Juan J. Molina
jueves, 25 de febrero de 2010
SEÑORES TENEMOS UN PROBLEMA
Hace tiempo que vengo pensando dónde está la clave de la cuestión, qué es lo que falla en las democracias occidentales que producen gobiernos tan pobres, políticos corruptos y en general una desgana y una cansera tan grande en la sociedad. Después de mi paso por un partido político durante un corto espacio de tiempo, he podido comprobar como por encima de cualquier debate de ideas lo que predomina es sencillamente la descalificación personal, la formación de facciones que llegan a ser enemigos irreconciliables y un ansia nada disimulada de controlar el poder a toda costa.
Si la democracia muriera el diagnóstico sería fallo multiorgánico, ha fallado casi todo y cuando esto ocurre es porque la infección ha llegado a todas partes.
Ya no podemos echarle la culpa solo a uno de los actores, es el sistema propiamente dicho el que tiene fallos estructurales que hacen peligrar su subsistencia.
Desde la gloriosa revolución inglesa de de 1688 que dio lugar al sistema parlamentario y partidista en el que nos movemos la cosa nos ha llegado ya viciada de nacimiento, como la propia palabra indica los partidarios toman partido por algo o alguien irremediablemente. La sociedad ha asistido durante siglos a ese juego de grupos que se disputaban el poder por las armas o por las urnas, y como siempre además de ser un espectador ajeno a los botines también ha sido por desgracia la que ha puesto más sangre y muertos en toda esta tragicomedia.
Si los partidos son así, si los ciudadanos somos unos convidados de piedra que pagamos con nuestras vidas y el sistema es un laberinto emponzoñado que permite que esto ocurra, la x se despeja con una sencilla conclusión: señores tenemos un problema y de los buenos.
Podemos quedarnos de brazos cruzados y esperar otros tres o cuatro siglos a ver donde nos lleva todo esto, o coger el toro por los cuernos, remangarnos y empezar a trabajar en serio para cambiar toda esta farsa hipócrita y que tan buenos dividendos produce a eso que muy bien se ha dado en llamar la “casta política”.
Urge un cambio en el sistema, no podemos seguir confiando en la buena voluntad de las personas. Necesitamos unas reglas que controlen a los que gustan de controlarlo todo, necesitamos mecanismos que permitan a los ciudadanos tomar más decisiones y que las organizaciones políticas pierdan su omnímodo poder sobre nuestros representantes, los diputados, los concejales, los alcaldes etc.… son nuestros y no de los partidos políticos, nosotros los ciudadanos somos sus verdaderos jefes, los que los contratamos y los despedimos si no hacen bien su trabajo. Por lo tanto exigimos un sistema que nos de el control absoluto sobre nuestros políticos. La democracia significa gobierno del pueblo y esto en lo que nos movemos es el gobierno de los partidos, vivimos en una partitocracia y yo desde luego me niego a seguirles el juego.
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Estimado amigo, has verificado empíricamente aquello que ya sabemos y sobre lo que tanto hablamos. Tu experiencia política se asemeja (todavía en presente, hoy febrero de 2010) a la del científico que entra en el laboratorio, diseña un experimento y evalúa los resultados. ¿Refutación o corroboración de la hípótesis? En tu caso, corroboración de un conjunto de ideas cuya verdad es más bien indeseable. La política es lo que hacen los políticos, es dcir, una tomadura de pelo, tal y como la practican hoy en día, a los ciudadanos.
ResponderEliminarUn saludo y suerte.
Paco f.
Buenos Días Juan José.
ResponderEliminarTenía curiosidad por conocer tu blog.
En inglés y todo, oye que nivel. Y la foto muy bien elegida, si señor con ese abrigo a lo capitán de barco. :)
Con tu artículo, coincido. Lo cierto es que es escandaloso pensar cómo cojones seguimos permitiendo la estructura actual de representación de partidos con la mierda que se cuece dentro. Cómo hablamos, por ejemplo en la comunidad valenciana de "campsistas y ripollistas" dentro del pp sin asustarnos porque se conformen grupos cuyo única linea divisoria es el reparto del poder y los puestos públicos...
Ya seguiremos charlando, ¡un saludo!.