Juan J. Molina

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Juan J. Molina

miércoles, 29 de junio de 2011

VIVIR DE PRESTADO


Los agobios de Grecia, Portugal, Italia y España no son nuevos. Papas y reyes han recurrido durante siglos a la deuda, que nació en la Italia medieval. Felipe II pagaba a sus banqueros intereses del 50%


 
E l acrónimo PIGS -siglas inglesas de Portugal, Italia, Grecia y España, aunque desde 2008 también se incluye Irlanda- fue acuñado por la prensa anglosajona para designar las economías de la zona euro estranguladas por la falta súbita de crédito barato. PIGS es una expresión despectiva (cerdos) muy grata a los amantes del tópico, pero en la que se condensan los prejuicios seculares -unos fundados y otros no tanto- que los países protestantes del norte y el centro de Europa albergan sobre el sur católico y ortodoxo. Cuando la canciller Angela Merkel hace populismo en Alemania, sus alusiones a la indolencia presupuestaria y la baja productividad mediterráneas recuerdan las diatribas de Lutero contra la venta de indulgencias papales para financiar la basílica de San Pedro, un proyecto que a los reformadores protestantes les parecía un ejemplo de dispendio y corrupción. El cisma luterano tuvo consecuencias duraderas al sur de los Alpes: restó al óbolo de San Pedro una parte no desdeñable de la contribución centroeuropea y obligó al Vaticano a emitir deuda pública por primera vez en su historia.
Ocurrió en 1526. El papa Clemente VII, de los Medici de Florencia, lanzó una emisión de 200.000 ducados de oro a una tasa del 10%. Según el historiador Carlo M. Cipolla, la idea de lograr recursos a cuenta de las rentas y tributos futuros de la Iglesia no era nueva en la Europa del XVI. La habían utilizado las ciudades del norte de Italia durante los cuatro siglos anteriores, siendo Venecia la primera de todas ellas en el XII, al obligar a sus habitantes ricos a suscribir su propia deuda. La fórmula se extendió a otras ciudades italianas a medida que se repitieron las campañas militares y aumentaron los ejércitos de mercenarios, pero el Vaticano la ignoró a causa de su doctrina contra la usura. No obstante, cuando la expansión del protestantismo mermó su recaudación, la necesidad de vivir de prestado se convirtió en virtud y arraigó de tal modo en la Santa Sede que, en 1592, los intereses de su deuda representaban la tercera parte de sus gastos.
Han pasado cinco siglos desde lo que podría calificarse como primera 'subasta vaticana de letras del tesoro', y la irrupción de los PIGS ha hecho reverdecer las 95 tesis clavadas por Lutero en la iglesia del palacio de Wittenberg. El apelativo de 'cerdos' rebota en la Puerta del Sol y la plaza Syntagma de Atenas como lo hicieron las aceradas críticas de Lutero en Roma. Mientras tanto, los bancos alemanes y franceses hacen recuento de sus préstamos irresponsables (contra el vicio de pedir está la virtud de no dar), tratando de camuflar la amenaza de suspensión de pagos que se cierne sobre Grecia, Irlanda, Portugal y España, en una primera etapa, y luego sobre Italia, Bélgica...
La historia europea está plagada de PIGS. Uno de los más grandes fue Felipe II, especialista en malgastar tesoros, precisamente, en aventuras militares para contener el protestantismo, bajo el que se guarecían los intereses de los príncipes alemanes frente al Papado. Durante su reinado (1556-1598) llegaron a España 7.000 toneladas de plata y 70 de oro procedentes de América, una fortuna inimaginable en aquel tiempo, de la que el monarca se quedaba con el 20% y que, a la hora de la verdad, benefició a los manufactureros centroeuropeos. La economía de la Península, por el contrario, se deprimió: los precios de los artículos de lujo se dispararon y se dejó de producir. Además, Felipe II nunca tenía suficiente, así que para cuadrar las cuentas del Imperio gravaba fiscalmente a sus súbditos y se endeudaba con los banqueros; especialmente, con los Fugger alemanes, grandes beneficiarios de las riquezas de América. Pero también recurría a los genoveses, que le proporcionaban el dinero necesario y en la moneda que quisiera, pues debía pagar a soldados desperdigados por Europa.
