En estos artículos extracto párrafos que considero interesantes del libro "Algo va mal" de Tony Judt. No siempre estoy de acuerdo con todas sus aseveraciones, pero si con el fondo de la mayoría de ellas.
…Los mercados no generan automáticamente confianza,
cooperación o acción colectiva para el bien común. Todo lo contrario: la
naturaleza de la competencia económica implica que el participante que rompe
las leyes triunfa – al menos a corto plazo – sobre sus competidores con más
sensibilidad ética. Pero el capitalismo no podría sobrevivir durante mucho
tiempo a un comportamiento tan cínico. Así que, ¿cómo ha podido permanecer este
sistema de acuerdos económicos potencialmente auto destructivos? Probablemente
por los hábitos de contención, honestidad y moderación que acompañan a su
aparición… (pag. 49).
…La socialdemocracia siempre fue una política híbrida. En
primer lugar, mezcló los sueños socialistas de una utopía pos capitalista con
el reconocimiento práctico de la necesidad de vivir y trabajar en un mundo
capitalista que a todas luces no estaba en sus últimas fases, como Marx había
previsto con entusiasmo en 1948. En segundo lugar, la socialdemocracia se
tomaba en serio lo referente a la “democracia”: en contraste con los
socialistas revolucionarios de comienzos del siglo XX y sus sucesores
comunistas, en los países libres los socialdemócratas aceptaban las reglas del
juego democrático desde el principio, el precio de competir por el poder fue
llegar a compromisos con sus críticos y oponentes… (pag. 78).
…Los Estados del bienestar no eran necesariamente
socialistas en su origen ni en sus objetivos. Fueron producto de otro cambio
trascendental en los asuntos públicos que se produjo en Occidente entre los
años treinta y los sesenta: un cambio que llevó a la administración a expertos
y estudiosos, a intelectuales y tecnócratas. El resultado fue, en sus mejores
ejemplos, el sistema de Seguridad Social de Estados Unidos o el Servicio
Nacional de Salud británico. Ambos fueron innovaciones extraordinariamente
caras que rompieron con las reformas graduales del pasado.
La importancia de estos programas del bienestar no radica en
el proyecto mismo – no se puede decir que fuera original la idea de garantizar
a todos los estadounidenses una vejez segura o de poner a disposición de cada
ciudadano británico atención médica de primera clase sin tique moderador -.
Pero la idea de que el gobierno era quien mejor podía ocuparse de esas cosas y,
por lo tanto, debía ocuparse de ellas no tenía precedente.
Precisamente, siempre fue un asunto controvertido cómo
debían proporcionarse esos servicios y recursos. Los universalista, influidos
por Gran Bretaña, defendían una tributación universal alta para financiarlos y
que todas las personas tuvieran el mismo acceso. Los selectivistas preferían
calibrar los costes y beneficios de acuerdo con las necesidades y capacidades
de cada ciudadano… El modelo escandinavo siguió un programa más selectivo…
Suecos, finlandeses, daneses y noruegos se dotaron no de la propiedad colectiva, sino
de la garantía de protección colectiva… (pag. 80).
Los Estados del bienestar de la Europa continental- lo que los franceses denominan Etat providence o "Estado providencia"_ siguieron un tercer modelo. en este caso el énfasis se puso en proteger al ciudadano empleado de los estragos de la economía de mercado. En Italia, Francia y AQlemania Occidental era el mantenimiento de los empleos y las rentas ante los reveses económicos lo que preocupaba al Estado del bienestar.
¿Por qué proteger a un hombre o una mujer de la pérdida de un empleo que ya no produce nada que la sociedad quiera? ¿No será mejor reconocer la "destrucción creativa" del capitalismo y esperar a que surjan trabajos mejores? Pero, desde la perspectiva continental, las implicaciones políticas de echar a gran número de personas a la calle en épocas de depresión económica eran mucho más importantes que una hipotética perdida de eficiencia por mantener empleos "innecesarios". Como los gremios del siglo XVIII, los sindicatos franceses o alemanes aprendieron a proteger a los de "dentro"- hombres y mujeres que ya tenían un trabajo fijo- de los de "fuera": jóvenes, no cualificados y otros en busca de empleo.
