Juan J. Molina

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martes, 9 de junio de 2015

La política pintada con trazo fino

La política pintada con trazo fino

  • Juan José Molina Gallardo. Portavoz y diputado electo de Ciudadanos

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    «La política, sin amor, te vuelve un tirano». La frase más repetida por Juan José Molina Gallardo (Murcia, 21 de agosto de 1963) durante la campaña electoral es una variación de una cita del mismísimo Clint Eastwood, en la que «política» es sustituida por «poder». Molina, que se define como un pintor y escritor metido en política desde hace ocho años, tiene por delante muchas oportunidades de poner en práctica su aseveración. Elegido portavoz de Ciudadanos -formación con la que ha logrado un escaño en la Asamblea Regional-, Molina espera ya las llamadas -de amor o interesadas- de los partidos que buscan a los 'naranjas' con el fin de alcanzar o retener el poder.
    ¿Cómo llega un admirador de Van Dyck, Velázquez o John Singer Sargent a estar en la pomada para decidir el destino político de la Región durante al menos los próximos cuatro años? Molina es afiliado 'pata negra' de Ciudadanos, es decir, llegó al partido hace ocho años, cuando aún era una formación limitada a Cataluña y Albert Rivera era poco más que un desconocido. Sus interminables sesiones de pintura con la radio de fondo -sobre todo la tertulia de Julia Otero- acabaron por convencerle de que había que hacer algo, lo que le empujó a las filas de la formación.
    Ser de Ciudadanos entonces en Murcia era poco menos que heroico. Ante la imposibilidad de influir en la política regional, acabó pasándose a UPyD, donde coincidió con el hoy concejal electo por Murcia Mario Gómez. Su oposición al aparato -a la que se sumó con posterioridad Miguel Sánchez desde Caravaca- acabó también por hacerle abandonar la formación magenta. Muchos de los «herejes», como recuerda que les llamaban, acabaron ya entonces en Ciudadanos, pero Molina eligió un camino más tortuoso para regresar a la disciplina naranja. Fundó y lideró en la Región el Partido por la Regeneración de la Democracia en España, que con poco más de 2.000 euros de presupuesto cosechó 673 sufragios. Así que decidió dar la baja a los afiliados y dejarles marchar donde quisieran.
    Él volvió a darse de alta en Ciudadanos en enero de 2014, ocho años después de su primera firma. Desde entonces, su carrera ha estado mucho más bajo los focos, sobre todo después de conseguir el escaño regional y de que el partido lo erigiera portavoz provisional, a la espera de conformar su organigrama y con el fin de que Miguel Sánchez se diera un merecido respiro.
    La etiqueta de negociador que se le ha adjudicado no le molesta, aunque reconoce que no es del todo cierta. «Todas las negociaciones son supervisadas por el comité de pactos», repite hasta la saciedad, pero sabe que sus pasos son seguidos muy de cerca y su teléfono es codiciado. Él afirma que la consigna es «esperar y estar tranquilos», mientras repite el mantra programático de dejar gobernar a la lista más votada.
    Juan José Molina tiene raíces andaluzas (su madre, Rosalía, es de La Línea de la Concepción y Antonio, su padre, de Almería) y un pasado ligado a Marruecos y el Sáhara Español, donde Antonio ejerció de funcionario durante años. De hecho, sus hermanos mayores nacieron en Tetuán antes de que la familia, siguiendo un cambio de destino del padre, acabara en la Murcia de principios de la década de los 60. Su primer hogar estuvo en Santa Isabel, pero la familia también vivió junto a la estación de El Carmen antes de acabar en la calle Nicolás de las Peñas, donde fueron vecinos de escalera de los padres de Ramón Luis Valcárcel.
    Estudiante de Capuchinos, Molina es de la generación de José María Albarracín, Juan Moya y los hermanos Pedro y Julián de la Cierva. Sus inquietudes artísticas le obligaron a hacer la maleta rumbo a la Facultad de Bellas Artes de San Carlos, en Valencia, donde se licenció con la especialidad en pintura. A mediados de los años 80 montó una academia de arte que incluso tendría una sucursal, pero su padre quería algo más estable para él y acabó haciéndole una encerrona para convertirlo en profesor.
    Molina empezó como interino durante cuatro años en Puerto Lumbreras, localidad a la que se desplazaba -sin autovía- a diario. Las lecciones de conducción de esas largas jornadas le servirían también para llegar sin novedad al resto de sus destinos docentes: Totana, Santomera, Cartagena, Ceutí, Águilas, Murcia y finalmente Molina de Segura, donde da clase de Dibujo en el Bachillerato de Artes del instituto Eduardo Linares desde hace cinco años. A pesar de su larga andadura docente, él sigue considerándose un pintor.
    El retrato es su tema favorito -además de los patios de ambiente árabe y las flores- y el óleo su técnica. Pero también es capaz de pintar sobre maletas usadas compradas en internet. Amante del jazz, los cantautores como Prada, Cohen o Sabina, y la música española de los ochenta, tiene la espina de que su hijo le ha salido 'indie' y toca la batería mientras prepara una oposición policial.
    Casado con Anna, una barcelonesa del barrio de Sant Andreu a la que conoció en los veranos adolescentes en El Pozo del Esparto, la localidad almeriense junto a Terreros, Molina pertenece a la Hermandad de los Huevos Fritos con Patatas a lo Pobre, pero rebaja el colesterol con el piragüismo. Hincha del Real Madrid, ataca los problemas más difíciles al principio y le acusan de demasiado frío. Tal vez por ello sobre sus hombros recaiga ahora la tarea de lidiar con los muchos pretendientes de Ciudadanos.
  • Fuente: http://www.laverdad.es/murcia/201505/31/politica-pintada-trazo-fino-20150531004851-v.html

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