Los alemanes del oeste no sólo eran mucho más ricos que sus vecinos, también vivían más y mejor.
"Cuando yo era joven, el intento organizado de regular el interés común se llamaba comunismo. Tal vez deberíamos reinventarlo. Tal vez sea ésta nuestra única solución a largo plazo. ¿Es todo esto una utopía? Puede ser, pero si no lo hacemos, entonces es que estamos realmente perdidos y nos merecemos estar perdidos". Así acababa hace un par de semanas, su artículo en El Mundo el sociólogo esloveno Slavoj Zizek. Dos páginas tuvo a su disposición para explicar que la solución a todos los males que nos rodean es acabar con el capitalismo y volver a la utopía comunista.
Y no es un caso único. Con una simple búsqueda en Google es fácil encontrar opiniones semejantes en El País, La Vanguardia y casi cualquier otro diario de gran tirada de nuestro país. Sería impensable que un filósofo fascista llenase no ya dos páginas, sino apenas una columna de cualquier periódico de tirada nacional. Pero un tipo se reivindica comunista y no pasa nada. Como apuntaba David Gistau en ABC hace unas semanas: "Un conocimiento más exhaustivo del siglo XX le habría permitido entender que, intelectualmente, el anticomunismo es una obligación moral idéntica a la del antifascismo".
Y es que parece claro que el comunismo no ha muerto. Sufrió un duro golpe con la caída de la URSS y sus satélites, pero la crisis le ha dado nuevas alas, en las urnas, en las universidades y en las columnas de los periódicos. Incluso, se desliza un nuevo relato, que admite que quizás el comunismo fracasó en términos económicos, pero era un sistema más "humano" que el capitalismo. Vamos, que los que trataban de saltar el Muro de Berlín jugándose la vida lo hacían sólo porque querían enriquecerse, no porque la libertad de la que disfrutaban al oeste del Checkpoint Charlie les importase demasiado. En este cuento, los millones de muertes del Gulag, las hambrunas de los años 30 o la Revolución Cultural son anécdotas o incluso exageraciones. Ya lo dice Zizek: si no volvemos al comunismo es que "estamos realmente perdidos y nos merecemos estar perdidos".
El gráfico
Llegados a este punto, parece que lo fácil es desmontar al comunismo desde la economía. Hay millones de cifras para echar en la cara de los nuevos leninistas. El totalitarismo comunista ha generado perfectos experimentos sociales. En Alemania, Corea o Cuba: los alemanes de uno y otro lado del muro, los coreanos al norte y sur del paralelo 38 o los cubanos de La Habana y Miami… todos estos grupos son perfectamente homogéneos desde el punto de vista de la cultura, la etnia o la historia. Y en unos pocos años, sometidos a un entorno institucional distinto, han generado unas enormes diferencias en su nivel de vida. Por eso, entre otras cosas, miles de ellos han muerto tratando de escapar de la utopía de Zizek, intentando alcanzar el miserable mundo capitalista. Por cierto, aunque estos despreciables estados capitalistas sí tenían abiertas sus fronteras para quien quisiera irse, no se recuerda de nadie que hiciera el camino en sentido contrario (algún intelectual, quizás, al que el Polítburo fuera a mimar). Pero como decimos, quedarnos en la parte económica sería corto de miras. El comunismo también mata. Y no hablamos sólo de las torturas de la Stasi.
Esta semana, James Vaupel, uno de los mayores expertos del mundoen demografía, director del Instituto Max Planck, acudía a la Jornada sobre Pensiones que organizaron AFI y Aviva. Y mostró el siguiente gráfico para explicar cómo, en muy pocos años, dos sociedades muy parecidas podían divergir en términos de esperanza de vida y cómo podían volver a converger si las condiciones volvían a cambiar. El propósito de Vaupel no era político, su presentación era puramente científica, pero el poder de la imagen es sorprendente (aquí, un estudio compleo del Instituto Max Plancksobre el tema):
Como vemos, el gráfico muestra la esperanza de vida en Alemania del Este y del Oeste, separando por hombres y mujeres. Y es enormemente llamativo. Tras los primeros años de posguerra, en los que las consecuencias del conflicto y la posterior escasez igualan la situación, a partir de 1965-1970 las dos líneas comienzan a separarse. En apenas 20 años, menos de lo que se considera una generación natural, los alemanes del oeste ganan 3-4 años de esperanza de vida respecto a sus vecinos del este. De hecho, entre el año 1965 y 1990 la línea para los varones en la Alemania comunista tiene picos y bajadas, pero casi no hay ganancia neta. El comunismo mata y el capitalismo da años de vida.
La brecha se cierra
Pero además, el gráfico también nos da otra clave. En el momento en el que acabó el régimen tiranicida y opresor y los alemanes del este comenzaron a disponer de las mismas oportunidades que los del oeste, la brecha comenzó a cerrarse. Puede verse en el siguiente gráfico que el Gobierno federal publicó el pasado año, con motivo de la celebración delos 25 años de la caída del muro. El poder del mundo libre también es capaz de revertir los males causados por el comunismo en un corto período de tiempo.
Claro, las consecuencias son las que podemos ver en los próximos dos gráficos. Uno muestra las posibilidades que tenían de fallecer en un año determinado los alemanes nacidos en 1895, 1900, 1905 o 1910. El otro es un cuadro con los alemanes centenarios a uno y otro lado del Muro.
Hay un lado positivo. Como decimos, la tendencia ha cambiado y hace un par de días se conocía que los datos eran casi los mismos a uno y otro lado de la antigua frontera. Y este estudio del año 2000 lo explicaba así: "[La mejoría] en Alemania del Este se está acelerando tras la reunificación y parece que la diferencia entre el Este y el Oeste se está cerrando. Este efecto de la reunificación alemana en la mortalidad de los ancianos atestigua la plasticidad de la esperanza de vida a edades avanzadas y la importancia de los eventos que tienen lugar en los últimos años". Vamos, que incluso medidas tomadas a una edad tardía pueden ayudar (y mucho). Es una frase para la esperanza para aquellos que hayan llevado un estilo de vida poco saludable… o para los que vivan todavía bajo la pesada bota del comunismo.