El efecto de este tipo de Estado de protección social era y es poner coto a la inseguridad, al precio de distorsionar el funcionamiento supuéstamente neutral del mercado de trabajo. (Pag. 81)
la idea de que quienes están en el poder saben lo que más conviene - que están empeñados en programas de ingeniería social en representación de personas que ignoran lo que es bueno para ellas - no nació en 1945, pero floreció en aquellas décadas. (Pag. 86)
Nadie prestaba mucha atención a los partidarios del mercado libre o del "Estado mínimo", y aunque la mayoría de los antiguos liberales seguían desconfiando instintivamente de la ingeniería social, dieron su apoyo, aunque solo fuera por prudencia, a un nivel muy alto de activismo gubernamental. De hecho, en los años que siguieron a 1945 el centro de gravedad de la discusión política no se hallaba entre la izquierda y la derecha, sino más bien dentro de la izquierda: entre los comunistas y sus simpatizantes y el consenso liberal-socialdemócrata mayoritario. (Pag. 95)
...Mucho tiempo después de que los pronósticos de Marx hubieran perdido toda pertinencia a la realidad, numewrosos socialdemócratas, además de los comunistas, seguían insistiendo - aunque solo fuera pro forma - en su fidelidad al maestro.(Pag. 138)
El capitalismo no es un sistema político; es una forma de vida económica, compatible en la práctica con dictaduras de derecha (Chile bajo Pinochet), dictaduras de izquierda (la China contemporánea), monarquías socialdemócratas (Suecia) y repúblicas plutocráticas Estados Unidos). (Pag. 141)
...Las repúblicas y las democracias sólo existen en virtud del compromiso de sus ciudadanos en la gestión de los asuntos públicos. Si los ciudadanos activos o preocupados renuncian a la política, están abandonando su sociedad a sus funcionarios más mediocres y venales. (Pag. 158)
Durante el largo siglo del liberalismo constitucional, de Gladstone a lyndon B. Johnson, las democracias occidentales estuvieron dirigidas por hombres de talla superior...Políticamente, la nuestra es una época de pigmeos. (Pag. 142)
...¿cómo debía responder una sociedad liberal a la pobreza, el hacinamiento, la suciedad, la malnutrición y la insalubridad de las nuevas ciudades industriales?...La historia de Occidente en el siglo XX es en buena medida la historia de los esfuerzos por resolver estos interrogantes. las respuestas tuvieron un éxito expectacular: no solo se evitó la revolución, sino que el proletariado industrial consiguió un alto grado de integración. Solo en los países en los que toda reforma liberal fue impedida por gobernantes autoritarios, la cuestión social tomó la forma de un desafío político que con frecuencia acabó en una confrontación violenta. (Pag. 167)
El verdadero problema, para Beveridge tanto como para nosotros, es "algo más general, simplemente la cuestión de en qué circunstancias pueden los hombres en conjunto vivir de forma que les merezca la pena". Con ello se refería a que hemos de decidir qué debe hacer el estado para que las personas puedan vivir decentemente. (Pag. 168)
La globalización del mercado de trabajo favorece a las economías más represivas y de salarios más bajos (China sobre todo) en detrimento de las sociedades avanzadas y más igualitarias de Occidente. La única forma en que el mundo desarrollado puede responder de forma competitiva es mediante la explotación de su ventaja comparativa en las industrias avanzadas intensivas en capital, donde el conocimiento resulta decisivo. (Pag. 169)
Si seguimos siendo grotescamente desiguales, perderemos todo sentido de fraternidad: y la fraternidad, pese a su fatuidad como objetivo político, es una condición necesaria de la propia política. (Pag. 176)
Hay numerosos indicios que demuestran que incluso quienes están bien situados en las sociedades desiguales serían más felices si la brecha que los separa de la mayoría de sus conciudadanos se redujera de forma significativa. Desde luego, se sentirían más seguros. Pero no sólo es una cuestión de egoísmo: vivir cerca de personas cuya condición representa un reproche ético permente es una fuente de incomodidad incluso para los ricos. (Pag. 177)
China (como muchos otros países en desarrollo) no solo es un país de salarios bajos: también, y sobre todo, es un país de derechos bajos. Y es la falta de derechos lo que mantiene los salarios bajos y seguirá haciéndolo durante algún tiempo, al tiempo que rebaja los derechos de los trabajadores de los países con los que China compite. El capitalismo chino, lejos de liberalizar las condiciones de las masas, contribuye aún más a su represión...Los flujos de capital internacional siguen eludiendo las regulaciones políticas internas. Sin embargo, los salarios, jornadas laborales, pensiones y todo lo que importa a la población trabajadora sigue disputándose y negociándose locálmente. (Pag. 184/5)
No se debería recurrir a la eficiencia para justificar la crasa desigualdad, ni se la debería invocar para reprimir la disconformidad en nombre de la justicia social. Es mejor ser libre que vivir en un Estado eficiente de cualquier color político, si la eficiencia tiene ese precio.
