Juan J. Molina
jueves, 25 de febrero de 2010
SEÑORES TENEMOS UN PROBLEMA
Hace tiempo que vengo pensando dónde está la clave de la cuestión, qué es lo que falla en las democracias occidentales que producen gobiernos tan pobres, políticos corruptos y en general una desgana y una cansera tan grande en la sociedad. Después de mi paso por un partido político durante un corto espacio de tiempo, he podido comprobar como por encima de cualquier debate de ideas lo que predomina es sencillamente la descalificación personal, la formación de facciones que llegan a ser enemigos irreconciliables y un ansia nada disimulada de controlar el poder a toda costa.
Si la democracia muriera el diagnóstico sería fallo multiorgánico, ha fallado casi todo y cuando esto ocurre es porque la infección ha llegado a todas partes.
Ya no podemos echarle la culpa solo a uno de los actores, es el sistema propiamente dicho el que tiene fallos estructurales que hacen peligrar su subsistencia.
Desde la gloriosa revolución inglesa de de 1688 que dio lugar al sistema parlamentario y partidista en el que nos movemos la cosa nos ha llegado ya viciada de nacimiento, como la propia palabra indica los partidarios toman partido por algo o alguien irremediablemente. La sociedad ha asistido durante siglos a ese juego de grupos que se disputaban el poder por las armas o por las urnas, y como siempre además de ser un espectador ajeno a los botines también ha sido por desgracia la que ha puesto más sangre y muertos en toda esta tragicomedia.
Si los partidos son así, si los ciudadanos somos unos convidados de piedra que pagamos con nuestras vidas y el sistema es un laberinto emponzoñado que permite que esto ocurra, la x se despeja con una sencilla conclusión: señores tenemos un problema y de los buenos.
Podemos quedarnos de brazos cruzados y esperar otros tres o cuatro siglos a ver donde nos lleva todo esto, o coger el toro por los cuernos, remangarnos y empezar a trabajar en serio para cambiar toda esta farsa hipócrita y que tan buenos dividendos produce a eso que muy bien se ha dado en llamar la “casta política”.
Urge un cambio en el sistema, no podemos seguir confiando en la buena voluntad de las personas. Necesitamos unas reglas que controlen a los que gustan de controlarlo todo, necesitamos mecanismos que permitan a los ciudadanos tomar más decisiones y que las organizaciones políticas pierdan su omnímodo poder sobre nuestros representantes, los diputados, los concejales, los alcaldes etc.… son nuestros y no de los partidos políticos, nosotros los ciudadanos somos sus verdaderos jefes, los que los contratamos y los despedimos si no hacen bien su trabajo. Por lo tanto exigimos un sistema que nos de el control absoluto sobre nuestros políticos. La democracia significa gobierno del pueblo y esto en lo que nos movemos es el gobierno de los partidos, vivimos en una partitocracia y yo desde luego me niego a seguirles el juego.
lunes, 22 de febrero de 2010
EL CANDIDATO PERDEDOR
Mi etapa en UPyD está definitivamente cerrada, sin embargo algunas personas de ese partido se obstinan en no olvidarme. Hoy un buen amigo me ha hecho llegar un enlace en el blog de Manuel Hernández que me nombra y por lo tanto me veo en la obligación de puntualizar algunos aspectos.
Dice M. Hernández refiriéndose al día de las elecciones:
“Lo que no resultó tan normal fue el hecho de que las personas que acudieron a ejercer su derecho al voto tuvieran que rodear, para entrar en la sede, a un grupo de afiliados o ex-afiliados que, en plena jornada electoral, sujetaban una pancarta en la que se leía ”UPyD es un FRAUDE”. Durante el pasado Congreso nacional de UPyD, su portavoz, Rosa Díez, comparó, en una intervención a puerta cerrada, no en un acto público, algunas de las tácticas empleadas por algunos autodenominados críticos con las que emplea habitualmente Batasuna. Los autonombrados paladines de la democracia pusieron el grito en el cielo ante semejante comparación. Pues bien, yo hasta ahora sólo conocía un grupo que se manifestara a las puertas de los colegios electorales durante las votaciones y ese grupo era Batasuna. Ahora conozco dos: Batasuna y cierto grupúsculo de autodenominados “críticos”. Como tantas veces sucede, quien más lecciones imparte sobre la democracia es quien más las necesita.”
