Juan J. Molina

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Juan J. Molina

domingo, 3 de febrero de 2013

Discurso de presentación de el libro EL ESTADO A LA CARTA, por Juan J. Molina



Pronunciado el 21 de Enero del 2013 en la Universidad de Murcia:

No voy a haceros un resumen del libro, porque en él se tocan muchos aspectos y porque en el fondo, espero que algunos de vosotros después de esta presentación salgáis con el gusanillo de leer el libro.
en la década de los 50 del siglo pasado, un francés, muy creativo,  tuvo la feliz idea de inventarse un impuesto nuevo, el TAV, después conocido como IVA, impuesto sobre el valor añadido, probablemente el impuesto más injusto del mundo porque grava por igual a todas las rentas y no aporta ningún servicio concreto. Que gustó tanto que ahora lo pagamos casi todos, EEUU no, lo que significa que hay vida sin IVA.
Bueno, pues para no ser menos que los franceses, yo también he inventado, o mejor dicho, he creado una patente de utilidad. En mi propuesta no llego a la osadía de quitar ese impuesto, porque creo que a la actual estructura yonquinómana de nuestro sistema fiscal le produciría un mono de tal calibre que habría que hospitalizarlo, pero sí que lo he reformado, he creado un IVA progresivo, ¿qué significa eso? pues que paga más IVA quien más gana y viceversa, paga menos IVA quien menos gana.  Sencillamente es más justo. Un impuesto que no aporta ningún servicio ni contraprestación, que solo grava la economía de los ciudadanos,  debería como mínimo, gravar menos a las rentas más bajas.
Y la pregunta que quizás alguno se haga. ¿Pero eso se puede hacer?  Si, se puede. vivimos, para bien o para mal, en la era de la tecnología, somos capaces de almacenar en un trocito de plástico millones de datos, tenemos todo tipo de sistemas de reconocimiento y pago electrónicos e incluso físicos, podemos pagar o autorizar cualquier cosa, con nuestra huella dactilar, con la retina, con claves, etc. ¿qué dificultad habría cuando yo vaya a pagar a cualquier comercio, con mi tarjeta de banco, mi DNI o cualquier otro medio de pago y, automáticamente, el tique diga la cantidad exacta de IVA que me corresponde abonar dependiendo de los ingresos anuales o mensuales que me correspondan?.
Y os avanzo esta propuesta del IVA progresivo por un motivo, no es ni mucho menos la propuesta estrella de mi libro, la considero una más entre otras.
El  motivo es que nada está escrito sobre piedra en este mundo, todo está sujeto a cambios, es una ley natural a la que no debemos tener miedo. Podemos y tenemos la obligación de buscar soluciones nuevas para tiempos nuevos. Como dijo Einstein, cómo vamos a obtener resultados distintos si no hacemos cosas distintas.  Por lo tanto, no tengamos miedo a los cambios.
Entre los diferentes aspectos que trato en el libro, hablo sobre democracia con una propuesta que se llama el voto condicionado, que es una especie de contrato democrático para evitar cosas como las que padecemos en la actualidad, que un gobierno se presente con un programa para ganar las elecciones y una vez elegido, haga de su capa un sayo. Tamaño y funciones del estado, necesitamos estados a la medida de nuestras necesidades y no macro estados insostenibles. Seguro sanitario estatal donde los ciudadanos podamos optar entre tener cobertura  privada o pública con precios acordes a nuestras capacidades económicas, financiación de la educación,  el dinero nominativo, que en países como Suecia o Japón son propuestas que ya están estudiando seriamente sus gobiernos, lo que supondría la desaparición del dinero en forma de monedas y billetes y todo sería a través de pagos bancarios, tarjetas, cheques, banca electrónica, etc. de manera que el fraude en dinero negro se complica mucho además de evitarse problemas de seguridad en cuanto a robos con fuerza. Pero la propuesta más importante de mi libro es la nueva propuesta fiscal  y se articula en base a una teoría básica, los ITPG impuestos y tasas progresivos y generalizados.
“El mejor límite para el dinero es el que no permite caer en la pobreza ni alejarse mucho de ella.”
Séneca
Cuando se crearon los primeros impuestos, que vienen desde los albores de la civilización, su finalidad fue única y exclusivamente recaudatoria y nunca se tuvo en cuenta la situación individual de cada ciudadano, en la actualidad la mayoría de las tasas e impuestos siguen basándose en esa premisa recaudatoria.
¿Y en qué consiste? los ITPG pues en un principio muy sencillo, los impuestos y las tasas no pueden fijarse sobre el bien o el servicio que grava, sino sobre las capacidades económicas y las circunstancias personales del ciudadano sobre el que recaen.