La segunda objeción a los Estados activistas es que pueden equivocarse. Y cuando eso ocurre, la magnitud de su error suele ser tremenda...(Pag. 189)
Nos hemos liberado de la premisa de mediados del siglo XX - que nunca fue universal, pero desde luego si estuvo generalizada - de que el Estado probablemente es la mejor solución para cualquier problema dado. Ahora tenemos que librarnos de la noción opuesta: que el estado es - por definición y siempre - la peor de todas las opciones. (Pag. 190)
Un mercado libre es paradójico. Si el Estado no interfiere, quizá lo hagan otras organizaciones semipolíticas como los monopolios, trust, sindicatos, etc. dejando en una ficción la libertad de mercado. Esta paradoja es crucial. El mercado siempre corre el riesgo de ser distorsionado por participantes excesivamente poderosos, cuya actuación acaba por obligar al gobierno a interferir, a fin de proteger su funcionamiento. (Pag. 191/2)
El problema aquí es que el mercado no puede satisfacer cada caso de lo que los economistas denominan "demanda opcional": la cantidad que cualquier individuo estará dispuesto a pagar para tener un servicio a su disposición en las infrecuentes ocasiones en que quiere utilizarlo. (Pag. 193)
El socialismo buscaba el cambio transformador: el desplazamiento del capitalismo por un régimen basado en un sistema de producción y propiedad completamente distinto. Por el contrario, la socialdemocracia representaba un compromiso: implicaba la aceptación del capitalismo - como marco en el que se atenderían los intereses de amplios sectores de la población que hasta entonces habían sido ignorados. (Pag. 213)
Los Estados del bienestar de la Europa continental- lo que los franceses denominan Etat providence o "Estado providencia"_ siguieron un tercer modelo. en este caso el énfasis se puso en proteger al ciudadano empleado de los estragos de la economía de mercado. En Italia, Francia y AQlemania Occidental era el mantenimiento de los empleos y las rentas ante los reveses económicos lo que preocupaba al Estado del bienestar.
¿Por qué proteger a un hombre o una mujer de la pérdida de un empleo que ya no produce nada que la sociedad quiera? ¿No será mejor reconocer la "destrucción creativa" del capitalismo y esperar a que surjan trabajos mejores? Pero, desde la perspectiva continental, las implicaciones políticas de echar a gran número de personas a la calle en épocas de depresión económica eran mucho más importantes que una hipotética perdida de eficiencia por mantener empleos "innecesarios". Como los gremios del siglo XVIII, los sindicatos franceses o alemanes aprendieron a proteger a los de "dentro"- hombres y mujeres que ya tenían un trabajo fijo- de los de "fuera": jóvenes, no cualificados y otros en busca de empleo.
El efecto de este tipo de Estado de protección social era y es poner coto a la inseguridad, al precio de distorsionar el funcionamiento supuéstamente neutral del mercado de trabajo. (Pag. 81)
la idea de que quienes están en el poder saben lo que más conviene - que están empeñados en programas de ingeniería social en representación de personas que ignoran lo que es bueno para ellas - no nació en 1945, pero floreció en aquellas décadas. (Pag. 86)
Nadie prestaba mucha atención a los partidarios del mercado libre o del "Estado mínimo", y aunque la mayoría de los antiguos liberales seguían desconfiando instintivamente de la ingeniería social, dieron su apoyo, aunque solo fuera por prudencia, a un nivel muy alto de activismo gubernamental. De hecho, en los años que siguieron a 1945 el centro de gravedad de la discusión política no se hallaba entre la izquierda y la derecha, sino más bien dentro de la izquierda: entre los comunistas y sus simpatizantes y el consenso liberal-socialdemócrata mayoritario. (Pag. 95)
...Mucho tiempo después de que los pronósticos de Marx hubieran perdido toda pertinencia a la realidad, numewrosos socialdemócratas, además de los comunistas, seguían insistiendo - aunque solo fuera pro forma - en su fidelidad al maestro.(Pag. 138)
El capitalismo no es un sistema político; es una forma de vida económica, compatible en la práctica con dictaduras de derecha (Chile bajo Pinochet), dictaduras de izquierda (la China contemporánea), monarquías socialdemócratas (Suecia) y repúblicas plutocráticas Estados Unidos). (Pag. 141)
...Las repúblicas y las democracias sólo existen en virtud del compromiso de sus ciudadanos en la gestión de los asuntos públicos. Si los ciudadanos activos o preocupados renuncian a la política, están abandonando su sociedad a sus funcionarios más mediocres y venales. (Pag. 158)
Durante el largo siglo del liberalismo constitucional, de Gladstone a lyndon B. Johnson, las democracias occidentales estuvieron dirigidas por hombres de talla superior...Políticamente, la nuestra es una época de pigmeos. (Pag. 142)