Y después refiriéndose a mí continúa:
Pero el tiempo ha puesto a cada uno en su sitio. Es sintomático que el candidato perdedor en ningún momento haya manifestado públicamente su desacuerdo con una conducta tan poco democrática y tan poco respetuosa como la descrita, desperdiciando con ello una gran oportunidad para ganarse el respeto político de quienes no le han votado, o de no perder el de algunos de los que sí lo han hecho.
Calificar como hizo Rosa Díez dentro de un Congreso de batasunos a unas personas que ejercían su derecho a discrepar está muy mal, ella sin embargo dado que es más lista que usted lo hizo a puerta cerrada aunque luego todo se sabe. Pero hacerlo en un foro abierto como es un blog es si cabe más grave. Batasuna es un grupo clasificado como terrorista por la Unión Europea y considerado como tal por la mayoría de los gobiernos de países democráticos, comparar la actuación de unos ciudadanos que piensan distinto a usted, con la de unos terroristas que atentan contra la vida y los derechos fundamentales de las personas es cruzar líneas peligrosas, ya no está usted bajo el paraguas protector de un Congreso político, está usted diciendo públicamente que un grupo de personas denominados “críticos” actúan como lo suelen hacer los terroristas de batasuna. Si se siente capaz ponga nombre y apellidos a esas personas y vuelva a calificarlas como batasunos públicamente, que no le quepa la menor duda de que abogados hay que sabrán como defender el honor de esos ciudadanos.
Y en cuanto a lo que se refiere a mi calificándome como “el candidato perdedor”, le diré que si, yo he perdido estas elecciones y me siento orgulloso de cómo he defendido mis ideas y la democracia aunque entre lo que usted entiende por democracia y lo que entiendo yo, hay un abismo.
Usted espera que yo reprima la actitud de unos ciudadanos expresando libre y pacíficamente su discrepancia con un partido político, quizás sea porque usted confunde la calle que hay debajo de la sede de su partido con una franja de jurisdicción marítima, entérese, las calles son de los ciudadanos y no están bajo el control de su partido, de momento.
Es lo que tiene la libre expresión, la libertad de reunión y el derecho a la información y que son los pilares básicos sobre los que se sustentan los regímenes democráticos, derechos que como usted bien sabe ni están ni se les esperan en su partido y tampoco en los demás partidos para desgracia de todos nosotros. A sí que no pretenda extender a las calles las tristes normas bajo las que sobreviven en su organización política.
Si desea seguir nombrándome no le quede duda de que le contestaré adecuadamente, aunque le aseguro que no me interesa para nada responder a sus rencorosos vómitos. Yo ya no soy un problema para usted, estoy fuera de UPyD y le aseguro que hacía tiempo no me encontraba también.
domingo, 21 de febrero de 2010
EL FIN DEL VIAJE
Todos los viajes tienen un principio y un final, mi periplo personal en UPyD ha llegado a su fin. Después de las votaciones celebradas ayer día 20 de febrero de 2010 en Murcia en las que me presenté junto con otras siete personas para dirigir el partido en la región de Murcia, los afiliados han decidido por mayoría dar su apoyo a la otra candidatura. Igual que ayer felicité personalmente a los miembros de esa candidatura hoy hago extensible mi felicitación a todos los afiliados del partido, a los que nos apoyaron y a los que no lo hicieron por supuesto. Espero que la salida del partido de personas que hemos sido calificadas como toxinas o colesterol perjudiciales para la organización sirva para que los que se quedan vivan más tranquilos.
