Juan J. Molina

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lunes, 11 de agosto de 2014

Sionismo no es Judaismo, por Juan Gabriel Labaké

 


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¿Qué es el sionismo?
“Sionismo” fue el nombre elegido por Teodoro Herzl, para denominar al movimiento político que acababa de crear en Europa, a fines del siglo XIX, cuyo objetivo central era lograr un “hogar nacional para los judíos”. Su argumento, ante propios y extraños, fue total y exclusivamente pragmático (nada mesiánico o religioso): los judíos, afirmaba, estaban vistos como un “estorbo” por el resto de la sociedad y ello hacia imposible una vida digna para ellos y perjudicaba a todos. Lo mejor, sostuvo el ateo señor Herzl, era comprar un territorio donde pudieran vivir los judíos y fundar su propio Estado: el tan mentado “hogar nacional judío”. La mayor e intransigente oposición la recibió de parte de los rabinos más ortodoxos y devotos.
Herzl confunde nuestra fe en la Jerusalén celestial, mística, con la capital de un proyecto político de poder. Eso perjudicará al judaísmo, que es ante todo una religión, argumentaron.
Aún así, Herzl siguió adelante con su proyecto, respaldado por algunos capitales judíos. En su primer intento, le propuso al zar de Rusia comprarle una parte de territorio para fundar ahí el Estado sionista. Ante la negativa del zar, tentó suerte en Uganda y también fracasó. Pensó entonces (alrededor de 1896) en Palestina y en la Argentina (especialmente en la Patagonia, que los centros de poder de Europa consideraban un “territorio vacío”, una “res nullia” o tierra de nadie). Luego se descubrió el valor estratégico y económico del petróleo de Medio Oriente, y ni la imperial Gran Bretaña, ni el soñador Teodoro Herzl tuvieron más dudas: el Estado sionista deseado por el segundo se fundaría en las tierras palestinas dominadas e invadidas por la primera.
El resto es historia conocida.
Sionismo y judaísmo
Lo que interesa en esta nota es dejar bien en claro que el sionismo es una doctrina y un movimiento o partido político, cuyo principio básico es la creación y sostenimemto del Estado de Israel. Mientras que el judaísmo es una religión; la más antigua de las tres religiones monoteísta que existen.
La confusión entre judaísmo y sionismo, así como el antiguo cesaropapismo en los países cristianos, y los casos similares dentro del islam, es decir, la confusión entre religión y política, ha traído las más sangrientas guerras y los más crueles sufrimientos a los seres humanos. Y ello, porque en esa mixtura perversa el odio y las guerras de exterminio de unos contra otros adquieren la categoría de un mandato divino, algo tan inhumano como falso, además de ser blasfemo.
De modo que confundir judaísmo con sionismo es tan peligroso y nefasto como confundir cristianismo con cualquier grupo o sistema político, sea la monarquía como la república, el peronismo como el liberalismo o el socialismo. Son dimensiones y planos (o “mundos”) distintos.
Es normal y aún saludable que los movimientos políticos se inspiren en los valores que emanan de la religión mayoritaria en cada pueblo, porque religión y cultura son inseparables. Es el caso del peronismo, cuya doctrina se inspira y adopta los valores del humanismo cristiano, como fue la enseñanza y la voluntad expresa de su fundador. Pero mezclar promiscuamente religión y política es altamente perjudicial. La experiencia histórica así lo demuestra.
Israel, sionismo y judaísmo
El problema en el caso de Israel es que, desde siempre, sus dirigentes políticos han pretendido que sionismo y judaísmo sean una sola y misma cosa. Al principio, como dije, los rabinos más ortodoxos y devotos se opusieron a tal confusión. Pero, a medida que el poder de Israel aumentó y llegó incluso a dominar la política norteamericana, como es hoy conocido e inocultable, la resistencia de los grupos religiosos fue amenguando. El punto de inflexión se produjo, al parecer, en 1967 debido al triunfo israelí en la llamada Guerra de los Seis Días que volcó a numerosos rabinos ortodoxos al seno del sionismo gobernante. Los ejemplos más notorios, aunque no los únicos, son: el grupo Gush Emunin y el ahora más poderoso de los Jabad Lubavitch.
Hoy, objetivamente hablando, las dos organizaciones de la colectividad de argentinos de religión judía, la AMIA y la DAIA, muestran una total dependencia respecto del Estado de Israel.
En realidad, esta situación de control y dominio sobre las organizaciones judías de la “diáspora” por parte de Israel no es casual ni nueva, sino que responde a un plan perfectamente trazado desde el principio, y ejecutado con precisión.
