Juan J. Molina

Juan J. Molina
Juan J. Molina

domingo, 15 de noviembre de 2015

LACIUDAD QUE SE FUE, por Juan J. Molina






Caminando por las calles de la ciudad que me vio nacer, me di cuenta, después de un tiempo sin visitarla, que una buena parte de ella, ya no estaba allí. Bares desaparecidos donde tanto vivimos, comercios y personajes de un tiempo pasado que no me atrevo a llamar mejor, tan sólo, otro tiempo.

Siempre que me acuerdo de mi padre los recuerdos son en blanco y negro, supongo que porque en la mayoría de las fotos en las que salía, eran en blanco y negro. La ciudad que se fue la recuerdo en color, pero ese color de las antiguas cámaras kodac, entre artificial y granulado. Se fueron aquellos bares y camareros que tantas cervezas, sobrasadas y halufos nos sirvieron, pero no para siempre, aquellas tardes de punto preciso, con el alcohol justo, medido  por un alquimista sabio que nos permitían patear la ciudad entre la realidad y la niebla etílica, donde no había un mañana más allá de las sorpresas que nos deparara la noche. Todavía, alguna vez me cruzo con alguna de esas caras lejanas, kodac instamatic, pero ya no son los mismos. Ahora me parecen actores venidos a menos, estrellas de Hollywood en decadencia, nada que ver con sus papeles estelares, jóvenes y, a veces hasta guapos, en aquellas películas de tascas, copas y risas, y algo que que se parecía mucho al amor, amor de una sola noche.

Se fue la ciudad que nos vio madurar y por qué no decirlo, marchitarnos. Quedan sus calles y la Catedral, los soportales y las plazas donde quedábamos, nunca a una hora en punto. Veo caras y gestos que se repiten en figurantes nuevos, la función nunca se para. Me pregunto si yo y mis amigos, mi padre y los que aún siguen por aquí, seguimos atrapados en aquella ciudad, en aquellos bares y callejones, en aquella Murcia por donde pululaban decorando el paisaje personajes como el Pichilate o la Picaporte. Me gustaría que así fuera, atrapados en una función continua de matinal de domingo, veinticinco pesetas dos películas, cine Coy o Gran Vía, butacas de madera y olor a pipas.

Mi ciudad se fue y hoy,  sin que muchos lo sepan, se marcha a hurtadillas la ciudad de otros que un día, como yo hoy, pasearan sus calles y no encontrarán sus bares, ni sus camareros, ni sus personajes, ni sus amores de una sola noche. 

2 comentarios:

  1. Me parece muy bien. y viviendo la vida y a través de los años, vamos viendo que todo se va, a veces rápido y otras despacio, pero
    se va. y nosotros también sin quererlo nos vamos, despacito, casi sin darnos cuenta, y cuando nos paramos, lo vemos todo distinto, ni mejor ni peor distinto. Nosotros también hemos cambiado, somos distintos... espero que todo sea para bien, primero para nosotros y principalmete, para los que nos siguen. Muy buen comentario Sr. Molina. Abrazos

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  2. Me parece muy bien. y viviendo la vida y a través de los años, vamos viendo que todo se va, a veces rápido y otras despacio, pero
    se va. y nosotros también sin quererlo nos vamos, despacito, casi sin darnos cuenta, y cuando nos paramos, lo vemos todo distinto, ni mejor ni peor distinto. Nosotros también hemos cambiado, somos distintos... espero que todo sea para bien, primero para nosotros y principalmete, para los que nos siguen. Muy buen comentario Sr. Molina. Abrazos

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