Los jueces determinarán si los líderes independentistas cometieron rebelión, sedición u otros delitos. Pero en el terreno de la ciencia política las cosas están más claras: la estrategia y las tácticas utilizadas desde 2012 responden a una vía, la de la insurgencia, entendida como “levantamiento contra la autoridad”.
Eso es lo que defiende Gabriel Colomé (Barcelona, 1955), profesor titular de Ciencia Política de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y columnista de El Confidencial, exconcejal y expresidente del Grupo Socialista en el Ayuntamiento de la capital catalana (2011-2015) y jefe de campaña de Meritxell Batet, cabeza de lista del PSC en las generales de 2016. Plasma sus planteamientos en su último libro, ‘La Cataluña insurgente’ (Carena, 2017), un sugerente y sintético ensayo en el que describe las raíces del movimiento independentista. Cómo la sentencia del Estatut originó el torbellino de la insurgencia, cómo la llegada de Artur Mas al poder y las elecciones autonómicas de 2012 supusieron la implosión del sistema político catalán construido desde la Transición, cómo los secesionistas han construido el relato de una Cataluña movilizada y ansiosa de libertad se enfrenta pacíficamente a una España de “baja calidad democrática”, cómo se ha optado por la “desobediencia” frente a la legalidad española. Cómo Cataluña se ha convertido en el “laboratorio del populismo posverdadero”.
Colomé, director y creador del Centre d’Estudis d’Opinió (2005-2011), el CIS catalán, atiende a este diario telefónicamente desde Barcelona en plena conmoción por el encarcelamiento del ‘exvicepresident’ Oriol Junqueras y otros siete ‘exconsellers’ y la orden de detención de Carles Puigdemont y a 48 días de las autonómicas del 21 de diciembre. El martes, Miquel Iceta, líder del PSC, presentará su libro en la capital catalana.
Colomé, director y creador del Centre d’Estudis d’Opinió (2005-2011), el CIS catalán, atiende a este diario telefónicamente desde Barcelona en plena conmoción por el encarcelamiento del ‘exvicepresident’ Oriol Junqueras y otros siete ‘exconsellers’ y la orden de detención de Carles Puigdemont y a 48 días de las autonómicas del 21 de diciembre. El martes, Miquel Iceta, líder del PSC, presentará su libro en la capital catalana.
PREGUNTA. ¿Por qué este libro y por qué ahora?
RESPUESTA. 'La Cataluña insurgente' es una reflexión de la década y de los últimos cinco años. Una reflexión de por qué hemos llegado hasta aquí, cómo es posible que una sociedad culta, cosmopolita, como la catalana llega a estos niveles de emoción, de entrar en una especie de óptica religiosa. No pretende tanto explicar Cataluña a los catalanes, sino explicar Cataluña a España, porque tendremos que ser capaces de volver al consenso constitucional.
P. ¿Y cómo hemos llegado hasta aquí?
R. Aquí hay dos responsables. Uno, histórico, es el PP, por su postura con el Estatut. Pero culpar solo al PP del desaguisado es totalmente incorrecto. El otro responsable es Artur Mas. Él es el culpable de la destrucción del sistema político catalán. En 2012, pensó movilizar a su favor la manifestación de la Diada y disolvió el Parlament. Bajó de 62 a 50 escaños. Fue una derrota moral, pero en lugar de autocrítica hubo huida hacia delante. Él pensó que las urnas y la coalición con ERC le llevaría a otros espacios políticos.
Cucata
Mas intentó dinamitar al PSC. Su primer ataque se dirige a destruir uno de los dos pilares sobre los que se había cimentado el sistema político catalán [PSC y CiU], convencido de que así fortalecía el suyo. Pero el suyo, CiU, quedó totalmente destruido y el otro, el PSC, debilitado. Ha sido ERC quien ha capitalizado ese viaje, porque es el original.
P. ¿Pero por qué esa sociedad culta y cosmopolita, como decía, se ha sumergido en ese mundo casi religioso?
R. Es que hay otro factor también, que es la crisis económica de 2008, igual de profunda que la de 1929 y con efectos parecidos, como el ascenso del populismo, pero no tan nocivos y tan destructivos como los que se padecieron en aquel momento: hoy hay redes de seguridad construidas, como el Estado del bienestar, la consolidación del Estado democrático… que impiden que los populismos de todo pelaje puedan destruir al sistema. ¿Qué tienen en común [Donald] Trump, el 'procés' y Pablo Iglesias? La crisis de 2008 y que representan el populismo y la posverdad. El 'procés' es la válvula de escape en plena crisis para los que sienten malestar con la democracia, que en lugar de salir a espacios de extrema izquierda o extrema derecha, se aferran a la idea de la independencia y la república, como un espacio de mejora frente al lastre que para ellos supone España.
