Está a punto (parece) de salir el fallo del Tribunal Constitucional sobre el estatuto catalán y ya se están oyendo todo tipo de barbaridades de los seudo demócratas de turno véase: llamada a no acatar una sentencia negativa realizada por el secretario de Política Lingüística, Bernat Joan, propuesta de organizar una manifestación preventiva contra la resolución, lanzada por Carod que cuenta con el beneplácito del ínclito ex president Pasqual Maragall, o la advertencia del consejero de Gobernación, Jordi Ausàs, de que se responderá a cualquier fallo desfavorable con un nuevo referéndum.
En democracia hay quienes defienden que las leyes emanadas o refrendadas por el pueblo no pueden ser retocadas o revocadas por ninguna otra institución, otros creemos que es bueno que existan mecanismos para evitar que nadie una vez obtenido el poder, aunque sea por medios democráticos pueda cambiar las reglas de juego a su conveniencia, como por ejemplo está ocurriendo en Venezuela y otros países satélites del iluminado Chavez. En España ese organismo garante de los derechos que emanan de nuestra constitución es el Tribunal Constitucional, en Estados Unidos es el Tribunal Supremo, es verdad que estos organismos tienen también sus inconvenientes y fallos que habrá que corregir, por ejemplo, el nuestro está desgraciadamente muy politizado con lo cual sus sentencias nacen con poca higiene democrática aunque solo sea estéticamente, ya se sabe, la mujer del Cesar no solo tiene que ser inocente sino parecerlo también. El tribunal Supremo americano ha terminado en más de una ocasión legislando lo cual no es de su competencia. Pero por encima de estos inconvenientes estas instituciones nos defienden de los abusos que algunos pretenden cometer desde el poder o desde cualquier otro lugar de la sociedad, abusos contra nuestros derechos y libertades. Estos individuos que dicen estas cosas son los mismos que antes de jugar un partido le dirían al árbitro, oiga que sepa usted que si no nos gustan sus decisiones no pensamos acatarlas.
En realidad lo que no quieren acatar estos señores es la Constitución pero como no son capaces de cambiarla por medios democráticos pretenden obviarla cambiando las reglas de juego. Sean valientes y propongan a la nación los cambios constitucionales que quieran y si el pueblo les apoya llévenlos a cabo, pero mientras sean al menos demócratas y respeten los procedimientos y las leyes.
J.J. Molina Gallardo
En democracia hay quienes defienden que las leyes emanadas o refrendadas por el pueblo no pueden ser retocadas o revocadas por ninguna otra institución, otros creemos que es bueno que existan mecanismos para evitar que nadie una vez obtenido el poder, aunque sea por medios democráticos pueda cambiar las reglas de juego a su conveniencia, como por ejemplo está ocurriendo en Venezuela y otros países satélites del iluminado Chavez. En España ese organismo garante de los derechos que emanan de nuestra constitución es el Tribunal Constitucional, en Estados Unidos es el Tribunal Supremo, es verdad que estos organismos tienen también sus inconvenientes y fallos que habrá que corregir, por ejemplo, el nuestro está desgraciadamente muy politizado con lo cual sus sentencias nacen con poca higiene democrática aunque solo sea estéticamente, ya se sabe, la mujer del Cesar no solo tiene que ser inocente sino parecerlo también. El tribunal Supremo americano ha terminado en más de una ocasión legislando lo cual no es de su competencia. Pero por encima de estos inconvenientes estas instituciones nos defienden de los abusos que algunos pretenden cometer desde el poder o desde cualquier otro lugar de la sociedad, abusos contra nuestros derechos y libertades. Estos individuos que dicen estas cosas son los mismos que antes de jugar un partido le dirían al árbitro, oiga que sepa usted que si no nos gustan sus decisiones no pensamos acatarlas.
En realidad lo que no quieren acatar estos señores es la Constitución pero como no son capaces de cambiarla por medios democráticos pretenden obviarla cambiando las reglas de juego. Sean valientes y propongan a la nación los cambios constitucionales que quieran y si el pueblo les apoya llévenlos a cabo, pero mientras sean al menos demócratas y respeten los procedimientos y las leyes.
J.J. Molina Gallardo
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