REFLEXIONES POLÍTICAS LIBERALES PARA ALCANZAR UNA DEMOCRACIA CONSENSUADA Y COOPERATIVA EN CONTRAPOSICIÓN A NUESTRA ACTUAL DEMOCRACIA MAYORITARIA Y COMPETITIVA.
LIBERAL POLITICS THOUGHTS TO GET A CONSENSUAL AND COOPERATIVE DEMOCRACY AS OPPOSED TO OUR CURRENT MAJORITY AND COMPETITIVE DEMOCRACY
Siempre me he preguntado por qué los socialistas y los
comunistas no predican con el ejemplo. Probablemente no existe un hábitat más
propicio para experimentar estas ideologías, sin riesgo, que una democracia
liberal. Nadie te obliga a no socializar tus ganancias con tus camaradas, ya
sean familia, amigos, compañeros de partido o afines a esta forma de
organización. Puedes compartir tus ganancias con el grupo y decidir de forma
democrática, ya sea con asambleas o con otro tipo de método, cómo gastar los
fondos priorizando aquellos objetivos que más importen a la mayoría, esto sería
la versión socialista, existe la propiedad privada pero los medios de producción
y los réditos serían colectivos. Pero se puede dar un paso más, también se
pueden colectivizar las propiedades de manera que todo sea de todos y no exista
la propiedad individual.
Por qué quienes predican esta forma de organización,
absolutamente respetable siempre que no te obliguen a asumirla, sin embargo no
la practican. Yo soy liberal y vivo como un liberal, gracias a que vivo en un
sistema basado en los principios liberales donde la libertad individual es el
eje sobre el que se vertebra la vida social, política y un poco la económica. Yo
soy el dueño de mis medios de producción, de las riquezas que obtengo y de las
propiedades que compro y les puedo asegurar que si vivo así, es porque las
otras organizaciones sociales no me seducen. Si yo viera grupos sociales, a mis
vecinos por ejemplo, viviendo en colectividad y les fuera como “Dios” no lo
duden, yo sería el primero en pedir cita para entrar en el grupo. ¿Quién se
resiste a vivir mejor? O a entrar en un club que mejora tus condiciones de vida
de forma clara y contundente.
Se imaginan un mundo de países socialistas o comunistas
vallados para evitar la entrada masiva de ciudadanos del mundo capitalista buscando
esa sociedad colectivizada, donde todo es de todos y a nadie le falta de nada. Ese
mundo podría ser tan real como el que tenemos ahora, esas formas de
organización social podrían haber triunfado como lo han hecho, en buena medida,
las formas basadas en la libertad del libre mercado y la propiedad privada. Pero
la realidad es tozuda, las teorías que soportan todo sobre el papel, son en la
práctica del día a día mucho más débiles. Algunos siguen creyendo hoy que es el
mundo el que tiene que adaptarse a la teoría, craso error, la vida tiene sus
propias reglas.
Quizás sea por eso que no encontramos socialistas o
comunistas de verdad, en la casa de al lado, puerta con puerta que puedan
demostrarnos lo bueno de su forma de organización y que terminen
convenciéndonos de que los que estamos equivocados somos los demás, los que
amamos la libertad con todas sus consecuencias. Y conste que la mayoría de
nosotros, yo al menos, somos liberales con paracaídas, que buscamos la libertad
pero con red abajo por si nos caemos. Son otros tiempos y los aventureros de la
libertad se extinguieron cuando alguien mató a Dios y lo sustituyó por el
Estado, pero cuidado, si ya nos costó siglos y sangre poner a la religión en su
sitio, no cometamos el error de permitir que “Papa Estado” ocupe su lugar y nos
tiranice de nuevo.
Hay un libro que tengo entre manos, El retorno de los chamanes, cuyo autor, Víctor Lapuenteha hecho una magnífica entrevista en Sintetia. El libro analiza, desde una perspectiva política, dos modelos distintos de gestionar la cosa pública: el modelo o la visión del chamán y el modelo o la visión de la exploradora. Dice Lapuente que el chamán, propio de ideologías populistas ya sean de izquierdas o de derechas, fundamentan toda su acción en su ideología, es ésta la que determina toda su acción política, buscando moldear la sociedad según esos principios inamovibles de los que parten. En su lugar, la exploradora inicia su trabajo desde la realidad, a pie de calle, tratando de construir desde lo que es para tratar de mejorarlo, buscando permanentemente el consenso y siendo consciente de los límites que impone la realidad. El chamán pretende conquistar y derrotar, la exploradora mejorar y convencer. Esto se traslada a la gestión pública, y así como el chamán pretende fundamentar toda su acción de gestión en una ideología, con lo que toda la gestión pública tiene un marcado componente político, la exploradora entiende hay una parte que no ha de ser política, sino que ha de ser entregada a los técnicos para su mejor gestión. Por ejemplo, supongamos que es política de estado apostar por la alta velocidad en la red ferroviaria española, un enfoque chamánico haría que la decisión de llegar a una ciudad con el AVE fuera política, y no de eficiencia (¿les suena?), mientras que un enfoque explorador haría que fueran los técnicos quienes decidieran que, por ejemplo, es más eficiente llegar con el AVE a Alicante (por ejemplo) y poner lanzaderas a Murcia que crear otra línea de AVE a Murcia.