«Esto de los cambios e intereses nunca me ha podido entrar en la cabeza», se quejó el monarca en 1580, agobiado porque sus acreedores le endosaban todo tipo de comisiones, hasta el punto de que los tipos reales que pagaba eran del 40% y hasta el 50%. Los genoveses eran diestros en el arte de especular con las subidas y bajadas de cualquier cosa y cobraban por aquí y por allá: detrás de un interés nominal aparentemente razonable se escondían tasas por el cambio de moneda, por el transporte... Perdido en aquel laberinto, con unos gastos que no tenían fin, Felipe II acabó detestando a sus prestamistas, a cuyas trapacerías se enfrentó de diversas maneras. Una de ellas consistía en declararse en bancarrota de vez en cuando, como un paquidermo sentado sobre sus cuartos traseros. «En realidad no era la bancarrota, sino una renegociación de la deuda en condiciones más favorables», aclara Cipolla.
Egipto y Túnez
Angela Merkel y el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, han buscado estos días una fórmula para que no se note que el Gobierno griego intenta emular a Felipe II. A fin de perder lo menos posible, no solo de los créditos antiguos, sino también de los que puedan venir, los acreedores internacionales están imponiendo a los PIGS unas reformas económicas y sociales que reducen sus niveles de consumo y disparan el desempleo, provocando una caída de la recaudación fiscal y aumentando la demanda de subsidios. Condenados a renegociar sus deudas en condiciones cada vez más duras, a los gobiernos morosos no les queda más remedio que subir impuestos y poner sus países en almoneda.
Egipto y Túnez se encontraron en esa misma situación a finales del XIX. Gobernados por un bey y un jedive, respectivamente, entonces eran dos estados independientes -su vinculación con el sultán turco solo era nominal-, pero las deudas los convirtieron virtualmente en colonias. En ambos países, el problema lo generó una espiral de obligaciones contraídas con prestamistas franceses e ingleses para construir carreteras y ferrocarriles, idea que se malogró por culpa de las comisiones, los sobornos y el mal gobierno. Los impuestos cada vez más altos que los gobernantes impusieron a los campesinos no bastaron para cubrir los costes de los 'préstamos turbante', como los describe el historiador Henri L. Wesseling. Las sumas a devolver alcanzaron tales proporciones que no quedaba nada para sostener la estructura funcionarial. «La década de 1870, esa época dorada de la insolvencia islámica», resumieron los historiadores Ronald Robinson y John Gallagher.
El colonialismo norteafricano surgió, en parte, de una prolongada agonía financiera. Túnez suspendió pagos en 1867 y, a partir de entonces, fue gobernado por una comisión que lideraba el 'inspecteur de finances' Victor Villet, un administrador francés al que pusieron de apodo 'Bey Villet'. Catorce años más tarde, una expedición de 5.000 soldados transformó el pequeño país magrebí en una posesión de París con un bey local como figura decorativa. Las finanzas de Egipto se derrumbaron en 1876, después de que el jedive Ismail hubiera vendido sus acciones del canal de Suez al Reino Unido. Las cancillerías europeas ensayaron sin éxito varias fórmulas para recuperar las inversiones enterradas a orillas del Nilo, hasta que franceses y británicos nombraron en 1879 sus respectivos interventores de la economía egipcia. La administración local recibió una cantidad fija para subsistir, mientras el resto de los ingresos se destinó a cubrir la deuda.
Ante tales condiciones, la revolución solo tardó dos años en estallar en Egipto, aunque los británicos derrotaron a los rebeldes en 1882 e hicieron prisionero a su líder, Arabi Pachá, al que desterraron a Ceilán. Sin haberlo planeado, a causa de la deuda pública, el Reino Unido tuvo que ocupar por la fuerza el antiguo país de los faraones, decisión de la que surgieron las dos fuerzas de oposición a Occidente que han dividido al mundo musulmán durante el pasado siglo: los movimientos laicos que aspiraban sacudirse el yugo colonial imitando el progreso europeo y los grupos religiosos partidarios del repliegue sobre la tradición. En esas andaban hace unos meses los manifestantes tunecinos que derrocaron a Zine El Abidine Ben Alí y los egipcios que torcieron el brazo de Hosni Mubarak.
 
