TIEMPOS DIFÍCILES, FUTURO INCIERTO…
En un artículo del El Semanal, del domingo 14 de septiembre de 2008, Arturo Pérez Reverte, decía lo siguiente:
“ …Es cierto que, en los últimos tiempos, en España ha tomado el relevo una nueva casta política irresponsable, infame sin distinción de ideologías, pegada a la ubre de los aparatos de sus partidos. Gente sin contacto con la vida real, que ni ha trabajado nunca de verdad ni tiene intención de hacerlo en su puta vida. Parásitos de la vida pública, profesionales del camelo y el cuento chino. Los que, amos de un tinglado nacional rehecho a su medida, ya nunca Irán al paro. Y es cierto, también, que esa gentuza medra con la complicidad de una sociedad indiferente, acrítica, apoltronada y voluntariamente analfabeta, que solo se acuerda de Santa Bárbara cuando le afecta a cada cual. Cuando truena…”
Será difícil conseguir que la sociedad vuelva a confiar en la clase política y llevará su tiempo, pero desde luego si no empezamos a cambiar las cosas, nunca se romperá esa brecha cada vez mas profunda entre los ciudadanos y sus representantes.
Los síntomas de la situación actual son graves y aparecen en todos los niveles. El desinterés del electorado puede colapsar el sistema democrático, la sociedad se radicaliza y se refugia en líderes mesiánicos y populistas, esto es fácil de ver en países de Latinoamérica donde este problema es crónico y muy grave. Allí no es solo que la sociedad perciba a los políticos y sus partidos como mafias, es que son mafias auténticas que actúan en beneficio propio como algo natural. En los países occidentales, de amplia tradición democrática, la situación no es igual, por supuesto, no tenemos esos índices de corrupción, aunque también la tenemos y de dos tipos: una la de los trincones de toda la vida, o sea delincuentes que vienen a llevársela sin pudor y a los que hay que meter en la cárcel, y otra, la de los listillos que vienen a la política para vivir de ella holgadamente, y si es posible dando muy pocos palos al agua. Estos últimos son casi más peligrosos que los primeros, porque son los que más desconfianza y hartazgo provocan en la población.
Imaginemos que no hacemos nada para atajar estos problemas, ¿qué podría ocurrir en un futuro no muy lejano? Año 2020. La gente se cansó de votar a los partidos tradicionales repletos de incapaces mentales, corruptos y trepas. En las elecciones generales a penas si votaba el 30% del electorado. Los partidos nacionalistas y ultras aprovechando el hastío de la población, lanzan sus proclamas populistas y se hacen con el control de los parlamentos autonómicos, desde allí argumentan que el parlamento nacional ya no representa a la mayoría de la población (dada la alta abstención ), se hacen fuertes y algunos de ellos aprueban leyes soberanistas, el gobierno central debilitado por sus políticas autonomistas no tiene el respaldo electoral ni la capacidad necesaria para frenar esta escalada. Varias regiones se independizan unilateralmente, y las que quedan tienen parlamentos autonómicos muy radicales, por lo que se hace casi imposible consensuar una política unitaria y solidaria para todos los territorios, la nación es prácticamente ingobernable.
En Europa las cosas no han ido mejor, los partidos de ámbito estatal han caído en desgracia por las mismas razones que en España, se ha impuesto una política tribal promovida por los viejos nacionalismos, algunas fronteras empiezan a moverse y los primeros conflictos armados no tardan en aparecer, los gobiernos nacionales son incapaces de atajar la situación dada su debilidad. El parlamento europeo, desde hace algunos años es solo una cámara decadente, desprovista de fondos después de las graves crisis y recesiones económicas de los últimos años; en él languidecen aquellos sueños de una Europa unida y solidaria.
¿Creen que es un escenario disparatado? Les aseguro que estamos mucho más cerca de este futuro que del de una España y Europa unidas y solidarias. Si me consideran pesimista acuérdense del dialogo entre el optimista y el pesimista. Dice el optimista: como las cosas sigan así, vamos a terminar comiendo mierda; y contesta el pesimista: si, pero lo peor es que no va a haber para todos.”