En efecto, el 24 de noviembre de 1952, cuando el Estado de Israel tenía apenas cuatro años de vida, su Parlamento (Knesset) aprobó un Acuerdo con la Organización Sionista Mundial-OSM, cuyo texto fue publicado oficialmente en la Session of the Zionist General Council 1067-109 (July 21-29, 1954). Dicho acuerdo, a su vez, tomó estado público en nuestro país, gracias al esfuerzo del profesor Saad Chedid, que lo transcribió en su libro “Palestina o Israel” (Ed. Canaan, Buenos Aires, 2004). De dicha obra extraigo lo fundamental del Acuerdo entre Israel y la Organización Sionista Internacional:
La OSM cumpliría las siguientes funciones (entre otras):
1.- Organizar la migración judía en el extanjero y enviar a los migrantes a Israel, sus propiedades y sus fondos.
2.- Cooperar en la absorción de los migrantes en Israel.
3.- Lograr la emigración hacia Israel de la juventud judía.
4.- Adquirir y mejorar las tierras a colonizar en Israel (en realidad, en el territorio que las Naciones Unidas habían asignado a Palestina).
5.- Estimular la inversión de capitales privados en Israel.
6.- Movilizar recursos para financiar actividades culturales y educativas en Israel.
Afirma Chedid que tales funciones otorgadas por Israel le permitieron a la OSM actuar como una estructura supranacional. Por ello, Ben Gurion, al explicar el Acuerdo en la Knesset, dijo:
La autoridad soberana del Estado está confinada a los límites de sus propias fronteras, es aplicable sólo a sus propios ciudadanos, mientras que el 80% del pueblo judío debe aún ser buscado -¿y quién sabe por cuánto tiempo?- más allá de las fronteras del Estado de Israel.
El Estado de Israel no puede intervenir en la vida interna de las comunidades judías en el extranjero, no las puede dirigir ni puede exigirles nada.
(Por ello) La Organización Sionista Mundial será la encargada de alcanzar lo que está más allá de la competencia y del poder del Estado de Israel, y ésta es la ventaja que tiene la OSM sobre el Estado de Israel.
Por lo tanto, la OSM verá agrandada incalculablemente su responsabilidad y misión. El Estado de Israel y el Movimiento Sionista se complementan recíprocamente, se necesitan el uno al otro y, con su esfuerzo conjunto, podrán y deberán movilizar al pueblo judío para que realice el ideal de la redención (se refiere a la “redención de la tierra prometida”).
Posteriormente, en 1965, este acuerdo fue reelaborado en los llamados “Principios básicos del nuevo programa del Gobierno de Israel”, publicado en el “Israel Government Year Book”, 5726 (1965/1966 begin_of_the_skype_highlighting 1965/1966 end_of_the_skype_highlighting). De estos “Principios”, el profesor Chedid menciona, entre otros, los siguientes objetivos acordados por el Estado de Israel con el Movimiento Sionista, es decir, con la OSM:
a)- Apresurar la emigración judía desde todos los países y todas las clases, especialmente de los países prósperos.
b)- El Gobierno trabajará por el establecimiento colonial en Israel de todas las comunidades judías de la diáspora.
c)- El Gobierno de Israel cooperará con el Movimiento Sionista para ahondar la devoción del pueblo judío por su hogar nacional histórico: el Estado de Israel.
d)- El Gobierno dará ayuda constante para el fortalecimiento y expansión del Movimiento Sionista y para el cumplimiento de sus tareas, especialmente para incentivar a la gente joven de la diáspora a venir a Israel para su entrenamiento y educación, y para asegurar una mayor y voluntaria ayuda financiera.
e)- El Gobierno ayudará al Movimiento Sionista en su tarea de fomentar la devoción del judío de la diáspora por el Estado de Israel, oponerse a toda indiferencia hacia la nacion judía, oponerse a la asimilación y al abandono de su condición de judío, y preservar el apoyo de la diáspora a Israel en sus esfuerzos por consolidar su posición en el ámbito internacional.
Israel, sionismo, AMIA y DAIA
Como dije anteriormente, la mayor y más intransigente oposición al naciente sionismo de Teodoro Herzl provino de los devotos rabinos ortodoxos.
En ese aspecto, el doctor Norberto Ceresole, el primer y más profundo investigador del accionar del sionismo en nuestro país, recuerda que el escritor judío Ahad Ha’am se enfrentó con Teodoro Herzl ya en el Primer Congreso Mundial Sionista (Basilea, Suiza, 1897). Un día después del Congreso, siempre según Ceresole, Ha’am escribió:
Ayer, en Basilea, me encontré solitario entre mis hermanos… Este nuevo entusiasmo es artificial. La salvación de Israel (del pueblo judío) se realizará por los profetas y no por los diplomáticos. Hemos destruido más de lo que hemos construido.