P. Usted defiende en su libro que el independentismo es puro populismo.
R. Sí, Cataluña ha sido el gran laboratorio de populismo posverdadero. "Derecho a decidir", "democracia", "referéndum", "verdad", "presos políticos"… Pero ahora ya no estamos en crisis, y esto se acaba. Cuanto más bienestar vuelva, habrá menos Podemos y menos independentismo.
P. En el último barómetro del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) hasta el 40,2% desea que Cataluña se convierta en un Estado independiente. En julio de 2006 era el 14% y el punto más alto se alcanzó en noviembre de 2013, con el 48,5%...
R. Sí… ¿Y por qué se llega a este estadio y es tan difícil de contrarrestar el independentismo? La investigadora francesa Annie Kriegel escribió en los años setenta un libro sobre el Partido Comunista ['Los comunistas franceses. Ensayo de etnografía política'], y no lo analiza con los parámetros clásicos de la ciencia política, sino que que lo compara con una iglesia y una religión. Si pensáramos en el 'procés' con esta lógica, toda la construcción del relato se basa sobre esta idea: es una iglesia, es una religión, es una fe, son creyentes… Y es muy difícil combatir con argumentos racionales a quienes son creyentes. Por eso tienen un espacio tan blindado y tan impermeable al exterior.
Por tanto, se ha llegado aquí por la crisis. Cuando fluye la riqueza, los radicalismos tienen poco futuro, pero si estás en una crisis profunda en la que hay paro y no hay futuro, en la que hay desasosiego, malestar, desafección, sobre todo en un segmento importante que son jóvenes, y dices que no estamos bien por culpa de España, que es quien nos roba, que hay un déficit fiscal, que seguiremos en el euro… Todo un argumentario que son palabras de niño Jesús. Los que aplican criterios de racionalidad, según su óptica, no valen, aplican el discurso del miedo.
P. ¿Y cómo se sale de ahí?
R. En lugar de entrar en bucle, debemos buscar espacios de salida. [El político liberal canadiense] Stéphane Dion estuvo en Barcelona y nos dijo tres cosas que nos impactaron. Uno, "no negocien jamás con los independentistas". Un independentista solo quiere una cosa que no se le puede dar, la independencia. Dos, "piensen en las causas por las que ha crecido el independentismo y búsquenles una solución". Buena parte del independentismo es económico, se debe a la percepción de agravio comparativo, de maltrato. Tres, "jamás, jamás permitan un referéndum, no abran esa puerta". Si se abre, nos decía, no es cierto que vaya a haber un solo referéndum y ya está. Lo habrá cada poco tiempo, como sucedió en Canadá [1980 y 1995] o en Escocia [tras el Brexit, los secesionistas plantearon una nueva consulta, que aparcaron tras su batacazo en las legislativas de este año], hasta que consigan ganarlo, y ninguna sociedad se puede permitir estar en tensión permanente. Hay que buscar otros mecanismos de integración, no el referéndum.
La única salida, por tanto, es reformar la Constitución, ni más ni menos, y acabar con la coletilla de 'régimen de 1978', como si fuera algo malvado o dañino.
P. ¿Qué efecto cree que tendrá la prisión para medio Govern depuesto? ¿No excitará aún más al independentismo?
R. Servirá para cohesionar ese espacio, que salió bastante tocado tras lo sucedido el 26 y 27 de octubre [las vacilaciones de Carles Puigdemont y la posterior declaración unilateral de independencia en el Parlament]. Genera un efecto balsámico porque los cohesiona y los unifica de nuevo. Pero se tiene que ver si eso cuaja en una coalición, en una lista única, porque eso cambia bastante el panorama, ya que al no haber una ley electoral propia en Cataluña se prima bastante al ganador [en las de 2015, el desajuste fue de 9 escaños a favor de Junts pel Sí]. Y si se repite, JxSí, o como la llamen, tendría a un candidato en la cárcel, Oriol Junqueras, y a otro en el exilio. Y si van por separado, habrá que ver cómo capitaliza ERC que tenga su líder en prisión. Además, tendría que enfrentarse con Puigdemont y sería más complicado, porque sea una tensión emocional en el independentismo, la duda de a quién vota. Son factores que no sabremos cómo influirán en el resultado electoral. Saldremos de dudas el martes [cuando se registren las coaliciones].
P. La novedad se halla también en el bloque constitucionalista.
R. Sí, porque por primera vez los no independentistas se han manifestado. La bandera española ha dejado de ser la enseña franquista para convertirse en la constitucional, y eso no había pasado jamás. Esa gente que salió a las calles de Barcelona el 8 y el 29 de octubre sabe que se la juegan, y saldrá a votar en masa. Estos no van a fallar, y ayuda que sea un día laborable.
