Juan J. Molina

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Juan J. Molina

domingo, 1 de febrero de 2015

Cuando el dinero no vale ni el papel en el que está impreso (I)

Es común considerar que la inflación es el aumento del costo de la vida, o del valor de las cosas que se compran con dinero. En realidad, si bien es cierto que la inflación hace que la vida sea más cara, no se trata de que las cosas valgan más, sino de que el dinero vale menos. Es decir, que la inflación es la pérdida de valor real del dinero. Lo que se considera una inflación “normal” varía según el país y la época, y lo que se denomina hiperinflación, también. Así, se menciona como hiperinflación una tasa del 100% anual pero también una tasa, mucho mayor, del 50% mensual, cifras absolutamente inimaginables en la mayor parte del mundo desarrollado, pero que se han multiplicado con creces en algunos lugares y en algunos momentos históricos. En la entrada de hoy (y la siguiente, en un par de días), veremos los peores casos de inflación jamás registrados.
Hiperinflación: ¡Así podremos hacer fuertes con dinero!
Las causas últimas de la hiperinflación pueden ser muchas, pero la causa inmediata siempre es una pérdida de valor de la moneda provocada por el exceso de ésta sin un respaldo real detrás. Una inflación del 3%, considerada normal, supone duplicar los precios cada 23 años. Una inflación del 10% anual, considerada muy alta por cualquier economía desarrollada, supone duplicar los precios cada siete años. Cuando los precios suben un seis por ciento mensual, acaban duplicándose al cabo de tan sólo un año. Es decir, pasados doce meses, la moneda vale exactamente la mitad que a principios de año. Si un kilo de azúcar cuesta 100 en enero, en diciembre costará 200. Tirando hacia arriba, una inflación de cuatro dígitos (un mil por cien en adelante) supone multiplicar los precios al menos por diez cada año. A partir de ahí, cada cero en la tasa de inflación es un cero más en el precio de las cosas cada año. Los casos que vamos a ver superan con creces esas cifras, de todas maneras. Ahí va el top 5 de la hiperinflación.
5.- Grecia, 1943-45
La moneda griega empezó a perder valor a pasos agigantados durante la ocupación nazi del país en la II Guerra Mundial. En 1940, y debido precisamente a la guerra, el estado heleno entró en un déficit brutal, que fue financiado por el Banco de Grecia imprimiendo más dinero. Cuando en 1941 el país fue ocupado por los alemanes, el gobierno títere impuesto al país gastaba aproximadamente entre dos tercios y tres quintos de los ingresos en mantener a las tropas alemanas. La financiación del déficit siguió corriendo a cargo de la impresión de papel. En 1943 los griegos empezaron a rechazar los dracmas como moneda válida y la espiral inflacionista se convirtió en imparable; para ese año los ingresos del Estado suponían tan sólo un 6% del total de gastos. En octubre de 1944, cuando el gobierno en el exilio tomó el control de Atenas, el déficit presupuestario anual del estado griego era del 99,4%;  la inflación mensual alcanzó el 13.800%, con los precios doblándose cada cuatro días, y otro 1.600 % al mes siguiente. Se calcula que en 1938 un billete cambiaba de manos de media cada 40 días. En 1944 ese periodo de tiempo se había reducido hasta las cuatro horas. La situación tardó años en estabilizarse (poco después estalló una guerra civil en el país), y la mayor parte de la población siguió usando metales preciosos o moneda extranjera para sus intercambios.
Billete de cien billones de dracmas emitido en 1944. El impacto de la inflación sobre la moneda fue enorme; en 1942 el billete de denominación más alta era de 50 mil dracmas.
4.- Alemania, 1922-1923
Es uno de los casos más conocidos y estudiados de la Historia. El origen de la hiperinflación fueron las desmesuradas reparaciones de guerra exigidas a Alemania tras la I Guerra Mundial. La cifra exigida sobrepasaba con creces las reservas de oro y moneda extranjera de Alemania, por lo que el país procedió a comprar divisas en el mercado internacional, lo que redujo rápidamente el valor de la moneda desde los 8 marcos por dólar de 1919 hasta los 330 de mediados de 1922 y los 8.000 de finales de ese mismo año. Como mecanismo de defensa el gobierno imprimió más y más moneda, lo que produjo como efecto inmediato el desplome del marco y un ascenso irresistible de los precios. En enero de 1923, cuando Alemania no pudo pagar una de las cuotas de las indemnizaciones Francia y Bélgica ocuparon la cuenca del Ruhr para cobrárselo en especies. Alemania llamó a la huelga a sus trabajadores y, para pagarles, siguió dándole a la manivela del papel moneda, lo que a su vez redundó en un aumento irrefrenable de los precios, lo que a su vez llevó a imprimir más moneda. Y así.