A modo de ejemplo adjunto una tabla donde Lapuente muestra las diferencias entre el chamán y la exploradora en determinados temas:
Como toda categorización este tipo de enfoques tienden a simplificar, y no terminan de captar la complejidad de modelos políticos y de gestión donde el chamán y la exploradora conviven en un mismo espacio y tiempo.
Dado que el “pueblo” es incapaz de hacer la revolución por sí mismo y que las “revoluciones” no ocurren solas, corresponde a la vanguardia —al partido-secta— preparar la toma del poder día a día con el fin de completarla tan pronto se den las condiciones propicias para ello.
Son esos principios básicos los que inspiran la actividad subversiva. El término revolución debe entenderse en un sentido amplio. La toma del poder político valiéndose de la insurrección armada o del golpe de estado son solamente dos entre una más amplia gama de métodos disponibles. Formas alternativas o complementarias de las anteriores van a ser la infiltración en instituciones gubernamentales para ponerlas al servicio de la conspiración, la victoria electoral “democrática” y la “transición pacífica” al socialismo, la ocupación militar del país o cualquier otra que sirva para alcanzar el poder.
Ahora bien. Para asaltar el poder es necesaria una degradación previa, constante y progresiva del tejido social. Una ocupación creciente de pequeños puntos que vayan extendiéndose como la gangrena. El objetivo es convertir una sociedad sana, fuerte e inexpugnable en un cuerpo enfermo, cansado y sin ánimos de resistir.
Clara está pues la tarea a realizar. Erosionar la sociedad por cualquier medio posible. Legal o ilegal, pacífico o violento, “político” o “militar”. Agitación y propaganda, infiltración, terrorismo, actividad política, organización partidaria y sindical, encuadramiento de la masa, organizaciones fachada… Resumida la actividad en tres palabras, se trata de separar, desarticular y encuadrar.
De acuerdo con el manual de A. Neuberg, Der Bewaffnete Aufstand (La Insurrección Armada) que sirvió durante el período de entreguerras a la formación de cuadros comunistas por la KOMINTERN —la Internacional Comunista creada por Lenin para extender la revolución comunista por todo el mundo— cuatro son los factores necesarios para estimar una situación como pre-revolucionaria.
El primer factor tiene que ver con la pérdida de la capacidad de mando por parte del gobierno puesto que los dos principales objetivos en toda contienda son la voluntad y la capacidad de lucha del enemigo. La merma de capacidad de mando gubernamental vendría manifestada por un gran deterioro tanto de los medios para la defensa como de la autoridad para imponer la legalidad y el orden público. Propia de esta situación es la pusilanimidad de los gobernantes para hacer frente a las amenazas que se ciernen —por ejemplo, la huida de Batista de Cuba en 1959—, la existencia de motines, insurrecciones y deserciones en las Fuerzas Armadas y en la policía —Rusia, 1917—, el establecimiento de guerrillas controlando partes del territorio, etc.
La segunda característica de una situación pre-revolucionaria aparece cuando el gobierno ha perdido su legitimidad entre amplias capas de la población. Existe coincidencia entre la opinión pública de que la situación es insostenible con un deseo generalizado de cambios radicales. Los ciudadanos están separados del gobierno.
Neuberg apuntaba como tercer factor la presencia de una grave crisis económica y social que afecte a una mayoría de gente. Esta crisis puede venir propiciada por la derrota en una guerra; por una depresión económica con cierres bancarios, altísimo desempleo y quiebras; por el brutal desajuste de las cuentas públicas que desemboque en devaluaciones, hiperinflación, controles de precios y el desabastecimiento de núcleos urbanos a veces acompañado con saqueos.; por el continuo hostigamiento de grupos terroristas, de la violencia callejera o de una imparable delincuencia, etc. La sociedad ha sido desarticulada. Todo esto es inútil en términos de asaltar el poder si no se da el cuarto y último factor: La existencia de fuerzas insurgentes organizadas y preparadas para la toma del poder. En la jerga leninista, el encuadramiento de la masa está listo.
Para subvertir la sociedad todo vale. Tanto las actividades “legales” amparadas en las libertades democráticas —participación en elecciones y en cargos de representación política, propaganda y agitación legal, libertad de expresión, prensa y reunión— como las ilegales —terrorismo, espionaje, sabotaje, desinformación, bandolerismo— sirven a un mismo fin. En el leninismo los cambios que se produzcan en la línea del partido son meramente cambios tácticos. El fin último de dominación política completa no varía jamás. El ataque es a la vez legal e ilegal, ofensivo y defensivo, abierto y oculto.
