El Gulag, la expresión más refinada del espíritu liberticida soviético, fue creación de Lenin. Su sucesor, José Stalin, no hizo más que perfeccionarlo y expandirlo a todos los confines de la URSS mediante una extensa red de campos de trabajo esclavo perfectamente coordinada, a la que se dotó de una función económica. En la URSS su fin principal era impulsar la productividad al mismo tiempo que se deshacía de opositores políticos, como los trotskistas, o de enemigos de clase: nobles, burgueses, o agricultores dueños de la tierra. El objetivo era básicamente disponer de mano de obra barata que trabajara extrayendo minerales, talando bosques o construyendo grandes obras de infraestructura como parte de un esfuerzo mayor por convertir a la Unión Soviética en una potencia mundial. Stalin patentó el término, Gulag; Lenin, tuvo la idea.
Para llevarla a cabo utilizaron el que fue considerado santo y seña del estalinismo, el terror; sin embargo, ya Lenin[1], lo aplicó sin remilgos. Las frases “Debemos derribar cualquier resistencia con tal brutalidad que no se olvide durante décadas” y “Cuantos más representantes del clero y la burguesía reaccionaria ejecutemos, mejor”[2] no fueron pronunciadas por Stalin, sino por Lenin, cuyo Gobierno –de sólo siete años– sumó tantos muertos como pudo, y de la manera más brutal posible. Cuenta Richard Pipes[3] que, siendo Molotov ya muy mayor, le preguntaron quién de los dos –Lenin o Stalin– había sido más duro. El viejo político, que había servido a ambos, contestó sin dudarlo:
“Lenin, por supuesto. Recuerdo cómo reprendía a Stalin por ser demasiado blando y liberal”[4].
Al morir Lenin, la URSS era una autocracia mucho peor que la de los zares. Los poderes que asumió Stalin eran propios de un déspota oriental. Disponía a placer de la vida de todos y cada uno de los habitantes de la Unión Soviética. Y eso se lo debía exclusivamente a su padre político. Los izquierdistas, sabedores de que demasiadas cosas fallaron en aquel experimento sangriento, reducen “el error” al cuarto de siglo que gobernó Stalin, de ahí que se refieran con tanta pasión condenatoria al estalinismo, dejando el término leninismo –no digamos ya comunismo– para denominar a una noble ideología que aspiraba a emancipar a la clase trabajadora.
¿Por qué se olvidan las masacres causadas por el comunismo?
Para algunos historiadores, el hecho de que no se recuerde más a las víctimas de los gulags es que la vida fuera de ellos no era mucho mejor. La pérdida de hombres durante la Primera Guerra Mundial, la guerra civil que siguió a la Revolución Bolchevique, los planes de colectivización agrícola y la invasión nazi no hicieron de la Unión Soviética (URSS) un lugar particularmente fácil para la vida cotidiana. De hecho, en la jerga de los gulags, el mundo más allá de las alambradas no era sinónimo de libertad. La palabra que lo definía en ruso era bolshaya, “la gran prisión”, más grande y menos mortífera que el campo de trabajos forzados, pero igual de inhumana.
Varios historiadores explican ese desconocimiento a partir de la necesidad que tenían los aliados de contar con Moscú en su lucha contra Hitler; otros alegan razones más prácticas como la falta de fotografías o videos de los gulags, lo que entra dentro del hermetismo que durante toda la era soviética rodeó la represión estalinista. Los documentos gráficos disponibles de esos recintos no muestran cadáveres o prisioneros moribundos y en la sociedad actual que tanto prima lo visual,“un hecho que no es ilustrado por imágenes simplemente no existe”[5].