Durante el periodo electoral han ocurrido algunas irregularidades que solo han servido para dejar más patente si cabe como las normas se aplican de manera arbitraria y conveniente por los dirigentes de UPyD, aunque también quiero decir que esas anomalías no me parece que puedan haber influido decisivamente en los resultados.
Sin embargo entre los acontecimientos de esta semana hay uno que considero entre los decisivos para tomar la decisión de abandonar la formación. El viernes 19 de Febrero a las 9’12 AM, un día antes de la votación, recibimos un email de la Comisión electoral en el que se nos comunicaba que dicha comisión había denunciado a la Candidatura nº 2 que yo encabezaba, al Consejo de Dirección por asistir a un acto en el que según ellos se perjudicaba gravemente al partido.
Como es lógico no tengo intención de seguir trabajando para una organización que cuestiona y fiscaliza mis movimientos, que confunde la asistencia a cualquier acto con la complicidad y que ha creado un ambiente en el devenir cotidiano del partido irrespirable, al menos para aquellos que no entendemos la democracia como un “o con migo o contra mí”.
Aprovecho este escrito para culminar un encargo que recibí del nuevo Coordinador General Rafael Sánchez, me pidió que transmitiera a los compañeros que durante el día de las votaciones hicieron un acto de protesta en la puerta de la sede del partido, el mensaje de que UPyD no es un fraude. Así lo he hecho y la contestación que he recibido y te hago llegar de parte de ellos es: UPyD si es un fraude.
Por mi parte considero que este partido es tan solo más de lo mismo, una estructura política vertical organizada en círculos de poder concéntricos donde cuanto más alejado estas del centro neurálgico, mayor es la fuerza centrífuga y más posibilidades tienes de salir despedido.
Creo sinceramente que la sociedad española necesita cambios más profundos para regenerar realmente nuestra democracia, no basta con la creación de nuevos partidos políticos (por muy buenas intenciones que tengan) si éstos repiten las formas y estructuras de los ya existentes. Necesitamos una evolución y no repeticiones que nacen ya caducas. Tenemos que ser capaces de recuperar a la ciudadanía para la cosa pública, solo una nueva clase política comprometida con los ciudadanos por encima de los intereses de sus partidos o de sus propios intereses personales sería capaz de llevar a cabo esta tarea.
Personalmente comienzo una nueva etapa con la misma ilusión con la que comencé ésta, hay mucho por hacer y creo que también somos muchos los dispuestos a intentarlo, ya no podrá ser en la nave magenta, tendremos que hacerlo en un proyecto nuevo que estoy seguro pronto se materializará y en el que espero nos volvamos a ver hombro con hombro.
Juan José Molina Gallardo
lunes, 15 de febrero de 2010
La democracia en los partidos, cosas vereis que os maravillaran...
A Rosa Díez
POR CARLOS MARTÍNEZ GORRIARÁN. PROFESOR DE FILOSOFÍA. UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO
29-3-2006
A Rosa Díez
... El sistema democrático funciona mejor o peor gracias al sistema constitucional de equilibrio de poderes y contrapoderes, y sobre todo por la concurrencia de partidos rivales que compiten entre sí, obligando al otro a moderarse y a tratar de sintonizar con la ciudadanía que le vota...
LA democracia de los partidos políticos no es un asunto interno, sino un problema que afecta e interesa al conjunto de la sociedad. La reciente defenestración de Rosa Díez de la Comisión de Libertades Civiles del Parlamento Europeo, perpetrada por la dirección de su partido con modos y argumentos incoherentes con los requisitos democráticos y el sentido común, acaba de actualizar ese problema, pero conviene aclarar que el PSOE no es, de ningún modo, el único partido sorprendido en semejantes tejemanejes autoritarios. Lo cierto es que son la norma, porque las deficiencias democráticas de los partidos no son de derechas ni de izquierdas: tienen poco que ver con la ideología fundadora y mucho con el modelo de organización y gestión del poder.