Las principales actividades legales quedarían resumidas por el director del FBI J. E. Hoover en su libro Masters of Deceit (Maestros del engaño) en tres grandes epígrafes: campañas de agitación de masas, técnicas de infiltración y frentes amplios a través de organizaciones fachada. La organización del entramado ilegal la abordaremos en el siguiente artículo de la serie.
La función de la agitación sería explotar los agravios (reales o ficticios), esperanzas, aspiraciones, prejuicios, miedos e ideales de todos y cada uno de los grupos que conforman la sociedad desde el punto de vista religioso, económico, político o racial. La estrategia básica era que personas e instituciones no revolucionarias, bajo influencia conocida o no conocida de expertas manos comunistas, fueran ampliando la influencia del leninismo en el mundo. Cualesquiera intereses fragmentarios, no articulados, vagos debían ser convertidos bajo la guía del partido en un común denominador: apoyo a la línea del partido. La agitación siempre tenía preferencia frente a la propaganda. La propaganda, aunque valiosa, servía para debilitar al enemigo a largo plazo, y había de ser llevada a cabo principalmente en el ámbito de la “inteligentsia”. La agitación debía ser inmediata, inflamatoria, conducente a hacer crecer el descontento y quedaba en manos del activista organizador de campo. El propagandista tenía que hablar de la naturaleza capitalista de cada problema. El agitador selecciona un aspecto conocido del problema.
La agitación debía comenzar a través de la prensa afín —propia o infiltrada. Esta se encargaba de sacar un caso con entrevistas, historias familiares, muchos sentimentalismos y escasa atención a otras consideraciones que pudieran. Se debía hacer hincapié en cualquier característica que le convirtiese en miembro de alguna minoría “desfavorecida”: padre de familia numerosa, negro o emigrante, trabajador humilde, cualquier cosa que ampliase las posibilidades de que la agitación tuviera más atractivo.
A los pocos días había que decidir si debe continuar la campaña. El partido tenía que convertirse en el auto designado recolector de “víctimas”, “agravios”, “linchamientos”, “cazas de brujas”, “brutalidad policial con minorías”, “guerras injustas”. Los cánones que iban a utilizarse para decidir si se continuaba con un determinada campaña eran los siguientes: ¿era posible influenciar a un gran número de personas a través de la misma?; ¿estaba implicada alguna autoridad —mejor cuanto más importante y opuesta al comunismo fuera— que pudiera ser debilitada o calumniada?, ¿podían salir fortalecidos otros proyectos comunistas que estaban siendo llevados a cabo en ese momento?, ¿podía el partido conseguir reclutamiento a través de esta campaña?, ¿podían obtenerse fondos para el Partido?
Si se optaba por la continuación de la campaña, el siguiente paso solía la creación del Comité o Plataforma XYZ: un frente comunista recién creado comenzaba una febril actividad. Se daba así la sensación de intereses organizados y peticiones concretas, enmascarándose la participación comunista. Para atraer la atención se utilizaban diversas fórmulas: testimonios de solidaridad, declaraciones de prominentes simpatizantes (declarados y no declarados) con “títulos” importantes. La agitación de masas siempre ha sido la forma más efectiva de conseguir el apoyo de los no comunistas. “Si fulano (por ejemplo un religioso) apoya a esta organización (una ONG) es que debe de ser buena”. El primo o infiltrado de turno se convierte en una estación trasmisora de control de pensamiento para el partido leninista. Por ello los comunistas siempre han estado ansiosos por conseguir el apoyo de doctores, profesores, clérigos y demás personas que puedan gozar de respeto moral o intelectual. Cuanto más conocida sea la persona, mejor. Otra técnica favorita es la de peticiones firmadas, cartas a los mandatarios o a los periódicos, mítines o concierto de apoyo y solidaridad.
Toda campaña iba destinada a presentar a los revolucionarios dentro de amplios frentes como “adalides” de las aspiraciones y reivindicaciones de la gente, como seres “progresistas”, “ilustrados” y “humanitarios”. La ilusión debía de ser: “Defendemos la libertad y la justicia allí donde nadie más está interesado en hacerlo”. El objetivo real era por el contrario preparar al partido y al resto de la sociedad para la toma del poder. Los miembros del partido ganaban experiencia en la guía de masas, se conseguía la radicalización de una parte de la sociedad al ir sembrando las semillas del descontento, así como debilitar, dividir y neutralizar la oposición y la capacidad defensiva institucional (judicial, militar, policial) del estado.
