Juan J. Molina

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sábado, 3 de agosto de 2013

"Los comunistas me encerraron en un campo de concentración por escribir poesía"

Como Dafinov y Vitanov, el superviviente del campo de concentración de Blene, Petko Ogoisky, cuenta a LD los horrores que sufrió en su cautiverio.

RADOSLAV YORDANOV 
En su libro El Manifiesto comunista, el filósofo Karl Marx hace un llamamiento a la violencia: "la existencia de la burguesía ya no es compatible con la sociedad. Sin la menor duda hay que suprimir a estas personas" mediante "intervenciones despóticas." Los comunistas búlgaros del siglo pasado se tomaron a pie de la letra los postulados marxistas al crear en los años 50 los campos de concentración de Belene y Lovech para acabar con los supuestos enemigos burgueses.
Como Nikola Dafinov y Bojidar Vitanov, supervivientes del campo de concentración de Lovech, Petko Ogoiski ha accedido a contar aLibertad Digital los horrores sufridos en otro campo de concentración, el de Belene. Cuando tenía 19 años, Ogoiski se convirtió en un "enemigo ideológico" del régimen por escribir poesía. "En mis poemas hablaba de la necesidad de libertad, tolerancia y democracia, y los comunistas me arrestaron porque, según ellos, estos eran valores burgueses." El búlgaro, miembro de la Juventud del Partido Agrario, tuvo que pagar un precio muy alto por su poesía "burguesa": durante los años 50 fue encarcelado en seis prisiones distintas y en un campo de concentración.
A Petko Ogoiski le arrestaron por primera vez en Vidin, donde cumplía el servicio militar obligatorio. Tras pasar varios días encarcelado en un sótano, los policías le metieron en un coche junto con otro preso y le llevaron hasta un bosque, lejos de la ciudad. "Ellos querían saber si teníamos cómplices, quién más escribía poesía antipatriota, etc. Como no les decíamos nada, los policías nos dieron palas y nos obligaron a cavar nuestras propias tumbas. Después de torturarnos, nos mandaron a la cárcel de Lom."
En Lom, el joven Ogoiski fue condenado a cinco años de cárcel por "querer restaurar el pasado fascista", "explotar el hombre por el hombre", "luchar por la restauración de la monarquía" y por "pedir la ayuda de países burgueses". “Siempre se aplicaban los mismos cargos y acusaciones a todos los detenidos. De la cárcel de Lom me trasladaron a la de Pleven, donde, en una celda para 12 personas, estábamos encerrados 35 prisioneros.”
Después de pasar un año en la cárcel de Pleven y en la de Shumen, Ogoiski fue trasladado al campo de concentración de Belene, que se ubicaba en cinco islas en el Danubio. El búlgaro fue encarcelado en la isla Persin, de unas 43.000 decáreas, donde los todos los prisioneros tenían que construir un enorme malecón que evitara que la isla se inundara cuando subía el nivel del río. "Los comunistas asesinaban a todas las personas que no habían cumplido la norma de 5 metros cúbicos de tierra. Lo peor fue que después nos castigaban al obligarnos a llevar los cadáveres de nuestros amigos asesinados hasta un lugar de la isla, desde el que los transportábamos en un bote hasta la isla de Magarec. Fue allí donde teníamos que enterrarlos a toda prisa, porque los vigilantes nos amenazaban a muerte. "
En este contexto de constantes sufrimientos y torturas, Ogoiski recuerda con dolor el trágico final de uno de sus mejores amigos en la isla, Milko Demirev de Debelec. "Milko y yo siempre nos apoyábamos y nos dábamos fuerza, sobre todo, en los momentos más duros, cuando asesinaban ante nosotros a otros presos. Un día, mientras trabajábamos, Milko se detuvo para descansar durante un rato, y fue asesinado. Como castigo, yo tenía que llevar su cadáver durante un kilómetro hasta una de las orillas de la isla. Todavía no puedo olvidar mis manos ensangrentadas."
Sin embargo, Petko Ogoiski asegura que muchos prisioneros tambiénmurieron de hambre. "Teníamos derecho a unos 300 gramos de pan cada dos días, así que decidimos robar la comida de los cerdos de la pocilga que estaba en la isla." Ogoiski recuerda que en el camino entre la cárcel y el malecón, cada prisionero intentaba encontrar algo para comer: ortiga o hierba.
"Un día conseguí robar salvado de los cerdos, y en el camino vi a un amigo, con una carretilla. Decidí compartir el salvado con él, pero mi amigo me dijo que tenía prisa, ya que estaba transportando a un moribundo. Me acerqué a la carretilla y vi que estaba dentro un hombre degollado, y de su garganta salían vainas de guisante. El pobre hombre fue degollado por haber robado guisante. Él todavía emitía ronquidos "cuenta con mucha tristeza Petko Ogoiski.
Los sufrimientos de los prisioneros se hacían aun más insoportables durante los meses de invierno. "Dormíamos en unas barracas de madera, donde hacía mucho frío. Cuando subía unos metros el nivel del Danubio por las lluvias, las barracas se inundaban. Un día de enero decidimos boicotear nuestro "trabajo" en la isla hasta que no se solucionase este problema, y los comunistas nos castigaron al dejarnos atados en un pontón de chapa en el río. El pontón estaba atado a la orilla, así que no podíamos escapar. De vez en cuando, los comunistas mandaban a alguien a darnos algo de comer. Durante los seis días, en los que estuvimos atrapados en el río, murieron siete de mis amigos."
La pesadilla de Petko Ogoiski se acabó en 1953, cuando el campo de concentración de Belene fue clausurado. Sin embargo, como una respuesta a la Revolución húngara de 1956, el terror comunista en Belene fue reanudado hasta la caída del régimen en 1989. Se estima que en los campos de concentración de Belene y Lovechmurieron al menos 28 000 personas. Ogoiski, que ahora tiene 83 años, denuncia la hipocresía de la dictadura: "Los comunistas demostraron que no les interesaba la igualdad entre los hombres. Se autodenominaban partido de los obreros, pero dime Usted, ¿cuántos obreros fueron enterrados en un mausoleo como el primer dictador comunista? Existían tiendas de lujo sólo para los comunistas, así como hospitales exclusivas para los gobernantes. En fin, nada burgués les es ajeno."
La hipocresía comunista continuó después de la caída del régimen: "Los mismos líderes comunistas, los obreros, que antes de 1989 nos decían qué tenemos leer, de qué tenemos que hablar y cómo tenemos que vestirnos, durante la transición consiguieron privatizar las grandes empresas estatales, y así hacerse millonarios" ha concluido Petko Ogoiski.

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