En mi humilde opinión, la diferencia de trato en el conocimiento de los campos de concentración de uno y otro signo es debido a la manipulación de la información que tan “orwellianamente” utilizan los regímenes políticos, los dictatoriales con mayor dedicación. El término “orwelliano” consiste en una situación, idea o condición social que George Orwell (1903-1950) identificaba como destructiva para el bienestar humano. Conlleva una actitud y política de control por medio de propaganda, vigilancia, desinformación, negación de la verdad y manipulación del pasado incluida la despersonalización (una persona cuya existencia es borrada de la memoria pública, hecho muy practicado en el régimen comunista), es decir, se refiere a conductas como las siguientes: manipulación del lenguaje al usarlo para oscurecer o reducir las ideas y significados que sean desfavorables para la autoridad; invasión de la privacidad personal, ya sea física o indirectamente mediante la vigilancia; control político totalitario de la vida del ciudadano y, como ya está pasando en España, una revisión de la historia a favor de la interpretación del político. En definitiva, los ideólogos movilizan los recursos manipuladores con un propósito de más largo alcance: cambiar la mentalidad y el modo de vida de los ciudadanos y esto, los regímenes comunistas lo saben poner en práctica muy bien.
Esta idea de la manipulación coincide con el distinto talante con que se abordan tragedias equivalentes sin mala conciencia, por reconocidos intelectuales, como Brecht que no tuvo problemas para expresar con cruel cinismo su posición ante las víctimas estalinianas: “cuántos más inocentes son, más merecen morir” ,o Gramsci quien tenía presentes las perversiones políticas y teóricas que se iban apoderando del movimiento comunista internacional, aunque jamás explicitase pública y abiertamente su desconfianza cada vez mayor hacia la política de la Internacional. La ceguera voluntaria de Sartre, claro exponente del marxismo humanista, quien, aceptó sin crítica los horrores comunistas y cuya reputación, por cierto, sobrevive a su dogmatismo político. Sin embargo, no puede decirse algo similar de Heidegger, estigmatizado por su apoyo al nazismo, al cual estuvo afiliado. Su eminencia dentro de la filosofía se ha visto marcada por ello y ha venido siendo un tema de discusión en el cual no hay consenso.
Este de los escritores sería el ejemplo inverso de la distinta actitud respecto a los campos, pero coincidente en el manejo sectario y proselitista de la información: lo que beneficia a la izquierda se potencia y propaga, lo contrario se oculta.
A finales de los 90, se publicó en Francia “El libro negro del comunismo” de Stéphane Courtois[6], que atribuye 100 millones de muertos —asesinados— a esa ideología perversa e inhumana que durante el siglo XX “erigió el crimen en masa como forma de gobierno”. Desde entonces, a medida que van abriéndose los archivos de lo que fue ese verdadero imperio del terror denominado URSS, no han dejado de surgir nuevas evidencias que avalan o refrendan tan espantosa cifra de cadáveres; 20 millones solo en la Unión Soviética. Y añade: “Los países comunistas se preocuparon más de hacer crecer los gulags que el trigo, de producir cadáveres más que bienes de consumo”.
La palabra Gulag ha venido a denominar además no sólo la administración de los campos de concentración sino también al sistema soviético de trabajos forzados en sí mismo, en todas sus formas y variedades: campos de trabajo, de castigo, de criminales y políticos, de mujeres, de niños o de tránsito. Los prisioneros en alguna ocasión lo llamaron “triturador de carne“, porque las detenciones, los interrogatorios, el transporte en vehículos de ganado, el trabajo forzoso, la destrucción de familias, los años perdidos en el exilio, las muertes prematuras e innecesarias, en ello lo convertían.
El sistema de campos de trabajo de Stalin fue la más monstruosa fábrica de muertes de toda la historia. En 1931-1932, el Gulag tenía aproximadamente 200.000 prisioneros en los campos; En 1935 aproximadamente 800.000 en campos y 300.000 en colonias y en 1939 cerca de 1,3 millones en campos y 350.000 en colonias. Tras la Segunda Guerra Mundial, el número de presos en los campos de prisioneros y colonias volvió a crecer bruscamente, alcanzando aproximadamente 2,5 millones de personas a principios de los años 1950 (sobre 1,7 millones de ellos en campos). Mientras algunos eran desertores y criminales de guerra, había también prisioneros de guerra rusos repatriados y trabajadores del este. Las muertes totales documentadas en el sistema de campos de trabajo correctivos y colonias desde 1930 a 1956 ascienden a 1.606.748, incluyendo prisioneros comunes y políticos[7].
