Pronunciado el 21 de Enero del 2013 en la Universidad de Murcia:
No voy a
haceros un resumen del libro, porque en él se tocan muchos aspectos y porque en
el fondo, espero que algunos de vosotros después de esta presentación salgáis
con el gusanillo de leer el libro.
en la década
de los 50 del siglo pasado, un francés, muy creativo, tuvo
la feliz idea de inventarse un impuesto nuevo, el TAV, después conocido
como IVA, impuesto sobre el valor añadido, probablemente el impuesto más
injusto del mundo porque grava por igual a todas las rentas y no aporta ningún
servicio concreto. Que gustó tanto que ahora lo pagamos casi todos, EEUU no, lo
que significa que hay vida sin IVA.
Bueno, pues
para no ser menos que los franceses, yo también he inventado, o mejor dicho, he
creado una patente de utilidad. En mi propuesta no llego a la osadía de quitar
ese impuesto, porque creo que a la actual estructura yonquinómana de nuestro
sistema fiscal le produciría un mono de tal calibre que habría que
hospitalizarlo, pero sí que lo he reformado, he creado un IVA progresivo, ¿qué significa eso? pues que paga más IVA quien más
gana y viceversa, paga menos IVA quien menos gana. Sencillamente es más justo. Un impuesto que
no aporta ningún servicio ni contraprestación, que solo grava la economía de
los ciudadanos, debería como mínimo, gravar
menos a las rentas más bajas.
Y la
pregunta que quizás alguno se haga. ¿Pero
eso se puede hacer? Si, se puede.
vivimos, para bien o para mal, en la era de la tecnología, somos capaces de
almacenar en un trocito de plástico millones de datos, tenemos todo tipo de
sistemas de reconocimiento y pago electrónicos e incluso físicos, podemos pagar
o autorizar cualquier cosa, con nuestra huella dactilar, con la retina, con
claves, etc. ¿qué dificultad habría cuando yo vaya a pagar a cualquier
comercio, con mi tarjeta de banco, mi DNI o cualquier otro medio de pago y,
automáticamente, el tique diga la cantidad exacta de IVA que me corresponde
abonar dependiendo de los ingresos anuales o mensuales que me correspondan?.
Y os avanzo
esta propuesta del IVA progresivo por un
motivo, no es ni mucho menos la propuesta estrella de mi libro, la
considero una más entre otras.
El motivo es que nada está escrito sobre piedra en este mundo, todo está sujeto a
cambios, es una ley natural a la que no debemos tener miedo. Podemos y tenemos
la obligación de buscar soluciones nuevas para tiempos nuevos. Como dijo Einstein, cómo vamos a obtener
resultados distintos si no hacemos cosas distintas. Por lo tanto, no tengamos miedo a los
cambios.
Entre los
diferentes aspectos que trato en el libro, hablo sobre democracia con una
propuesta que se llama el voto
condicionado, que es una especie de contrato democrático para evitar cosas
como las que padecemos en la actualidad, que un gobierno se presente con un
programa para ganar las elecciones y una vez elegido, haga de su capa un sayo. Tamaño y funciones del estado,
necesitamos estados a la medida de nuestras necesidades y no macro estados
insostenibles. Seguro sanitario estatal donde
los ciudadanos podamos optar entre tener cobertura privada o pública con precios acordes a
nuestras capacidades económicas, financiación
de la educación, el dinero nominativo,
que en países como Suecia o Japón son propuestas que ya están estudiando
seriamente sus gobiernos, lo que supondría la desaparición del dinero en forma
de monedas y billetes y todo sería a través de pagos bancarios, tarjetas,
cheques, banca electrónica, etc. de manera que el fraude en dinero negro se
complica mucho además de evitarse problemas de seguridad en cuanto a robos con
fuerza. Pero la propuesta más importante de mi libro es la nueva propuesta fiscal y
se articula en base a una teoría básica, los
ITPG impuestos y tasas progresivos y generalizados.
“El mejor límite para el dinero es el
que no permite caer en la pobreza ni alejarse mucho de ella.”
Séneca
Cuando se
crearon los primeros impuestos, que vienen desde los albores de la
civilización, su finalidad fue única y exclusivamente
recaudatoria y nunca se tuvo en cuenta la situación individual de cada
ciudadano, en la actualidad la mayoría de las tasas e impuestos siguen
basándose en esa premisa recaudatoria.
¿Y en qué
consiste? los ITPG pues en un
principio muy sencillo, los impuestos y las tasas no pueden fijarse sobre el
bien o el servicio que grava, sino sobre las capacidades económicas y las circunstancias
personales del ciudadano sobre el que recaen.
