El hecho de no entender los mecanismos de la democracia o lo
que es peor, no aceptarlos, es evidente en una gran parte de la izquierda
española. Desde la segunda república, la izquierda ha decidido que la derecha
no puede gobernar este país por las buenas, aunque haya conseguido dicho
derecho en las urnas y democráticamente:
*Se suele
decir que la Segunda República se proclamó tras una victoria electoral
republicana. Nada más lejos. En las Elecciones Municipales del 12 de abril de
1931, los republicanos obtuvieron 5.775 concejalías frente a las 22.150
conseguidas por los monárquicos. El número de concejales monárquicos casi
cuadruplicaba al de concejales republicanos.
Sin
embargo, el voto republicano se concentró en las ciudades, obteniendo la
victoria en la mayor parte de las capitales de provincia, lo que sembró la
euforia entre los partidarios de la caída de la monarquía y sembró el desánimo
en la Corte de Alfonso XIII, que dos días después de los comicios partía hacia
Cartagena y de allí hacia el exilio para evitar que un conflicto entre
monárquicos y republicanos acabase en un baño de sangre: “quiero apartarme de
cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil”,
afirmaba el monarca en una carta publicada el 17 de abril por el diario ABC.
La
Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), liderada por José María
Gil-Robles, gana las Elecciones Generales del 19 de noviembre de 1933 -las
primeras elecciones de la historia de España en las que votan las mujeres-,
obteniendo 115 diputados. La segunda formación más votada, el Partido Radical,
obtiene 102, y la tercera, el PSOE, se queda con 59. A pesar de los resultados,
la izquierda amenaza con una insurrección si la CEDA forma gobierno. La
izquierda más extremista ni siquiera espera a que ocurra tal cosa: los
anarquistas de la CNT inician el 8 de diciembre de 1933 un levantamiento
golpista disfrazado de huelga general, que se salda con 89 muertos y 163
heridos, atentados con explosivos, destrucción de archivos, quema de iglesias y
atentados contra vías férreas, puentes, líneas telegráficas y telefónicas. El
acto más grave de esa intentona golpista es el descarrilamiento del tren rápido
Barcelona-Sevilla en Punzol (Valencia), un atentado terrorista que mata a 23
pasajeros y deja 38 heridos.
El 18 de
diciembre el Presidente de la República, Alcalá Zamora, ignora los resultados
electorales y encomienda la formación de un nuevo gobierno a Alejandro Lerroux,
líder del Partido Radical, el segundo más votado. La CEDA se pliega a las
amenazas de la izquierda y decide apoyar el gobierno de Lerroux. Sin embargo, en
el otoño de 1934 la CEDA exige a Lerroux que le permita participar en el
gobierno. Alcalá Zamora lo acepta y el 4 de octubre entran tres ministros de la
CEDA en el ejecutivo de Lerroux. Al día siguiente, el PSOE pone en marcha una
nueva intentona golpista bajo el disfraz de una huelga general. En Madrid
miembros armados del sindicato del PSOE, la UGT, intentan asaltar -sin éxito-
los edificios de la Presidencia del Gobierno y del Ministerio de la
Gobernación. En diversas zonas de España la intentona golpista se traduce en
una semana de violencia, lo que obliga al gobierno a hacer intervenir al
Ejército. El golpe se salda con más de un millar de muertos, entre ellos 35
sacerdotes asesinados por los golpistas. Se trata del levantamiento armado más
grave sufrido por la Segunda República antes del 17 de julio de 1936.
La
sangrienta experiencia revolucionaria de octubre de 1934 no es un caso aislado
en la actitud del PSOE hacia la Segunda República. Basta con repasar los
incendiarios discursos de Francisco Largo Caballero, secretario general de la
UGT hasta 1938 y presidente del PSOE entre 1932 y 1935. Ya el 23 de noviembre
de 1931, cuando ocupaba el cargo de Ministro de Economía y ante la posibilidad
de que se disolviese el gobierno por falta de apoyos parlamentarios, Largo
Caballero advirtió: “No puedo aceptar la
posibilidad, que sería un reto al partido, y que nos obligaría a ir a una
guerra civil“. En febrero de 1933 vuelve a repetir su amenaza: “Si no nos
permiten conquistar el poder con arreglo a la Constitución… tendremos que
conquistarlo de otra manera”. En agosto evidencia en otro acto del PSOE lo
que opina de la República: “Tenemos que
luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no
la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la
Revolución Socialista“.