La infiltración consistía en introducir a miembros del Partido en organizaciones no-partidistas con el fin de utilizarlas para ejercer influencia a favor de la subversión. Las organizaciones infiltradas pasaban a formar parte de un amplío frente que incluía, además del partido, al resto de organizaciones fachada. El Caballo de Troya fue el modelo que citó Dimitroff en su alocución ante la séptima edición de la KOMINTERN.
Los objetivos de infiltración más importantes tenían como destino los sindicatos, la función pública, el gobierno, el ejército, las asociaciones civiles, científicas y religiosas y los medios de comunicación. El objetivo último es poner a todos ellos al servicio de la intriga. En todo caso se trataba de que la organización infiltrada acabase sirviendo —total o parcialmente— a los intereses del partido en fines tales como: declaraciones públicas de apoyo de la organización a candidatos políticos afines, implicar a la organización en las campañas de agitación y propaganda, destinar-desviar fondos de la organización para miembros o causas apoyadas por el partido, apoderarse del boletín o periódico de la organización, enviar delegados comunistas bajo la fachada de la organización a convenciones, sínodos y a atender a medios de comunicación que requieren la opinión de la “prestigiosa” organización en algún asunto de actualidad.
Las organizaciones completamente infiltradas y las creadas por los comunistas con pretextos fachadas acabarían constituyendo todo un amplio frente de organizaciones-fachada. Las organizaciones-fachada han constituido probablemente la táctica comunista de más éxito a la hora de captar el apoyo de los no comunistas desde que el finlandés Otto Kuusinen propusiese su creación a gran escala a comienzos de los años 20. Ha sido la vía idónea para influenciar el pensamiento y el comportamiento de millones de no-comunistas.
El número de organizaciones-fachada creados y controlados por el comunismo siempre ha sido impresionante. Los servicios que esas organizaciones acaban prestando al comunismo son incalculables. Desde apoyar las campañas de agitación y recaudar fondos para el movimiento hasta aportar ponentes, contertulios o entrevistables para toda clase de organizaciones no comunistas y medios de comunicación. Verdaderamente es asombroso el número de solicitudes e invitaciones de conferenciantes y “expertos” que siempre han recibido estas organizaciones fachada, especialmente en cuestiones de “derechos civiles”, “paz”, “cooperación internacional y subdesarrollo” o “temas de “medio ambiente”.
Las organizaciones-fachada también utilizan sus publicaciones para hacer avanzar la causa leninista dándole cobertura y avalándola con su aura de prestigio, ceden sus locales y sus presupuestos para la realización de reuniones, conferencias, jornadas, mítines. Presionan para que se apruebe determinada legislación o para oponerse a otra que va a discutirse. Consiguen influenciar a personas que desempeñan puestos importantes y a las que el partido no puede llegar por otras vías, etc.
Las organizaciones-fachada no operan de forma aislada, sino como parte integrante de un enorme frente amplio interconectado. Una de las principales “virtudes” del frente y de sus organizaciones fachada es su alto grado de flexibilidad. Igualmente las organizaciones fachada pueden integrarse en macro frentes y también rebautizarse. Por ejemplo las “Asociaciones contra el Fascismo” pasaron a ser “Asociaciones por la Paz” (¿les suena el nombre?) tras el pacto nazi-comunista para repartirse Polonia.
El eurodiputado de Ciudadanos, también abogado y escritor, presenta «Nunca la nada fue tanto», el libro de sus memorias como reportero de guerra.
Javier Nart (Laredo, 1947) es un tipo peculiar. Con 68 años, y sin que nadie supiera qué hacía ahí, pudo morir en una emboscada de Daesh en Irak, cuando visitaba una de las zonas petrolíferas del país que acababan de perder los yihadistas. A los veinte, hacía de «picapleitos» en Barcelona de lunes a viernes, y de reportero de guerra los fines de semana en Líbano, Yemen o Chad... También se metió en política, primero en el partido deEnrique Tierno Galván, más tarde en el de Felipe González y ahora como eurodiputado de Ciudadanos, que lidera Albert Rivera. En una visita exprés a Madrid para presentar el libro de sus memorias como reportero de guerra,«Nunca la nada fue tanto» (Ediciones Península), Nart atendió a ABC desde el embarque de Iberia de la T4 de Barajas, a punto de coger un vuelo a Bruselas. «Cuando salga publicada la entrevista, envíamela al correo, que me voy a un país africano en unos días», dice.
[Primera parte de la entrevista en profundidad con Javier Nart]
Abogado, de lunes a viernes, y reportero de guerra, los fines de semana...