P. Pero ya en 2015 la participación fue muy alta, del 74,95%.
R. Cierto. Si fuéramos muy optimistas pensaríamos que vamos a una movilización del 80-85%, pero eso una barbaridad. Si se repite el porcentaje de 2015 será interesante ver cuál de los dos bloques ha ido más a las urnas. El bloque constitucionalista sabe que se la juega y en el otro no sabemos qué desgaste ha tenido el 'procés' en el espacio moderado. También será interesante ver si crece el voto en blanco o no. Hay factores que inducen a pensar que la participación será muy alta, porque habrá mucha polarización.
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P. Pero si eso sucede, ¿no sufren más las posiciones templadas como la del PSC o incluso los 'comuns', y se benefician el bloque independentista y Ciudadanos?
R. Es posible, pero en función de cómo se produzca esa polarización, los votantes moderados pueden acudir a un voto refugio. Si los moderados meten la cuña, pueden pasar mucha cosas diferentes.
P. Pero en un escenario polarizado, la moderación no encuentra hueco.
R. Depende. La polarización puede favorecer a los otros. En las de elecciones vascas de 2001, fue tan brutal el ataque contra el PNV por parte de PP y PSE que se pasaron de frenada y produjo un 'efecto bumerán'. Consiguieron que mucha gente votara al PNV. Cuando hay un enfrentamiento muy fuerte, la tercera opción puede ser un refugio para los que no quieren elegir entre blanco o negro. Pero todo depende de si hay o no, por ejemplo, más episodios de emotividad en las semanas que faltan hasta el 21-D. Imaginemos una detención de Puigdemont en plena campaña. Y los independentistas son profesionales en esto. Los otros no, porque no son un bloque homogéneo y están enfrentados ideológicamente. A un lado hay relato. Al otro, no.
P. Justo ese ha sido uno de los éxitos del independentismo. Y una hoja de ruta pensada y trazada. ¿No cree que sus contrarios han ido siempre a remolque?
R. Mucha parte de su estrategia estaba escrita. Empezaron hablando del derecho a decidir para no hablar de autodeterminación. Luego se apropiaron del concepto 'democracia'. Luego expandieron la idea de 'referéndum'. El 1-O, todo el mundo hablaba de 'referéndum', hasta Mariano Rajoy. Los independentistas han logrado marcar la agenda y el lenguaje, los temas, el tempo político y el resto ha ido a remolque. Nunca el otro lado ha conseguido marcar el tempo político al independentismo. Lo único que les dejó descolocados fue la convocatoria de elecciones para el 21-D. Pensaban en un escenario del 155 más tremendo del que fue.
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P. ¿El Estado ha utilizado bien sus armas?
R. Una de las imágenes que buscaron los independentistas desde el primer minuto fue la de las cargas y la policía quitando urnas. Imágenes que el Gobierno les regaló. Y fueron una barbaridad. La imagen que se envió fue terrible e innecesaria.
P. ¿No cree que funcione la estrategia de internacionalización del conflicto?
R. No. La UE lo tiene muy claro, y fuera de la UE, también.
P. ¿Han faltado argumentos o sentimientos para combatir el separatismo?
R. Argumentos se han utilizado por activa y por pasiva, pero es muy difícil luchar contra sentimientos aplicando la racionalidad. Porque desde este lado no tienes un proyecto apasionante. Lo otro es la república, el paraíso perdido. Aquí hablas de la Justicia y de la ley, cuando una parte del trabajo es de la política. El silencio del Gobierno de Rajoy es causante de muchas cosas.
P. Dice en su libro que la sentencia del Estatut, de 2010, es el arranque del camino insurgente. ¿Se ha mitificado en exceso aquel fallo?
R. El Estatut era intocable una vez votado en referéndum. Es verdad que la sentencia nadie se la ha leído. Pero en política la percepción es la realidad. Y la percepción fue que se había roto el pacto de 1978. Ahí empezó todo. Y ya estábamos en crisis, era el fin del tripartito, CiU olía a sangre e iba a ganar las siguientes elecciones…
P. ¿Qué errores cometió a su juicio el PSC?
R. El PSC tenía la posición más complicada, porque tiene las dos culturas, como la propia Cataluña. El alma catalanista de izquierdas y la obrerista. Cuando se le obliga a elegir, entra en la crisis. La primera reacción de Pere Navarro [primer secretario de 2011 a 2014] cuando estalló la cuestión identitaria fue la de que debíamos abstenernos siempre, porque no era la batalla del PSC. Y, visto con perspectiva, no era ninguna tontería. Claro que lo que no podía pensar Mas es que lo que acabaría destruyendo es lo que parecía indestructible, CiU. Yo suelo decir que alguien debería recordar que solo Ulises llegó a la isla, a Ítaca. Puestos a escoger un héroe, mejor el troyano Eneas, que fue el padre de Roma.
