Juan J. Molina

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martes, 23 de abril de 2013

LA IZQUIERDA PELIGROSA, por Juan J. Molina



El hecho de no entender los mecanismos de la democracia o lo que es peor, no aceptarlos, es evidente en una gran parte de la izquierda española. Desde la segunda república, la izquierda ha decidido que la derecha no puede gobernar este país por las buenas, aunque haya conseguido dicho derecho en las urnas y democráticamente:
*Se suele decir que la Segunda República se proclamó tras una victoria electoral republicana. Nada más lejos. En las Elecciones Municipales del 12 de abril de 1931, los republicanos obtuvieron 5.775 concejalías frente a las 22.150 conseguidas por los monárquicos. El número de concejales monárquicos casi cuadruplicaba al de concejales republicanos.
Sin embargo, el voto republicano se concentró en las ciudades, obteniendo la victoria en la mayor parte de las capitales de provincia, lo que sembró la euforia entre los partidarios de la caída de la monarquía y sembró el desánimo en la Corte de Alfonso XIII, que dos días después de los comicios partía hacia Cartagena y de allí hacia el exilio para evitar que un conflicto entre monárquicos y republicanos acabase en un baño de sangre: “quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil”, afirmaba el monarca en una carta publicada el 17 de abril por el diario ABC.
La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), liderada por José María Gil-Robles, gana las Elecciones Generales del 19 de noviembre de 1933 -las primeras elecciones de la historia de España en las que votan las mujeres-, obteniendo 115 diputados. La segunda formación más votada, el Partido Radical, obtiene 102, y la tercera, el PSOE, se queda con 59. A pesar de los resultados, la izquierda amenaza con una insurrección si la CEDA forma gobierno. La izquierda más extremista ni siquiera espera a que ocurra tal cosa: los anarquistas de la CNT inician el 8 de diciembre de 1933 un levantamiento golpista disfrazado de huelga general, que se salda con 89 muertos y 163 heridos, atentados con explosivos, destrucción de archivos, quema de iglesias y atentados contra vías férreas, puentes, líneas telegráficas y telefónicas. El acto más grave de esa intentona golpista es el descarrilamiento del tren rápido Barcelona-Sevilla en Punzol (Valencia), un atentado terrorista que mata a 23 pasajeros y deja 38 heridos.
El 18 de diciembre el Presidente de la República, Alcalá Zamora, ignora los resultados electorales y encomienda la formación de un nuevo gobierno a Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical, el segundo más votado. La CEDA se pliega a las amenazas de la izquierda y decide apoyar el gobierno de Lerroux. Sin embargo, en el otoño de 1934 la CEDA exige a Lerroux que le permita participar en el gobierno. Alcalá Zamora lo acepta y el 4 de octubre entran tres ministros de la CEDA en el ejecutivo de Lerroux. Al día siguiente, el PSOE pone en marcha una nueva intentona golpista bajo el disfraz de una huelga general. En Madrid miembros armados del sindicato del PSOE, la UGT, intentan asaltar -sin éxito- los edificios de la Presidencia del Gobierno y del Ministerio de la Gobernación. En diversas zonas de España la intentona golpista se traduce en una semana de violencia, lo que obliga al gobierno a hacer intervenir al Ejército. El golpe se salda con más de un millar de muertos, entre ellos 35 sacerdotes asesinados por los golpistas. Se trata del levantamiento armado más grave sufrido por la Segunda República antes del 17 de julio de 1936.
La sangrienta experiencia revolucionaria de octubre de 1934 no es un caso aislado en la actitud del PSOE hacia la Segunda República. Basta con repasar los incendiarios discursos de Francisco Largo Caballero, secretario general de la UGT hasta 1938 y presidente del PSOE entre 1932 y 1935. Ya el 23 de noviembre de 1931, cuando ocupaba el cargo de Ministro de Economía y ante la posibilidad de que se disolviese el gobierno por falta de apoyos parlamentarios, Largo Caballero advirtió: “No puedo aceptar la posibilidad, que sería un reto al partido, y que nos obligaría a ir a una guerra civil“. En febrero de 1933 vuelve a repetir su amenaza: “Si no nos permiten conquistar el poder con arreglo a la Constitución… tendremos que conquistarlo de otra manera”. En agosto evidencia en otro acto del PSOE lo que opina de la República: “Tenemos que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista“.