...¿cómo debía responder una sociedad liberal a la pobreza, el hacinamiento, la suciedad, la malnutrición y la insalubridad de las nuevas ciudades industriales?...La historia de Occidente en el siglo XX es en buena medida la historia de los esfuerzos por resolver estos interrogantes. las respuestas tuvieron un éxito expectacular: no solo se evitó la revolución, sino que el proletariado industrial consiguió un alto grado de integración. Solo en los países en los que toda reforma liberal fue impedida por gobernantes autoritarios, la cuestión social tomó la forma de un desafío político que con frecuencia acabó en una confrontación violenta. (Pag. 167)
El verdadero problema, para Beveridge tanto como para nosotros, es "algo más general, simplemente la cuestión de en qué circunstancias pueden los hombres en conjunto vivir de forma que les merezca la pena". Con ello se refería a que hemos de decidir qué debe hacer el estado para que las personas puedan vivir decentemente. (Pag. 168)
La globalización del mercado de trabajo favorece a las economías más represivas y de salarios más bajos (China sobre todo) en detrimento de las sociedades avanzadas y más igualitarias de Occidente. La única forma en que el mundo desarrollado puede responder de forma competitiva es mediante la explotación de su ventaja comparativa en las industrias avanzadas intensivas en capital, donde el conocimiento resulta decisivo. (Pag. 169)
Si seguimos siendo grotescamente desiguales, perderemos todo sentido de fraternidad: y la fraternidad, pese a su fatuidad como objetivo político, es una condición necesaria de la propia política. (Pag. 176)
Hay numerosos indicios que demuestran que incluso quienes están bien situados en las sociedades desiguales serían más felices si la brecha que los separa de la mayoría de sus conciudadanos se redujera de forma significativa. Desde luego, se sentirían más seguros. Pero no sólo es una cuestión de egoísmo: vivir cerca de personas cuya condición representa un reproche ético permente es una fuente de incomodidad incluso para los ricos. (Pag. 177)
China (como muchos otros países en desarrollo) no solo es un país de salarios bajos: también, y sobre todo, es un país de derechos bajos. Y es la falta de derechos lo que mantiene los salarios bajos y seguirá haciéndolo durante algún tiempo, al tiempo que rebaja los derechos de los trabajadores de los países con los que China compite. El capitalismo chino, lejos de liberalizar las condiciones de las masas, contribuye aún más a su represión...Los flujos de capital internacional siguen eludiendo las regulaciones políticas internas. Sin embargo, los salarios, jornadas laborales, pensiones y todo lo que importa a la población trabajadora sigue disputándose y negociándose locálmente. (Pag. 184/5)
No se debería recurrir a la eficiencia para justificar la crasa desigualdad, ni se la debería invocar para reprimir la disconformidad en nombre de la justicia social. Es mejor ser libre que vivir en un Estado eficiente de cualquier color político, si la eficiencia tiene ese precio.
La segunda objeción a los Estados activistas es que pueden equivocarse. Y cuando eso ocurre, la magnitud de su error suele ser tremenda...(Pag. 189)
Nos hemos liberado de la premisa de mediados del siglo XX - que nunca fue universal, pero desde luego si estuvo generalizada - de que el Estado probablemente es la mejor solución para cualquier problema dado. Ahora tenemos que librarnos de la noción opuesta: que el estado es - por definición y siempre - la peor de todas las opciones. (Pag. 190)
Un mercado libre es paradójico. Si el Estado no interfiere, quizá lo hagan otras organizaciones semipolíticas como los monopolios, trust, sindicatos, etc. dejando en una ficción la libertad de mercado. Esta paradoja es crucial. El mercado siempre corre el riesgo de ser distorsionado por participantes excesivamente poderosos, cuya actuación acaba por obligar al gobierno a interferir, a fin de proteger su funcionamiento. (Pag. 191/2)
El problema aquí es que el mercado no puede satisfacer cada caso de lo que los economistas denominan "demanda opcional": la cantidad que cualquier individuo estará dispuesto a pagar para tener un servicio a su disposición en las infrecuentes ocasiones en que quiere utilizarlo. (Pag. 193)
El socialismo buscaba el cambio transformador: el desplazamiento del capitalismo por un régimen basado en un sistema de producción y propiedad completamente distinto. Por el contrario, la socialdemocracia representaba un compromiso: implicaba la aceptación del capitalismo - como marco en el que se atenderían los intereses de amplios sectores de la población que hasta entonces habían sido ignorados. (Pag. 213)
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