Los partidos están estructurados de modo que un pequeño aparato de dirección, organizado en círculos concéntricos de poderío decreciente y dependencia creciente del aparato central, gobierne sin oposición sobre un gran número de afiliados y administre, también sin oposición, un número todavía mayor de votos considerados como simples cheques en blanco extendidos a un portador al que no es posible pedirle cuentas hasta las siguientes elecciones. Por eso Popper definió la democracia como ese sistema donde todo se reduce a votar un cambio de gobierno cada cierto tiempo, y sin ninguna garantía de que el nuevo vaya a mejorar la trayectoria del precedente.
La gran paradoja es que el sistema constitucional que los partidos están llamados a legislar y gobernar tiene exigencias democráticas que aquéllos no admiten en su seno.
Las constituciones democráticas instituyen un sistema de contrapesos entre los distintos poderes que tiene la misión de frenar, compensar o corregir la tendencia a concentrar la decisión en un número muy reducido de personas, con el consiguiente incremento del abuso, la arbitrariedad y la corrupción. En realidad, un sistema democrático no es aquel donde la corrupción o los abusos sean imposibles, como piensan los afectados por el síndrome de Peter Pan, sino un sistema que permite perseguir y depurar esas conductas con garantías jurídicas. El mismo sentido tiene la limitación constitucional de competencias gubernamentales, y la preservación de los derechos inalienables -de las personas, no de los colectivos- para limitar la intromisión del legislativo y el poder judicial en las vidas privadas. Pues bien, nada de eso funciona o cuenta en los partidos políticos, donde los aparatos disfrutan de un poderío comparable al casi omnímodo de un concilio medieval: definen la doctrina y la herejía a erradicar, emiten anatemas e indulgencias y proclaman excomuniones irrevocables.
Es cierto que los estatutos de los partidos garantizan muchos derechos a los militantes e imponen numerosas limitaciones a los cargos, pero la inexistencia de competencia interna en forma de oposición reconocida, y la coincidencia de las funciones de juez y parte en los mismos círculos de poder, suelen dejarlas en nada. Todos los esfuerzos se dirigen a reforzar el monolitismo y a excluir a los disidentes, prioridad que a la larga redunda en el empobrecimiento intelectual de los cargos partidarios, cooptados entre la afiliación más sumisa y más ansiosa de disfrutar la carrera política que sólo el partido -el aparato- puede darle. Por eso la disparidad pública se entiende como una muestra dramática de división, nunca de un pluralismo no deseado, y por lo mismo se procura evitar que en los congresos del partido se presenten dos o más candidaturas a los órganos de gobierno. De ocurrir, la minoría derrotada sabe que tiene los días contados. Y es ese leviatán demoledor, irrespetuoso con las minorías, cerrado a la sociedad e impermeable a la argumentación de ideas, quien está llamado a gobernar una sociedad que pretendemos abierta, pluralista y basada en la rivalidad permanente entre ideas, grupos e intereses muy diversos, legítimos o no.
Sin embargo, no existen alternativas democráticas racionales al sistema de partidos políticos. Las opciones asamblearias, comunitaristas o corporativas acaban siendo ferozmente antidemocráticas. ¿Dónde está pues la solución? Quizás en que los partidos estén obligados a imitar el funcionamiento de la democracia, y no al contrario.
El sistema democrático funciona mejor o peor gracias al sistema constitucional de equilibrio de poderes y contrapoderes, y sobre todo por la concurrencia de partidos rivales que compiten entre sí, obligando al otro a moderarse y a tratar de sintonizar con la ciudadanía que le vota. Sin embargo, la degeneración del funcionamiento interno de los partidos también acaba poniendo esto en peligro. El catalán se ha convertido en un caso paradigmático de esta deriva, y ya ha afectado a toda España.