P. ¿Y quién es el Ulises del independentismo?
R. No lo hay. La épica se ha finiquitado. La épica se acabó tras el 27 de octubre. Pasan de la revolución de las sonrisas a la revolución.
P. Pero puede ocurrir que el 21-D el independentismo revalide su mayoría absoluta en escaños y vuelva sobre sus pasos.
R. No es lo mismo una coalición compactada y un añadido que es la CUP, a un escenario con tres partidos soberanistas, porque los partidos toman sus decisiones y no es tan evidente que funcionen como un bloque. Ahora sí había un bloque. Si van por separado, los partidos tienen dinámicas diferentes y las mecánicas cambian.
La ép
P. ¿Pero de verdad cree que se ha consumido la épica? El secesionismo habla de "libertad", de "presos políticos", de lucha contra la "represión"…
R. Ellos la van a intentar mantener, pero que sea en realidad épica… Lo de "presos políticos", lo que dice Puigdemont de que no vuelve porque no hay "garantías"... es alimento para sus creyentes. Si aplicáramos la historia de la Revolución Francesa a Cataluña, resultaría que el discurso del Rey, la salida de empresas y las dos manifestiones unionistas son Thermidor, la reacción después de la época del Terror. Los que estaban callados han dicho 'basta'. Eso es lo que nunca habíamos visto. Es la gran diferencia. Se ha roto la 'espiral del silencio' [sobre la que teorizó la socióloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann: "Los que confían en la victoria se pronuncian y los perdedores tienden a callarse"].
P. ¿Se plegó el PSC a esa opinión dominante?
R. Es que ellos ganaron en todos los medios, jugaron muy fuerte para fijar la posición dominante. Y eso ha sido muy complicado romper hasta las manifestaciones del 8 y 29 de octubre, cuando todo el mundo se quitó los complejos.
P. ¿Las dimisiones del alcalde de Terrassa, Jordi Ballart, y de parte de sus concejales, y la marcha de la ejecutiva federal de Núria Parlon son síntoma de una segunda crisis en el PSC?
R. No, no es sintomático. Ballart ya estaba en contra del 155 y anunció que se iría. Los alcaldes viven situaciones muy complicadas en sus territorios. Quizá haya más casos de dimisiones, pero hay que tener en cuenta la presión brutal de ERC para que los socialistas rompan su carné, porque son socialistas indignos. Es muy duro vivir rodeado de un 'Fort Apache'. El PSC, pese a todo, sigue siendo bastante plural, con sus dos culturas. Son menos y se han hecho más pequeños, con las caras más famosas [Marina Geli, Quim Nadal, Montse Tura...] fuera del partido.
P. ¿La "ambigüedad" que el PSC achaca a Ada Colau y a los 'comuns' les puede pasar factura?
R. La alcaldesa de Barcelona tiene un problema interno: que tiene a un 55% de sus bases contrarias a la secesión, por un 30% favorable. Por eso se entiende su ambigüedad. Pero cuando hay polarización, puedes pagarlo. Ayer [por el jueves] hizo unas declaraciones en las que asumía las posiciones de los soberanistas, al reconocer al Govern "legítimo". Se posicionó con ese 30%.
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P. ¿Y este conflicto cómo se arregla? ¿No llega la reforma constitucional tarde?
R. La reforma llega cuando toca, cuando se cumplen 40 años de la Constitución de 1978. Ahora digamos a los neoindependentistas que se sumen a ella, que la independencia no es posible pero todo lo demás es discutible, y consigamos un consenso que aúne al 80% de los catalanes. Podemos vivir con un 20% de independentismo estructural, como ocurre en Quebec o en Escocia. Lo que no se puede aceptar es la secesión. Eso es lo que deben entender, que fuera de la Constitución no hay nada.
P. ¿Y la concepción de la España plurinacional que defiende el PSC puede ser parte de la solución o es una salida ingenua?
R. ¿Alguien se acuerda cuando perdió España su S? Isabel II era aún reina de las Españas. No voy a ser tan audaz como para pedir que vuelva la S, pero sí para que regrese el espíritu de la S. Rajoy no entiende que España no fue la primera nación del mundo moderno, pero sí el primer Estado, y fue copiado por el resto. El Imperio era impresionante para los medios que se tenían. Siempre hemos sido una España confederal en el fondo, mentalmente, y se ha entendido siempre. Una cosa es la unión, la unión de iguales, y otra la unidad, que significa uno por encima de los otros. España tiene que volver a la unión.
Fuente:https://www.elconfidencial.com/espana/2017-11-04/independencia-cataluna-entrevista-gabriel-colome-psc-libro-bienestar-podemos-independentismo_1472245/
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