Mencionaremos, sin ánimo de ser exhaustivos, algunos ejemplos de campos comunistas.
Después de la Revolución de octubre, las islas Solovetsky[8] alcanzaron cierta notoriedad como lugar del primer campo de prisioneros soviético. Fue inaugurado como un «campo de detención» en 1921, cuando Lenin estaba aún a cargo de la Rusia Soviética y luego transformado en prisión en 1929 hasta que, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, fue cerrado.
En 1932 el Directorado de Dalstroy, encargado de planear construcciones a gran escala y a su vez bajo el control de la NKVD -la agencia predecesora de la nefasta KGB,- decidiría construir una autopista con el fin de conectar las regiones orientales de Yakutsk y Magadan con el lado este del río Lena, pretendiendo así mejorar el transporte de suministros y el movimiento de tropas en esta región de dificilísimo acceso.
Magadan es una ciudad aislada, sólo hay dos carreteras de un solo carril, una hacia Kamchatka, y la otra hacia la ciudad más próxima Yakutsk, a 2.200 km. Al ser el centro de Dalstroy ̶conglomerado de campos de brutales trabajos forzados del gulag ̶ , se convirtió durante la era de Stalin, en el mayor lugar de paso de los prisioneros a los campos de trabajo.
La construcción de esa autopista sería una obra faraónica y comprendería realizar trabajos en un clima subártico, donde los inviernos son largos y fríos, con sólo seis meses en los que el mercurio alcanza los 0º. En las inmediaciones de uno de sus tramos se encuentran las dos localidades –Tomtor y Oymyakon ̶ que presumen de haber registrado, hasta el momento, las temperaturas más bajas en una población habitada por el hombre, – 72º C., aunque en los picos de las Colinas del Este de Siberia, donde el viento se incrementaba, se alcanzaban unos -80ºC. Hielo y tundra son el paisaje de la región. Sin embargo, estas condiciones no significarían un gran problema para el Directorado de Dalstroy, ya que contaba con una casi inagotable fuente de trabajo esclavo al emplear prisioneros políticos del campo de concentración de Sevvostlag, quienes construyeron el primer tramo de la carretera en 1932 para, posteriormente, ser continuada por presos del Gulag hasta 1953.
Así de inhumano fue el proyecto de la autopista de Kolymá, en la República siberiana de Sajá. Por cada metro de carretera construido, decenas de trabajadores morían de hambre y frío, siendo sustituidos por nuevos presos que llegaban deportados, cuya esperanza de vida se acortaba a un máximo de dos años. A causa de la enorme cantidad de esclavos que murieron durante su construcción, cuyos huesos fueron utilizados como material de cimentación, sería apodada “La Vía de los Huesos.”
La carretera es estrecha y muy boscosa con el problema añadido del barro que inunda el terreno, desde la época del deshielo hasta que se vuelve a congelar a causa del permafrost en algunas zonas determinadas de taiga. Además, la mayor parte del trayecto de la carretera de Kolymá tiene un problema común: la inconsistencia del asfalto provocado por el enorme colchón de agua bajo la superficie. Esta fragilidad del pavimento fue una de las causas por la que los prisioneros que fallecían durante la construcción de la carretera eran abandonados allí, ya que sus huesos servían como “mezcla” en las labores de pavimentación para que la carretera fuera más estable. Aunque esta solución fue relativa puesto que con la llegada del verano se producen inundaciones que provocan la salida de los huesos a la superficie.
Durante la Segunda Guerra Mundial, más de diez mil prisioneros del eje alemán murieron en la construcción de la carretera de Kolymá. No se conoce el número total de víctimas pero algunos investigadores como Robert Conquest[9], aseguran de forma rotunda, que desde su inicio pudieron haber fallecido más de tres millones de personas.