Como es sabido, el 90 por ciento de los diputados del Parlamento catalán, con la solitaria excepción del PP, aprobaron un proyecto de Estatut inconstitucional que la mayoría de la sociedad catalana ni reclamaba ni entendía. Las encuestas más favorables coincidían en que apenas el 55 por ciento de los catalanes apoyaban el nuevo texto, y en que menos del 35 por ciento apoyan la idea de que Cataluña sea una nación. Por tanto, las razones que han movido a los partidos catalanes -y muy especialmente el PSC- a pretender lo contrario con insólita cuasiunanimidad hay que buscarlas en la lucha de los aparatos partidarios por blindar un conjunto de competencias exclusivas que nadie ajeno al establishment pueda disputarles ni revocar en el futuro: su propia carrera política. Naturalmente, este sórdido deseo de monopolio garantizado por ley -cuya muestra más elocuente es la obscena importancia política dada a la explotación del rentable aeropuerto de Barcelona- va convenientemente envuelto en la retórica emocional del nacionalismo más rancio y decimonónico. Pero con el nuevo Estatut, Cataluña no es siquiera una romántica nación cultural, es simplemente una carrera política reservada a los aparatos partidarios.
¿Podrían mejorar este panorama reformas como las listas abiertas, la tutela legal y judicial de la democracia en los partidos, considerada como asunto de interés público y no privado, o un funcionamiento de las instituciones parlamentarias menos sometidas a la disciplina del voto? Es posible, o quizá no. De cualquier manera, ya es hora de tomar conciencia de que algunos de los peores problemas políticos que padecemos -Estatut catalán y normalización vasca, por ejemplo- obedecen, en realidad, a problemas internos que los partidos exportan unilateralmente al conjunto de la sociedad.
jueves, 11 de febrero de 2010
CALM TERRITORIES
CALM TERRITORIES
When “Ten Bears” didn’t find the best answer regard what we were speaking he always finished the meeting with the same phrase, we will keep talking another day.
He was never in a hurry to get the answer, the answer, as a ripe fruit had to arrive in the adequate moment and only then he gave the matter as concluded. I admired that way to do at how he waited for the solutions, his patience and the pleasure of that meeting in his tent where we smoke in a pipe made with his own hands, a pipe where he mixed the same parts of tobacco, friendship, experience and his peculiar way to understand life with that soft and slow cadence.
In the old African’s tribes the image of ancients sitting under an ancestral tree who had been used for the same thing during generations was a part of the social scenery. There ancients talked and talked, without hurry, they looked for the answer to the daily problems. The only fact of that daily vision calmed people who felt safe and trusting in the decisions of their older.
Old Japanese tradition tell us about meeting or Suthatzu among people of the villages who did it in order to deal about topics that concerned everybody in the village and where the mind objective were not to get a conclusion, the meetings were not to decided that proposal or opinion were the best, the real objective was the own meeting, talking, listening to the other and to respect all the opinions as an indisputable true born from individual experiences.
That culture interpreted the silences of whose didn’t take part in the meeting as a way to speak, because silences are a way to speak too.
In what moment did we lose our capacity to listen to each other? when did we lose the patient to wait the right answer? why did we lose the sensibility to heard whose don’t take part? We have progressed a lot and we are better now, but we have lost in the road treasures that our forefather leaved us, things that we will be only able to recover turning our gaze to the past.
We should get back to peace and serenity territories where we’ll can talk, listening to the other and where meeting turned to be a pleasure and a way healthier to govern our matters.
miércoles, 3 de febrero de 2010
DEMOCRACIA EN EL SOCIALISMO REAL
Democracia en el socialismo real
Los países con sistemas políticos inspirados en el comunismo marxista conocidos como "socialismo real" como China o Cuba poseen sistemas de gobierno que suelen utilizar la denominación de "democracias populares". Las llamadas «democracias populares» se caracterizan por estar organizadas sobre la base de un sistema de partido político único o hegemónico, íntimamente vinculado al Estado, en el que según sus promotores puede participar toda la población y dentro del cual debe organizarse la representación de las diferentes posiciones políticas, o al menos de la mayor parte de las mismas. Por otra parte en las llamadas "democracias populares" actuales la libertad de expresión y de prensa están restringidas y controladas por el Estado.
