Juan J. Molina

Juan J. Molina
Juan J. Molina

sábado, 20 de marzo de 2010

MURCIA, SIN IR MÁS LEJOS


MURCIA, SIN IR MÁS LEJOS

Escribo estas líneas desde Murcia en una mañana lluviosa de este frío invierno que hoy nos deja. Dicen que los murcianos no nos sabemos vender, que teniendo lo que tenemos no lo vamos pregonando a los cuatro vientos y que cuando nos visitan parece que nos diera vergüenza enseñar las cosas de nuestra tierra. Mi mujer que no es de aquí dice que no entiende por qué no nos reivindicamos y luchamos más por nuestros derechos como hacen otros. Quizás sea cierto todo esto, los estudiosos del tema dicen que nuestra falta de apego se debe a nuestra historia. Durante siglos hemos sido un reino fronterizo en continua lucha entre las fronteras cristianas y moras, aquí no quedaba mucho tiempo para cultivar identidades, seguir vivo al día siguiente era la principal tarea. Las lindes se movían a golpe de alfanje o espada un día si y otro también, la sensación de que las cosas, las tierras y la propia vida en estos territorios eran efímeros ha sido lo que ha dejado en el alma de los murcianos un ligero poso de desapego terrenal.

El murciano ama su tierra pero desde el corazón, sin aspavientos, se sabe dueño de un
pequeño oasis formado por la hermosura de su tierra, lo benigno de su clima y ese saber vivir alegre, sin pretensiones más allá del tesoro de la familia y los amigos, y no le interesa pregonarlo, no necesita jactarse de ello. Murcia es un espejismo enrejado entre celosías donde se vive hacia dentro, hacia nosotros, ajenos a las miradas de fuera.

Y si, tenemos problemas como todo hijo de vecino. Nos preocupa el fracaso escolar de
nuestros jóvenes y la desazón de los profesores que ya no saben lo que hacer. Vemos
con inquietud como nuestros vecinos sin razones de peso ni sentido común nos amenazan con negarnos el agua que a ellos les sobra, el agua que tanta falta hace aquí y que tanto bien procura para toda la nación gracias a la fecunda agricultura de estas tierras. Tenemos paro y desaceleración económica, somos una de las comunidades con mayor índice porcentual de inmigrantes que ahora vagan sin oficio ni beneficio por nuestros pueblos y ciudades. La otrora potente industria conservera murciana hoy es un recuerdo vago de lo que era. Nuestros trenes están anticuados y todavía hoy no tenemos un aeropuerto de talla internacional como se merece una comunidad de cerca de un millón y medio de habitantes.

Pero quizás porque estas tierras la ganamos con la sangre de todos los que vinieron a
derramarla generosamente en sus fronteras, gentes que se quedaron y somos los
murcianos de hoy, quizás porque aquí sabemos muy bien lo importante que es arrimar el
hombro todos juntos sin prejuicios territoriales o lingüísticos, nosotros los murcianos no nos reivindicamos ahondando en las diferencias con nuestros vecinos, no queremos más fronteras donde aburrirnos vigilando al enemigo. No queremos que nuestros niños hablen solo panocho y se queden más solos que la una en un bancal de paletismo provinciano. No necesitamos que los que quieran venir aquí a trabajar y hacerse una vida se tatúen Murcia en la frente y les pongan a sus hijas Fuensanta. Nos sobra con saber que son buenas personas, gente honrada y trabajadora que busca lo mejor para los suyos como es de ley, si es así verán que estas tierras y sus gentes les acogen con los brazos abiertos como no podía ser menos.

La grandeza de una nación no se mide en metros cuadrados sino por la grandeza de sus
ciudadanos y aquí, en esta tierra huertana queremos ser muy grandes pero eso si, sin que se sepa mucho.

2 comentarios:

  1. Estimado amigo, aunque como bien sabes no me dejo llevar fácilmente por sentimientos patrióticos ligados a un nacionalismo sensiblero y que apela a las raíces como si fuésemos plantas o arbustos, no tengo más remedio que celebrar contigo la referencia que haces a la grandeza de una noción ligada a la noción de ciudadanía, en la cual no es necesario educar siguiendo el modelo progre actual sino "por otros medios".

    Un abrazo...

    PACO F.

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  2. Como muy descreído y ateo -hoy por hoy-, yo resolvería lo del Cristo de Monteagudo obligando -a sus enemigos y detractores- a que tuvieran que dar una amplia rodea por las proximidades para evitar su vista y, pensando y tomando ejemplo de Lot y en su incrédula familia, que no elevaran la vista ni al castillo bajo pena de volverse de granito -por la sólida jeta de los jurisperitos propositores antiCristo-.

    (¿Imagina alguien que el izquierdoso baboso de Lula da Silva y unos garotos o meninos do Ipanema protestaran contra el Cristo Redentor sobre el Corcovado que preside las playas con parecido, semejante o idéntico motivo que los ecolotogados
    murcianos?. ¡Los correrían a boinazos 710 ms abajo!. ¿Quién osaría pretextar que la enorme cruz blanca afearía la verde selva que cubre las alturas del mundialmente conocido monte?.

    Aquí, ahora, es obligado rendir homenaje a los bossistas do Brasil y a las meninas; a Vinícius, Jobim, Joao Gilberto, Almeida..., y a tant@s y tant@s otr@s como futbolistas nacen en Brasil cada 8 minutos.

    (Spitfire)

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