los
extranjeros, y especialmente aquellos que eran extranjeros en todas
partes, los sin tierra, los Judíos. Es de acuerdo con este vuelco del
Maniqueísmo internacional al nacional, que el Partido de los Trabajadores
Alemanes (similar al Partido de Lenin de los Trabajadores Rusos y otros
partidos obreros en el mundo) cambió su nombre en 1920, por el de
Partido Nacional Socialista (Nazi). Hitler también transfirió la acusación
Marxista de ser los promotores de la Primera Guerra Mundial, de los
capitalistas a los Judíos y advirtió que serían eliminados en Alemania, si y
cuando provocaran una segunda guerra mundial.
Otra característica común al Marxismo y sus derivados, el Fascismo y el
Nazismo, fue su frecuente cambio de nombres e ideologías. El Partido
Social Demócrata de los Trabajadores Rusos cambió su nombre a Partido
Comunista en 1918, pasando de una ideología evolucionista a una
revolucionaria. Su equivalente israelí, el Partido de los Trabajadores de
Israel (Mapai), cambió su nombre a Partido Laborista (Avoda), cuando
remplazó su ideología Marxista por un “socialismo sindical”, muy cercano
al Corporativismo de Mussolini. Hoy día, el Partido Laborista Israelí, al
igual que otros ex–partidos Marxistas en el mundo, apoya a la economía
de libre mercado y ha borrado su histórica conexión con los sindicatos de
los trabajadores. En el presente esta buscando un nuevo nombre que
ayude a olvidar su pasado Marxista. La causa de esta inestabilidad parece
residir en el hecho de que todas estas ideologías totalitarias son el fruto
de la improvisación de un solo hombre, ya sea Marx, Mussolini o Hitler, y
por lo tanto carecen las raíces milenarias y la estabilidad del Liberalismo.
Otra característica común a todas las las ideologías totalitarias es ver en
el ciudadano un pupilo necesitado de protección y al gobierno como al
responsable de su bienestar. El liberalismo, por el contrario, ve en el
hombre un ser auto suficiente e independiente, como Robinson Crusoe o
los colonizadores del Lejano Oeste. Ciertamente, la libertad tiene su
precio: el riesgo, mientras que la búsqueda de la seguridad conduce a la
sumisión . Aristóteles clasificó a los hombres en aquellos que son
libres por naturaleza y aquellos que necesitan la seguridad del esclavo. Fue esta busqueda de seguridad lo que llevó a los Ancianos de Israel
a pedirle a Samuel un Rey, o a los campesinos de Europa a someterse
voluntariamente a los señores feudales. Fue también la intervención
protectora del gobierno Egipcio, cuando salvo a sus subditos del hambre
durante los siete años de carestía previstos por José, lo que los convirtió
en esclavos del Faraón (Génesis, 47:13). La experiencia universal enseña
que aquellos que prefieren la seguridad a la libertad, pierden ambas.
Bibliografía,
Introducción al Liberalismo Clásico
Filosofía Política y Macro Economía. De la Biblia y Aristóteles a
Montesquieu y Adam Smith
Noah Nissani
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