Según sus defensores, la «democracia popular» es el único tipo de democracia en la cual se puede garantizar la igualdad económica, social y cultural de los ciudadanos, ya que los poderes económicos privados no puede influir en el sistema de representación. Sin embargo, todas ellas son de facto dictaduras donde la población está bajo el yugo de un partido único y la igualdad económica termina siendo un empobrecimiento general de toda la población.
Algunos marxistas opinan también que las actuales «democracias populares» no son verdaderas democracias y que constituyen una deformación de los principios originales del marxismo. En el caso concreto de China, sostienen que ha desarrollado una economía orientada al capitalismo, pero se vale de su titulo de “República Democrática Popular” para poder contar con mano de obra barata, mediante la explotación de los trabajadores chinos, hasta niveles de vida calificados como infrahumanos.
Fuente: Instituto de política y democracia
DEMOCRACIA EN LAS MONARQUÍAS CONSTITUCIONALES
Democracia en las monarquías constitucionales
Dos casos especiales para la idea de democracia son las monarquías constitucionales y las democracias populares que caracterizan al socialismo real.
La monarquía constitucional es una forma de gobierno que caracteriza a varios países de Europa (Gran Bretaña, España, Holanda, etc.), América (Canadá, Jamaica, etc.), y Asia (Japón, Malasia, etc.).
Las monarquías constitucionales varían bastante de país a país. En el Reino Unido las normas constitucionales actuales le conceden ciertos poderes formales al rey y los nobles (designación del Primer Ministro, designación de gobernantes en las dependencias de la Corona (w:en:Crown Dependencies), veto suspensivo, tribunal de última instancia, etc.), además de los poderes informales derivados de sus posiciones.
Existe una tendencia general a la reducción progresiva del poder de los reyes y nobles en las monarquías constitucionales que se ha ido acentuando desde el siglo XX. Si bien, por tratarse de monarquías, en estos países existe una notable desigualdad ante la ley y de hecho de los reyes y demás nobles frente al resto de la población, la severa restricción de sus facultades de gobierno y judiciales ha llevado a que su participación en la mayoría de los actos de gobierno sea excepcional y sumamente controlada por otros poderes del Estado. Ello ha dado origen al expresivo dicho popular de que los reyes "reinan pero no gobiernan" para referirse a la débil influencia legal que los reyes y eventualmente los nobles tienen en los actos de gobierno cotidianos.
En el Reino de España el Rey promulga las leyes, convoca y disuelve las Cortes Generales, convoca referéndum, propone y cesa al Presidente, ejerce el derecho de gracia (indulto y conmutación de penas), declara la guerra, hace la paz, etc. En el ejercicio de todas sus funciones, el Rey actúa como mediador, árbitro o moderador, pero sin asumir la responsabilidad de sus actos que han de ser refrendados por el poder ejecutivo o legislativo, lo que lo convierte en una figura representativa del estado pero sin poder político. El rey también tiene el privilegio de la impunidad y no puede ser juzgado por crimen alguno.
Los opositores a las monarquías constitucionales sostienen que no son democráticas, y que un sistema de gobierno en la que los ciudadanos no son todos iguales ante la ley, a la vez que no se puede elegir al Jefe de Estado y otros funcionarios estatales, no puede denominarse democracia. En una reciente manifestación antimonárquica en España los participantes proclamaban que «se llama democracia y no lo es».