J.J. MOLINA
En un artículo del El Semanal, del domingo 14 de septiembre de 2008, Arturo Pérez Reverte, decía lo siguiente:
“ …Es cierto que, en los últimos tiempos, en España ha tomado el relevo una nueva casta política irresponsable, infame sin distinción de ideologías, pegada a la ubre de los aparatos de sus partidos. Gente sin contacto con la vida real, que ni ha trabajado nunca de verdad ni tiene intención de hacerlo en su puta vida. Parásitos de la vida pública, profesionales del camelo y el cuento chino. Los que, amos de un tinglado nacional rehecho a su medida, ya nunca Irán al paro. Y es cierto, también, que esa gentuza medra con la complicidad de una sociedad indiferente, acrítica, apoltronada y voluntariamente analfabeta, que solo se acuerda de Santa Bárbara cuando le afecta a cada cual. Cuando truena…”
Será difícil conseguir que la sociedad vuelva a confiar en la clase política y llevará su tiempo, pero desde luego si no empezamos a cambiar las cosas, nunca se romperá esa brecha cada vez mas profunda entre los ciudadanos y sus representantes.
Los síntomas de la situación actual son graves y aparecen en todos los niveles. El desinterés del electorado puede colapsar el sistema democrático, la sociedad se radicaliza y se refugia en líderes mesiánicos y populistas, esto es fácil de ver en países de Latinoamérica donde este problema es crónico y muy grave. Allí no es solo que la sociedad perciba a los políticos y sus partidos como mafias, es que son mafias auténticas que actúan en beneficio propio como algo natural. En los países occidentales, de amplia tradición democrática, la situación no es igual, por supuesto, no tenemos esos índices de corrupción, aunque también la tenemos y de dos tipos: una la de los trincones de toda la vida, o sea delincuentes que vienen a llevársela sin pudor y a los que hay que meter en la cárcel, y otra, la de los listillos que vienen a la política para vivir de ella holgadamente, y si es posible dando muy pocos palos al agua. Estos últimos son casi más peligrosos que los primeros, porque son los que más desconfianza y hartazgo provocan en la población.
Imaginemos que no hacemos nada para atajar estos problemas, ¿qué podría ocurrir en un futuro no muy lejano? Año 2020. La gente se cansó de votar a los partidos tradicionales repletos de incapaces mentales, corruptos y trepas. En las elecciones generales a penas si votaba el 30% del electorado. Los partidos nacionalistas y ultras aprovechando el hastío de la población, lanzan sus proclamas populistas y se hacen con el control de los parlamentos autonómicos, desde allí argumentan que el parlamento nacional ya no representa a la mayoría de la población (dada la alta abstención ), se hacen fuertes y algunos de ellos aprueban leyes soberanistas, el gobierno central debilitado por sus políticas autonomistas no tiene el respaldo electoral ni la capacidad necesaria para frenar esta escalada. Varias regiones se independizan unilateralmente, y las que quedan tienen parlamentos autonómicos muy radicales, por lo que se hace casi imposible consensuar una política unitaria y solidaria para todos los territorios, la nación es prácticamente ingobernable.
En Europa las cosas no han ido mejor, los partidos de ámbito estatal han caído en desgracia por las mismas razones que en España, se ha impuesto una política tribal promovida por los viejos nacionalismos, algunas fronteras empiezan a moverse y los primeros conflictos armados no tardan en aparecer, los gobiernos nacionales son incapaces de atajar la situación dada su debilidad. El parlamento europeo, desde hace algunos años es solo una cámara decadente, desprovista de fondos después de las graves crisis y recesiones económicas de los últimos años; en él languidecen aquellos sueños de una Europa unida y solidaria.
¿Creen que es un escenario disparatado? Les aseguro que estamos mucho más cerca de este futuro que del de una España y Europa unidas y solidarias. Si me consideran pesimista acuérdense del dialogo entre el optimista y el pesimista. Dice el optimista: como las cosas sigan así, vamos a terminar comiendo mierda; y contesta el pesimista: si, pero lo peor es que no va a haber para todos.”
J.J. MOLINA
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