Siempre me he preguntado por qué los socialistas y los
comunistas no predican con el ejemplo. Probablemente no existe un hábitat más
propicio para experimentar estas ideologías, sin riesgo, que una democracia
liberal. Nadie te obliga a no socializar tus ganancias con tus camaradas, ya
sean familia, amigos, compañeros de partido o afines a esta forma de
organización. Puedes compartir tus ganancias con el grupo y decidir de forma
democrática, ya sea con asambleas o con otro tipo de método, cómo gastar los
fondos priorizando aquellos objetivos que más importen a la mayoría, esto sería
la versión socialista, existe la propiedad privada pero los medios de producción
y los réditos serían colectivos. Pero se puede dar un paso más, también se
pueden colectivizar las propiedades de manera que todo sea de todos y no exista
la propiedad individual.
Por qué quienes predican esta forma de organización,
absolutamente respetable siempre que no te obliguen a asumirla, sin embargo no
la practican. Yo soy liberal y vivo como un liberal, gracias a que vivo en un
sistema basado en los principios liberales donde la libertad individual es el
eje sobre el que se vertebra la vida social, política y un poco la económica. Yo
soy el dueño de mis medios de producción, de las riquezas que obtengo y de las
propiedades que compro y les puedo asegurar que si vivo así, es porque las
otras organizaciones sociales no me seducen. Si yo viera grupos sociales, a mis
vecinos por ejemplo, viviendo en colectividad y les fuera como “Dios” no lo
duden, yo sería el primero en pedir cita para entrar en el grupo. ¿Quién se
resiste a vivir mejor? O a entrar en un club que mejora tus condiciones de vida
de forma clara y contundente.
Se imaginan un mundo de países socialistas o comunistas
vallados para evitar la entrada masiva de ciudadanos del mundo capitalista buscando
esa sociedad colectivizada, donde todo es de todos y a nadie le falta de nada. Ese
mundo podría ser tan real como el que tenemos ahora, esas formas de
organización social podrían haber triunfado como lo han hecho, en buena medida,
las formas basadas en la libertad del libre mercado y la propiedad privada. Pero
la realidad es tozuda, las teorías que soportan todo sobre el papel, son en la
práctica del día a día mucho más débiles. Algunos siguen creyendo hoy que es el
mundo el que tiene que adaptarse a la teoría, craso error, la vida tiene sus
propias reglas.
Quizás sea por eso que no encontramos socialistas o
comunistas de verdad, en la casa de al lado, puerta con puerta que puedan
demostrarnos lo bueno de su forma de organización y que terminen
convenciéndonos de que los que estamos equivocados somos los demás, los que
amamos la libertad con todas sus consecuencias. Y conste que la mayoría de
nosotros, yo al menos, somos liberales con paracaídas, que buscamos la libertad
pero con red abajo por si nos caemos. Son otros tiempos y los aventureros de la
libertad se extinguieron cuando alguien mató a Dios y lo sustituyó por el
Estado, pero cuidado, si ya nos costó siglos y sangre poner a la religión en su
sitio, no cometamos el error de permitir que “Papa Estado” ocupe su lugar y nos
tiranice de nuevo.
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