Fuente: Instituto de política y democracias
LA DEMOCRACIA COMO SISTEMA DE RELACIONES HORIZONTALES
La democracia como sistema de relaciones horizontales
El término "democracia" también se utiliza ampliamente no solo para designar una forma de organización política, sino una forma de convivencia y organización social, con relaciones más igualitarias entre sus miembros. En este sentido es habitual el uso del término "democratización", como por ejemplo la democratización de las relaciones familiares, de las relaciones laborales, de la empresa, de la universidad, de la escuela, de la cultura, etc., tales ejercicios estan orientados básicamente al ámbito de la participación cuidadana, cuyos principales mecanismos utilizados para tales efectos son elecciones a través de voto popular, asambleas, propuestas de proyectos y todos aquellos en que se canaliza la voluntad de cambios o aprobaciones con participación directa de los distintos grupos sociales.
Fuente: Instituto de política y democracia.
LA SOCIAL DEMOCRACIA
La socialdemocracia
Artículo principal: Socialdemocracia
La socialdemocracia es una versión de la democracia en la que se recurre a la regulación estatal y a la creación de programas y organizaciones patrocinados por el Estado, para atenuar o eliminar las desigualdades e injusticias sociales causadas por la economía de mercado y el capitalismo. La socialdemocracia se apoya básicamente en el sufragio universal, la noción de justicia social y un tipo de Estado denominado Estado de Bienestar.La socialdemocracia busca impulsar formas de democracia directa y participativa, con el fin de atenuar la democracia meramente representiva.
La socialdemocracia surgió a finales del siglo XIX a partir del movimiento socialista, como una propuesta alternativa, pacífica y más moderada, a la forma revolucionaria de toma del poder y de imposición de una dictadura del proletariado, que sostenía una parte del movimiento socialista, dando origen a un debate alrededor de los términos de "reforma" y "revolución".
En general se ha presentado como ejemplo real de socialdemocracia al sistema de gobierno que predomina en los países escandinavos, sobre todo en Suecia.
Fuente: Instituto de política y democracia
DEMOCRACIA LIBERAL
La democracia liberal
Artículo principal: Democracia liberal
En muchos casos la palabra "democracia" se utiliza como sinónimo de democracia liberal. Suele entenderse por democracia liberal un tipo genérico de Estado surgido de la Independencia de Estados Unidos de 1776 y luego más o menos generalizado en las repúblicas y monarquías constitucionales que emergieron de los procesos de emancipación o revolucionarios contra las grandes monarquías absolutas y establecieron sistemas de gobierno en los que la población puede votar y ser votada, al mismo tiempo que el derecho de propiedad es preservado.
Así, aunque estrictamente el término "democracia" sólo se refiere a un sistema de gobierno en que el pueblo ostenta la soberanía, el concepto de "democracia liberal" supone un sistema con las siguientes características:
Una constitución que limita los diversos poderes y controla el funcionamiento formal del gobierno, y constituye de esta manera un Estado de derecho.
División de poderes.
El derecho a votar y ser votado en las elecciones para una amplia mayoría de la población (sufragio universal).
Protección del derecho de propiedad y existencia de importantes grupos privados de poder en la actividad económica. Se ha sostenido que esta es la característica esencial de la democracia liberal.
Existencia de varios partidos políticos (no es de partido único).
Libertad de expresión.
Libertad de prensa, así como acceso a fuentes de información alternativa a las propias del gobierno que garanticen el derecho a la información de los ciudadanos.
Libertad de asociación.
Vigencia de los derechos humanos, que incluya un marco institucional de protección a las minorías.
A partir de lo anterior algunas estudiosos han sugerido la siguiente definición de democracia liberal: la regla de la mayoría con derechos para las minorías. Históricamente, la democracia liberal ha sido compatible con la esclavitud, como sucedió en Estados Unidos entre 1776 y 1865, el racismo y la falta de reconocimiento de los derechos políticos de la mujeres.