Líbano era relativamente fácil de acceder. Con un vuelo Barcelona-Roma-Beirut y ya en Beirut donde estaban los palestinos esperándome en pista para llevarme al frente. Tarde noche del viernes, sábado, y domingo entero hasta el lunes por la mañana. Había alguna ocasión que el vuelo llegaba a las 11 al aeropuerto de Barcelona, y tenía juicio a las 12 o 13; me cambiaba en el aeropuerto. Me llevaba el expediente judicial, que lo había estudiado, pero repasaba por la noche entre tiro y tiro. Tengo expedientes que estudié en el desierto como el de Javier de la Rosa, yo era el querellante principal, quien destapó el entramado. Tuve la tranquilidad de mirarlo con toda la tranquilidad sin teléfonos, en el desierto por la noche tu sombra es nítida con el suelo, tremenda luminosidad si tienes luna llena. Guardo ciertos trozos de expedientes como recuerdo, con líneas de arena que iban entrando a medida que me los iba leyendo.
¿Le ayudó hacer la mili en el reporterismo de guerra?
No, no me ayudó. En la mili aprendí a jugar al dominó y a escaquearme, que significa ocultarse del enemigo, y en este caso del mando, tratar de no aparecer por ningún sitio y pasar desapercibido. El ejército era un esperpento, lo único que se hacía era desfilar, no había material ni entrenamiento efectivo. Donde yo era sargento de milicias. Era el último número de mi promoción, no por indisciplina sino adisciplina, no casaba bien con todo aquello.
Con su «huida a Barcelona» para estudiar la carrera, ¿tuvo problemas con sus padres, una familia de la alta burguesía de Guecho?
Felices felices no estaban, porque había riesgo. No era tanto por ideología porque explicabas las guerras: yo era el único español de las agencias Sygma, Gamma, así que la consideración profesional era muy alta. Explicaba lo que pasaba desde el punto de vista de las guerrillas, algo muy difícil, porque no podía entrar.
En este libro no se habla de sus apariciones en la televisión pública y luego en otras cadenas, como un apagón sobre una parte de su vida, ¿por qué?
Es un libro que tiene el contenido que tiene, que corresponde a mi papel de corresponsal de guerra. Trato de abordar con coherencia conflictos del mundo moderno a través de lo que yo viví. También trato la situación de partidos como el PSP (Partido Socialista Popular), PSOE, abogacía, etc. Para mí, la televisión tiene un interés muy relativo, por no decir ninguno.
¿Tuvo vocación política en esos años?
La sociedad civil fue sodomizada por los dos grandes partidos PP y PSOE, y en los respectivos lugares, CDC y PNV
Nunca he tenido vocación política. Soy un ciudadano. Actuamos en política porque formamos parte de la sociedad. La política no es patrimonio institucional de los partidos. Lo que pasa es que aquí aceptamos que la política sea patrimonio de los profesionales de la política y no de nosotros. La sociedad civil fue sodomizada por los dos grandes partidos PP y PSOE, y en los respectivos lugares, CDC y PNV. De forma que tenemos una sociedad domesticada, subvencionada. Creo que la patrona se llama Santa Nómina Bendita. Y lógicamente, si dependes de ellos, cómo vas a criticarlos. Así, penetras y capas a la sociedad civil. Hay que retomar la libertad. Hemos vivido en un control absoluto de los dos grandes partidos políticos y hay que ir por una senda de ideas, que se ven pocas.
Usted conoció de cerca buena parte de las guerrillas de los últimos veinticinco años del siglo XX, cubriendo la guerra desde estos frentes. ¿Todas las guerrillas son asesinas? ¿Podía luego criticarlas en sus artículos?
No pasaba nada ir en contra de las guerrillas. Yo no era propagandista de esa guerrilla o de la otra. Yo estaba con los jemeres rojos. Te podías imaginar, especialmente cuando entrevisté al número dos de por entonces, que le pregunté por el genocidio, y en ese momento piensas que tienes que hacerlo y lo haces. Luego piensas: «Dios, que barbaridad», pero ya lo has hecho.
Entonces, para usted, ¿la lucha armada podía ser una alternativa?
Los atajos te llevan al precipicio. Y algunas luchas son necesarias y justas. Por ejemplo, contra la oligarquía de Somoza la única alternativa era la lucha armada. Este es un medio lícito cuando no queda ningún otro, y esto lo decía Santo Tomás de Aquino. Lo digo porque, al contrario de lo que muchos piensan, esto no es de Karl Marx o Piotr Kropotkin; desembarazarse del tiranicidio como forma legítima de una sociedad sometida a la barbarie. Lo terrible es que las guerrillas, cuando son instituciones militarizadas, tienden a militarizar el poder, lo patrimonializan y no lo sueltan jamás. Si lo han ganado, cómo lo van a soltar si son los propietarios de la patria. La sociedad es buena para morir por la libertad, una vez conseguida la victoria necesita ser educada antes de las elecciones. En un primer momento era bueno luchar, pero ahora hay que educar para evitar que se cometa un error. Oye, la democracia es la libertad de equivocarse, la democracia es que Churchill ganara la II Guerra Mundial y perdiera luego ante Attlee las elecciones en Gran Bretaña. Los oligarcas sandinistas corruptos y enriquecidos representan la prostitución de la lucha por la libertad. No conozco ninguna guerrilla que haya cedido libremente la libertad.