Escenas cotidianas durante la hiperinflación: arriba, un tipo usando billetes de banco para empapelar las paredes. Era más barato usarlos que el papel que se podía comprar con ellos. Debajo, una mujer usa dinero como combustible para calefacción, dado que con ese dinero no daba para comprar leña.
Las consecuencias de la hiperinflación alemana fueron dramáticas. Las clases medias fueron devastadas por el alza inconcebible de los precios, sus ahorros se volatilizaron y aquellos que recibían rentas las vieron convertirse en nada. Durante más de un año Alemania soportó tasas mensuales de inflación del 21% diario, lo que equivale a un 30.000% mensual, es decir, a duplicar los precios cada cuatro días y a multiplicarlos por diez cada diez días. Según pasaba el tiempo el fenómeno se fue acelerando, llegando a darse casos auténticamente extremos. En el peor periodo de la inflación, a finales de 1923, se decía que si uno pedía en un bar un café, en el tiempo de bebérselo el precio se habría doblado. A finales de 1922 una barra de pan en Alemania costaba 600 marcos, varias decenas de veces más que unos años antes. En agosto de 1923 el precio de la misma barra de pan era de un millón y medio de marcos, y para noviembre de 1923 el precio había subido hasta los tres mil millones de marcos a principio de mes, y 200.000 millones a finales. El día uno de ese mes un vaso de cerveza costaba 4 mil millones de marcos y un kilo de carne más de setenta mil millones. El precio de una onza de oro pasó de 1.300 en enero de 1921 a 370.000 en enero de 1923 y a 87 billones en noviembre de ese mismo año. El cambio frente al dólar llegó a alcanzar los 5 billones de marcos. La hiperinflación terminó con la introducción de una nueva moneda, el Rentenmark o Marco seguro, convertible por los viejos marcos a razón de un nuevo marco por cada billón, con be, de los antiguos. Una de las consecuencias más curiosas de la hiperinflación fue la aparición de la “enfermedad del cero“; aquellos que la padecían tenían la compulsión irrefrenable de escribir larguísimas filas de ceros.
Billete de 100 billones de marcos de 1923
3.- Yugoslavia, 1993-1995
La destrucción de la antigua Yugoslavia, con su rosario de genocidios y masacres, dejó también uno de los episodios de inflación más graves de la Historia. Durante los primeros noventa la recesión sacudió a la República Socialista de Yugoslavia con dureza, mandando a varios centenares de miles de personas al paro. En ese contexto se produjo la disolución del país y el inicio de las guerras yugoslavas. Una política económica errática, que, al igual que en el caso griego, combinaba enormes déficits con impresión de dinero de manera completamente artificial para pagarlos, provocó el alza de precios. Esta se vio agravada por la política de precios fijos de los bienes de primera necesidad. Los agricultores y los tenderos prefirieron no vender (o vender en el mercado negro) antes que hacerlo a los precios artificialmente bajos ordenados por Belgrado. La desaparición de la oferta combinada con una demanda creciente de esos mismos bienes fue lo que terminó de disparar los precios. Una primera reevaluación de la moneda (del orden del millón de dinares por cada nuevo dinar) no sirvió para nada. En un  momento dado, de hecho, las transacciones cotidianas comenzaron a hacerse en marcos alemanes (que siguió siendo la moneda de Bosnia y Kosovo hasta la llegada del Euro).
Un billete de 500 mil millones de dinaresde 1994
Los precios se situaron fuera de cualquier control durante el último semestre de 1993 y todo 1994. El cambio con el marco alemán lo dice todo. El 12 de noviembre de 1993 un marco se cambiaba por un millón de dinares, el 15 de diciembre el cambio era de 3.700 millones de dinares, y para el final del mes había subido a los 3 billones de dinares. Otra reevaluación quitó doce ceros a la moneda (un “nuevo nuevo” dinar equivalente a 1 billón de nuevos dinares), pero el dinar siguió perdiendo su valor a toda velocidad. Para el 17 de enero de 1994 el cambio con el marco ya andaba por los treinta millones (treinta trillones de los “nuevos dinares” y treinta cuatrillones de dinares de 1992). Una nueva reevaluación creó el “súper dinar”, equivalente a diez millones de los dinares de tercera generación. La inflación mensual más alta registrada fue de 330.000.000% (trescientos treinta millones por ciento, sí), en enero de 1994; esto equivale a un 65% de inflación diaria, y a duplicar los precios cada 34 horas. A lo largo de todo el periodo de hiperinflación los precios subieron un 5.000.000.000.000% (cinco billones). El gobierno de Belgrado culpó de la hiperinflación a “las injustas sanciones contra el pueblo serbio” por la guerra de Bosnia.

Fuente: https://fronterasblog.wordpress.com/2011/08/22/cuando-el-dinero-no-vale-ni-el-papel-en-el-que-esta-impreso-i/

CONTINUACIÓN

1 comentario:

  1. Me ha interesado mucho tu explicación. Aprender siempre está de moda, es lo único que jamas pasa de estar de total actualidad..

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