Juan J. Molina

Juan J. Molina
Juan J. Molina

lunes, 21 de diciembre de 2009

YA QUISIERA YO SER TORO


Si señor, soy toro y me gusta serlo y no lo digo por los cuernos sino por tener la oportunidad el día que la parca me venga a buscar de poder llevármela por delante y si no lo consigo, al menos hacer una faena tan buena que me indulten y me manden a una dehesa de semental a pastar, a fornicar y a vivir lo que el cuerpo me aguante.
Hagan el favor señores antitaurinos de no salvarme más la vida, a mi me gusta la que tengo, si es verdad que me ponen banderillas, que me pican con una lanza y un tío con un capote me clava una espada delante de un montón de gente que grita y aplauaude, pero no olviden que de cuando en cuando me pego el gustazo de llevarme al de la montera por delante, que gracias a esa tarde sangrienta yo vivo cuatro años y medio en una de las cerca de 300.000 hectareas de dehesas españolas dedicadas a la cría de toro de lidia, que mi primo el Uro, el antiguo toro salvaje europeo ya se extinguió en toda Europa hayá por el 1627, por tener la mala suerte de que a los paisanos de otras tierras de Europa no se les ocurriera inventar y disfrutar de las corridas de toros. Me llamo toro de lidia y he nacido para esa suerte, esa es mi gloria y mi tragedia, desde hace siglos los que me crían lo hacen salvaguardando mi bravura, esa mezcla equilibrada entre casta o instinto agresivo y nobleza que otros llaman ingenuidad y que juntas me hacen ser un toro bravo, él único animal cuya muerte es un espectáculo que ha inspirado a tantos poetas y artistas.
Ya se que me defendeis diciendo que no hacen falta corridas de toros para que yo viva libre en las dehesas, que todo con dinero y voluntad se puede, pero yo soy toro viejo y no me trago esos cuentos, dónde están las dehesas y los toros bravos en Alemania, Italia, Inglaterra, Holanda... Y podría seguir nombrado toda Europa, es más todo el mundo, sin encontrar ni un solo lugar donde sin haber corridas de toros haya un solo toro bravo; no me salveis más por amor de dios, que yo soy feliz con la vida que tengo, no me ceban como a mis hermanos criados para ser comidos y sacrificados a miles todos los días en los mataderos, ¿a caso esas muertes no os repugnan? ¿a caso no ver como mueren o que no se vea tanta sangre os parece una muerte más digna?. Yo muero a las cinco de la tarde, las hastas al sol, desafiando a mi verdugo y llevo en mi bagaje años de libertad y campo.
Si no quereis verme morir lo entiendo, no lo hagais, sois libres de ir a donde os plazca pero no me useis a mi para calmar vuestras conciencias, os comeis todo lo que se mueve en este mundo, no hay especie que no esté amenazada por vuestra voracidad ni siquiera la vuestra, yo soy el producto de vuestra necesidad de sangre, de ese juego intrínseco que llevais los hombres de desafiar a la vida y a la muerte, me habeis criado para morir matando y ese ha sido mi salvoconducto para salvarme de la extinción, no os he pedido vuestra ayuda ni la quiero, soy feliz con la vida que tengo, una vida que expira no mucho más allá de las cinco de la tarde.

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