A la muerte de Stalin, la propaganda soviética intentó silenciar el horror que supuso para miles de personas la construcción de la carretera de Kolymá, la cual se había convertido en sinónimo de muerte. La caída del comunismo permitió que salieran a la luz numerosos detalles del padecimiento de aquellos prisioneros, de los cuales, muchos de ellos ni siquiera eran opositores al régimen soviético, sino miembros de alguna etnia por la que Stalin, que era de Georgia, sentía aversión, como era el caso de los chechenos y los ucranianos. Sin duda alguna, la carretera de Kolymá es la mayor fosa común del mundo, abarcando más de dos mil kilómetros de muerte y sufrimiento.
En 1927, el escritor Varlam Shalámov[10] fue acusado de haber participado en una manifestación con el lema “Abajo Stalin”. Fue condenado a tres años de trabajos forzados, que cumplió en elcampo de prisioneros políticos de Krasnovishersk, al norte de los Urales. Este campo fue creado en 1926 primero como extensión del campo de las Islas Solovetsky, y más tarde como el centro Vísherlag. Pocos años después fue deportado a Kolymá.
Tan terrible como la carretera de los huesos, fue Nazino, la isla de los caníbales, en Siberia, un lugar totalmente inhabitado, carente de cualquier asentamiento. Más de seis mil personas fueron llevadas allí en 1933, de las cuales, cerca de 4.000 fallecieron durante ese verano. Los desterrados, “elementos desclasados y socialmente dañinos”[11], esto es, antiguos mercaderes y comerciantes, campesinos que habían huido de la hambruna en el campo, criminales comunes o cualquiera que no encajase en la idealizada estructura de clases comunista, no conseguían pasaporte, pudiendo ser arrestados y deportados de las ciudades tras un procedimiento administrativo sumario. El objetivo de deportarles a esa zona era que transformaran cerca de un millón de hectáreas de terreno virgen en productivo, para así convertirse en autosuficientes en dos años; sin embargo, no les facilitaron los recursos necesarios.
No había herramientas, ni grano, ni comida. El día después de la llegada del primer convoy en mayo, comenzó a caer nieve y aumentó el viento. Muertos de hambre, extenuados por meses de comida insuficiente, sin albergue, y sin herramientas… estaban atrapados. No podían ni siquiera encender fuego para protegerse del frío. Comenzaron a morir; 295 personas fueron enterradas el primer día.
Durante cuatro días no se distribuyó ninguna clase de comida. Al cuarto o quinto día después de la llegada del convoy a la isla, las autoridades enviaron un poco de harina, no más de unas pocas libras por persona, que fue la única comida que los deportados recibieron durante todo el período de su estadía en la isla. Una vez que recibieron esta pobre ración, corrieron al borde del agua y trataron de mezclar con ella algo de la harina en sus sombreros, pantalones o chaquetas. La mayoría trató de comérsela directamente, y algunos incluso se asfixiaron. Las consecuencias no tardarían en llegar ya que enseguida se propagó un brote general de disentería y fiebre tifoidea, lo que acabó de diezmar a los deportados. Al principio los repartos fueron tan caóticos, que nombraron unos vigilantes, frecuentemente delincuentes, para distribuir la harina, pero se valían de su posición para abusar de los demás. Muchos presos trataron de huir, fabricando balsas, pero la mayoría se hundieron; otros fueron tiroteados para evitar su fuga. Cientos de cadáveres aparecían a la deriva en la costa de la isla.
Es en ese preciso momento, aquellas personas se embriagaron por su instinto más primitivo y salvaje, cometiendo actos atroces, recurriendo al canibalismo, ya en los primeros diez días, de una manera brutal, devorando carne humana no solo de personas fallecidas o asesinadas para tal fin, si no inmovilizando a las víctimas y devorando su carne, aun vivas. Estos hechos llegaron a ser tan habituales que se usaba la expresión de “ordeñar la vaca”.