 JAVIER MUÑOZ
http://www.laverdad.es/murcia/v/20110629/sociedad_murcia/vivir-prestado-20110629.html

martes, 21 de junio de 2011

POR QUÉ LOS PEORES OCUPAN LOS PUESTOS MÁS ALTOS

 
Todos nos hemos hecho la pregunta alguna vez de por qué los peores son los que suelen alcanzar los puestos más altos en los gobiernos totalitarios, en las organizaciones mafiosas, en empresas usureras, organizaciones terroristas, en ciertos partidos políticos, etc.… gente incluso sanguinaria y cruel capaz de hacer cualquier cosa sin el más mínimo atisbo de escrúpulos.
La explicación más convincente la he podido encontrar en el concepto y uso del término  “fin” dado por Hayek.  Cualquier organización con un fin, por muy altruista que éste sea, termina supeditando las personas y los hechos a la consecución de dicho fin. Para conseguir lo que se propongan  los líderes necesitan rodearse de de acólitos sumisos y convencidos, personas de principios débiles fáciles de ganar para la causa, conforme la pirámide del poder se agudiza los puestos más altos los copan aquellos que van demostrando con sus acciones que son los más determinados a llevar a cabo cualquier orden sin cuestionarla, por eso en las cúpulas de éstas organizaciones encontraremos siempre a los más decididos y faltos de escrúpulos,  capaces de cualquier cosa por depravada e injusta que sea con tal de agradar al líder de turno y sobre todo, de alcanzar el objetivo propuesto.
Como decía, da igual que el fin buscado sea altruista supuestamente o puro interés del tipo que sea. Una organización con poder para coaccionar a los que pertenecen a ella o incluso a todos los ciudadanos, como puede ser el caso extremo de un gobierno, si tiene un objetivo terminará seleccionando a aquellos que mejor sirvan a la causa y que con menos escrúpulos lleven a cabo las acciones necesarias para conseguirla. Tiene su lógica, si no descartaran a aquellos que dudan del fin propiamente dicho o de la justeza de los medios para conseguirlo, la misión se pondría en peligro y todo podría irse al garete por un exceso de escrúpulos.
En las organizaciones de poder los fines  altruistas terminan siendo la excusa para justificar las injusticias y los desmanes necesarios para alcanzarlos. Por ejemplo, la consabida redistribución de la riqueza que pretenden los gobiernos de izquierda, (ni siquiera propugnan una distribución igualitaria de la riqueza ya que es absolutamente imposible), el objetivo es una distribución más igualitaria de la riqueza, el concepto de más igualitaria ya supone una distribución desigual,  unos recibirán más y otros menos, para ese reparto desigual hay que tomar decisiones y discriminar según las circunstancias a unos u otros sectores de la población, el final de éstas ideologías finalistas es que en aras de ese objetivo se cercenan las libertades para imponer un plan centralizado, comandado por unos pocos, los más decididos y menos escrupulosos,  que distribuyen la riqueza según ellos creen que debe hacerse  con resultados pavorosos como hemos podido ver a lo largo de la historia.
A mi entender cada vez que alguien o algunos son iluminados con un “FIN” terminan jodiéndonos  la vida a todos. Por eso me hice liberal, nuestro fin es que no haya fines sino  crear un marco de convivencia en paz y armonía donde todos podamos desarrollar nuestros propios fines. Una sociedad libre y solidaria con aquellos que por los motivos que sean vean truncadas sus aspiraciones y sus sueños.

domingo, 19 de junio de 2011

¿QUÉ ES EL LIBERTARIANISMO? *


 Interesante artículo para aquellos interesados en conocer la idología libertaria y sus diferencias con el liberalismo clásico, la izquierda colectivista y los conservadores.
http://www.quebecoislibre.org/philo3.htm

¿QUÉ ES EL LIBERTARIANISMO? *

por Martin Masse
Director del webzine libertario Le Québécois Libre
 
          ¿En qué creen los libertarios? En pocas palabras, creen que la libertad individual es el valor fundamental que debe subyacer a todas las relaciones sociales, intercambios económicos y al sistema político. Creen que la cooperación voluntaria entre individuos en un mercado libre siempre es preferible a la coerción ejercida por el Estado. Creen que el rol del Estado no es perseguir fines en nombre de la comunidad – tales como distribuir la riqueza, "promover" la cultura, "apoyar" al sector agrícola, o "ayudar" a pequeñas empresas – sino el limitarse a si mismo a la protección de los derechos individuales y dejar que los ciudadanos persigan sus propios fines de un modo pacífico.

