Por ironías del destino, en el mismo año, 1959, 
dos jóvenes abogados se
 hicieron con el Gobierno de dos islas bien distantes entre sí. En 
febrero Fidel Castro tomó las riendas de la próspera y extensa Cuba, y 
en junio Lee Kwan Yew las de la subdesarrollada y pequeña Singapur. 
Ambos ejercieron el poder dictatorialmente, pero con resultados 
dispares.
 Tras independizarse del imperio británico (1963), Singapur se sumó a la
 federación malaya; pero fue pronto expulsada de la misma, tras negarse 
Lee Kwan Yew a otorgar privilegios especiales a los malayos. Al adquirir
 su independencia definitiva, en agosto de 1965, Singapur tuvo que 
dotarse de unas fuerzas armadas propias y separarse de la unión 
monetaria malaya. A diferencia de lo que pasó en Cuba, que apostó por la
 autarquía y por una relación privilegiada con un solo proveedor (la 
URSS), la pequeña ciudad-estado asiática desechó el proteccionismo y 
derribó unilateralmente todo tipo de barreras comerciales.
 Desde entonces, su economía ha logrado grandes avances, reconocidos por
 todos los analistas. Esta punta de la península malaya tiene sólo una 
superficie de 700 kilómetros cuadrados, en los que se apiñan cinco 
millones de personas, lo que da una gran densidad demográfica. En 1960 
su 
ingreso per cápita era
 de 428 dólares; en 2011 superó los 50.000, cifra muy por encima de la 
que exhibe su antigua metrópoli, el Reino Unido. Sin apenas agricultura 
ni agua potable, una feliz combinación de factores –seguridad jurídica, 
apertura comercial, impuestos livianos, flexibilidad laboral, regulación
 gubernamental cautelosa, estabilidad macroeconómica, políticas 
monetarias sólidas,   infraestructuras avanzadas– le llevó a 
una eclosión de productividad y competitividad. El gasto público ronda 
el 15% del PIB, menos de la mitad de la media de los países de la OCDE. 
En 2010 la inflación fue del 3%, y el desempleo del 2%.
 La legislación de Singapur está volcada en el fomento de la actividad 
económica y la atracción de empresas extranjeras. La isla es un polo de 
atracción para multinacionales e inversores. Existe una intensa 
competencia entre empresas nacionales y extranjeras. Los puestos 
gerenciales, altamente remunerados, son muy codiciados. Los funcionarios
 son generalmente profesionales cualificados, y a muchos de ellos se les
 obliga a trabajar temporalmente en el sector privado. La corrupción es 
perseguida con cárcel, castigos corporales y confiscaciones. Los delitos
 de asesinato y tráfico de drogas son castigados con la pena de muerte.
 

El
 Gobierno se ha volcado en la promoción de inversiones –en un primer 
momento en sectores intensivos en mano de obra, y posteriormente en 
sectores más especializados y de mayor valor añadido– mediante la 
Economic Development Board. Singapur tiene el 
aeropuerto más transitado y moderno de Asia, 
uno de
 los puertos más activos del mundo y una de las tres mayores refinerías 
(buena parte del crudo proviene de Arabia Saudí). Singapur es 
igualmente el centro financiero y bancario 
offshore más 
destacado de Asia (junto a Hong Kong). En 1985 adoptó un sistema 
monetario basado en el régimen de cambio de divisas, pero el dólar 
singapurense es una moneda fluctuante: la Autoridad Monetaria no 
manipula la tasa de interés, pero sí maneja el control cambiario.
 La educación es una verdadera obsesión nacional. El sistema educativo 
se basa en el mérito. Los alumnos pasan rigurosos exámenes en los 
diferentes niveles, y son juzgados en función de sus resultados y 
capacidades. Hay universidades y politécnicas de reconocido prestigio. 
Los profesores están bien pagados y disfrutan de elevada consideración 
social; también ellos son examinados periódicamente, y si no rinden son 
despedidos. La abigarrada diversidad cultural, étnica y lingüística del 
país no ha sido óbice para que los poderes públicos desterrasen de la 
educación lenguas vernáculas e implantaran coactivamente el inglés como 
lengua oficial (junto al malayo, el tamil y la dominante, el chino 
mandarín). El reverso de la escolarización compulsiva, es decir, el 
servicio militar obligatorio, es de dos años (lo mismo que en Cuba). 
Quien trate de eludirlo deberá pagar una multa y pasar tres años entre 
rejas.
 Cada año más, de siete millones de turistas acuden de visita a la isla;
 casi un millón lo hace por razones de salud. La primera impresión del 
visitante puede ser de encontrarse en una jungla 
urbana, pero lo cierto es que se trata de una ciudad bastante ordenada, con eficientes autobuses y trenes públicos (
Mass Rapid Transit).
 Hay libertad comercial y de horarios. Los índices de criminalidad son 
envidiabladamente bajos. El comportamiento extravagante o inapropiado no
 es tolerado: si uno cruza imprudentemente la calle, muestra signos de 
ebriedad o mera inclinación homosexual en público, la policía lo arresta
 sin dudarlo.
 Hay una férrea censura de prensa. Los partidos políticos deben pasar 
unos severos filtros gubernamentales y judiciales para poder presentarse
 a unas elecciones. No existe libertad de expresión. Hay acceso gratuito
 a internet en toda la isla, pero el Estado vigila la Red e impide 
acceder a determinados contenidos políticos, violentos o sexuales. 
Cualquiera que critique al Gobierno habrá de soportar denuncias por 
difamación, con sanciones pecuniarias muy gravosas; si carece de los 
recursos suficientes para hacer frente a las mismas, irá a la cárcel. En
 1966 se declararon ilegales las huelgas, y desde 1968 se aprobó una ley
 de empleo que prohibió a los trabajadores asociarse. A éstos se les 
obliga a invertir un cuarto del salario en un rígido plan de ahorro 
nacional gestionado por la estatal Central Provident Fund Board. Por 
otro lado, la población ha sido sometida a varias 
campañas de planificación familiar
.
 Hay muy poca transparencia en el ejercicio del poder. Aunque existe 
pluralidad de partidos, el People's Action Party (PAP) ha ocupado 
siempre el poder. Las elecciones de 2004 auparon a Lee Hsien Loong, hijo
 del célebre Lee Kwan Yew, como primer ministro. Sus parientes y 
allegados están en los puestos clave. El régimen es un eficiente 
nepotismo que controla una sociedad bastante rígida (estructurada, 
Steve Wozniak dixit).
 Desde hace años, numerosos informes de libertad económica y empresarial
 sitúan a Singapur en los primeros puestos. Pero eso no lo es todo. Las 
autoridades han logrado sacar a la población de la penuria de manera 
sobresaliente, pero no entienden que la libertad no puede ser 
divisible.
 
 
 
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