El Israel del Partido Laborista nutriendo de armas a Somoza y luego el PSOE y la Internacional Socialista a los sandinistas. Qué me puede decir del apoyo de Felipe González a los sandinistas, mientras estos eran apoyados por miembros de ETA. ¿Son las contradicciones normales de la política o simplemente una aberración?
Eso es una aberración. Yo a Felipe González le informé de la presencia de etarras en Nicaragua. ¿Por qué? Porque compañeros míos sandinistas con los que había estado en el frente me informaban de lo que estaba pasando y eso se lo dije a Felipe, y no hicieron nada. Me parecía un escándalo que, mientras estábamos ayudando muchísimo política y económicamente al Frente Sandinista, estos malnacidos acogieran a Josu Ternera. Cuando me dijeron su nombre no sabía quién era, y este fue recibido por la comandancia. El intento de asesinato de Edén Pastora en Costa Rica fue organizado por etarras, como «el Pistolas», que debería haberse llamado «el Chapuzas» por lo fácil que era matarlo y no fueran capaces de hacerlo.
Además, ¿crees que el Partido Laborista de Israel es Socialista? Por nuestras obras nos conoceréis. Prefiero un conservador danés que un revolucionario madurista y si Maduro es la revolución, que dios nos coja confesados.
Ha coleccionado condenas de muerte...
Cuatro condenas de muerte, una en Guinea con Macías Nguema, dos en Chad, con Maloum y Habré, y otra por Nicaragua con Somoza. (Sonríe) Pero estoy con buena salud. Se ve que no funcionó.
¿Qué países no podía pisar?
No podía pisar aquellos donde estaba condenado a muerte, excepto cuando iba con la guerrilla. Con el Frente Sandinista, Frolinat y en Guinea Ecuatorial tuve la enorme satisfacción de ser quien entró por primera vez en el búnker de Macías. Mientras quienes venían conmigo cogían la pasta, yo cogía las banderas porque las colecciono. Era mi botín de guerra.
Con tantos conflictos en su currículum, ¿qué es para usted la muerte?
La muerte es un ratito nada más, como dirían los mexicanos. He estado varias ocasiones en pre-muerte con la certeza de que moriría. En esos momentos tienes un temor tremendo, pero cuando sientes que vas a morir, como un morterazo que sufrí en Nicaragua, tienes una gigantesca paz. Admites la muerte. Es correcto, ni buena ni mala, y cuando sales del riesgo, vuelves a tener terror. Pero cuando tienes la certeza, tienes un anestésico que te pacifica tu angustia y te da un fácil acceso a la muerte. Hablando de muerte, lo que más me ha golpeado es el sufrimiento de los inocentes, los más inocentes, los niños, porque un adulto puede sufrir la barbarie más absoluta, pero un niño contempla atónito, no entiende que vaya a morir. Recuerdo un refugio al sur del Líbano en un bombardeo de los israelíes, donde un niño me cogía los dos dedos de la mano y me miraba en silencio. ¿Cómo puede entender un niño de seis años que la muerte existe y que la muerte le va a llegar? Esa monstruosidad te parte el alma.
«Tengo muy buena relación con Pablo Iglesias»
¿Cree que hizo bien Albert Rivera acudiendo a Venezuela? ¿Conoce a Iglesias personalmente ?
Me parece excelentísimo que Albert Rivera haya ido a Venezuela, y ojalá fuera también Pablo Iglesias, que tiene profundas amistades con el régimen, uno de sus veneradores casi a nivel religioso. Con Pablo tengo una muy buena relación. Me parece personalmente que conversar con él es un placer, otra cosa es cuando se produce una transformación a la cosa pública. Desearía que fuera a Venezuela, y a sus amigos Maduristas les requiriera la liberación de los presos políticos. Que vaya a la Asamblea para que respeten la voluntad nacional. Maduro ahora es un golpista. Se ha hecho cargo del Constitucional a través de los nombrados digitalmente y se burlan del Parlamento. Espero que los de Podemos, Errejón, Monedero, Bescansa e Iglesias, que han sido asesores del chavismo, asesoren ahora en favor de la libertad de los presos políticos. Y después otra cuestión interesante. Albert Rivera ha ido allí por invitación del Congreso, que ha pedido a Podemos que vayan para que expliquen cantidades que parece ser que recibieron en concepto de asesoramiento. Que se expliquen en el lugar de la soberanía venezolana, tan demócratas y respetuosos con las instituciones que son.