En plena
campaña para las Elecciones del 19 de noviembre de 1933, Largo Caballero vuelve
a mostrar su peculiar talante: “El jefe
de Acción Popular decía en un discurso a los católicos que los socialistas
admitimos la democracia cuando nos conviene, pero cuando no nos conviene
tomamos por el camino más corto. Pues bien, yo tengo que decir con franqueza
que es verdad. Si la legalidad no nos sirve, si impide nuestro avance, daremos
de lado la democracia burguesa e iremos a la conquista del Poder“. El 5 de
octubre de 1934, como acabamos de ver, cumplió con creces su amenaza, cuatro
días después de afirmar en un mitin en Madrid lo siguiente: “Nuestro partido, es ideológicamente, tácticamente, un partido
revolucionario… cree que debe desaparecer este régimen“.
Tras esa
intentona golpista, Largo Caballero es detenido. El 1 de diciembre de 1935 es
puesto en libertad. De cara a las Elecciones Generales de febrero de 1936, el
presidente del PSOE continúa con sus soflamas golpistas. El 19 de enero de 1936
afirma en un mitin en Alicante: “si
triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados
dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la guerra civil declarada”.
Al día siguiente, en otro mitin socialista en Linares (Jaén), aclara todavía
más su posición respecto de la República:
“la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder
no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución“.
El 10 de febrero, en el Cine Europa de Madrid, declara sin rodeos: “estamos ya hartos de ensayos de
democracia; que se implante en el país nuestra democracia”. En ese mismo
mitin Largo Caballero deja claro lo que entiende por “nuestra democracia” con
estas palabras: “Tenemos que recorrer un
periodo de transición hasta el socialismo integral, y ese período es la
dictadura del proletariado, hacia la cual vamos.”
Los dirigentes de esos partidos y sindicatos eran los
líderes de los mismos partidos y sindicatos de izquierda que ahora nos
gobiernan cuando ganan las elecciones, y que no dejan gobernar cuando las
pierden, dejando patente que los vicios antidemocráticos y totalitarios que
anidan en sus raíces aún siguen vivos. Desde la llegada de la democracia la
izquierda a seguido con sus vicios antidemocráticos, después de 40 años de
dictadura militar/católica y cuando por fin parecía que podíamos tener un
sistema político libre de totalitarismos, comprobamos como una y otra vez, cada
vez que la izquierda pierde unas elecciones es incapaz de soportar el periodo
de oposición de una manera sosegada, muy al contrario, se dedica a alentar
movimientos ciudadanos de toda índole con la única idea de sabotear la acción
de gobierno de la derecha. A mí tampoco me gusta la derecha, pero si me gusta
la democracia, no ésta que tenemos creada a gusto y disfrute de la casta
política que nos gobierna desde la caída del dictador franco, preferiría una
democracia consensual, evolucionada y dirigida por políticos de talante más
liberal y solidario, pero en fin, esto es lo que tenemos y más vale que no lo
destrocemos a patadas como hacen los políticos de izquierda, con la única finalidad
de acaparar el poder sí o sí.
Corroborando estas afirmaciones, por otra parte muy duras
hacia la izquierda, cualquiera puede comprobar que la mayoría de los grupos y
actos terroristas en nuestra democracia, exceptuando los islamistas, provienen
de grupos radicales de izquierda de carácter marxista y nacionalista como ETA,
Terra Lliure, Exercito do poblo gallego y Grapo de extrema izquierda. Todos los movimientos
sociales de carácter más o menos reivindicativo e incluso violento o coactivo,
tienen adscripción de izquierdas, con acciones como intentar tomar el congreso o coaccionar a políticos en
sus propias casas. La izquierda en nuestro país tiene patente de corso, cualquiera
de estos atentados contra las reglas del sistema democrático que vinieran desde
un ámbito radical de derechas, hubieran sido catalogados como lo que son en
realidad, atentados y actos ilegales, sin embargo, la actitud de los partidos y
los políticos de izquierda respecto a estos actos no es solo laxa y
benevolente, sino que en bastantes ocasiones son apoyados y entendidos como una
forma aceptable de protesta.
Si este despropósito continua, más pronto que tarde los
radicales de derechas, que por suerte suelen matar el tiempo bebiendo cervezas
y viendo futbol, empezarán a ver la violencia como un acto político tan
justificable como los de izquierdas ven sus violencias y coacciones. Volveremos
a solucionar nuestros problemas en las calles, a tiros, navajazos y bombazos. Todo un logro de esta visión benevolente por
parte de la izquierda que, de manera infantil, supone que la violencia solo
tiene una dirección y esta es siempre a su favor. No cabe un pensamiento más
estúpido y peligroso que éste, la izquierda juega con fuego y lo peor es que
cuando no puedan controlarlo, terminaremos quemándonos todos.
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Fuente consultada sobre la República:
http://www.outono.net/elentir/2011/04/14/cosas-que-posiblemente-no-te-han-explicado-sobre-la-segunda-republica/