Y os pongo un ejemplo muy sencillo para que se entienda, el IBI, se fija en relación al valor del suelo y de la superficie de la vivienda, ¿alguno de vosotros cree que la situación económica y personal de vuestros vecinos es idéntica entre todos? la respuesta es no, habrá una infinidad de diferencias, sin embargo todos pagareis lo mismo, dado que los pisos en un edificio varían poco entre sí. Pero en realidad ¿a quién grava el impuesto, al piso o la casa propiamente dicho o al propietario? si el que paga es el propietario lo que realmente importa no es la situación y características de la casa, sino la situación y características del propietario.
Como estoy seguro de que habrá gente que estará empezando a revolverse en la silla, voy a continuar con el ejemplo. Supongamos que un mileurista vive en palacete, no nos importa cómo lo haya conseguido, lo compró, le cayó en herencia o en una tómbola, con el IBI actual lo más probable es que no pueda afrontar su coste, si no lo adecuamos a su capacidad económica, ¿cuál es el mensaje que le estamos mandando? muchacho, tu eres pobre y los pobres no pueden vivir en palacetes, así que vende o mejor dicho, mal vende y vete a un pisito.
Probablemente el palacete de nuestro amigo mileurista lo comprará a precio de ganga alguien que no tendrá problemas para pagar el IBI. Cuando la fiscalidad no atiende a las circunstancias económicas y personales de los ciudadanos, lo que hace sencillamente, es favorecer continuamente a las clases adineradas que además se aprovechan de la incapacidad de las rentas más bajas para cambiar de posición en la sociedad.
Este tipo de fiscalidad perpetua y a veces agranda la diferencia entre las rentas altas y las bajas, ya que impide la movilidad entre las diferentes posiciones de la sociedad, condena de alguna manera a los más pobres a mantenerse en el lugar que les corresponde, la pobreza.
Pero lo más grave es que los precios del estado se marcan como si fueran los de una empresa privada, son unos precios fijos determinados por el valor del bien que gravan o el precio del servicio que dan, cuando esto ocurre se desvirtúa el carácter público que supuestamente tienen.
 Algo que se considera público no puede estar sujeto a un precio fijo porque ello supone que habrá ciudadanos que no podrán hacer frente a ese precio y por lo tanto, no podrán pagar el impuesto o la tasa y serán embargados o sencillamente no podrán hacer uso de los servicios públicos. Cuando un servicio público no puede ser usado por todos los ciudadanos, a un precio adecuado a sus capacidades, ¿podemos llamarlo servicio público?, no, en todo caso sería para un público reservado, el que pueda pagarlo.
Y vuelvo a repetirme la pregunta anterior, ¿se puede hacer?, y contesto de la misma manera, se puede, tenemos las capacidades técnicas para llevarlo a cabo. En realidad, el sistema se basa en la aplicación de una tarifa plana de impuestos adecuada a la capacidad económica de cada ciudadano. Se estima una cuota mensual o trimestral a ingresar dependiendo de la riqueza y los pagos efectuados el año fiscal precedente y al final del año fiscal corriente, se actualizan tanto pagos como ingresos y se efectúa el cálculo final, que saldrá a devolver o a pagar, según las circunstancias.
Uno de los aspectos más interesantes de esta propuesta es que el sistema de los ITPG es compatible con el sistema actual, un ciudadano podría adscribirse a él si considera que le sería beneficioso o seguir pagando según la fiscalidad actual. En vez de tener un estado menú como tenemos ahora, podríamos vivir en un estado a la carta donde los ciudadanos tendríamos una relación más individualizada de acuerdo a nuestra situación económica y personal y donde podríamos decidir libremente qué servicios queremos contratar con el estado y que otros servicios nos convienen desde el sector privado.
A mi entender, la razón básica de la existencia del estado es la de mejorar la vida de sus ciudadanos, garantizar nuestras libertades y mantener el orden y la seguridad. Y principalmente, son los más desfavorecidos y aquellos que no son capaces de conseguir por sus propios medios las necesidades básicas para desarrollar un proyecto de vida digna, los ciudadanos que deben tener prioridad y un trato adecuado a sus circunstancias. Eso es solidaridad, y no como un acto altruista y de pura generosidad,  sino como un acto de justicia porque todos formamos parte, nos guste o no, de la sociedad en la que vivimos y no podemos quedar excluidos de la oportunidad de desarrollar un proyecto de vida digno.