Uno de los pocos sobrevivientes de la isla, que en aquel entonces tenía 13 años recuerda: “La gente moría por todas partes, se mataban entre sí. Entre los prisioneros recuerdo a una bonita joven deportada que estaba siendo cortejada por uno de los guardias. Aprovecharon un momento en que él se había ido, la atraparon y la ataron a un árbol, y aún estando viva, empezaron a cortarle trozos de carne de su cuerpo. Se la comieron totalmente, estaban desesperadamente hambrientos. Cuando uno caminaba a lo largo de la isla, podría encontrarse con trozos de carne humana envuelta en telas y harapos, tiras de carne humana fileteadas secándose al sol, colgadas de los árboles. Todo el terreno estaba lleno de cadáveres.”[12]
El Canal Mar Blanco-Mar Báltico se conoce por la abreviación Belomorkanal. Transcurre a lo largo de varios ríos y dos lagos, el Onega y el Vygózero. Su longitud total es de 227 km construidos para unir el gran puerto ruso del Ártico, Arjangelsk, con el Mar Báltico. Su utilidad es mínima debido a que su poco calado, no permite el paso de grandes mercantes ni de navíos de guerra, a pesar de lo cual se realizó por el poco coste de la mano de obra: prisioneros del campo de Yagry. Según V. N. Zemskov (historiador, miembro del Instituto de Historia de Rusia), costó la vida a 10.933 personas; en realidad, a 1.100.000 cautivos según cálculos más recientes.
Vladivostok, a tan solo 128 kilómetros de la frontera con Corea del Norte, es una de las ciudades ubicadas en el extremo más oriental de Rusia. El mítico Transiberiano que atraviesa unos 9.298 kilómetros hacia el este de Moscú concluye aquí sobre una extensión montañosa llamada la península Muraviov-Amurski, que se adentra en el mar del Japón. En sus alrededores se encontraba el campo de concentración “Vtoráya Rechka”, donde sufrió prisión Ósip Mandelshtam[13]. Este poeta ruso de origen judío-polaco fue desterrado a los Urales en 1934 por publicar un poema contra Stalin. Debido a los sufrimientos, intentó suicidarse. Consiguió regresar pero fue de nuevo arrestado y condenado a trabajos forzados en el citado campo Vtoráya Rechka donde murió el 27 de diciembre de 1938, a los 47 años de edad.
El 5 de agosto de 1937 entró en vigor el ‘prikaz 00447’, una directiva firmada por el jefe de la policía secreta (NKVD), Nikolai Ejov, que ordenaba reprimir a los “elementos antisoviéticos y socialmente peligrosos” lo que marca el comienzo de las grandes purgas. Las depuraciones de la disidencia son masivas, especialmente entre agosto de 1937 y octubre de 1938, en que se fusiló a 20.765 personas. En un bosque de Karelia, en un lugar llamado Sandormokh, donde 7.000 personas fueron enterradas en fosas comunes en la década de los 30, se cree podría encontrarse el sabio y teólogo pope ortodoxo, padre Pavel Florenskij[14], “guardián de la memoria espiritual”, quien, acusado falsa y reiteradamente de realizar propaganda contrarrevolucionaria, cumplió arrestos en diferentes campos de trabajo hasta que, finalmente, el 25 de noviembre de 1937, la dirección del NVKD de Leningrado, dio orden de fusilarle. La sentencia fue ejecutada el 8 de diciembre de 1937.
Miles de polacos, hechos prisioneros por los soviéticos después de la invasión de Polonia en septiembre de 1939, These prisoners were grouped in some hundred-odd camps in Poland’s eastern territories and the western provinces of the Soviet territory.fueron agrupados en alguno de los más de cien campos que organizaron en los territorios orientales de Polonia y las provincias occidentales del territorio soviético. A pesar de lo que las izquierdas alardean de ser igualitarios en sus organizaciones, segregaron los presos en función de su rango: los militares polacos de más alta graduación fueron internados junto con cientos de médicos polacos y todos los reservistas del ejército, ̶ entre los que había profesionales y líderes intelectuales, ̶ en el campo de Kozielsk, situado al este de Smolensk (en total, 5.000 encarcelados). Los suboficiales y, en tiempos de paz en Polonia, los líderes políticos y educativos -también reservistas- fueron internados en el campo de Starobielsk, cerca de Kharkov, donde había 4.000 oficiales polacos, y en el de Ostáshkovo, cerca de Kalinin, fueron encarcelados los guardias fronterizos de Polonia, la policía y los funcionarios públicos de la Polonia oriental, en total, 6.400 polacos. Los líderes religiosos fueron internados en cualquiera de los tres campos.
