Un estólido masoquismo ciudadano va a hacer medrar a
UPyD e IU. Lo peor de todo.
Que haya quienes aún cifren la esperanza de regeneración en el ascenso de cosas como UPyD o Izquierda Unida es el síntoma más exacto de que estamos muertos. Moralmente muertos.
UPyD fue la ficción creada para que una de las más perseverantes apparatchiki del PSOE no se quedara sin sueldo al cabo de tantos años de vivir del erario público. Ni mejor ni peor que Zapatero o Rubalcaba. Idéntica. Dirigente en los tiempos más tenebrosos del socialismo, los del GAL y Felipe González, ministra del Gobierno PNV que quiso poner querella a un Antonio Mingote cuyo sentido del humor le pareciera «una agresión clarísima» contra el honor de la patria vasca. Intentó el asalto a la secretaría general. Fracasó. La depuraron. Lo normal en política. Justo antes de que la dejaran sin escaño europeo y sin sueldo, se montó un partido para seguir llegando holgadamente a fin de mes. Es respetable. Y exactamente lo que hacen todos los profesionales de la política. Aquel que quiera seguir manteniendo con sus impuestos a un miembro muy notorio de esa casta no tiene más que votar por Rosa Díez. Acertará, sin duda.
La historia de Izquierda Unida es otra. La de un anacronismo que perdura, cuando todas las determinaciones materiales y morales para su existencia han caducado. Decía el viejo Karl Marx que es propio de la triste condición humana «sufrir aún más a causa de los muertos que a causa de los vivos». Izquierda Unida es, desde hace ya tres decenios, un amasijo de cadavéricos lugares comunes sin pies ni cabeza. Al frente del cual se hallan algunos de los sujetos más incompetentes entre la incompetente muchedumbre de los políticos españoles. No se ha beneficiado demasiado, es cierto, de la suntuosa corrupción que volvió ricos a sus vecinos socialistas. Pero es que, a diferencia de ellos, IU jamás ha tenido acceso al poder. Jamás, hasta las últimas elecciones andaluzas, de las cuales es pronto aún para contabilizar qué es lo que habrá salido. Pero ha tenido muy cerca la lección de los camaradas sindicalistas, cuya capacidad para parasitar fondos de Estado es uno de los acontecimientos más desoladores de la España en la cual vivimos. Aquellos que sueñen con una dictadura tan épicamente asesina como la soviética, o tan homicidamente estúpida como la cubana, no se equivocarán apostando por los hombres de Cayo Lara.
¿Qué nos queda? Una constancia que no es lo que se dice muy alegre –pero a la realidad no la modifica un ápice que sea alegre o no–: los partidos políticos son, en la España de hoy, una peste para el ciudadano. Una peste ineluctable. No hay manera de evitar que nos obliguen a pagar sus finanzas, estemos con ellos de acuerdo o no. No hay manera de controlar la desastrosa gestión que ejercen del Estado. Y el único consuelo que nos queda es ignorarlos. A sabiendas de que eso, a ellos, les trae perfectamente al fresco.
Un estólido masoquismo ciudadano va a hacer medrar a UPyD e IU. Lo peor de todo. En un país en el cual todo, en política, ha sido siempre quintaesencia de lo malo.
todo lo referido en ese escrito, es tan verdadero que cae de maduro. Si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta, y exigiremos, que los Políticos, sean honrados, y tengan verdadera vocación de hacer el bien al pueblo, que para eso han sido elegidos. No digo más porque quizá llegaría a ser demasiado clara, y seguramene a muchos no les gustaría.
ResponderEliminartodo lo referido en ese escrito, es tan verdadero que cae de maduro. Si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta, y exigiremos, que los Políticos, sean honrados, y tengan verdadera vocación de hacer el bien al pueblo, que para eso han sido elegidos. No digo más porque quizá llegaría a ser demasiado clara, y seguramene a muchos no les gustaría.
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