En el libro cuenta cómo con el PSP mendigaba por financiación de las dictaduras seudo revolucionarias africanas, entre ellas Libia, para hacer frente a la financiación del PSOE procedente de las ricas socialdemocracias europeas. ¿Es comparable lo suyo a lo que se le acusa hoy a Podemos?
Sí, es comparable. Yo no tengo demasiada piedad de mí mismo, creo que todos vivimos con cuestiones internas que quizás otros perdonen pero nosotros no. Decir que yo en ese momento era joven, sí, pero con el tiempo uno entiende que eso es absolutamente inadmisible, y que el PSP acudiera a esas fuentes, a mí me llena de vergüenza de mí mismo.
Espero que les llene de vergüenza haber recibido dinero. Con un agravante, las cosas ahora son muchísimo más claras, nosotros nunca aconsejamos a nadie cómo hacer las cosas y el desastre de Venezuela, un país riquísimo productor de petróleo y que ahora no tiene ni para medicamentos. Si han sido capaces de aconsejar en la barbarie de la destrucción social y económica de de Venezuela... Si quieres que te diga la verdad, mi confianza en que económicamente mi país vaya a ir bien con semejantes consejeros...
A usted, que estuvo cerca de Enrique Tierno Galván, ¿qué le parecieron las comparaciones con Manuela Carmena en campaña electoral por parte de Ahora Madrid?
Si Manuela Carmena fuera Manuela Carmena, pondría a concejales de su perfil, no a los que tiene, que son incluso unos frikis
Enrique Tierno Galván no era un populista, pero te digo que Carmena tampoco lo es. Tengo discrepancias, claro, pero ella no es Podemos. Carmena es una persona con una trayectoria muy respetable y fue escogida a última hora para liderar un proyecto. ¿Cuál es para mí la critica a Carmena? Carmena no es la alcaldesa de Madrid, Carmena es la cabeza de una organización que le han impuesto, claro, tiene unos concejales que es para echarse a correr o a llorar y a reír. Y si Manuela Carmena fuera Manuela Carmena, pondría a concejales de su perfil, no a los que tiene, que son incluso unos frikis.
¿Qué le ha supuesto la noticia de las cuentas en Suiza? Usted ha defendido que se trata de dinero de su padre
Mi padre fue un hombre heroico, que en lugar de pagar decidió no hacerlo, se tuvo que marchar de Bilbao, buscó una seguridad por si se debía marchar. Qué podía hacer. ¿Pagar? No lo hizo y se quedó apartado. Mi padre es un héroe, escuché cómo le decía al malnacido que le estaba llamando «yo no puedo vivir habiendo pagado la bala de quien no pudo pagarla». Es una situación que pasó por la Hacienda foral vasca, por la española y la catalana sin la más mínima contradicción, sin la más mínima apertura de sanción administrativa. Nada. Y el que quiera ponerle a mi padre el dedo encima, a ese maldito hipócrita le diría que mi padre se jugó la vida cuando no pagar era matarte, era el único que no pagaba, era necesario matarle porque era un pésimo ejemplo. «Si usted no paga, nos crea usted un problema». Y quien lo esté sacando ahora eso es pura miseria moral.
¿Qué pasó con el supuesto cobro por error de 31.000 por parte de Félix Millet?
Estoy hasta los cojones de esta pregunta. Ya está contestada. Esa pregunta me tiene hasta los cojones. Está perfectamente contestada, un asunto viejo que está reiteradamente contestado, cuando hubo una comisión en el Parlamento de Cataluña, yo me ofrecí a ir, no se recogió mi nombre en ningún lugar. Hasta los cojones estoy del tema. Ya está.
Sí. Unidos Podemos dice ahora que es socialdemócrata y parece que ha dado un giro ideológico para ingerir al PSOE, pero no es así. Esa declaración, poco creíble a tenor de los grupúsculos “alternativos” que la componen, está pensada para absorber no solo a los socialistas, sino a todo el espectro central del electorado. No es que haya cambiado de ideas, es que la coalición de Iglesias es populista. El populismo no es una ideología, sino un estilo muy determinado de hacer política, que exhibe un programa moldeable según las circunstancias, con un único objetivo: hacerse de una vez y para siempre con el poder cambiando sus estructuras.
El SPD pensaban que la democracia era sinónimo de Estado social dirigido por el proletariado
Iglesias no miente: ahora son socialdemócratas, pero como el izquierdismo previo a la Primera Guerra Mundial, que creía que la democracia era un tránsito hacia el socialismo, porque en una sociedad en lucha de clases acabaría imponiéndose el proletariado por el sufragio universal. Por eso, el SPD, la versión alemana, se presentaba a las elecciones con un “programa mínimo” –reivindicaciones sociales y políticas cotidianas- junto a un “programa máximo” –la dictadura del proletariado-.