Fuente: Instituto de política y democracia
FORMAS DE DEMOCRACIA
FORMAS DE DEMOCRACIA
El voto es una parte importante del proceso democrático formal Clásicamente la democracia ha sido dividida en dos grandes formas:
Democracia directa: el pueblo reunido en asamblea o consejo, delibera y toma las decisiones que van a regular la vida en sociedad.
Indirecta o representativa: el pueblo se limita a elegir representantes para que estos deliberen y tomen las decisiones, de forma jerárquica.
Algunos autores también distinguen una tercera categoría intermedia, la democracia semidirecta, que suele acompañar, atenuándola, a la democracia indirecta. En la democracia semidirecta el pueblo se expresa directamente en ciertas circunstancias particulares, básicamente a través de tres mecanismos:
Plebiscito. El pueblo elige «por sí o por no» sobre una propuesta.
Referéndum. El pueblo concede o no concede la aprobación final de una norma (constitución, ley, tratado).
Iniciativa popular. Por este mecanismo un grupo de ciudadanos puede proponer la sanción o derogación de una ley.
Destitución popular, revocación de mandato o recall. Mediante este procedimiento los ciudadanos pueden destituir a un representante electo antes de finalizado su período.
En la práctica, existen muchas variantes del concepto de democracia, algunas de ellas llevadas a la realidad y otras sólo hipotéticas. En la actualidad los mecanismos de democracia más extendidos son los de la democracia representativa; de hecho, se trata del sistema de gobierno más utilizado en el mundo. Algunos países como Suiza o Estados Unidos cuentan con algunos mecanismos propios de la democracia directa. La democracia deliberativa es otro tipo de democracia que pone el énfasis en el proceso de deliberación o debate, y no tanto en las votaciones. El concepto de democracia participativa propone la creación de formas democráticas directas para atenuar el carácter puramente representativo (audiencias públicas, recursos administrativos, ombudsman). El concepto de democracia social propone el reconocimiento de las organizaciones de la sociedad civil como sujetos políticos (consejos económicos y sociales, diálogo social).
Estas diferenciaciones no se presentan en forma pura, sino que los sistemas democráticos suelen tener componentes de unas y otras formas de democracia. Las democracias modernas tienden a establecer un complejo sistema de mecanismos de control de los cargos públicos. Una de las manifestaciones de estos contrales horizontales es la figura del impeachment o "juicio político", al que pueden ser sometidos tanto los presidentes como los jueces, por parte de los parlamentos, de acuerdo a ciertas constituciones, como la de Argentina, Brasil o Estados Unidos. Otras agencias más modernas orientadas al mismo fin son el defensor del pueblo u ombudsman, las sindicaturas de empresas públicas, los organismos de auditoría, las oficinas de ética pública, etc.
Fuente: Instituto de política y democracia
DEMOCRACIA
DEMOCRACIA
Democracia es una forma de organización de grupos de personas, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de los miembros del grupo.
En sentido estricto la democracia es una forma de gobierno, de organización del Estado, en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que le confieren legitimidad a los representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales.
La democracia se define también a partir de la clásica clasificación de las formas de gobierno realizada por Platón primero y Aristóteles después, en tres tipos básicos: monarquía (gobierno de uno), aristocracia (gobierno "de los pocos" para Platón), democracia (gobierno de la multitud para Platón y "de los más", para Aristóteles).
Hay democracia directa cuando la decisión es adoptada directamente por los miembros del pueblo. Hay democracia indirecta o representativa cuando la decisión es adoptada por personas reconocidas por el pueblo como sus representantes. Por último, hay democracia participativa cuando se aplica un modelo político que facilita a los ciudadanos su capacidad de asociarse y organizarse de tal modo que puedan ejercer una influencia directa en las decisiones públicas o cuando se facilita a la ciudadanía amplios mecanismos plebiscitarios. Estas tres formas no son excluyentes y suelen integrarse como mecanismos complementarios.
Fuente: Instituto de política y democracia
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