Entre abril y mayo de 1940, todos esos prisioneros de los campos de concentración soviéticos de Kozielsk, Starobielsk y Ostáshkovo, en donde había militares, médicos, profesores y sacerdotes polacos, fueron conducidos por el NKVD, al bosque de Katyn, situado a una veintena de kilómetros de la ciudad rusa de Smolensk. Durante varias semanas, los tres campos fueron desalojados en grupos de 200 ó 300 personas cada día. Se dijo que los allí confinados iban a ser trasladados a otros lugares antes de ser liberados definitivamente. Pero, en realidad, todos fueron ejecutados de un tiro en la nuca y enterrados en enormes fosas comunes en Katyn. Nunca ha habido una explicación a aquella espeluznante masacre. La orden de ejecutar a los oficiales polacos fue dada por Stalin en marzo de 1940, aunque durante años se lo achacaron a los nazis. Los historiadores creen que fue debido a que no compartían el ideario comunista. De los 15.400 polacos internados en los 3 campos, solo sobrevivieron 400. Toda una lección de cómo ha actuado siempre ese socialismo que se presenta como abanderado de la libertad cuando, en realidad, lo ha sido de la mortandad y la represión.
Hubo además de Katyn otros lugares de exterminio quizás menos conocidos pero también importantes por la cantidad de ejecuciones en masa que allí se realizaron. De 1937 a 1953 el NKVD utilizó Boutovo, cerca de la ciudad de Drojjino, a 25 km al sur de Moscú; allí, durante El Gran Terror (de agosto de 1937 a diciembre de 1938), fueron ejecutadas 20.761 personas, entre ellas numerosos clérigos ortodoxos. Recientemente se ha conocido la aparición de una enorme fosa común en los alrededores de la localidad de Malbork, perteneciente hoy a Polonia pero que hasta 1945 había formado parte de Alemania. Se han hallado 1.800 cadáveres de civiles, que se supone fueron dejados morir de inanición, víctimas de las avanzadillas soviéticas en su ofensiva final contra las tropas hitlerianas.
El Instituto de la Memoria Nacional de Polonia (IPN) ha exhumado fosas comunes en Varsovia. La mayoría de los restos encontrados en esas fosas estaban en el borde del cementerio militar Powazki, donde habrían muerto por una bala en la nuca, según especialistas forenses del IPN. Se sospecha que son víctimas del reinado de terror estalinista de la post-guerra contra los partisanos anti-nazi y anti-soviéticos de Polonia en los años 1940 y 1950. El instituto estima que en ese período alrededor de 50.000 personas fueron asesinadas. Entre ellos se cree pueden encontrarse el general Emil Fieldorf[15], jefe del ejército de la resistencia anti-nazi de Polonia y el de Witold Pilecki[16], un partisano polaco que se infiltró en el campo alemán de Auschwitz-Birkenau, para compartir su testimonio con el mundo. Después de la guerra, los dos hombres, hoy considerados héroes, fueron acusados de alta traición y condenados a muerte por las autoridades comunistas de Polonia leales al dictador soviético. Sus cuerpos nunca fueron encontrados.
Bajo la supervisión de Lavrenty Beria que lideraba el NKVD y el programa soviético de bomba atómica hasta su ejecución en 1953, miles de zeks[17] fueron usados para extraer uranio y preparar instalaciones para las pruebas en Nueva Zembla, Isla Vaygach, Semipalatinsk, además de en otros lugares. Prisioneros del gulag fueron utilizados en las primeras pruebas nucleares realizadas en 1949 en Semipalatinsk; en áreas de descontaminación radiactiva y en submarinos nucleares.