          Los libertarios esencialmente predican la libertad en todos los campos, incluyendo el derecho a lo que uno quiera con su propio cuerpo mientras esto no infrinja la propiedad e igual libertad de otros. En este sentido, creen que la gente que quiere tomar drogas, ver pornografía, prostituirse o pagar por una prostituta, o comprometerse en cualquier clase de actividad sexual consensual, debería poder hacerlo sin ser importunada por la ley y asediada por la policía.

          Sin embardo, como libertarios – esto es, tomando en cuenta sus preferencias personales – no abogan por un modo de vida libertino más que cualquier otro, y uno no debería confundir las dos palabras. Lo que ellos dicen es que a cada persona se le debe permitir elegir las creencias y el modo de vida que le es apropiada, ya sea ascetismo o libertinaje, moralismo religioso o relativismo moral. Los libertarios igualmente defenderán el derecho del libertino a vivir en el libertinaje tanto como el de los padres fundamentalistas religiosos a educar a sus hijos de acuerdo con sus muy estrictas creencias.

          Los libertarios apoyan la igualdad formal de cada uno y de todos ante la ley, pero se preocupan poco sobre las desigualdades entre ricos y pobres, que son inevitables y que sólo pueden ser reducidas afectando la libertad personal y reduciendo la prosperidad general. Para ellos, el mejor modo de combatir la pobreza es garantizar un sistema de libre empresa y libre intercambio y permitir que las iniciativas de caridad privada vayan en rescate de los necesitados, las que son más efectivas y mejor justificadas moralmente que los programas estatales de transferencia de riqueza.

          Los libertarios creen que el único modo de asegurar el mantenimiento de la libertad personal es garantizar la inviolabilidad de la propiedad privada y limitar lo más que se pueda el tamaño de gobierno y el espectro de sus intervenciones. No confían en el Estado – cuyos administradores proclaman actuar en el nombre de abstractos intereses colectivos – cuando se trata de proteger la libertad individual. Mientras de acuerdo a las ideologías colectivistas un orden social económico viable sólo puede ser impuesto y mantenido por el Estado, los académicos libertarios han mostrado por el contrario que es la acción descentralizada de individuos que persiguen sus propios fines en un mercado libre lo que hace posible crear y mantener este orden espontáneo, traer prosperidad y sostener la compleja civilización en la que vivimos.

          Así, los libertarios rechazan el principal desarrollo político del siglo veinte, esto es, el sostenido crecimiento del tamaño del Estado y del rango de sus intervenciones en las vidas privadas de los ciudadanos (para tomar un ejemplo sorprendente, en 1926 los gastos públicos estatales equivalían a solo 15% del producto nacional bruto de Canadá, hoy es alrededor del 45%).
Libertarios vs. Conservadores
          Dentro del marco político norteamericano del periodo posterior a la segunda guerra mundial los libertarios se aliaron con los conservadores en su lucha contra el comunismo y el socialismo. Por esto mucha gente tiende a confundir ambas filosofías y a ponerlas en el lado derecho del espectro político, siguiendo el confuso modelo de derecha vs. izquierda, que es ampliamente utilizado para categorizar ideologías políticas. Pero los libertarios se oponen a los conservadores en varios puntos, en particular en temas sociales (los conservadores frecuentemente tratan de imponer sus valores tradicionales sobre todos usando el poder coercitivo del Estado, por ejemplo cuando apoyan que las drogas y la prostitución sean ilegales o cuando abogan por la discriminación oficial contra homosexuales) y en temas relativos a la defensa y relaciones internacionales (los conservadores se inclinan apoyar el militarismo y las intervenciones imperialistas en el extranjero, mientras los libertarios abogan, cuando es posible, por el aislacionismo y la no intervención en conflictos externos).

          De hecho los conservadores valoran la autoridad en sí misma no se oponen al poder estatal en base a principios, sólo lo hacen así cuando las metas estatales no son las mismas que las suyas. Por el contrario, los libertarios rechazan cualquier forma de intervención gubernamental. Muchos de ellos piensan que no se caracterizan como derechistas y que el espectro derecha-izquierda debería ser reemplazado por otra que colocaría a estatistas y autoritarios de izquierda y derecha en un lado y a los defensores de la libertad personal en el otro.