Y os pongo un ejemplo muy sencillo para que se
entienda, el IBI, se fija en
relación al valor del suelo y de la superficie de la vivienda, ¿alguno de
vosotros cree que la situación económica y personal de vuestros vecinos es
idéntica entre todos? la respuesta es no, habrá una infinidad de diferencias,
sin embargo todos pagareis lo mismo, dado que los pisos en un edificio varían
poco entre sí. Pero en realidad ¿a quién grava el impuesto, al piso o la casa
propiamente dicho o al propietario? si el que paga es el propietario lo que realmente importa no es la situación
y características de la casa, sino la situación y características del
propietario.
Como estoy
seguro de que habrá gente que estará empezando a revolverse en la silla, voy a
continuar con el ejemplo. Supongamos que un mileurista vive en palacete, no nos
importa cómo lo haya conseguido, lo compró, le cayó en herencia o en una
tómbola, con el IBI actual lo más probable es que no pueda afrontar su coste,
si no lo adecuamos a su capacidad económica, ¿cuál es el mensaje que le estamos mandando? muchacho, tu eres
pobre y los pobres no pueden vivir en palacetes, así que vende o mejor dicho,
mal vende y vete a un pisito.
Probablemente
el palacete de nuestro amigo mileurista lo comprará a precio de ganga alguien
que no tendrá problemas para pagar el IBI.
Cuando la fiscalidad no atiende a las circunstancias económicas y personales
de los ciudadanos, lo que hace sencillamente, es favorecer continuamente a las clases adineradas que además se
aprovechan de la incapacidad de las rentas más bajas para cambiar de posición
en la sociedad.
Este tipo de fiscalidad perpetua y a
veces agranda la diferencia entre las rentas altas y las bajas, ya que impide la movilidad entre las diferentes posiciones de la
sociedad, condena de alguna manera a los más pobres a mantenerse en el
lugar que les corresponde, la pobreza.
Pero lo más
grave es que los precios del estado se
marcan como si fueran los de una empresa privada, son unos precios fijos
determinados por el valor del bien que gravan o el precio del servicio que dan,
cuando esto ocurre se desvirtúa el carácter público que supuestamente tienen.
Algo
que se considera público no puede estar sujeto a un precio fijo porque ello
supone que habrá ciudadanos que no
podrán hacer frente a ese precio y por lo tanto, no podrán pagar el
impuesto o la tasa y serán embargados o
sencillamente no podrán hacer uso de los servicios públicos. Cuando un
servicio público no puede ser usado por todos los ciudadanos, a un precio
adecuado a sus capacidades, ¿podemos
llamarlo servicio público?, no, en todo caso sería para un público
reservado, el que pueda pagarlo.
Y vuelvo a
repetirme la pregunta anterior, ¿se
puede hacer?, y contesto de la misma manera, se puede, tenemos las
capacidades técnicas para llevarlo a cabo. En realidad, el sistema se basa en
la aplicación de una tarifa plana de
impuestos adecuada a la capacidad económica de cada ciudadano. Se estima una cuota mensual o trimestral a
ingresar dependiendo de la riqueza y los pagos efectuados el año fiscal precedente y al final del año fiscal corriente, se
actualizan tanto pagos como ingresos y se efectúa el cálculo final, que
saldrá a devolver o a pagar, según las circunstancias.
Uno de los
aspectos más interesantes de esta propuesta es que el sistema de los ITPG es compatible con el sistema actual, un ciudadano podría
adscribirse a él si considera que le sería beneficioso o seguir pagando según
la fiscalidad actual. En vez de tener un estado
menú como tenemos ahora, podríamos vivir en un estado a la carta donde los ciudadanos tendríamos una relación más individualizada de acuerdo
a nuestra situación económica y personal y donde podríamos decidir
libremente qué servicios queremos contratar con el estado y que otros servicios
nos convienen desde el sector privado.
A mi
entender, la razón básica de la existencia del estado es la de mejorar la vida
de sus ciudadanos, garantizar nuestras
libertades y mantener el orden y la seguridad. Y principalmente, son los más desfavorecidos y aquellos
que no son capaces de conseguir por sus propios medios las necesidades básicas
para desarrollar un proyecto de vida digna, los ciudadanos que deben tener prioridad y un trato adecuado a sus
circunstancias. Eso es solidaridad, y no
como un acto altruista y de pura generosidad, sino como un acto de justicia porque todos
formamos parte, nos guste o no, de la sociedad en la que vivimos y no podemos quedar excluidos de la
oportunidad de desarrollar un proyecto de vida digno.
