Hace poco aprobamos en la Asamblea Regional, a propuesta de
Ciudadanos, una iniciativa para desarrollar el concepto de economía circular,
ya saben, las tres R: Reutilizar, reducir y reciclar. El calificativo circular
es aplicable a casi todo, por ejemplo a la arquitectura. Existe también una
arquitectura circular basada en la utilización de materiales propios de la
zona, mimetizada con el paisaje circundante, autoabastecida con energías
renovables y auto depurativa en sus procesos.
Una de las características de este tipo de construcción es su capacidad
de conservar el calor en invierno o de mantenerse frías en verano, dependiendo
de lo que fuera más importante en la zona en la que estuvieran. Para
conseguirlo echan mano de materiales, de posición respecto al sol o a la
orografía, de mayor o menor exposición al sol en su interior, etc. Recetas, en
muchas ocasiones, aprendidas de la experiencia de los moradores de esas tierras
a lo largo de los siglos. Sabiduría ancestral de la que echar mano para no caer
en los problemas que ya otros sufrieron y resolvieron y que durante años,
muchos años, todos los responsables de nuestros gobiernos han ignorado sin
despeinarse un pelo.
Ahora resulta que nuestros colegios son marmitas donde
cocerse lentamente en los largos y tórridos veranos o, en los inviernos de frío
húmedo, de ese que te cala hasta los huesos y no se achanta con bufandas;
nuestras aulas son neveras donde moldear futuros enfermos de reuma.
Nadie en tantos años se paró un momento a pensar que
determinado tipo de ladrillo se calienta más por su color, que tener en cuenta
la trayectoria del sol, la posición de las aulas, la forma y la cantidad de las
ventanas o el grosor de los muros era una cuestión a tener en cuenta, que una
pared blanca además de hermosa se calienta menos, que al salir al patio una
“miaja” de sombra es un tesoro en estas tierras, en fin; no vamos a pedir peras
al olmo, ni tampoco que nos volvamos más circulares que una esfera pero un poco
de sentido común nos hubiera venido como anillo al dedo.
El gobierno anda corriendo gastando en climatización como si
estos calores y estos fríos fueran un sarampión de niños, cuando en realidad
esta situación es el resultado de años de errores consecutivos y continuados en
el tiempo. Bien está que gasten para arreglar el desaguisado climatológico en
el que su falta de previsión nos ha metido.
Es maravilloso comprobar como nuestros Consejeros populares ya tenían
pensado hacer todo lo que nunca habían hecho (ni pensaban hacer) pero que
casualmente van a hacerlo justo cuando ya no tienen mayoría absoluta después de
20 años y además, coincidiendo casualmente con iniciativas de la oposición. Hay
que reconocer que en una cosa son muy buenos, en apropiarse de las ideas
ajenas.
Pues sí, más que les pese, la ola de climatizaciones que
estamos viendo en los centros escolares de la región nace de una iniciativa de
Ciudadanos aprobada en la Asamblea y los cinco millones de fondos propios de
los que hablan son también una de las partidas introducidas por mi partido en
los presupuestos generales de este año. Si no, de qué íbamos a estar hablando
de climatizaciones, hubieran seguido con sus políticas de parcheos una estufita
por aquí, un aire acondicionado por allá y un abanico de colores que también es
bonito.
No podemos seguir funcionando a salto de mata y con
improvisaciones, desde que empezó la legislatura venimos pidiendo un mapa de
infraestructuras en los centros para saber dónde y cómo hay que actuar primero,
hemos pedido lo mismo para el cambio de techumbres de fibrocemento para que
cada centro sepa al menos en que puesto está y cuando le va a tocar la
sustitución y fue Ciudadanos también quien pidió la auditoría sobre el estado
de climatización en los centros que ahora se está llevando a cabo.
Bien está lo que bien acaba, si el trabajo que hemos hecho
desde la oposición está sirviendo para que se empiecen a resolver los problemas
que arrastra nuestro sistema educativo nos damos por satisfechos pero, ojo,
estos del PP no hacen nada si no es porque no les queda más remedio y así, sin
ganas, las cosas no pueden salir bien.
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