Por último, recordar los campos de Vorkutá, Kotlas y Kemerovo. Cheliabinsk fue la región a la que deportaron por orden de Stalin a todos los alemanes del Volga e inmigrantes diseminados por la URSS, ante el temor de una “quinta columna” que trabajase para el Tercer Reich de Adolf Hitler.
[1] Lenin careció de sensibilidad para el sufrimiento humano. No movió un dedo contra las conductas atentisemitas y otras muestras de barbarie del Ejército Rojo que le denunciaron en diferentes informes; se dedicó con ahínco a confeccionar listas de intelectuales, durante la etapa supuestamente liberal de la Nueva Política Económica (NEP), en colaboración con la policía política, entonces bajo las siglas GPU, para exiliar a los que consideraba más peligrosos.
[2] En España durante el período 1931 a 1939 pusieron en práctica esta frase convertida en doctrina; de ello dejaron numerosas pruebas martiriales.
[3] Richard Edgar Pipes (nacido el 11 de julio 1923) es un académico estadounidense de origen polaco especializado en la historia de la Unión Soviética. A la apertura de los archivos del Kremlin dirigió un equipo de estudiosos que analizó las capacidades estratégicas y objetivos de la dirección política y militar soviética.
[4] Fernando Díaz Villanueva: “Lenin o Stalin: ¿quién fue peor?”
[5] Según afirmación de Anne Applebaum, periodista del Washington Post y autora del libro“Gulag: una historia” que ganó el premio Pulitzer en 2004.
[6] Stéphane Courtois : nacido el 25 de noviembre de 1947, es un historiador francés. Actualmente es director de investigación en el Centro Nacional de Investigaciones científicas en el Géode(Grupo de estudio y observación de la democracia) en la Universidad de París X. Es editor de la revista Communisme, especializada en la historia de esta doctrina política. Abierto crítico de la misma, empezó a ser conocido mundialmente tras dirigir y editar “El libro negro del comunismo”,realizado por un equipo de historiadores, en el que se hace un repaso a los crímenes perpetrados por todos los tipos de comunismo que existen o han existido.
[7] Hay que tener en cuenta que este dato no incluye más de 800.000 ejecuciones de “contrarrevolucionarios” durante el período del “Gran Terror”, ya que fueron llevados fuera del sistema de campos y ajusticiados por separado.
[8] En 1974, las islas Solovetsky fueron designadas como un museo arquitectónico e histórico y una reserva natural de la URSS. En 1992, fueron inscritas en la Lista del Patrimonio Mundial«como un ejemplo sobresaliente de un asentamiento monástico en el inhóspito medio de Europa septentrional que ilustra admirablemente la fe, tenacidad y empuje de las comunidades religiosas de finales de la época medieval». Ninguna referencia a la anterior existencia del campo. Aunque alrededor de un millón de personas fueron allí encarceladas, sólo hay una desgarradora placa en un cobertizo que dice: “Barracas de los niños del campo Solovky”.
[9] George Robert Ackworth Conquest (n.15 de julio de 1917) es un historiador y escritor británico, célebre por sus obras relacionadas con la Unión Soviética y en especial por la publicación en 1968 de El Gran Terror, una síntesis de la Gran Purga de Stalin en la década de 1930.
[10] Varlam Tíjonovich Shalámov (Vólogda 18-06-1907, m. en Moscú el 17-1-1982) Prisionero primero en Krasnovishersk y posteriormente en Sevvostlag donde trabajó en la Vía de los Huesos de Kolymá. Sobre sus experiencias escribió en 32 narraciones breves todo el horror padecido en aquel inhóspito lugar donde la vida carecía de valor alguno. Su obra es fundamental para conocer y entender uno de los pasajes más espeluznantes del siglo XX. Estos manuscritos, Los Relatos de Kolymá fueron sacados clandestinamente de la Unión Soviética. En Occidente se publicaron traducciones en 1966. La edición completa en ruso apareció en Londres en 1978, y desde entonces fue reimpresa varias veces tanto en ruso como traducida (al francés en París, 1980-1982, y al inglés en Nueva York, 1981-1982 y últimamente, al español). Es considerada una de las grandes colecciones rusas de relatos cortos del siglo XX. En España se ha silenciado tanto los campos en los que padeció como al escritor y su obra.
