Duran Lleida, dijo que dimitiría si se confirmaba la
financiación ilegal del partido, delito que Unió reconoció ayer. "Solo
faltaría que encima de que otros hacían lo que hacían a mis espaldas, al margen
de la dirección y sin su conocimiento y en contra mía, ahora tuviese que
dimitir. Es decir, cornudos y apaleados", apostilla el político. Se le
olvidó decir que además de cornudo y apaleado, es un tonto de los huevos,
porque hay que serlo y mucho para que
roben y roben y vuelvan a robar en el partido del que eres el líder, y tú no te
enteres. Es posible que si repite esa mentira 10.000 veces llegue a creérsela él
mismo, pero va a ser muy difícil que nos la cuele a los demás.
En el mundo judicial anglosajón es corriente que se llegue a
acuerdos entre las partes litigantes antes de ir a juicio, unos asumen sus
culpas de manera limitada y otros reciben una compensación, generalmente
económica, a cambio de no ir a juicio. Es
una práctica utilitarista en busca de la mayor eficiencia, de ahorrar gastos al
contribuyente con juicios y demandas interminables y de paso, recuperar parte
de lo robado o defraudado cuando se trata de este tipo de delitos. Hasta ahí
todo aceptable, aunque con un pero, cuando se trata de políticos y de
organizaciones políticas no se pueden zanjar las cosas tan solo con acuerdos,
aquí entran en juego dos campos muy diferentes, lo privado que no es el caso, y
lo público que si es. En el caso Pallerols que atañe a un partido político,
como en infinidad de casos en los están involucrados cargos públicos, no basta
con devolver lo robado y santas pascuas, estamos hablando de nuestros
representantes democráticos convertidos en delincuentes, o lo que es lo mismo,
de delincuentes de masas, pues cometen sus actos contra toda la ciudadanía que
depositó en ellos su confianza cuando los eligieron en las urnas. Son delincuentes
contra el pueblo y no pueden irse de rositas con un acuerdo judicial bajo
manga, y si lo hacen, al menos, ese acuerdo debe llevar consigo la
inhabilitación de por vida para ejercer un cargo público.
El señor Duran es tan solo un ejemplo más de la clase de
dirigentes políticos que tenemos, por desgracia, como él hay un ejército de garrapatas
que no sueltan el cargo ni con agua hirviendo. No tiene sentido pedirles que
dimitan, no lo van a hacer, pero si puede que tenga más sentido pedir a sus
votantes que dimitan ellos de apoyar a esta ralea de personajillos, deshonestos
y vacíos de valores tan elementales como la honradez de cumplir, al menos una
vez, su propia palabra.
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