Años después, cuando Ha’am vivía en Palestina y viendo los sangrientos resultados obtenidos por los sionistas, envió dos cartas abiertas al diario Haaretz, en las que decía:
¡Judíos y sangre! ¿Existe mayor contradicción que ésta? ¿Qué hemos rescatado de nuestra destrucción, sino las enseñanzas de nuestros profetas? Nuestra sangre fue derramada en todos los rincones del mundo a lo largo de miles de años, pero nosotros no derramamos la sangre de nadie. ¿Qué debemos decir ahora que estamos asesinando árabes inocentes por venganza? ¡Dios mío! ¿Es éste el final? ¿Es éste el sueño de un retorno a Sion, manchar su tierra con sangre inocente? Y ahora Dios me hace sufrir de haber vivido para ver con mis propios ojos que estaba equivocado… Si éste es el Mesías, entonces no quiero ver Su llegada.
Moshe Menuhin, al comentar ese texto de Ha’am en su libro Jewish critics of Zionism (Críticas judías al sionismo), agrega:
Desde la Declaración Balfour de 1917 (se refiere al compromiso británico ante la banca Rothschild de dar a los judíos “un hogar nacional” en Palestina) no ha habido jamás ninguna base común sobre la que sionistas y críticos judíos del sionismo hayan podido encontrarse a intercambiar sus pensamientos. La máquina sionista difama, denigra y reprime a cualquiera que se atreva a criticar las acciones sionistas en la Israel sionista y fuera de ella; pero los críticos judíos del sionismo, realmente honrados, siguen atacando frontalmente las injusticias e hipocresías del sionismo político. Su número es, trágicamente, pequeño. Los judíos se casan en su mayoría entre ellos y están asimilándose a su “nacionalización”; están, con sus cerebros lavados, soportando la horrible causa el nacionalismo “judío”.
Pero, desde entonces pasó mucha agua bajo el puente. En la actualidad, los datos de la realidad demuestran que existe una total dependencia de las organizaciones judías de la diáspora respecto de Israel y el sionismo.
Efectivamente, hay abundantes y categóricas pruebas que demuestran, sin dejar lugar a duda alguna, la adhesión incondicional de la AMIA, de la DAIA y de la menos conocida OSA (Organización Sionista Argentina) a las posiciones y a las directivas políticas que emanan del Estado de Israel y de las autoridades internacionales del Movimiento Sionista (World Jewish Committee, American Jewish Committee y el American Israeli Public Affairs Committee-AIPAC, entre otros).
En aras de la brevedad y dada su importancia central, me limito a transcribir dos testimonios definitorios e irrebatibles de la dependencia directa y total de dichas organizaciones argentinas respecto del Estado de Israel y del sionismo.
Ello son:
1.- La Agencia Judía de Noticias-AJN, en su despacho del 23-6-2008, publicó las sorprendentes declaraciones de un alto directivo de la OSA, el cual afirmó sin tapujos:
La diáspora debe converger hacia el Estado de Israel, que es el centro de la vida judía” (del titular de la Organización Sionista Argentina, Silvio Rossjansky, en declaraciones a AJN).
2.- La propia DAIA, en el Informe sobre antisemitismo 2006, preparado por su Centro de Estudios Sociales-CES, y refrendado por la Comisión Directiva en pleno, en una nota inicial titulada “DAIA: Misión y objetivos”, afirmó categóricamente que:
La tarea de la DAIA es esencialmente política y educativa, para lo cual lleva adelante su gestión interactuando con todos los poderes públicos y con todos los sectores de la sociedad civil argentina, y/o entes representativos judíos del mundo, enfatizando en forma permanente sus vínculos con el Estado de Israel, centro espiritual de la vida judía.
Conclusiones ineludibles
Con lo expuesto y probado en esta primera nota podemos concluir, sin temor a equivocarnos ni caer en exageraciones, que:
1.- El sionismo es una doctrina y un partido político.
2.- El judaísmo, en cambio, es una religión milenaria.
3.- Es erróneo y muy peligroso asimilar sionismo y judaísmo.
4.- La confusión entre sionismo y judaísmo fue deliberadamente provocada por el Estado de Israel y por la directiva internacional del sionismo, con el objeto de controlar a la diáspora judía y ponerla al servicio de sus objetivos políticos.
5.- Todas las organizaciones sociales de la colectividad de argentinos de fe judía están controladas y dominadas por el Estado de Israel y el sionismo, a los cuales sirven acríticamente.
Del Viso, 7 de junio de 2013.
Juan Gabriel Labaké

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