[11] Novozhilov de Moscú: fue arrestado mientras esperaba a su mujer. Guseva, una anciana, lo fue mientras compraba un traje y pan blanco para su marido. Nazin, asistente de Jefe de Bomberos, resultó apresado en la calle.. Golenko Nikífor iba con su hijo por tren, el cual hizo escala en Moscú y durante la parada fue detenido en la estación sin motivo alguno. Sí tenía pasaporte. Cuatro ejemplos de lo que consideraban elementos antisociales.
[12] En 1988, en tiempos de la Glasnost en la Unión Soviética, los detalles acerca de la tragedia de Nazino salieron a la luz pública gracias al esfuerzo del grupo Memorial .El historiador francés Nicolas Werth, quien anteriormente había co-escrito “El libro negro del comunismo”, publicó en 2006 ” La Isla de los caníbales” sobre esta tragedia.
[13] Su esposa Nadezhda Mandelshtam, después de la muerte del poeta, pasó una vida nómada burlando su posible arresto y cambiando frecuentemente de lugar de residencia y trabajo. Se sabe que por lo menos en una ocasión, en Kalinin, la NKVD fue a por ella un día más tarde de que hubiera escapado. Asumió como misión de su vida preservar y hacer pública la herencia poética de su marido, para lo cual memorizó la mayor parte de ella, ya que no confiaba en las actuaciones de los impresores de la época.
[14] Pavel Aleksandrovitch Florenskij nació el 9 de enero de 1882 en Evlach (localidad del actual Azerbaijan), de padre ruso y madre armenia. Fue un filósofo, historiador del arte, matemático y religioso ruso. Su compleja figura intelectual y sus aportaciones a la literatura, la teología y la filosofía contemporáneas (especialmente a la filosofía de la ciencia) se han difundido sobre todo a partir de 1991, tras la apertura de los archivos de la KGB. Está considerado uno de los representantes más destacados del pensamiento filosófico y religioso ruso de principios del siglo XX, la época llamada “edad de plata” de la literatura rusa.
[15] Emil Augusto Fieldorf (20 marzo 1895 a 24 febrero 1953) fue un héroe general polaco, He was Deputy Commander-in-Chief of the Home Army (Armia Krajowa) or AK, after the failure of theWarsaw Uprising (Oct. 1944 – Jan. 1945). Comandante en Jefe del Ejército Nacional (Armia Krajowa) o AK, tras el fracaso de la sublevación de Varsovia (octubre 1944-enero 1945). Arrestado por los soviéticos NKVD, fue ejecutado en 1953 por la República Popular de Polonia.
[16] Witold Pilecki (13 de mayo de 1901- 25 de mayo de 1948 ), también conocido como Roman Jezierski, Tomasz Serafiński, Druh, Witold, fue un soldado de la Segunda República de Polonia, cofundador del Tajna Armia Polska, o Ejército Secreto Polaco; además fue miembro del Armia Krajowa, Ejército Territorial Polaco, distinguiéndose por su lucha contra la ocupación nazi de Polonia. Es la única persona conocida que se internó voluntariamente en el campo de concentración de Auschwitz, si bien cuando lo hizo no se sabía exactamente lo que pasaba con los prisioneros allí. Una vez dentro, organizó la resistencia y envió mensajes al exterior. Escapó en 1943 y participó en el levantamiento de Varsovia. Pilecki fue ejecutado en 1948 por el gobierno comunista establecido por la Unión Soviética al finalizar la guerra.
[17] Zeks :en ruso, prisionero habitante de un gulag.
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