El asunto del espionaje en nuestro país ha terminado
convirtiéndose en una caricatura de Una noche en la ópera de los Hermanos Marx,
y su famosa frase:
“La parte contratante de la primera parte, será considerada
como la parte contratante de la primera parte”, sólo que aquí hay que sustituir
contratante por espiada. Todo es un despropósito, desde el currículum de los
espiados escandalizados de que se les espiara, que resulta que dieron el golpe
de Estado más corto del mundo, hasta los presuntos espiadores que, para
disimular, no se les ocurre otra idea que autocalificarse de espiados también.
Hay que ser muy iluso para pensar que una empresa que crea
un software exitoso para espiar, sólo se lo haya vendido a instituciones
gubernamentales, eso no se lo creen ni ellos, ese programa lo tienen todos los
que lo necesiten y puedan pagarlo, desde servicios secretos a grandes
corporaciones. Todo el mundo espía a todo el mundo.
Lo primero que tenía que haber hecho el gobierno es negar la
mayor y esperar a que todo aquel que crea que ha sido espiado, presente una
denuncia ante un juzgado con pruebas suficientes para que un juez la admita, y
a partir de ese momento, por supuesto, demostrar que si el gobierno le ha
espiado ha sido con todas las de la ley y por razones justificadas. Y de paso,
ya que la cosa termina en un juzgado y las vistas son públicas, enterarnos
todos de lo que se ha grabado a cada espiado, porque ahí está la enjundia del
asunto. La ministra nos ha dejado con la miel en los labios cuando dijo que
algunas de las conversaciones grabadas nos sonrojarían a todos.
Este es, probablemente, el único país del mundo donde sus
dirigentes políticos son incapaces de llegar a un acuerdo para evitar que sus
enemigos puedan conocer los secretos del país que pretenden destruir. Como es
lógico, aquí ya no hay secretos, si alguien cree que los independentistas no
van a contar por lo bajini todo lo que han oído, es que no se entera. Pero, por
desgracia, la irresponsabilidad de los dos partidos mayoritarios es supina, no
tienen ni la más mínima visión de Estado para anteponer los intereses de la
nación a sus propios intereses y luchas partidistas, les da igual todo.
Es muy probable que esto acabe en aguas de borraja, osea, en
nada, excepto en otro ridículo internacional y alguna cabeza de segunda fila
cortada. El país ha quedado a la altura del “13, Rue del percebe”, un edificio
sin paredes donde todo el mundo puede ver lo que hace cada vecino, y con el CNI
haciendo de portera.
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