Esto se llama liberalismo solidario o también conocido como socio liberalismo. Esa ideología de la que tantas pestes echa la izquierda y a la que se apuntan tan ricamente algunos de derechas. El liberalismo, a mi entender, no es de izquierdas ni de derechas, es sencillamente menos estado y más libertad individual. A partir de ahí podemos hablar de un liberalismo más o menos radical en cuanto al papel que tiene que tener el estado en la vida de los ciudadanos.
El liberalismo no es solo una doctrina económica como algunos quieren haceros creer, es mucho más, es una corriente ética y filosófica con más de tres siglos a sus espaldas y que nació como respuesta a los problemas de una Europa sumida en un baño de sangre continuo por razón de discrepancias religiosas e injusticias sociales.
 A partir de su nacimiento con los primeros escritos de Tomas Moro en el siglo XVI, en su libro utopía, el liberalismo ha pasado de ser eso, una utopía, a ser una solución real.  Hoy día nadie puede negar que las instituciones liberales y la ética liberal de defensa de las libertades individuales es la base sobre la que hemos construido las democracias liberales.
Tanto en términos económicos como ideológicos, las dictaduras colectivistas, comunismo y socialismo han sido un rotundo fracaso, una ruina económica y una ruina democrática. Todas las sociedades que optaron por ceder su libertad  a cambio de seguridad, han terminado perdiendo ambas cosas.
El liberalismo clásico también presenta sus deficiencias y ciertamente no ha sabido aprovechar su capacidad de crear riqueza para generar una distribución más justa de la mismani ha puesto el suficiente empeño en crear cauces de participación ciudadana, de manera que los ciudadanos no se identifican con las instituciones liberales, no se sienten parte de ellas, no nos vemos como cooperantes libres sino como obligados por la ley e incluso por la fuerza. 
Nos encontramos en la actualidad en medio de un campo de batalla entre la izquierda no capitalista o semi-capitalista, centrada en la distribución de la riqueza pero  manifiestamente incapaces de crearla.
Y los defensores del libre mercado y del capitalismo, neoliberales centrados en la creación de riqueza, pero  a la vez, manifiestamente incapaces de redistribuir de una forma justa dicha riqueza.
En este escenario se desarrolla como evolución el liberalismo solidario  representado por pensadores como John Rawls, que ha evolucionado, desde un capitalismo deshumanizado en muchas ocasiones, hacia la certeza de que las desigualdades solo son aceptables si los beneficios de los que están en la parte alta de la sociedad, son compartidos de alguna manera, por los que están en la parte baja. 
Es verdad que tanto unos como otros, izquierdas y derechas, al menos los que tienen dos dedos de frente, se han dado cuenta de parte de sus errores e intentan corregirlos. Yo uso un ejemplo muy clarificador, el principio de las bicicletas, es como si los que defendieron desde el principio que las bicicletas eran el mejor medio de transporte se hubieran dado cuenta de que el coche las supera y poco a poco se han puesto a construir coches: paso del socialismo a la socialdemocracia. Y por el otro lado, los que llevaban siglos construyendo coches, se han dado también cuenta de que tenían que construir coches menos caros y asequibles a todo el mundo: paso del neoliberalismo al liberalismo solidario.
¿por qué defiendo yo el liberalismo solidario? sin dudarlo para comprar este coche, yo me fío más de los que llevan toda la vida construyendo coches, que de los que se han reciclado de fabricantes de bicicletas a fabricantes de coches. Por eso confío más en un liberalismo solidario, que además de conocer mucho mejor el funcionamiento del sistema de libre mercado, ante un dilema democrático, siempre antepondrá la garantía de nuestra libertad y nuestro derecho a decidir frente a la imposición de la mayoría.
Desconfío de  una socialdemocracia que es una principiante jugando en el campo del libre mercado y el capitalismo y que, al contrario que el liberalismo, siempre antepondrá  las decisiones de una mayoría, a la garantía de las libertades individuales y los derechos de las minorías.
Espero que algunos de vosotros salgáis hoy de aquí con dos ideas muy claras, hay que leerse el estado a la carta y que los cambios son posibles y saludables, pero teniendo en cuenta que todo cambio empieza primero por uno mismo. 

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