Por desgracia, el estado en que se encuentran actualmente
los conflictos nacionalistas en nuestro país, España, han llegado a un punto de
no retorno. Probablemente hemos traspasado
la línea roja que nos impida encontrar una solución no pactada entre los que
defendemos posturas antagónicas. El nacionalismo separatista se ha echado al
monte con todas sus consecuencias, un monte convenientemente abonado con una de
las armas más peligrosas y repugnantes, el adoctrinamiento en las escuelas de
varias generaciones de niños en el anti españolismo. A estas alturas, los
separatistas no admitirán ningún tipo de solución que no pase por un referéndum
de autodeterminación o, en su defecto, la una política de hechos consumados
hasta la independencia. Ante esta situación solo quedan dos caminos, la
negociación o la represión.
El gobierno central no ha sabido contrarrestar el
sentimiento separatista ni, por desgracia para todos, impedir el uso de la
educación como un arma política. No voy a entrar en profundas discusiones sobre
las bondades o maldades de la independencia, solo dejaré claro que es un error
y de bulto, la unión nos hace fuertes, la desunión nos debilita a todos.
Ha llegado el momento de actuar y a mi entender, la
negociación siempre da mejores resultados que la represión. Indudablemente una
parte no puede decidir por el todo. Los ciudadanos de Cataluña no pueden tomar
decisiones ni unilaterales, ni democráticas, que atañen a todos los ciudadanos
del país. Sea lo que sea que tengamos que pactar, lo decidiremos entre todos
porque es un asunto de todos. Quizás ha llegado el momento de trabajar en un
cambio profundo de nuestra estructura de Estado, no podemos meter la basura
debajo de la alfombra una y otra vez. Hace mucho tiempo que la península
ibérica debería haberse planteado una reunificación a todas luces, lógica. Más del
40% de los portugueses están por la
unión con España, y estoy seguro, que el porcentaje de españoles respecto a
esta posibilidad es aún mayor. Es necesario abrir una conferencia de trabajo
con el gobierno portugués y buscar la fórmula idónea para que ambas naciones,
hermanas además de vecinas, caminen juntas y unidas para proteger sus
intereses. Las posibilidades son variadas, desde una federación de estados a
una unión manteniendo la estructura autonómica, o cualquier otra que sirva a la
mejora en las condiciones de vida de los ciudadanos de la península. Esto supone
la necesidad de un cambio en nuestra Constitución que permita dichos acuerdos y
abra la puerta a la posibilidad de que se puedan llevar a cabo, tanto referéndums
de autodeterminación como de unión. Los países
son entidades vivas que a lo largo de la historia cambian de tamaño y de estructura
según el devenir de las circunstancias, la mayoría de las veces esos cambios
son fruto de conflictos armados y, en algunas ocasiones, de acuerdos pacíficos.
Lo que tenemos que hacer no es tensar la cuerda, ni tampoco
buscar encajes de bolillos a la carta para que alguien se sienta cómodo y
quiera quedarse en el estado español. Aquí todos somos primus inter pares, los primeros entre iguales. Lo primero
que deberíamos hacer es votar una nueva constitución que recoja la forma de
Estado que queremos y dar la posibilidad a aquellos que no acepten la nueva
Constitución de poder decidir si quieren seguir unidos o separase. Una constitución
que votaríamos todos los pueblos de la península.
Todo es negociable y sobre todo, todo es mejorable. La democracia
empieza por el respeto a las leyes y algunos han olvidado algo tan obvio. Cuando
la legalidad se interrumpe comienza un régimen amparado solo en la fuerza y
entonces, la obediencia deja de ser un deber.
Para mi es que Hitler se habia equivocado de pueblo tenia que haber hecho jabon con catalanes nacionalistas y izquierdistas encabezados por el aragones loco arturo mas
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