En plena campaña para las Elecciones del 19 de noviembre de 1933, Largo Caballero vuelve a mostrar su peculiar talante: “El jefe de Acción Popular decía en un discurso a los católicos que los socialistas admitimos la democracia cuando nos conviene, pero cuando no nos conviene tomamos por el camino más corto. Pues bien, yo tengo que decir con franqueza que es verdad. Si la legalidad no nos sirve, si impide nuestro avance, daremos de lado la democracia burguesa e iremos a la conquista del Poder“. El 5 de octubre de 1934, como acabamos de ver, cumplió con creces su amenaza, cuatro días después de afirmar en un mitin en Madrid lo siguiente: “Nuestro partido, es ideológicamente, tácticamente, un partido revolucionario… cree que debe desaparecer este régimen“.
Tras esa intentona golpista, Largo Caballero es detenido. El 1 de diciembre de 1935 es puesto en libertad. De cara a las Elecciones Generales de febrero de 1936, el presidente del PSOE continúa con sus soflamas golpistas. El 19 de enero de 1936 afirma en un mitin en Alicante: “si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la guerra civil declarada”. Al día siguiente, en otro mitin socialista en Linares (Jaén), aclara todavía más su posición respecto de la República: “la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución“. El 10 de febrero, en el Cine Europa de Madrid, declara sin rodeos: “estamos ya hartos de ensayos de democracia; que se implante en el país nuestra democracia”. En ese mismo mitin Largo Caballero deja claro lo que entiende por “nuestra democracia” con estas palabras: “Tenemos que recorrer un periodo de transición hasta el socialismo integral, y ese período es la dictadura del proletariado, hacia la cual vamos.”
Los dirigentes de esos partidos y sindicatos eran los líderes de los mismos partidos y sindicatos de izquierda que ahora nos gobiernan cuando ganan las elecciones, y que no dejan gobernar cuando las pierden, dejando patente que los vicios antidemocráticos y totalitarios que anidan en sus raíces aún siguen vivos. Desde la llegada de la democracia la izquierda a seguido con sus vicios antidemocráticos, después de 40 años de dictadura militar/católica y cuando por fin parecía que podíamos tener un sistema político libre de totalitarismos, comprobamos como una y otra vez, cada vez que la izquierda pierde unas elecciones es incapaz de soportar el periodo de oposición de una manera sosegada, muy al contrario, se dedica a alentar movimientos ciudadanos de toda índole con la única idea de sabotear la acción de gobierno de la derecha. A mí tampoco me gusta la derecha, pero si me gusta la democracia, no ésta que tenemos creada a gusto y disfrute de la casta política que nos gobierna desde la caída del dictador franco, preferiría una democracia consensual, evolucionada y dirigida por políticos de talante más liberal y solidario, pero en fin, esto es lo que tenemos y más vale que no lo destrocemos a patadas como hacen los políticos de izquierda, con la única finalidad de acaparar el poder sí o sí.
Corroborando estas afirmaciones, por otra parte muy duras hacia la izquierda, cualquiera puede comprobar que la mayoría de los grupos y actos terroristas en nuestra democracia, exceptuando los islamistas, provienen de grupos radicales de izquierda de carácter marxista y nacionalista como ETA, Terra Lliure, Exercito do poblo gallego y Grapo  de extrema izquierda. Todos los movimientos sociales de carácter más o menos reivindicativo e incluso violento o coactivo, tienen adscripción de izquierdas, con acciones como intentar  tomar el congreso o coaccionar a políticos en sus propias casas. La izquierda en nuestro país tiene patente de corso, cualquiera de estos atentados contra las reglas del sistema democrático que vinieran desde un ámbito radical de derechas, hubieran sido catalogados como lo que son en realidad, atentados y actos ilegales, sin embargo, la actitud de los partidos y los políticos de izquierda respecto a estos actos no es solo laxa y benevolente, sino que en bastantes ocasiones son apoyados y entendidos como una forma aceptable de protesta.
Si este despropósito continua, más pronto que tarde los radicales de derechas, que por suerte suelen matar el tiempo bebiendo cervezas y viendo futbol, empezarán a ver la violencia como un acto político tan justificable como los de izquierdas ven sus violencias y coacciones. Volveremos a solucionar nuestros problemas en las calles, a tiros, navajazos y bombazos.  Todo un logro de esta visión benevolente por parte de la izquierda que, de manera infantil, supone que la violencia solo tiene una dirección y esta es siempre a su favor. No cabe un pensamiento más estúpido y peligroso que éste, la izquierda juega con fuego y lo peor es que cuando no puedan controlarlo, terminaremos quemándonos todos.
·         Fuente consultada sobre la República: http://www.outono.net/elentir/2011/04/14/cosas-que-posiblemente-no-te-han-explicado-sobre-la-segunda-republica/

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