Esto se
llama liberalismo solidario o también conocido como socio liberalismo. Esa
ideología de la que tantas pestes echa la izquierda y a la que se apuntan tan
ricamente algunos de derechas. El
liberalismo, a mi entender, no es de
izquierdas ni de derechas, es sencillamente menos estado y más libertad
individual. A partir de ahí podemos hablar de un liberalismo más o menos
radical en cuanto al papel que tiene que tener el estado en la vida de los
ciudadanos.
El
liberalismo no es solo una doctrina
económica como algunos quieren haceros creer, es mucho más, es una
corriente ética y filosófica con más de tres siglos a sus espaldas y que nació
como respuesta a los problemas de una Europa sumida en un baño de sangre continuo por razón de discrepancias religiosas e
injusticias sociales.
A partir de su nacimiento con los primeros
escritos de Tomas Moro en el siglo XVI, en su libro utopía, el liberalismo ha
pasado de ser eso, una utopía, a ser una solución real. Hoy día nadie puede negar que las instituciones
liberales y la ética liberal de defensa de las libertades individuales es la base sobre la que hemos construido las
democracias liberales.
Tanto en
términos económicos como ideológicos, las
dictaduras colectivistas, comunismo y socialismo han sido un rotundo fracaso,
una ruina económica y una ruina democrática. Todas las sociedades que
optaron por ceder su libertad a cambio
de seguridad, han terminado perdiendo ambas cosas.
El
liberalismo clásico también presenta sus deficiencias y ciertamente no ha
sabido aprovechar su capacidad de crear
riqueza para generar una distribución más justa de la misma, ni
ha puesto el suficiente empeño en crear
cauces de participación ciudadana, de manera que los ciudadanos no se
identifican con las instituciones liberales, no se sienten parte de ellas, no
nos vemos como cooperantes libres
sino como obligados por la ley e
incluso por la fuerza.
Nos
encontramos en la actualidad en medio de un campo de batalla entre la izquierda
no capitalista o semi-capitalista, centrada en la distribución de la riqueza
pero manifiestamente incapaces de
crearla.
Y los
defensores del libre mercado y del capitalismo, neoliberales centrados en la
creación de riqueza, pero a la vez,
manifiestamente incapaces de redistribuir de una forma justa dicha riqueza.
En este
escenario se desarrolla como evolución el liberalismo
solidario representado por
pensadores como John Rawls, que ha evolucionado, desde un capitalismo
deshumanizado en muchas ocasiones, hacia la certeza de que las desigualdades solo son aceptables si los beneficios de los que
están en la parte alta de la sociedad, son compartidos de alguna manera, por
los que están en la parte baja.
Es verdad
que tanto unos como otros, izquierdas y derechas, al menos los que tienen dos
dedos de frente, se han dado cuenta de parte de sus errores e intentan
corregirlos. Yo uso un ejemplo muy clarificador, el principio de las
bicicletas, es como si los que defendieron desde el principio que las bicicletas eran el mejor medio de transporte se
hubieran dado cuenta de que el coche las supera y poco a poco se han puesto a
construir coches: paso del socialismo a
la socialdemocracia. Y por el otro lado, los que llevaban siglos
construyendo coches, se han dado también cuenta de que tenían que construir
coches menos caros y asequibles a todo el mundo: paso del neoliberalismo al liberalismo solidario.
¿por qué
defiendo yo el liberalismo solidario? sin dudarlo para comprar este coche, yo me fío más de los que llevan toda
la vida construyendo coches, que de los que se han reciclado de fabricantes de
bicicletas a fabricantes de coches. Por
eso confío más en un liberalismo solidario, que además de conocer mucho
mejor el funcionamiento del sistema de libre mercado, ante un dilema
democrático, siempre antepondrá la
garantía de nuestra libertad y nuestro derecho a decidir frente a la imposición
de la mayoría.
Desconfío de una socialdemocracia que es una principiante jugando en el campo del libre mercado y el capitalismo
y que, al contrario que el liberalismo, siempre antepondrá las decisiones de una
mayoría, a la garantía de las libertades individuales y los derechos de las
minorías.
Espero que
algunos de vosotros salgáis hoy de aquí con dos ideas muy claras, hay que
leerse el estado a la carta y que los cambios son posibles y saludables,
pero teniendo en cuenta que todo
cambio empieza primero por uno mismo.
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