          Así, los libertarios se oponen a las ideologías colectivistas de todo tipo, ya sean de izquierda o de derecha, que subrayan la primacía del grupo (nación, clase social, grupo sexual o étnico, comunidad religiosa o de lengua, etc.) cuyo propósito es reglamentar a los individuos en la prosecución de fines colectivos. No niegan la relevancia de estas identidades colectivas, pero proclaman que depende de cada individuo el determinar a que grupos desea pertenecer y contribuir, y no así del Estado y de las instituciones que derivan su poder del Estado que imponen sus propios objetivos de un modo burocrático y coercitivo.
Un Heredero del Liberalismo Clásico
          A pesar de que permanece relativamente poco conocida y poco entendida hoy debido a la casi total sumisión de la vida intelectual occidental al pensamiento colectivista a lo largo del siglo veinte, la filosofía libertaria no es una rara filosofía marginal, propagada sólo por un pequeño grupo de utopistas desconectados de la realidad. Por el contrario, es heredero de la más importante escuela económica y política occidental de los últimos siglos, el liberalismo clásico, una filosofía elaborada por pensadores como John Locke y Adam Smith. Empezando en el siglo 17, son los liberales los que pelearon por una ampliacíon de las libertades políticas, económicas y sociales contra el poder de los monarcas y los privilegios de los aristócratas. Los principios liberales están en las raíces de la constitución americana, y uno puede decir que los Estados Unidos tanto como Gran Bretaña y Canadá fueron largamente gobernados de un modo liberal a través del siglo 19 hasta inicios del siglo 20.

          Entonces, ¿por qué no usar la palabra liberal en vez de libertario? Porque éste termino, precisamente desde principios del siglo 19, tomo nuevos sentidos que no son nada compatibles con la defensa de la libertad individual. En Gran Bretaña y Canadá, supuestos partidos liberales de hecho sólo son un poco más moderados que los socialistas admitidos en sus inclinaciones a usar el poder estatal y en su falta de respeto por los derechos individuales. Peor aún, en los Estados Unidos, un liberal es un izquierdista que aboga por la distribución de la riqueza, alguien que apoya un gobierno grande que interfiere en todo las vidas de las gentes, que trata de resolver todos los problemas reales o imaginarios con impuestos y gastos, y que crea programas burocráticos para cada causa buena; en breve, el liberalismo de hoy apunta a crear un estado tiránico que no duda en entrampar la libertad individual en nombre de una utopía colectivista inalcanzable. Este tipo de liberalismo to tiene nada que ver con el liberalismo clásico.

          Los libertarios de hoy están inspirados por los primeros periodos del progreso liberal pero, después de un siglo durante el cual las ideologías colectivistas y totalitarias han dominado, se dan cuenta que el liberalismo clásico no era fuerte o suficientemente fundamentado como para detener la marea alta del estatismo. Son más coherentes o, algunos podrían decir, radicales que los liberales tradicionales en su defensa de la libertad personal y la libertad de mercado y en su oposición al poder estatal.
 
Un Movimiento Pluralista

          Como todos los movimientos filosóficos el libertarianismo es variado, contiene varias escuelas y subgrupos, y uno no encontrará una unanimidad en sus justificaciones teóricas, sus fines como en la estrategia que debería adoptarse para alcanzarlos. En Norteamérica a la mayoría de los que se llaman a sí mismos libertarios les gustaría ver que el Estado vuelva a pocas funciones esenciales, en particular defensa, relaciones exteriores, justicia, la protección de la propiedad privada, los derechos individuales, y algunas otras responsabilidades menores. Todas las funciones restantes deberían ser privatizadas. En el contexto de un Estado federal muy descentralizado, los libertarios aceptan sin embargo que las autoridades locales (Estados constituyentes, provincias, regiones o municipios) pueden intervenir en otros campos y ofrecer varios tipos de arreglos económicos y sociales, en tanto que los ciudadanos insatisfechos fácilmente pueden moverse a otras jurisdicciones.

          Algunos libertarios de la escuela "anarcho-capitalista" abogan por la desaparición completa del Estado y la privatización inclusive de las funciones básicas anteriormente mencionadas. Esta meta puede parecer extrema o ridícula a primera vista, pero se basa en una argumentación teórica plausible. Por ejemplo es fácil imaginar que uno podría remplazar el Estado o los cuerpos de policía local (con la corrupción, los abusos de poder, la incompetencia y el favoritismo que usualmente los caracteriza, todo hecho frecuentemente con impunidad) con agencias de seguridad privada, que obtendrían ganancias sólo en la medida en la que realmente protejan a los ciudadanos y combatan a los verdaderos criminales. Los anarcho-capitalistas usan el mismo tipo de argumentos para apoyar la privatización del ejército y las cortes lo cual no dejaría nada que hacer para el Estado. Las empresas privadas proveerían todos los servicios que los individuos podrían necesitar en un mercado libre puro.