Todos eran marxistas, y entendían que la democracia no era el respeto a las libertades individuales, la separación de poderes o la representación libre y plural. No. Pensaban que la democracia era sinónimo de Estado social, combate de las desigualdades sociales eliminando la vida económica, cultural y política burguesas.
Lenin y Luxemburgo denunciaron a los “renegados” comunistas y abogaban por la guerra para hacer la revolución
Las dos guerras mundiales del siglo XX supusieron una larga marcha del desierto para los socialistas. La Segunda Internacional quebró por la preferencia nacionalista de sus otrora internacionalistas. Lenin y Rosa Luxemburgo iniciaron entonces una campaña para denunciar a los “renegados” del paraíso comunista, y usar la guerra para hacer la revolución. Así, los socialdemócratas alemanes tuvieron que eliminar a sus bolcheviques, entre 1919 y 1923, para que su recién proclamada República no se convirtiera en un satélite soviético. De hecho, Lenin fue el líder del Partido Socialdemócrata de Rusia hasta la creación del Partido Comunista en marzo de 1918.
El estatismo salió robustecido en 1945, como indicó entonces Hayek, y se estableció el consenso socialdemócrata: los socialistas occidentales aceptaron la democracia a cambio de una economía mixta, en la que coexistieran la propiedad privada (con función social), y el control público de la actividad económica a través de la planificación, contando con los “agentes sociales”; en especial, las asociaciones obreras.
Se desarrollan políticas sociales para “corregir las desigualdades” y promover la “justicia social”.
Así se constituyó el Estado del Bienestar, fórmula socialdemócrata que hoy todos defienden, en el que se ejecutan políticas sociales tendentes a distribuir la riqueza para “mitigar” los efectos del mercado, “corregir las desigualdades”, y promover la “justicia social”. Todos fueron, y son, ingenieros de una Nueva Sociedad comprometida con los “derechos sociales”, donde el progreso individual está subsumido en el colectivo.
La democracia cristiana, aquella que Konrad Adenauer resucitó en la segunda mitad del siglo XX, se acabó convirtiendo en el ala derecha de la socialdemocracia una vez que los valores cristianos que envolvían su estatismo se fueron perdiendo. El lapsus del conservadurismo de Thatcher no acabó con el consenso socialdemócrata.
La Nueva Izquierda asumió el el tercermundismo, el misticismo, el pacifismo, el antiamericanismo, el feminismo y el ecologismo
Es más; la Nueva Izquierda surgida en las décadas de 1960 y 1970, añadió al programa socialista el tercermundismo –el sentimiento de culpa en Occidente, convertido luego en antiglobalización-, el misticismo como religión alternativa, el pacifismo, el antiamericanismo, el feminismo revanchista y discriminatorio, y el ecologismo. Para ganar unas elecciones, como señaló Przeworski, había que ser “pluriclasista atrapalotodo”; es decir, formar parte del consenso.
El consenso socialdemócrata, con un Estado muy intervencionista, se ha instalado en España en los últimos cuarenta años
Ese consenso socialdemócrata, con un Estado muy intervencionista que se retroalimentaba, que se justificaba con la política social redistributiva, se ha instalado en España en los últimos cuarenta años. “Las elecciones se ganan en el centro”, decían, y ese “centro” era la socialdemocracia, aquella que se definió en Europa tras 1945. Y a eso tendieron UCD, PSOE y PP, aunque en diferente gradación.
La sociedad se acostumbró a un Estado omnipresente, generador de derechos sociales, los llamados de segunda generación –salud, educación, trabajo, vivienda, seguridad social, medio ambiente…-, en el que el ciudadano era irresponsable y perdió libertad, pero se sentía confortable. La legitimidad de la democracia estaba, por tanto, en que el Estado proveyera de todos esos servicios. Era la democracia social por encima de la política, como señalaba el marxista Adler en 1926, porque en eso consistía el espíritu de la socialdemocracia, de la Nueva Sociedad con el Hombre Nuevo.
Podemos obtiene ventaja en el consenso sobre ese Estado omnipresente, justiciero y redistributivo
Es lógico, por tanto, que hoy, en 2016, una opción populista como Unidos Podemos, esconda las efigies de Hugo Chávez, tanto como las banderas rojas tras el pacto con los comunistas de Izquierda Unida, y se llame a sí misma “socialdemócrata”, porque es ahí, en esa mayoría social sumergida en dicho consenso, en la dependencia psicológica de ese Estado creador, omnipresente, justiciero y redistributivo, donde tiene su victoria.
Ahora, en campaña, todos prometerán más políticas sociales, más gasto público, más inversiones y más vigilancia del mercado, al viejo estilo, para ganarse al electorado. A ver quién es más socialdemócrata, pero Unidos Podemos será como los de 1914, esos que tomaban todo esto, la democracia, como un tránsito hacia su arcadia, la dictadura.
*** Jorge Vilches es profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Complutense.