          En un contexto donde el gasto público ahora alcanza a casi la mitad de todo lo que es producido y en el que los gobiernos continúan adoptando ley tras ley para incrementar su control sobre nuestras vidas, una meta libertaria más realista es simplemente el revertir esta tendencia y pelear por cualquier avance práctico de la libertad y cualquier reducción concreta de la tiranía estatal.

          Los libertarios son los únicos predispuestos a entrar en ésta lucha sin comprometer sus creencias. El hecho es que el actual debate ideológico sigue dominado por los estatistas, a pesar de las superficiales controversias políticas que atraen la atención de los medios.

          Por un lado los defensores socialistas e izquierdistas de un crecimiento ilimitado en el tamaño del gobierno son una mayoría fuerte entre los lobbies que se alimentan ante el público en y a través de las universidades y los medios. La mayor parte de lo que pasa por periodismo o investigación académica muestra una completa falta de entendimiento de las reglas básicas de la economía de mercado. En el "centro" aquellos que proclamas ser "realistas" admiten que el Estado no puede continuar incrementando el margen de impuestos y crecer indefinidamente, pero ellos simplemente predican una reducción de este crecimiento. El orden establecido de los negocios por su parte estaría satisfecho con algunos cortes menores aquí y allá y algunos de sus miembros cuestionan la estructura corporativista del Estado. Para aquellos que están en la derecha que son descritos como "neoconservadores" radicales su meta propuesta es llevarnos de vuelta a donde estábamos hace veinte o treinta años cuando la tasa de gastos estatales en relación al PIB era del 5 a 10% menor, lo cual seria un paso en la dirección correcta pero dificilmente suficiente.

          Uno también tiene que admitir que las llamadas "revoluciones conservadoras" de los últimos veinte años en Gran Bretaña, Canadá y los Estados Unidos realmente no han producido mayor cambio, a pesar de que se implementaron algunas útiles reformas económicas y cortes en los impuestos. Algunos programas y leyes fueron abolidos y el Estado todavía ocupa un lugar dominante en la vida económica y social. Es justo temer que los programas burocráticos empiecen a crecer otra vez ahora que los déficits presupuestarios han sido eliminados y los gobiernos tienen ingresos excedentes para gastar. 

          Los libertarios son los únicos que demandan y trabajan por un cambio radical, una drástica reducción del tamaño y rol del Estado, los únicos que valoran la libertad individual sobre todas las cosas. Más y más gente se da cuenta que los libertarios constituyen la única alternativa. El movimiento libertario apenas existió en los sesentas y realmente despego en los Estados Unidos a inicios de los setentas. El Partido Libertario de los Estados Unidos, fundado en 1971, ahora es el tercero en importancia después de los Republicanos y los Demócratas. Allí donde las filosofías colectivistas y la economía keynesiana acostumbraban a dominar la vida académica, recientemente ha habido un renacimiento del interés por el liberalismo clásico y la economía de libre mercado en las universidades. Finalmente, hoy la filosofía libertaria puede ser encontrada en todo lado en la Internet y su influencia esta creciendo en todos los continentes. Así realistamente podemos esperar que un siglo después del eclipse del liberalismo clásico, su resurgimiento libertario una ves más llegara a ser una influyente doctrina y movimiento filosófico en el siglo veintiuno.
 
 * Este artículo fue traducido por el Dr. Luis Tapia y editado en RETO (Revista Especializada de Análisis Político) en Marzo de 2001. RETO es publicada mensualmente en La Paz-Bolivia por el Grupo de Estudio de la Realidad Boliviana Chachapuma's (chachapumas@latinmail.com).

 * Cet article a été traduit par le Dr. Luis Tapia et est paru dans le magazine RETO (Revista Especializada de Análisis Político) en mars 2001. RETO est publié mensuellement à La Paz en Bolivie par Grupo de Estudio de la Realidad Boliviana Chachapuma's (chachapumas@latinmail.com).